Pablo España Osborne: «Suspender la selectividad me salvó la vida»

YES

Pablo pinchó en los estudios cuando todos sus amigos se encauzaban en sus carreras. Sin embargo, él reconoce que «gracias a esa desgracia» se descubrió a sí mismo y encontró su verdadera vocación

01 oct 2023 . Actualizado a las 14:17 h.

No tiene pelos en la lengua, así que Pablo España Osborne lo primero que dice clarito y bien alto es que no fue un buen estudiante: «Siempre cateaba en junio y era de los que me llevaba los libros al Puerto de Santa María en el verano. Mi madre me metía en clases de refuerzo». Ese mal estudiante, no obstante, iba raspando las asignaturas para poder pasar al siguiente curso, aunque cuando llegó 4.º de la ESO tuvo que afrontar un momento duro. «Mis padres se separaron y, aunque creo que hay matrimonios que hacen más daño a sus hijos que un matrimonio roto, yo ahí sí noté un bache», explica Pablo, que es el segundo de cinco hermanos.

«Siempre hemos estado los hermanos muy unidos, en especial desde el nacimiento del último, Gonzalo, que tiene síndrome de Down y que nos ha aportado a todos otra sensibilidad», aclara. Pero Pablo ya era una persona sensible de por sí, porque él sí sentía que era capaz de ver más allá en su entorno y era un chico que empatizaba mucho con la gente. «Era inquieto, un poco trifulcas para mi madre, pero lo que no sentí jamás fue una presión en casa sobre lo que tenía que estudiar o adónde me tenía que dirigir, en eso no es que tuviera un camino marcado», explica. Él lo dice así, pero a su alrededor prácticamente todo el mundo había estudiado Derecho, Económicas, ADE, Icade... Así que sin darle más vueltas planificó su futuro en estudiar Derecho cuando le tocó la hora de elegir.

«En primero de bachillerato me fue razonablemente bien, saqué un 6 de media, que era mucho para mí, pero al llegar a segundo ya caí totalmente», reconoce. «En esa etapa de la adolescencia me puse una coraza de caballero armado para no sufrir, pero cuando te pones ese escudo no recibes golpes y tampoco caricias. Estaba un tanto perdido en aquellos años», especifica. «Me ayudó mucho mi tutor, don Pablo, que me daba Economía y al que con el tiempo le agradecí mucho que entonces se preocupase por mí y viera quién era y lo perdido que estaba en ese momento de tanta vulnerabilidad. Porque yo a veces me saltaba las clases y se lo decía, era tan inocente que se lo contaba, no tenía maldad», relata.

Cuando llegó el final de curso de segundo de bachillerato todos los amigos de Pablo aprobaron y pasaron la selectividad en junio. «Yo suspendí tres o cuatro, me pasé el verano estudiando», recuerda, para aclarar que cuando llegó septiembre consiguió limpiar todo el curso. «Estaba muy confiado, así que cuando me tocó la selectividad me fui a la Complutense a hacerla y al terminarla pensé: ‘Listo, saco un 5 y ya directo para Derecho». Sin embargo, el futuro de Pablo ahí hizo una curva cerrada y se pegó un buen trastazo.

«Recuerdo que el día que salieron las notas, me fui al ordenador que teníamos en casa, uno de aquellos enormes, metí mi DNI y me encontré con un ‘no apto' que me desconcertó totalmente. ‘¿Qué significa ‘no apto'?' De pronto sentí que ese no apto me invalidaba para todo en la vida: no apto para los estudios, no apto para mi familia, no apto para todo», dice.

«ESTÁS DE SUERTE»

«Le di la mala noticia a mi madre y, bueno, a partir de ahí tengo un vacío en la memoria, porque fueron unos días malos. Pero lo que sí sé es que al poco tiempo acompañé a un amigo mío al Esic Business Marketing School y fue providencial. Él estaba haciendo una prueba y yo me quedé esperándolo. Y así, sin más, apareció una señora que me preguntó que qué hacía yo allí y qué iba a estudiar. Me puse a hablar con ella y le contesté que no iba a estudiar nada porque había suspendido la selectividad. Entonces ella me dijo: ‘Estás de suerte, porque aquí en Esic tenemos una carrera para gente sin selectividad'». «Por mi cabeza pasó que en esa carrera estarían todos los balas perdidas, ja, ja, ja, pero a mí aquella frase me sonó a gloria bendita y fui rápidamente a explicarle a mi madre que había encontrado un sitio para mí». Ella se puso a investigar y así descubrimos que varias personas de mi familia, incluso, ya habían pasado por la misma universidad, de modo que lo de no aprobar selectividad debe ser una herencia», se ríe Pablo.

