El viaje de Ana a los 50: de un bar de moda a ser funcionaria

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EDUARDO PEREZ

En el 2019 quiso dar un giro a su vida. Comenzó a preparar oposiciones: en la primera clase en la academia no entendió una palabra, pero el pasado mes de julio se aseguró un trabajo (y una existencia) estables

12 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Ana Rodríguez Álvarez terminó Filología Hispánica, sus padres ya querían que opositara, que se convirtiera en profesora de instituto. No quiso. La vida la llevó a abrir a finales de los 90 uno de los bares con más éxito en plena zona de los vinos de A Coruña: se llamaba Pópulis (en ese mismo sitio se encuentra ahora el restaurante Charlatán). Fue un local que contagiaba alegría, igual que su propietaria Ana, que tenía una broma de cabecera cuando hablaba de su formación desde la barra: «Cuando me preguntaban para qué me sirvió terminar la carrera, pues replicaba que para ponerle un nombre bien chulo al bar, Pópulis, que no es una cosa cualquiera». Tras dos décadas largas esta coruñesa de la plaza de Pontevedra quiso dejar atrás la hostelería y en el 2019 comenzó a preparar oposiciones de subalterno de la Xunta. Aprobó con buena nota a la primera, pero las reservas para interinos la dejaron sin plaza. Así que volvió a intentarlo y en los exámenes del pasado mes de julio; triunfó de nuevo. Ahora espera a que le adjudiquen su puesto de trabajo. Está feliz tras un proceso que ha resultado ser más agradable de lo que se puede sospechar tras tantos años alejada de los pupitres. «Me lancé porque ayudaba a estudiar a mi hija, y me daba cuenta de que tras leer y explicarle ya me quedaba con todo, que podía volver a estudiar», cuenta una coruñesa del 73, que acaba de estrenar los 50 a la vez que su nueva vida como profesional por cuenta ajena ¡y en la Administración Pública!

Quedan atrás las risas y muchos buenos momentos en el bar, pero también las miles de preocupaciones, horarios complicados y disgustos que le generó. «Yo creo que cuando se ha estudiado siempre se puede recuperar esa faceta, dicen que el cerebro se entrena y es verdad, para mí fue un poco así, poco a poco fui a más y me sentí mejor», detalla sobre un proceso que, por supuesto, tuvo sus momentos bajos y difíciles.

ALIADOS EN LA FAMILIA

En el viaje de Ana del bar de moda a convertirse en funcionaria ha tenido aliados muy cercanos. Su hermana Gloria comenzó a preparar oposiciones casi a la vez y también aprobó. Hace casi dos años que trabaja como bibliotecaria en Ourense. Por supuesto, los padres de ambas están felices. «Ahora pensamos como ellos, que tendríamos que haberles escuchado y hacerlo al terminar la carrera, pero ha sido en este momento cuando estábamos más dispuestas a ello, viendo lo ingrato que es vivir con la precariedad laboral que existe», reflexiona sobre unos años de estudio que comenzó derribando muchas barreras. «Al final me gustó y lo disfruté, yo recuerdo que cuando fui a la primera clase de la academia estaban hablando de la Ley 39 de la Administración: ¡no entendí una palabra! Menos mal que el profesor era tan ameno y majo que no abandoné —rememora—. Y ahora me encanta esa ley, me la sé palabra por palabra». Todo un cambio que la empujó a estudiar desde el 2019 hasta el pasado verano, a pesar de las demoras de un proceso que considera en parte injusto. «A veces se escoge una oposición por el temario y porque sea más reducido, pero eso puede ser un caramelo envenenado, porque, por ejemplo, para las oposiciones de subalterno de la Xunta es un temario abierto, y eso lo alarga mucho más». Ana recuerda muchas veces una expresión que le dijo un allegado al que comentó que iba aprobando convocatorias, pero se quedaba sin plaza o tenía que seguir probando, y que la siguiente tardaba meses. «Recuerdo que escuché: ‘Pero entonces opositar es para privilegiados, porque pocas personas pueden dedicar varios años a ello y esperar meses por las plazas o los recursos’. Y así es». Precisamente, el momento en el que se encuentra esta coruñesa es el de esperar a que le asignen un destino con el que también llegará su primera nómina. Hizo el examen el 9 de julio, obtuvo la misma calificación que cuando se presentó por primera vez, pero en esta ocasión los interinos no la relegaron a puestos donde no tenía opción a las plazas vacantes. «Ahora todavía se pueden presentar recursos y otras incidencias, pero lo lógico es que pronto sepa dónde voy a trabajar y con qué horario», detalla sobre una labor que tampoco tiene definida. En la escala a la que ya pertenece puede realizar funciones de información o control de accesos en una larga lista de edificios que dependen de la Xunta. Ella confía en que se pueda quedar en A Coruña o cerca, porque precisamente este año será el que su hija Miriam pase por el trance de la selectividad.

