Belén Rueda: «Cuando a mis hijas les sucede algo, hacemos cónclaves familiares»

VIRGINIA MADRID

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Fernando Sánchez | EUROPA PRESS

La actriz, que protagoniza «La Ermita», asegura que se encuentra en una buena etapa: «En este momento, no tengo pareja y estoy bien. Tengo momentos alegres y tristes, como cuando estoy con alguien»

01 dic 2023 . Actualizado a las 11:22 h.

Mañana fría, pero soleada en Madrid, en la que Belén Rueda (Madrid, 1965) encadena una entrevista tras otra, sin perder la sonrisa y esa frescura que la caracteriza, para presentar La Ermita: «Aquí estamos con más de 40 años y dándolo todo», confiesa entre risas. La madrileña está radiante, porque está de vuelta con un papel protagonista donde da vida a Carol, una falsa médium arisca y oscura. Nos conquistó en los noventa con las series Periodistas y Médico de familia, y superó con nota su salto a la gran pantalla con Mar adentro, que le valió un Goya a la mejor actriz revelación, El orfanato y El cuaderno de Sara. Hoy, reconoce: «Estoy en un momento profesional fantástico en el que tengo claro lo que quiero, pero al mismo tiempo, me permito dudar».

—¿Cómo ha sido el rodaje?

—Increíble. Me ha fascinado. Pero no es una película de terror, es una cinta donde brilla la fantasía y la leyenda y, sobre todo, aborda las relaciones enquistadas entre madres e hijas. El otro día, en un pase de prensa, alguien dijo: «Creo que voy a llamar a mi madre, porque tuvimos un roce y la verdad, no tiene ningún sentido». A veces le damos importancia a cosas que no la tienen. Lo que de verdad importa son los afectos y la gente que nos quiere y a la que queremos.

—¿Y la construcción de tu personaje?

—Ha sido maravillosa, porque tiene tantas cosas diferentes a mí, que eso me enriquece mucho. Además, cuando empecé a leer la historia, me di cuenta de que Carol tiene tantas cosas que esconder, su pasado, su trauma, la difícil relación con su madre. Y eso nos encanta a los actores. No es solo lo que dices lo importante, sino lo que no dices. Y ella calla y oculta mucho desde las primeras escenas. Ya solo con su aspecto físico, esa media cara que oculta, su forma de vestir, esa actitud de me da igual todo, ese carácter arisco que emplea, para alejar a los demás.

—Carol es completamente opuesta a ti. Tú desprendes cercanía, frescura y luz, y ella es distante, arisca y oscura. ¿Cómo ha sido trabajar desde las sombras?

—Creo que todos en nuestro interior tenemos amor y odio, alegría y tristeza, pero dependiendo de tu personalidad y las vivencias cultivas unas más que otras. A mí me gustan los personajes que no son muy extrovertidos, porque si eres capaz de aguantar los primeros zarpazos, y rascas un poco en su coraza, tienen tantas cosas que contar, que es fascinante para el actor.

—¿Cuál fue tu impresión cuando te viste caracterizada de Carol con la mitad del rostro desfigurado?

—Me fascinó. Como actriz me entusiasmó descubrirme con otro rostro, porque era otra persona y no hay nada que nos guste más a los actores que vernos convertidos en otro que no tiene nada que ver con nosotros, otra cara, otra personalidad, otra forma de moverse. Me ayudó mucho el maquillaje para entrar en el personaje, con su oscuridad, su trauma. Ha sido muy enriquecedor.

—La ciudad donde sucede toda la historia es un personaje más con sus impresionantes paisajes, el carácter de los vecinos, las tradiciones que permanecen, incluso su densa niebla.

—Eso es. Me gusta mucho esa situación que se produce en la película de que no quieres regresar al lugar donde fuiste muy feliz, pero también fue el comienzo de tu trauma. No quieres regresar, porque no quieres visitar el lugar donde vivía tu madre, donde se rompió la relación, y también ver a la gente que vivía allí. Y cuando vuelves, y eso a mí también me ha pasado, descubres que aunque es doloroso reencontrarte con aquello que despierta tus fantasmas, allí está la esencia para reconciliarte con lo que sucedió.

