Basma, 17 años: «Me puse el velo cuando me salió del papo, a mí nadie me obligó»

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XOAN CARLOS GIL

Esta joven nació en Vigo. Sus padres son de Marruecos y son musulmanes. «Cuando la directora del instituto me prohibió ponerme el hiyab en clase, el que me apoyó para llevarlo fue el profesor de religión católica», confiesa

22 oct 2023 . Actualizado a las 09:11 h.

Basma tiene 17 años y tiene las ideas muy claras. «Estoy en el último curso de bachillerato social y el año que viene empezaré Magisterio Infantil», dice esta joven de doble nacionalidad, española y marroquí, de creencia musulmana. Su familia llegó a Vigo desde Marruecos, primero su padre, y luego su madre. Sus otros tres hermanos, una mayor, y otros dos pequeños, nacieron, como ella, en Galicia. «Nunca nos contaron cómo entró mi padre en España. Debió de ser una situación horrorosa y nada fácil. Mi madre llegó con todos los papeles en regla, ya embarazada de mi hermana mayor. Hay mujeres con hijos en la misma situación que llegan al país en patera, nosotros tuvimos suerte», confiesa. Los progenitores tenían sus carreras finalizadas en Marruecos, ella era contable y él físico. «Aquí no trabajan de lo que estudiaron, vivimos de lo que ganamos en la carnicería, el negocio familiar, pero ya traían un bagaje de su país y, gracias a ello, nos han educado para saber qué decir y qué hacer en cada momento ante un comentario racista o una situación discriminatoria», añade.

La primera vez que Basma experimentó rechazo fue cuando se puso el velo a los 14 años. «Fui al despacho de la directora de mi instituto a informarle de que iba a empezar a llevar el hiyab, a notificárselo, no a preguntarle. Ella me dijo que no, que no era el momento y que las normas del centro prohibían llevar accesorios en la cabeza. Me sentó como una patada en el culo, estaba perdidísima», indica. No le dio tiempo a plantarle cara a la jefa de estudios. En ese entonces era marzo del 2020 y llegó el confinamiento. Al terminar la cuarentena lo tenía claro: «Como que me llamo Basma, a mí nadie me va a impedir que lleve el velo». «Me lo puse cuando me salió del papo, nadie me dijo nada, ni mis padres, ni mis amigos», añade. A la vuelta, la directora había sido sustituida y nadie le dijo nada en su contra.

RECHAZO AL HIYAB

Sin embargo, la situación se repitió al cambiarse de instituto en bachillerato. De nuevo, cuenta que la directora le llamó la atención por llevar la cabeza cubierta: «En el pasillo, cuando estaba de camino al aula, me llamó para decirme que no estaba permitido llevar pañuelo en las inmediaciones». La joven, preocupada, se lo comentó a sus padres y estos le dijeron que más allá de lo moral o lo humanitario, legalmente está permitido el uso del hiyab. Así que la joven se informó de las leyes y se las llevó por escrito al día siguiente a la directora. «Aun encima me hizo trabajar», ríe. Al entregarle los papeles le dijo que en cuanto se lo leyera le comentara qué opinaba. La jefa de estudios se dirigió a ella a los tres días para decirle que el velo valía, pero que no quería que «otras cosas relacionadas con su religión» se interpusieran en el transcurso del curso. «Al preguntarle a qué se refería con “otras cosas” me dijo que durante el ramadán no faltara a los exámenes, cuando yo siempre he ido a clase ayunando y nunca supuso un problema», argumenta. Y como era de esperar, Basma continuó con sus estudios, con todo aprobado y sin faltar a clase.

