Daniel Gabaldón, experto en horario escolar: «Lo ideal en la ESO sería entrar entre las 11 y las 12»

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Alberto Pérez Pérez-Duque

Este experto en horario escolar aboga por usar como referencia la hora solar, que retrasaría las entradas a los centros educativos entre una y dos horas. «En caso de tener jornada continua, en secundaria sería mejor ir de tarde», señala

30 oct 2023 . Actualizado a las 18:01 h.

«Los niños tienen que ir a la escuela cuando es bueno para ellos, cuando más van a aprovechar el tiempo, cuando más les conviene. No pueden estar en clase cuando tienen que estar comiendo, ni cuando tienen que estar durmiendo, sino cuando están despiertos y activos», concluye Daniel Gabaldón, profesor titular de Sociología y Antropología Social en la Universidad de Valencia, que acaba realizar un estudio que concluye que la jornada continua «está maltratando a los chavales». «Tiene un impacto negativo en los alumnos: duermen menos, comen peor, hacen más deberes y dedican más tiempo a las pantallas», señala.

 —¿La jornada partida es mejor?

—Encontramos indicios de que es más saludable.

 —¿Por qué?

—Tenemos la cuestión de la salud y del rendimiento. En cuanto a lo primero, duermen más y a las horas más correctas, y pasan más tiempo al aire libre. Como mínimo, los niños tienen que pasar dos horas al día al aire libre, y la jornada continua ofrece que sean más de tarde y no tanto mañana-mediodía, y esto podría estar relacionado con el retraso circadiano. Cuando son pequeños son más bien matutinos, al empezar primaria tenemos un 75 % de niños de cronotipo temprano y un 25 % de vespertino. Al final de primaria la relación se ha invertido, les va más la tarde; y en secundaria, todavía más. En el instituto casi todos son vespertinos. Si los encerramos por la mañana en clase y solo están fuera por la tarde, pueden incluso retrasar su ciclo circadiano en una hora más, los hace más vespertinos, les cuesta más irse a la cama y levantarse pronto. También vemos que hay más chavales que duermen la siesta, sobre las 16, y eso podría reducir la presión del sueño, y les costará más conciliar el sueño de noche.

 —¿Y cómo afecta al rendimiento?

—Sabemos que los ritmos de la jornada partida se adecúan mejor a los ritmos de atención, que la fatiga se acumula más en la continua, y nuestros datos nos dicen que el alumnado de la continua hace más deberes que el de la partida.

 —¿Y esto influye en los deberes?

—Claro, vemos que hay más deberes en la continua que en la partida, y esto es porque al tener clases en horario menos efectivo, el docente acaba teniendo que mandar más deberes, para compensar que se avance menos en el aula, que es una de las razones por las que se ponen deberes, porque hay una programación que seguir.

 —Hablas, incluso, de media hora de diferencia.

—En el global del curso 2009-2010, la diferencia de estudios durante el tiempo libre es de 29 minutos, en la jornada partida dedicaron 69 minutos, y en la jornada continua 98.

—Dices que la atención no es como la batería de un móvil, que a primera hora está a tope y que vamos perdiendo a medida que pasa el día.

—Los estudios demuestran que el cansancio al final de la jornada continua se dispara, incluso hay trabajos franceses de cronopedagogía que hablan de los diferentes momentos de atención a lo largo del día. Vienen a decir que por la mañana el rendimiento es intermedio, a primera hora no es ni bueno ni malo; a mitad de la mañana sube mucho la atención y la fatiga casi desaparece, los alumnos están centrados en la tarea; y hacia el mediodía cae en picado. A partir de las cuatro de la tarde vuelve a subir y se mantiene hasta las siete. Si calzamos las clases cuando la atención es más alta, con las mismas horas de clase, el rendimiento va a ser mucho mejor, el alumno va a estar más espabilado y activo, va a entender las cosas mucho mejor. En cambio, si ponemos las clases sin atender a ese criterio, y además de manera continua, y ponemos más horas donde menos atención hay, y donde se acumula más cansancio, el rendimiento va a ser peor.