Él, con la perspectiva de los años, no deja de valorar la suerte que tuvo entonces. «Suspender la selectividad me salvó la vida porque ahora digo: ‘Menos mal, menos mal que la suspendí. Porque gracias a una desgracia estudié Márketing y Gestión Comercial, lo que me ha dado la oportunidad de descubrir dones o fortalezas dentro de mí que yo no sabía que tenía: hablar en público, la creatividad... Imagínate dónde acabaría toda esa creatividad de un chaval inquieto, si yo hubiera estado estudiando Derecho en la Complutense», reflexiona.

EL CORAZÓN ABIERTO

Por eso él anima mucho a los jóvenes, a través de charlas en institutos, universidades y colegios mayores (como Retamar, Mater Salvatoris) para animarlos cuando flojean o cuando se ven ahorcados por un futuro incierto en el que sienten que no encajan. «Cuando suspendí entendí que el sufrimiento puede ser una bendición y que a veces en la vida tenemos que estar con los ojos cerrados pero con el corazón abierto. Porque puede llegar un momento que tú percibas como desgraciado, que te haga pensar que no entiendes nada, pero de pronto algo te va guiando, la gente de alrededor te lleva y a veces con tu propio movimiento consigues que vayan pasando cosas que no te esperabas», indica Pablo.

«Lo que sí les recomiendo a los chicos es que, en cuanto puedan, trabajen de algo: de paseador de perros, de limpiador de coches, de lo que sea... Porque cuando curras sabes lo que es una hora, 7 euros. El sistema educativo en España es poco flexible y te pasas toda la vida estudiando teoría, tanto en el cole como en la universidad, y cuando sales a la calle y te pones a trabajar dices: ‘¿Perdona, qué hecho yo en mi vida?». «Yo, en cuanto pude, me puse a trabajar: primero con un amigo en una empresa de cátering de su hermano, que nos poníamos a cargar y a descargar; después trabajamos como camareros, y ya en tercero de carrera cambié el turno para la tarde con el fin de trabajar por la mañana en una empresa. Creo que pisar el suelo desde chaval te hace tomar otra perspectiva de las cosas».

«Yo siempre era el raro de mi entorno, no te diría que la oveja negra, porque no era eso, ni andaba metido en malos ambientes, pero sí a mi alrededor todo era un mundo de economía, empresa y yo no encajaba ahí», dice Pablo que, como la persona curiosa que es, creó en el 2013 We are Seekers, porque él se define como un buscador. «Yo lo que busco son historias que inspiren para escuchar testimonios de vida. Es un proyecto en el que ahora hay miles de personas y podemos hacer seis o siete eventos al mes: conferencias, excursiones, rutas... Llenamos hasta teatros», explica Pablo, que ha creado a su alrededor una comunidad de personas de las que aprender y a las que admirar.

A él, además, por su versatilidad, lo mismo lo contratan para solucionar problemas que como presentador o speaker. Pero Pablo también es coach y ha trabajado para grandes empresas como Deloitte, Loreal, Cosentino, Universidad de Navarra,Universidad Francisco Vitoria... Aunque reconoce que donde siempre mete gol es con los más jóvenes, muchos lo siguen por YouTube, en TikTok o Instagram, donde relata su vida. «A mí algunos me dicen: ‘Pablo, en ese vídeo, si te cortas la cabeza y pones la mía, soy yo'. Se sienten identificados con lo que cuento, porque muchos con 16 o 17 años están padeciendo lo que yo pasé. Algunos por unos padres exigentes, otros porque no saben cómo canalizar su rabia, pero todos al final estamos heridos y creo que mi testimonio les ayuda».

¿Habrías sido feliz haciendo Derecho?, le digo para terminar. «No lo sé, pero no me habría conocido a mí mismo, eso seguro».