
Gonzalo Olmos logró aprobar la oposición en dos años y medio, cuando lo normal es conseguirlo en entre 5 y 10. «No he bajado de las 12 horas diarias de estudio durante este tiempo», confiesa este joven de Getxo
05 nov 2023 . Actualizado a las 13:02 h.El pasado 30 de mayo a Gonzalo Olmos le tocó la lotería. Pero, al contrario de lo que pueda parecer, no fue el azar el protagonista, sino su esfuerzo y sacrificio. Gracias a eso, logró convertirse en el registrador de la propiedad más joven de España que hay en la actualidad y puntualiza: «Mariano Rajoy y el presidente de mi tribunal fueron registradores un poco más jóvenes, con 24 años. Pero creo era por el sistema educativo anterior. Yo soy el más joven en la actualidad». Con apenas 25 años ha logrado plaza en una de las oposiciones más duras que existe. Y lo ha hecho en un tiempo récord, en tan solo dos años y medio. «El Colegio de Registradores estima que el tiempo de preparación para la oposición sea entre cinco y diez años», indica. Es decir, que se suele conseguir a los 29 años. Él se ha adelantado cuatro años a lo que es normal.
Pero tras esta recompensa, hay mucho tesón. «Lo he conseguido con mucho esfuerzo y sacrificio, la verdad. He tenido que renunciar a la vida, en general. Mis días se resumían en despertarme, desayunar, estudiar, dependiendo del día hacer deporte, comer, seguir estudiando, cenar y dormir», explica. «Solo me tomaba el domingo de descanso —continúa— y si el sábado acababa pronto, me iba con mis amigos, pero no salía de fiesta porque notaba que si lo hacía me descuadraba los horarios. La primera semana lo hice y noté que me descolocaba todo». Es más, lo que más primaba era dedicar la noche del sábado a dormir y descansar para coger fuerzas para la siguiente semana. Y así estuvo durante dos años y medio. Con una media diaria de estudio que superó con creces cualquier jornada laboral: «La primera vuelta de todo el temario fue más tranquila, a pesar de que ya empezaba a sufrir. Pero no he bajado nunca de las 12 horas diarias en toda la oposición. Siempre digo que esto es muy relativo porque hay gente que solo necesita 10 e incluso días de 8. Pero 12 son las que he necesitado yo para cumplir con lo que los preparadores me decían».
«Cuando supe que había aprobado, no viví sensación igual. Cada vez que lo recuerdo todavía se me ponen los pelos de punta»
A pesar de lo que pueda parecer, Gonzalo nunca se consideró un estudiante brillante: «Para nada. De niño siempre tuve la vocación de ser médico. Y en primero de bachillerato no tenía mala media, era bastante alta, pero no era suficiente para entrar en Medicina. Así que aparqué mi vocación. Como siempre había tenido en mente hacer Derecho, pues estudié la carrera en la Universidad de Deusto. Desde que entré sabía que no iba a ejercer como abogado. Era un mundo que a mí no me llamaba». Gonzalo explica que tiene un hermano que siempre tuvo madera de abogado, así que él decidió tomarse los estudios de una manera mucho más relajada. «Mi expediente no supera el 6,7 de media. De hecho, suspendí asignaturas. Fue en primero. Luego ya me fui haciendo al sistema y ya no volví a suspender. Pero se me atragantó Derecho Internacional Público. Y eso que el derecho internacional me encanta. Me la llevé para el año siguiente», confiesa.
Prueba de fuego
Siguiendo el consejo de sus preparadores, Mikel Martínez y Olga Entrena, a los once meses de comenzar a estudiar se presentó a una oposición de notario. Era una especie de prueba de fuego porque compartía parte del temario con su oposición. «Mi objetivo, básicamente, era el de aguantar toda la hora porque no suele ser lo habitual cuando llevas tan poco tiempo preparándola. No solo aguanté la hora, sino que vi que me defendí bien. Me di cuenta de que incluso tenía opciones de aprobar. Finalmente, no aprobé porque hubo una parte del examen en la que no di el nivel, pero cumplí el objetivo y me sirvió de lanzadera para mi oposición del año siguiente porque el temario solo cambiaba la parte fiscal, que se sustituía por la parte de mercantil», reconoce.
Tampoco tuvo muchos problemas a la hora de enfrentarse al tribunal: «No me impuso, porque me imponía mucho más hacerlo delante de mi preparador. Siempre se lo he dicho. Que me imponía mucho más estar delante de él que del tribunal». Y explica por qué. «Siempre ha sido duro, pero luego también es muy empático. Entiende al opositor perfectamente, aunque sabe lo que exige y lo duro que puede llegar a ser. Y me imponía cantar los temas delante de él. Eso me ayudó mucho a estar delante de un tribunal. También pudo ser que yo me tomara la oposición tan en serio que por eso su sola presencia ya me imponía», aclara.
A Gonzalo aún le cuesta describir la emoción que sintió cuando supo que había aprobado la oposición: «No he vivido sensación igual. Cada vez que lo recuerdo se me ponen los pelos de punta de revivir aquel momento. Me enteré el 30 de mayo, ocho días después de realizar el tercer examen. Son cuatro exámenes, pero ya en el tercero te dicen si tienes plaza. Se suele hacer la criba porque el cuarto es un formalismo. No se ha hecho así en todas las oposiciones, ha habido algunas excepciones en las que el cuarto ejercicio ha sido determinante, pero lo normal es que sea el tercero».
Gonzalo ya ha elegido destino, Cangas de Onís, y esta misma semana toma posesión. Reconoce que aún no está nervioso, pero sabe que el primer día, cuando se vea allí, se pondrá algo más. También es consciente de la responsabilidad y del momento actual que el sector de la propiedad privada está viviendo. «Es verdad que la compraventa está bajando y ahora son tiempos un poco difíciles, pero en Cangas de Onís, por lo que me comentaban los empleados de allí, de momento la situación sigue siendo normal. Aunque luego me imagino que seguirá la tendencia y que bajará. Yo lo que quiero es empezar a trabajar y lo que venga, vendrá».
Sobre el hecho de que económicamente tiene la vida solucionada, dice que también es consciente de la responsabilidad que asume: «Siempre se ha dicho que es así. Pero hay que tener en cuenta que un registrador es una especie de semifuncionario, y también tienes que saber que antes que tu sueldo está el de los empleados, los gastos del local, los del registro y todo lo demás. Pero es una buena vida, no voy a negarlo». Además, Gonzalo quiere aprovechar para darle las gracias a sus padres por todo el apoyo que siempre le han mostrado en este tiempo: «Me animaron desde el primer momento y cuando aprobé, yo creo que se alegraron incluso más que yo». No es de extrañar. Son los padres del registrador de la propiedad más joven de España. Casi nada.