Antonio Amenedo, cocinero del pazo de Santa Cruz de Mondoi: «Dejé de fumar después de 35 años, y ahora ves mi analítica y parezco Tarzán de los monos»
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Pasó de fumarse un cigarro nada más levantarse de la cama, «incluso antes de darle un beso a mi mujer», asegura, a una vida sin malos humos ni azúcares procesados. Su último reto fue ir a ver a su hija a Madrid en bicicleta
18 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Dejar el tabaco tiene mérito. Pero hacerlo a los 55, después de 35 años de adicción y eliminando a la vez los azúcares procesados de la dieta, justo cuando el mono aprieta, es para nota. Que se lo digan a Antonio Amenedo, que siempre ha sido un hombre de retos. El último, coger la bici e irse a ver a su hija a Madrid pedaleando durante cinco días para aprovechar toda esa capacidad pulmonar que ha ganado desde que abandonó la nicotina en septiembre del 2022. Catorce meses después de la que define como la mejor decisión de su vida, Antonio, ampliamente conocido en Galicia como cocinero y socio del pazo de Santa Cruz de Mondoi, dice que está satisfecho consigo mismo. No es para menos.
El cocinero se siente mejor que nunca. «Yo fumé durante 35 años, y es una porquería. Ahora puedo tener cuatro kilitos más que antes, pero ya los bajaré. No conozco a nadie que no haya engordado al dejar el tabaco, salvo que hagas una dieta de esas de matarte de fame, que no es mi intención», cuenta. Y eso que él hizo el doble esfuerzo de controlarse con la alimentación. «Yo después de cenar o de alguna comida tomaba siempre de postre algún flan, natillas... Y lo sustituí por fruta. Lo que pasa es que ahora la fruta me gusta muchísimo, pero será mejor la fructosa que otro tipo de azúcar, ¿no?», pregunta al aire.
Él sabe de primera mano que sí, que por algo es cocinero. Tampoco bebe refrescos, pero confiesa una debilidad. «Sigo siendo cervecero. Durante la semana no bebo y, si tomo un aperitivo, me lo tomo con una cerveza sin alcohol o elijo agua con gas. Los fines de semana sí que me permito beber alguna cerveza que me parece agua de santo. Lo importante es conjugar pero, sobre todo, el haber dejado de fumar», insiste. Y es que, a pesar de esos kilos de más, asegura que va más ligero que nunca en la bici: «No te imaginas lo infinitamente mejor que voy, he ganado muchísima capacidad pulmonar».
En un terreno tan de cuestas como el gallego, Antonio se ha pasado a la eléctrica porque, dice, a veces le tiraba para atrás la idea de salir a dejarse el hígado. Pero lo cierto es que aún con algo de ayuda, se lo deja. «En este año que he dejado de fumar, me pongo retos. Por ejemplo, un día me voy a Fisterra con la bici, me quedo a dormir allí y ya volveré», señala.
Por si lo de irse al fin del mundo no fuese suficiente, el cocinero del pazo de Santa Cruz se ha marcado dos rutas dignas de mención en el último año. La primera, nada más dejar el tabaco. Subió el pico Veleta, en Granada, aprovechando su estancia en la ciudad andaluza por una boda a la que fue invitado tan solo un mes después de dejar el humo. La segunda, para celebrar el primer año de su decisión. A principios de octubre, Antonio pedaleó durante cinco días para ir a ver a su hija a Madrid.
«Cuando cogí la bici para ir, llovía a cántaros», recuerda. También caían chuzos de punta cuando creyó que tendría que hacer noche en medio del monte mientras cruzaba desde Pedrafita hasta Vega de Valcarce. Sin duda, los errores de Google Maps a la hora de orientar a conductores y ciclistas desde el derrumbe del viaducto de la A-6 darían para otro reportaje. «Yo pensé que para los que van en ciclomotores, motocicletas o vehículos que no pueden ir por autovía, como en mi caso, habría algún carril de servicio o algo. Y cuando llegué allí arriba, no había nada. Pensé: ‘¿Cómo llego a Vega de Valcarce?’, y le pregunté a Google Maps, que me mandó dirección Courel y, a 4 kilómetros, me indicó que girara a la derecha para bajar otros 8 kilómetros hasta Valcarce. Bueno, pues en ese giro a la derecha doy con un carreiro todo embarrado, con una cuesta abajo superpronunciada... Y me dije: ‘Venga, Antonio, tira para abajo por el carreiro este’», relata.