 —¿Cómo afecta a la hora de comer?

—La gráfica nos muestra que si el alumno de la jornada partida está comiendo entre las 13 y las 15 horas, el de la continua lo hace entre las 14 y las 16. Las 15 es la hora marcada como límite por una profesora de la Universidad de Murcia, Marta Garaulet, que fue una de las descubridoras de que las células que generan el tejido adiposo tienen también un reloj circadiano: a las horas a las que procesan los nutrientes reaccionan de una manera u otra. Y también hay estudios que dicen que si comes a deshora, tiendes a ingerir comida más calórica, que podría ser otro factor. El mismo plato de pasta no se metaboliza igual a las 13.30 que a las 15.30. A nosotros nos sale que en el 2010, el 95 % de los alumnos de la partida ya habían acabado de comer, mientras que el 50 % de los de la continua no. Lo que nos falta es contrastar la asociación entre jornada escolar y obesidad infantil, pero es muy complicado, aunque la teoría nos prepara para que pueda haber una relación.

 —¿Los niños de jornada continua, al tener toda la tarde libre, hacen más uso de las pantallas?

—Yo lo de la tarde libre lo cogería con pinzas, para los de partida la tarde empieza a las 14, cuando acaban de comer, y para los de continua a las 16, su tarde es más corta. Tenemos un dato interesante, los de continua veían 115 minutos de pantallas en el 2002-2003, pero subió a 127 en el 2009-2010, en siete años se incrementó 12 minutos; mientras que los de partida en el 2002-2003 veían 85 minutos, y en el 2009-2010, 84, digamos que se quedaron igual. Los niños no ven más pantallas porque haya más tabletas, más móviles, sino que muchas de las cuestiones que se ofrecían al principio de la continua (extraescolares gratuitas, comedores, etcétera...) van desapareciendo con el tiempo, y niños que, al principio, se quedaban en el centro hasta las cinco, cada vez llegan antes a casa, y hay más niños viendo la tele. En algunas comunidades, como Castilla-La Mancha, ya no se ofrece nada en muchos de los centros.

 —¿Los principales beneficiados de la continua son los profesores?

—La literatura dice que hay dos beneficiados: los profesores, porque así pueden compactar su horario laboral y tener las tardes más libres; y las familias de clase media que quieran una educación distinguida para sus hijos sin pagar un colegio privado. Por la mañana los llevan a la pública, y por las tardes, a las academias, de inglés, de matemáticas, de informática, de robótica, en sitios más exclusivos. Pero luego también hay una masa muy grande de padres a los que se les ha convencido de que es una innovación pedagógica mejor.

 —¿Les han convencido de que por la tarde cuesta mantener la atención?

—Yo también soy docente y a veces confundimos poder dar la clase bien con dar una buena clase. Si todo el mundo está calladito, crees que te están atendiendo, pero cuando realmente está atento, hace preguntas, te interpela, si está callado, mal asunto. El problema es que la franja buena es la de media mañana y la de media tarde. Gonzalo Pino hizo un estudio que decía que los exámenes de primaria tenían que ser los miércoles a media mañana, porque ya ha pasado el shock del fin de semana, se ha vuelto a regular el ciclo circadiano, y han pasado las primeras horas de la mañana en las que el alumno está más dormido. El problema es que en España tenemos la hora de Centroeuropa, la misma que tienen en Varsovia, pero el sol tarda como dos horas más en llegar aquí.

 —¿Tenemos mal los horarios de clase?