—¿Cuál fue la escena más intensa o difícil que te tocó rodar?

—El primer día de rodaje hice la última secuencia de la película. Ellos llevaban una semana ya rodando, y después entré yo y eso es complicado, porque no has hecho el recorrido del personaje y te toca tirarte de lleno a la piscina cuando la historia está en el punto más alto de intensidad y emoción, y es difícil. Lo bueno es que habíamos ensayado lo suficiente como para saber dónde empezaba y acababa Carol.

—Esta historia aborda también la sobreprotección de la madre de Emma hacia su pequeña para que no sufra.

—Sí. Y es un grave error. A veces sobreprotegemos a los hijos y no les dejamos vivir determinadas cosas que forman parte de la vida, como la muerte.

—¿Tú eres muy sobreprotectora?

—Mis hijas ya son mayores. La protección es inevitable, pero la clave está en hablar, en compartir. Nosotras hablamos muchísimo. Tenemos cónclaves familiares cuando a alguna le sucede algo para compartirlo y verbalizarlo. Quizá no se resuelve inmediatamente, pero es la mejor manera para sentirnos apoyadas y escuchar otros puntos de vista. Soy muy protectora, pero a distancia. Ellas tienen que acertar para sentir que es su acierto y su éxito, y si se equivocan, ahí sacarán su aprendizaje. De lo contrario, estarían viviendo a través de mí y así no aprenden de verdad lo que es la vida.

—La cinta también habla de los miedos de cada uno. ¿Cuáles son los tuyos?

—Tenemos unas edades en las que la salud para mí es lo más importante. Y quizá enfermedades muy largas que no te permiten ser tú, ya no solo físicas, sino también mentales, que son las grandes incomprendidas, porque se achaca a que tiene mal carácter, y quizá hay una descompensación química que le está afectando y lo provoca.

—Cuando la vida te da un vuelco doloroso, ¿a qué te aferras para seguir?

—A mi familia, porque reconforta y me conoce. Reconocen que no estás pasando por un buen momento, quizá una salida de tono o una actitud diferente saben que es por algo. Tú no lo cuentas por no preocuparles. Hay algo que me pasaba con mis hermanos: «No te lo contamos por no preocuparte». Pues no. Eso me cabrea mucho. Ya me organizaré y gestionaré yo, pero no me lo ocultes, por favor.

—¿Qué don te gustaría tener?

—(Suspira y se lo piensa). El de poder resolver cosas que no tienen solución. Estamos en un momento muy difícil donde hay muchos conflictos bélicos, que causan mucho dolor y sufrimiento. Sería bonito que la gente se entendiera de verdad.

—¿En qué momento te encuentras?

—A nivel profesional, lo estoy viviendo como uno de mis mejores momentos. Siento una seguridad en determinadas cosas, no a que siempre voy a tener trabajo, pero sí cuando estoy con un personaje o un proyecto. Tengo claro lo que quiero, pero también me permito dudar. Cosa que no me pasaba al principio, porque podía parecer que no sabía lo que estaba haciendo.

—Y, ¿personalmente?

—Resulta curioso. Si no tienes pareja, dicen que estás sola. Yo no estoy sola. No tengo pareja, que es diferente. Como cuando no eres madre y dicen que no eres una mujer completa. ¿Perdona? Es una decisión personal. En este momento, estoy bien, soy dueña de mi tiempo, de mis emociones, cuando puedo. Tengo momentos muy alegres y también muy tristes, como cuando tengo pareja. Parece que solo eres una persona completa, cuando tienes a alguien al lado, y eso es ridículo.

—Y, ¿qué te enriquece?

—Mi trabajo me encanta, pero también va unido a horarios infinitos y a intensas jornadas de promoción, que es otra parte del oficio. Me gusta mucho escaparme fuera de España. Sentir que no te conoce nadie. Mi último viaje más especial fue a México. Me acuerdo que cuando éramos pequeñas y mi madre estaba harta de nosotras y ya no podía más, nos decía: «Me voy a ir a México». Como si fuera la otra punta del mundo. Y cuando se puso malita, pero todavía podía viajar, pasamos unas Navidades juntas en México y fueron unos días preciosos e inolvidables.