Lucía: «Estuve al borde de tirarme de un puente con mis hijos»

YES

istock

Un familiar le garantizó que en España encontraría trabajo al momento. Pero cuando llegó, la única salida que le ofrecía era prostituirse. Me dijeron: «Esto es lo que hay. Si no, vas a pasar hambre. No accedí», cuenta Lucía, víctima de la trata de personas

20 oct 2023 . Actualizado a las 09:47 h.

Lucía cometió el error de fiarse de un familiar. De creer ciegamente en él cuando le decía que en España iba a encontrar trabajo seguro. Pero lo que le ofreció cuando llegó aquí con sus hijos no fue lo que cualquier persona se esperaría. Todo lo contrario. «Yo siempre estuve bien en mi país, pero hubo unos años que fueron muy difíciles. Entonces, le comenté la situación en la que me encontraba a un familiar que estaba aquí y él me dijo que me viniera. Me pintó España como la gloria. Pero cuando llegué, me encontré otra cosa», comenta esta mujer a la que a través de su voz se le nota la derrota y la resignación después de todo lo que ha vivido.

«Me vine con mis hijos porque me aseguraban casa y trabajo. ‘Si quieres trabajar, vas a trabajar’, me decían. Y que también era seguro para los niños. Como es un familiar quien te lo dice, pues le creí y no investigué nada», comenta ahora, consciente del engaño del que fue objeto, mientras esas palabras siguen retumbando en su cabeza: «En España, sin documentos no puedes trabajar al instante. Quien te diga lo contrario miente. Lo que hacen es engañarte para meterte a trabajar en la prostitución y cosas así».

Ella se fio de lo que le habían prometido y se vino con sus hijos. Se deshizo de todas sus pertenencias y logró conseguir algo de dinero para poder subsistir al menos un mes, mientras buscaba trabajo. «Me dije: ‘Si voy a trabajar, podré sacar adelante a mis hijos’. Así que: ‘¡Adelante, vámonos!’», comenta. Esas eran sus cábalas. La realidad fue otra: «Morirme era poco cuando yo vi eso. Te pintan una cosa y luego te encuentras con esa sorpresa. No le deseo a nadie que pase por la misma situación por la que pasé yo».

Cuando ya llevaba unos días viviendo con su familiar y la pareja de este, Lucía les comunicó que quería trabajar, que necesitaba ganar dinero para no agotar todo el que tenía y quedarse sin nada. También por sus hijos: «Tenían que comer, ir al colegio y pagarme una casa. No podíamos estar en una habitación». «Yo no le tengo miedo a ningún trabajo. Siempre he trabajado», asegura esta mujer que lucha por salir adelante. Pero una cosa era eso, y otra muy distinta lo que le ofrecieron: «Me llevaron a un bar donde van los hombres a buscar sexo por dinero. Me dijeron: ‘Esto es lo que hay. Y si no lo haces, vas a pasar hambre’». Lucía se quería morir. Había dejado su casa y su país. Había vendido todas sus pertenencias y alguien de su propia familia pretendía que ejerciera la prostitución. «No accedí. Y tuve que estar unos días más en un cuartito con mis hijos, donde entraban personas de todo tipo», explica.

PRECIO ABUSIVO

Al ver que ella no cedía a sus presiones, el siguiente paso fue cobrarle un dineral por una habitación con baño y cocina compartida. «Vieron que no iba a acceder a lo que me decían. Entonces, yo le dije a mi familiar que me quería ir de allí. Me dijo: ‘Bueno, te vas a quedar en este cuarto, pero vas a pagar una cantidad’. Yo accedí porque todavía me quedaba algo de dinero». Ese hombre, que se supone que tanto la quería y que pretendía que ejerciera la prostitución, le cobró por una semana lo que vale el alquiler de una habitación un mes en un buen piso en el centro de una ciudad. «‘Si no vas a trabajar, tienes que pagar’, me dijo. Después alguien me comentó que pidiera ayuda en la iglesia y de ahí me derivaron a Cáritas. Si no llega a ser por Cáritas, no sé dónde estaríamos», confiesa.

La ayuda que le prestó la institución fue fundamental. «Me dieron apoyo psicológico, apoyo económico... Me buscaron una casa. Yo estuve al borde de tirarme del puente con mis hijos. Escucharlo y vivirlo no es lo mismo», confiesa visiblemente emocionada, mientras reconoce que ni ella ni los niños han vuelto a tener relación con este familiar. «Todo el mundo sabe lo que pasa allí, pero nadie hace nada», indica mientras reconoce que apenas se relacionaba con las mujeres que veía en el supuesto bar: «Nos pasábamos todo el tiempo en el cuarto».

Los niños también sufrieron. «Fue un trauma para ellos. Vivir en una habitación con un baño compartido con un montón de gente...», comenta. Y aclara que llegó a temer que les pudiera pasar algo a sus hijos: «Para llevarlos al baño, tenía que ir con ellos y esperar en la puerta. Para ir a la cocina o me los llevaba conmigo o los dejaba encerrados en el cuarto. Había gente de todo tipo». Tampoco ha sido nada fácil que se acostumbraran a vivir en España: «Son buenos niños y este año los veo más contentos en el cole. Antes se querían volver. Repitieron curso dos veces». Además, hay algo que antes siempre le echaban en cara: «Todos los días me decían: ‘¿Pero cómo se te ocurrió venirte a España? Es lo peor que has hecho en tu vida’».

Todo eso ha quedado atrás para Lucía y sus hijos. Y aunque intentan salir adelante, la realidad sigue sin ponérselo demasiado fácil. Todavía ella tiene muchos problemas para encontrar trabajo. «No sé si es que no he dado con buenas personas, pero los contratos me duran dos o tres meses, porque cuando ya me va a llegar la tarjeta de residencia y me tienen que dar de alta en la Seguridad Social, ahí es cuando ya no quieren que siga», explica. Es la pescadilla que se muerde la cola. «Si no tienes permiso de residencia, no te pueden contratar, pero si no tienes contrato, no te pueden dar un permiso. Es algo que no puedo entender», afirma. A pesar de ello, Lucía ha trabajado de todo: «En la limpieza, de cuidadora, hice un FP de peluquería, he trabajado también de peluquera. En algunos sitios me dicen: ‘Eres muy buena, pero sin documentos no podemos’».

Esta mujer valiente se encuentra atrapada por la burocracia y reconoce que le gustaría regresar a su ciudad natal: «Yo quisiera volver a mi país, pero tengo que conseguir trabajo para poder pagar los billetes e irme. No solo tengo la esperanza, vivo para eso. Tengo que trabajar». Eso sí, sabe que no es tarea fácil porque necesita seguir viviendo en España y ahorrar para poder volar al lugar del que cree que nunca debió salir. Quizás ahora tenga más suerte. Eso esperamos, Lucía. Te lo mereces. Ya has sufrido mucho. Demasiado.