—Cuando un niño entra en el cole a las 9 en Varsovia, está entrando a sus 9 hora solar, pero en Galicia serían las 7 de la mañana hora solar. Los tenemos más dormidos a primera hora de lo que deberíamos. Y a las 15, en verano son las 13, estamos empezando demasiado pronto la tarde, por eso yo sí me creo cuando los profesores dicen que por la tarde están más cansados. En cambio, a las 16.30, cuando los vas a recoger, están pletóricos, no te los puedes llevar a casa, quieren parque, jugar, hiperactivos... Y cuando se van haciendo mayores van llenando esas horas con clases particulares. Hay un informe de Esade que señala que eso ha crecido exponencialmente en España, porque cada vez damos clase por las mañanas en peores horas, y los alumnos van acumulando un retraso que hay que compensar.

 —¿Qué hora de entrada sería la ideal en infantil?

—Una entrada flexible, cuando se despierten, si están bien, los llevas. En Estonia las escuelas infantiles abren de 7 a 19 horas, con dos turnos de profesores, y los padres los van llevando en función de sus necesidades de conciliación. Un modelo así tendría que funcionar en infantil. A los niños hay que dejarlos dormir hasta que se despierten, no tiene sentido un horario estricto.

 —¿En primaria?

—Nosotros hablamos de entrar a las 9, pero hora solar, es decir, a las 11 en el horario de verano, 10 en invierno. Lo mejor es mirar la hora solar, porque no todos los centros tienen que entrar a la misma hora, así no tendrían que cambiar el horario de invierno a verano, y al revés. Si conseguimos que toda España cambie esto, que es lo que se pide desde diferentes organizaciones, todo sería más sencillo.

 —¿En ESO o bachillerato?

—Una hora más tarde, a las 12 en verano, y a las 11 en invierno.

 —En caso de hacer una jornada continua en secundaria, tú hablas de que mejor por la tarde, ¿no?

—Sí, porque van a estar más despiertos. Giula Zerbini ha hecho estudios en el que habla del efecto cronotipo. Si haces los exámenes por la mañana, los pocos que son de cronotipo matutino bien, pero los de vespertino, mal. Si los pones por la tarde, el efecto cronotipo desaparece, los de la mañana todavía performan bien, y los de la tarde también. El horario de tarde en secundaria es el que coge a toda la población.

 —Pero mejor que una continua, ¿sería una partida con más carga lectiva por la tarde?

—Yo entiendo que hay un efecto cansancio de hacer seis horas seguidas, y si tienes que hacerlas sí o sí, mejor por la tarde que por la mañana, pero lo ideal sería un par de horas por la mañana, a partir de las 11, pausa para comer, y seguir. Otro debate es que los niños no tienen que ir tantas horas al colegio. Yo siempre he dicho que no estoy en contra de la continua, siempre que no sean más de tres horas y media, que entraran a las 9 hora solar y comieran a las 12 hora solar. El problema es que queremos meterles cinco horas de clase, no es razonable.

—En cualquier caso no debería ser una cuestión de colegios ni de padres.

—Tiene que ser algo que se decida a nivel autonómico o de ministerio, si están transferidas las competencias, tienen que hacerlo las comunidades, pero en base a datos de rendimiento educativo y de salud, que esto es algo que se ha dejado fuera del análisis. Nuestro trabajo ha creado tanto impacto porque es de los primeros que lo trata en profundidad.

 —Pero eres categórico: «La jornada continua está maltratando a los chavales».

—Sí, yo incluso hablo de violencia estructural a la que se está sometiendo, sobre todo, a la infancia, para que los niños trabajen en unos horarios que no les corresponden. Cuando tú haces a la gente funcionar en un horario que no es el suyo óptimo, por un lado, le estás cargando de problemas de salud (falta de descanso, propenso al sobrepeso), más las dificultades para aprender, que seguramente van a tener consecuencias en su desarrollo vital. Estás hipotecando su futuro para que en el presente haga un horario que no está ajustado a lo que necesita. Cuanto más aprendo de esto, más me enfurruño, y digo esas frases, porque necesito que la gente reaccione.