«Cuando la veo estudiar recuerdo esa sensación que tenía yo en COU en el Eusebio da Guarda, esa obligación impuesta que no he sentido al preparar temas ahora. De hecho, a veces veo la silla y los rotuladores y me da un punto de nostalgia». Ana se sincera sobre un proceso que volvería a intentar y que recomienda a cualquier edad. «Yo llegué a un momento en el que me di cuenta de que tenía que hacer algo. Y a pesar de que cuando hacía la carrera me costaba, ahora he disfrutado estudiando, porque es una elección mía, porque lo quiero así y por eso recomiendo retomarlo», confiesa. Es más, desde el 2019 se presentó a dos ediciones de las pruebas convocadas por la Xunta y a otra para dos plazas en la Diputación. «Sacas buena nota, un equivalente a un 9, pero, claro, hay que tener en cuenta cuánto sacan los demás, por eso es importante ser constante e informarse bien».

¿Qué consejos ofrece esta opositora exitosa? Elegir una buena academia. Y no es fácil, según relata: «Fui a varias, y hubo algunas en las que sentías que no te estaban informando, sino que eran comerciales que te estaban vendiendo una matrícula», se queja. Cuenta que al principio ni siquiera sabía a qué debía presentarse: «Yo quería una convocatoria rápida, no quería eternizarme, pero al final han sido más de cuatro años...». Otro aspecto sobre el que alerta es la propuesta de centros de estudios que piden casi todo el dinero de la preparación por adelantado: «¿Cómo vas a entregar 2.000 euros, por ejemplo, antes de empezar? Y si no es lo tuyo, si abandonas...». Ante tantas incógnitas ella encontró la solución en la academia Infórmate. «En algunos sitios te dan reglas como ‘si estudias tantas horas al día ya está’. Y no es así, en esta academia te contaban la realidad y las complicaciones que podían surgir, pero sin dejar de animarte —precisa—. Yo creo que es muy importante estar motivada de una manera real. Y en general tanto el director, Antonio, como el resto de profesores lo hacen muy bien».

El plan de estudios de Ana comenzó con cuatro o cinco horas al día ante el temario. Con la pandemia y la suspensión de casi todo no se desanimó. Tampoco cuando sacó buena nota en su primer examen, pero en vano. Es más, para preparar el del pasado verano aceleró el contador de horas ante los apuntes: «Al final estaba más de ocho horas». En el último mes se levantaba de la cama y se sentaba a repasar un temario que ha ido ampliando desde el 2019. «En casa mi hija y mi pareja, Toño, fueron esenciales, porque él se encargaba de todo, de la comida, de todo para que yo solo tuviese que dedicarme a empollar». Cuenta con una larga lista de trucos que le ayudaron mucho: uno de ellos consistía en grabar temas que debía memorizar en audios en el móvil, y cuando bajaba a los perros a dar un paseo, por ejemplo, los escuchaba y repasaba. Otra de sus ideas para aprovechar el tiempo consistía en localizar cuestionarios que se habían realizado en oposiciones similares en toda España, y los hacía como una especie de juego. «Cuando estaba viendo una serie, en los anuncios me ponía con uno de esos cuestionarios hasta que regresaba el episodio. Recuerdo que una pregunta de uno de esos exámenes, que cayó en un pueblo de Extremadura, me la encontré en una de mis pruebas y la recordaba perfectamente».

«EL VERANO EN TENSIÓN»

No todo ha sido un camino de rosas. Tras el examen del 9 de junio sabía que le había salido bien y lo confirmó la nota, pero asegura que pasó «todo el verano en tensión», por las demoras de un proceso que señala que no está bien planteado y que juega con las esperanzas de muchas personas. «Para empezar, los exámenes no los hacen personas que saben: las preguntas son obsoletas, muchas están fuera del temario y se han quedado caducas; yo creo que hay que exigir que las pruebas las redacten especialistas y que los opositores nos podamos enfrentar a algo riguroso, bien redactado y conciso». De hecho, asegura que estas deficiencias son las que alargan un proceso duro, porque son muchos los aspirantes a la plaza que impugnan algunas de las cuestiones.