David Güimil, un gallego en Seúl: «Me enamoré de Corea del Sur por sus cafeterías, hay una en la que llueve»

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David Güimil por las calles de Seúl
David Güimil por las calles de Seúl cedida

El gallego David vive en Seúl mientras estudia y perfecciona su coreano. En uno de los países que más furor está generando entre los jóvenes. «En este país te rodean las cosas monas, hasta la entrada de cine lo es», dice este gallego

04 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo de David Güimil (Vilalonga, 1997) con Corea del Sur fue amor a primera vista. Literalmente, porque terminó conociendo su cultura como quien dice «de rebote». Este joven lleva viviendo a medio camino entre Seúl y Sanxenxo unos ocho años. Ahora se encuentra estudiando un Máster en Publicidad y Márketing en la Universidad de Kookmin de Seúl con una beca Global Korea Scholarship, concedida por el Gobierno de Corea. A la vez que colabora en la cuenta de Instagram @coreanoextra, junto a su amigo coreano Joon, enseñando expresiones nativas del idioma a personas hispanohablantes. Su historia con el país asiático comenzó en el 2015, cuando después de la selectividad se mudó a Salamanca para estudiar el Grado en Estudios de Asia Orienta. David empezó cursando la especialidad de estudios japoneses, pero a la semana se sentía cual pulpo en un garaje. «La gente tenía ya un nivel de japonés que me quedé alucinado y, claro, yo no entendía nada», confiesa. Ante la crisis, se reunió con la coordinadora del grado, quien resultó ser la profesora de lengua coreana: «Me propuso ir de oyente a algunas de las clases de la especialidad y como no tenía nada que perder, me animé. Allí aluciné con el buen ambiente que había y tomé la decisión de cambiarme».

Así comenzó su viaje de ida, sin billete de vuelta, a Corea del Sur. Ese mismo verano se fue durante dos semanas a Seúl para comprobar que realmente estaba estudiando lo que le gustaba: «Me quedé en casa de un amigo coreano que había conocido en Salamanca y estuve acompañado de él y de sus amigos. Y la verdad es que cumplió con mis expectativas». Pero, ¿qué tiene Corea para él que no tengan otros países asiáticos como Japón? David lo tiene muy claro: el idioma. «A diferencia del chino y del japonés, el alfabeto coreano tiene un solo abecedario y aunque no sepas que significan las palabras, puedes leerlas y buscarlas en el diccionario fácilmente», explica.

«Aquí sí se siente una presión social sobre tu físico y tu estética»

En definitiva, sentía curiosidad por el país ya que, en el 2015 la Ola Coreana apenas estaba presente en España y no se conocían cosas de Corea del Sur, a excepción de sus gigantes tecnológicos y automovilísticos. Ocho años yendo y viniendo a Galicia dan bastante que pensar sobre el cariño que le tiene David al lugar. «Ahora mismo siento que es mi sitio. Estar aquí es algo muy loco porque es una forma de vida muy estresante en muchos aspectos, pero a la vez tiene muchas cosas buenas como su forma de ver el ocio», cuenta David. «No quiere decir que en un futuro no quiera volverme a vivir a España. De hecho, me gustaría tener una familia y envejecer allí, pero a día de hoy veo más oportunidades para crecer y desarrollarme profesionalmente en Seúl que en Galicia», apunta el joven vilalongués.

Son muchas las cosas de Corea que tienen a David enamorado, pero quizás la que más es su amplia oferta de cafeterías. Y es que el gallego puede pasarse horas dentro de una trabajando delante de su portátil o charlando con sus amigos. «Vivimos rodeados de cosas monas y aesthetics. Aquí hasta la entrada del cine es bonita. Todos los espacios son muy friendly y las cafeterías están diseñadas para que te puedas quedar horas sentado en ellas», cuenta entre risas. ¿Y qué tienen de especial estas cafeterías que no lo tengan las españolas? «Las hay de temáticas concretas. Por ejemplo, hace poco fui a una que giraba en torno al bambú, estaba llena de peluches de osos pandas, y las tartas y utensilios estaban hechos todos con este material. También fui a otra que tiene el récord Guinness a la más grande del mundo», explica David. Además cuenta que entre su lista de próximas cafeterías hay una que tiene como temática la lluvia y dentro de ella llueve todo el rato. Llegados a este punto, David confiesa que a la semana pisa entre veinte y treinta: «Posiblemente en un año habré ido a más de mil cafeterías diferentes».

Por otro lado, al igual que en España existe la costumbre de salir de fiesta a una discoteca, lo habitual entre la gente joven de allí es sentarse en una mesa a comer, beber y charlar con los amigos. «Es muy divertido, sentarnos todos juntos a comernos nuestro ramen o tteokbokki (pastel coreano de arroz picante) calentito mientras conversamos y hacemos juegos de beber», dice él.

Competidores natos

El sistema educativo coreano es uno de los más exitosos del mundo en cuanto a resultados, pero también uno de los más duros. Aparte de que la vida allí es, por lo general, muy costosa. David, que se encuentra estudiando el segundo año de su máster, lo percibe de primera mano: «Impone muchísimo. Todas mis clases son en coreano íntegro y tienes que leer muchas tesis y textos escritos en él». Sin embargo, confiesa que él, como extranjero, nunca ha sentido la misma presión que puede llegar a experimentar un estudiante surcoreano. De hecho, según la OMS, es el país con la sexta tasa más alta de suicidios en el mundo: «En el día a día se percibe la presión por cumplir con los estándares sociales. Hay mucha competencia por ser el mejor a nivel laboral y estético». Aunque apunta que la sociedad está tratando de evolucionar y de abrirse, confiesa que alguna vez se ha sentido presionado de manera indirecta con respecto a su físico. «Vivir en una sociedad que da tanta importancia al aspecto físico hace que sientas que también debas encajar dentro de ella y que tengas, por ejemplo, que adelgazar, o hacerte algo en el pelo para sentirte aceptado», admite.

Corea del Sur es un país que todavía tiene que avanzar mucho en materia de derechos, como en los de las personas LGTBI. Y teniendo al frente del Gobierno a un partido conservador, las cosas se complican un poco más. «El colectivo existe, claro que sí, pero se encuentra un poco entre las sombras», dice él. ¿Una persona homosexual podría ir por la calle de la mano de su pareja como si nada? «La verdad es que no se suelen ver parejas gais de la mano por la calle. Sí de chicas, porque pueden camuflarse bajo la premisa de que son amigas, pero cruzarse con chicos es más complicado», explica. Él confía que al pertenecer a la ONU, y al estar muy cercano a Estados Unidos, es cuestión de tiempo que terminen por modernizarse: «Al final Corea es un país que viene de una guerra civil muy reciente y poco a poco está creciendo para situarse en la línea de otros países desarrollados». Se suele decir que los coreanos son gente cerrada y fría con los extranjeros, pero para David han sido todo lo contrario: «Creo que mi suerte fue poder defenderme bien en su idioma. Muchos de ellos no lo hablan, o no saben bien inglés, y tratan de evitar conversar con gente de fuera, pero si les hablas tú en coreano, la historia cambia bastante». Por otro lado, confiesa que él nunca ha experimentado ningún episodio de racismo, aunque tiene amigos que sí lo han vivido.

A estas alturas de la película, todo apunta a que a David le quedan miles de aventuras por vivir en el continente asiático. Así que, si viajan a Seúl puede que se encuentren a este gallego con su grupo de amigos (coreanos y españoles) tomándose unas cervezas por el barrio de Itaewon o de camino a visitar su próxima cafetería.