«Dicen que el Islam es una religión machista y misógina por cubrirnos el cabello, pero más me oprimen los que me prohíben llevar algo que yo he elegido»

«Me he expuesto a situaciones de racismo y comentarios por la calle o sitios públicos en los que te intentan tratar de menos. Por llevar el velo se piensan que no sabes nada o que no tienes ni idea», confiesa Basma. La joven reconoce que sus padres siempre le han enseñado a responder de la forma idónea para salir ganando. «Después de que en bachillerato la directora me dijera que no podía llevar el velo, me di cuenta de que había otras alumnas pakistaníes a las que también les habían prohibido llevarlo», comenta. Las otras estudiantes se bajaban el velo antes de entrar al centro: «Acababan de llegar a España, no sabían ni el idioma, y mucho menos, las leyes».

«Dicen que el Islam es una religión machista y misógina por cubrirnos el cabello, pero más me oprimen los que me prohíben llevar algo que yo he elegido», manifiesta. Para Basma, el hiyab es un símbolo de fe, según ella, si te fuerzan a llevarlo es porque no crees. «Llevar un top y un pantalón corto, no es lo incorrecto, pero no lo tiene por qué llevar todo el mundo. El problema lo tienen con la religión, no con la vestimenta. Si alguien lleva un pañuelo en la cabeza porque quiere, ahí no pasa nada», recalca.

¿DISCRIMINACIÓN EN CLASE?

Basma cuenta que una vez, en clase, la profesora la obligó a destaparse el cabello antes de un examen para comprobar que no llevaba un pinganillo con el que pudiera copiar. «Le dije que si me revisaba a mí, tenía que comprobar que el resto de la clase no escondía nada», apunta. La joven dice que no se corta a la hora de responder cuando le sucede algo así, y, además, siempre ha tenido el apoyo de sus familiares y amigos ante situaciones de discriminación. «Cuando la directora me prohibió llevar el velo en el instituto, el que me apoyó fue el profesor de religión católica», dice riendo. Sus compañeras, por su parte, a pesar tener otras ideologías y creencias diferentes a la suya, no dudan en defenderla ante una situación de exclusión: «Mis amistades más cercanas son creyentes del cristianismo». Para Basma, lo más importante es el respeto entre personas. «Si tú crees que Jesús fue crucificado, y yo no, ¡qué más da eso para que podamos tener una relación o una conversación! Aunque no esté de acuerdo, o no coincidan nuestros ideales, eso no se tiene que meter entre tú y yo», explica.

«Además, he estudiado religión católica en el colegio. Conozco la otra realidad: para nosotros la Virgen también existe, pero Jesús no es hijo de Dios», comenta. Tanto Basma como sus hermanos se han criado con el Corán. «En casa siempre me han enseñado a querer la religión», opina Basma. Para ella creer o no creer no es una opción: «Nunca me he planteado tener fe en otras ideas que no fueran las del Islam». Basma describe su religión como un «vicio». «Una vez te das cuenta de que rezas por unas determinadas razones, y que puedes compartir con Dios tus problemas y preocupaciones, sabes que lo haces por tu bien y porque lo necesitas», explica. De la misma forma, Basma hace hincapié en que sus padres siempre han tratado de explicarles el porqué de las cosas: ¿Por qué en el catolicismo se celebra la Navidad, y por qué en el Islam no? Esas y otras muchas cuestiones han hecho a Basma creer más en lo suyo, a la vez que respeta lo que pueda pensar el resto.

Respecto a su futuro, para ella no hay novio que valga si no se va a casar con él. «En el Islam cuando conoces a alguien no es para preguntarle cuál es su color favorito, lo haces para saber qué aspiraciones tiene en la vida, sus ideales, y buscar cosas en común para estar totalmente convencida de que con esa persona vas a poder tener una vida en paz». Algo que tiene claro es que, a pesar de que en su religión el hombre sea el que trabaje, ella se casará con alguien con quien pueda compartir la economía familiar, porque, ante todo, quiere ser una gran profesora. Lo suyo es vocación. «Me da igual dar clase a españoles, senegaleses, venezolanos, marroquíes, noruegos, o de donde sean, les enseñaré a apreciar la diversidad que hay entre ellos en vez de atacarse los unos a los otros», explica la futura maestra.