Un kilómetro y dos caídas después tirando de la bici y de las alforjas, se encuentra con unas cuerdas que le cierran el camino. «Para atrás no podía volver, porque no daba subido semejante cuesta. Y todo esto a las siete de la tarde, lloviendo, oscureciendo... Me veía en O Courel con los lobos pasando la noche», recuerda nuestro particular Indiana Jones, que echó mano de su navaja de emergencia y cortó con ella las zarzas y la maleza, —«abriéndome camino como Orzowei», bromea— hasta que, esta vez sí, Maps acertó señalándole que a dos kilómetros había un pequeño núcleo de población con tres casas. «Me dije: ‘Ese kilómetro que falta, hazlo aunque sea con los dientes’». Y lo hizo.
«Todo esto lo cuento para señalar que también tengo aventurillas que derivan de esto de ser un poco más sano», señala. Cuatro días después, Antonio llegó a Madrid. «Te digo una cosa, el haber dejado de fumar me dio mucha fuerza para poder tirar por ese carreiro; eso me pilla fumando y no me da el pecho», aclara. No fue esa la única ventaja que encontró tras mejorar sus hábitos. «Lo primero que percibí fue, como cocinero, el reencontrarme con los olores. Yo no sabía a qué olía una tortilla de patatas, ¡y huele que flipas! El gusto también mejora infinitamente. Y el apetito aumenta, claro». Todo un reto para alguien que, además, se proponía dejar los azúcares. «Hay que ser consciente de que, cada vez que echabas la mano a un cigarro, la mente te va a decir que hagas algo. Y ese algo es echarte cualquier cosa a la boca. Como ya lo sabía, pensé: ‘Hay que ponerle alguna traba a esto’».
Chorizo en vez del pitillo
Tener hambre y dedicarse a cocinar ya es de por sí doblemente cruel. Y para Antonio, lo es especialmente en esta época del año. «Me di cuenta cuando empecé con los cocidos, con su tocino, su chorizo, su panceta... Lo que antes era fumar un cigarrito, ahora es cortar un pedacito de tocino. Y una de las bondades de la vida, como es comer un poco de chouriciño cuando estás cocinando, pues no te la vas a quitar», argumenta. «Que tengo algo más de chicha? Pues puede ser, pero no fumo. ¿Y mi última analítica? Parezco Tarzán de los monos. La tensión perfecta, el corazón igual, no tengo nada de nada de colesterol... El chico del laboratorio me dijo: ‘Puedes estar tranquilo, que hace mucho tiempo que no veo una analítica así’», sostiene el cocinero.
Pero si hay alguien que le impulsó de verdad para dar este paso de gigante fue su hija. «Tiene 17 años y no quería que me viera fumar más, es un ejemplo que le quise dar. También quería poder darle mejor a la bicicleta, que me encanta, y veía que la gente que había conseguido dejarlo estaba supercontenta», señala Antonio, que tiene meridianamente claro que no quiere volver a probar un cigarro ni de refilón: «Un cigarrito que te fumes un día de carallada te mete para adentro seguro. A mí ya no se me ocurre probarlo, no vuelvo a meter humo en mi vida nunca más».
Cada uno tiene sus métodos para lograrlo, y el cocinero optó por ir poniéndose a prueba retrasando cada día más su primer pitillo. «Yo me levantaba y, antes de darle un beso a mi mujer, ya fumaba uno. Entonces, desde que decidí empezar a dejarlo, me fui fumando el primero media hora más tarde cada día. Con esto conseguía, por un lado, ver cómo iba a ser el mono y, por otro, la recompensa de que un poco más tarde podía fumar. Así vas pasando el de después de comer, que es la leche, después te da la tarde... y un día dije: ‘Se acabó’. Y hasta ahora», desvela.
Si reencontrarse con los buenos olores es un plus, olvidarse de los malos es un alivio. «Cómo te huele el coche, tu casa, tu habitación... Ahora es todo una maravilla, antes era una porcallada, te levantabas y ya parecías un pordiosero. Eso se ha acabado», zanja. ¿Su próximo reto? Ponerse a plan en este 2024. «Con el nuevo año voy a llamar a mi amiga, la nutricionista Ana Golpe, para que ella me ponga a tono. Yo como cocinero sé perfectamente lo que tengo que comer, pero parece que tiene que decírtelo alguien más para que te lo tomes en serio...», señala. Lo conseguirá, seguro.