
Con el objetivo de dar un mayor espectáculo a los clientes, el parrillero Raúl compró estos dos utensilios para trocear la carne
29 sep 2023 . Actualizado a las 22:14 h.Los clientes alucinan. Cuando Raúl Gutiérrez levanta la catana y la dirige hacia un chuletón, la expectación es máxima en su restaurante-parrillada Gardel de Arteixo, A Coruña. «Bastantes problemas hay en la vida como para hacerla aburrida. Yo quiero que la gente coma bien y se divierta, por eso compré la catana en una cuchillería», explica este hombre que lleva toda la vida entre brasas, pero nunca antes se había armado de esa manera. Porque la catana no es su única y sorprendente adquisición. «También compré un puñal-machete tipo Rambo con el que separo el hueso de la carne cuando la saco del fuego. Es un poco show», reconoce. Raúl es un entusiasta de lo suyo. Le gusta comprar distintas variedades de reses y hasta prepara cochinillos si se los encargan. Debe ser un espectáculo ver trocear este manjar segoviano con la catana. «También tengo pedida una espada», avisa el cocinero y empresario, que parece haber encontrado en la cuchillería variada la manera perfecta para complementar el gusto por las carnes de calidad. «Tengo la catana en un soporte. La cojo con la mano izquierda y le quito de la funda que lleva. Y entonces la levanto y hago como si fuese un samuray», explica sobre su modus operandi.
UNA VIDA ENTRE CARNE Y CARBÓN
Raúl cuenta estas novedades con las que convierte el corte de la carne en un show con la misma ilusión que cuando empezó en el sector siendo casi un niño. Me cuenta que fue allá por el año de Barcelona 92 cuando se inició en las parrilladas el Rancho y Suso, al lado del estadio de Riazor, antes de dar el salto a un local mítico, El Gaucho Díaz. En realidad no lleva mucho tiempo por su cuenta, montó la parrillada Gardel en el 2017, animado por su mujer. Desde que se encienden las llamas, por su parrilla no dejan de pasar carnes de todo tipo y origen, desde un sencillo y sabroso churrasco a chuletones de black angus o tomahawk, pasando por piezas de kobe o wagyu. «Me gusta ir a un sitio, pasar un buen rato, desconectar y disfrutar, y eso es lo que busco para mis clientes», reconoce el parrillero. Para lograrlo, simplemente dos máximas: calidad y cantidad. «Aquí las chuletas no bajan de los 650 gramos. Y como mínimo están una semana en cámara para que maduren, se sequen y los jugos queden dentro», explica. También da detalles sobre la ya célebre catana con la que ahora corta los chuletones. «Pedí que no me la diesen muy afilada, porque es como una cuchilla. Lo que hago es afilarla un poco antes de proceder al corte, que es algo que forma parte del espectáculo», asegura. Que la carne sea buena es muy importante, pero la puesta en escena cada vez cobra más protagonismo, y si no, que se lo pregunten al chef turco conocido como Salt Bae, que se hizo viral por colocar el brazo y la mano con forma de cisne y lanzar granos de sal gruesa de mar encima de la carne. Empezó casi de broma con este sencillo gesto y ahora tiene una cadena de restaurantes en los que la gente espera con el móvil en la mano a que llegue el momento del lanzamiento de la sal. «Yo presento los chuletones con distintos tipos de sales, pero se la echa cada cliente. Yo creo que es mejor, porque si se le echa antes se seca un poco», comenta Raúl. Quién sabe si dentro de poco su corte con catana y cuchillo de Rambo también se hará viral.