Leyde, de Brasil a Galicia por amor: «Cheguei para dous meses, namorei e quedei!»

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Leyde se quedó en Galicia por amor.
Leyde se quedó en Galicia por amor. MARCOS MÍGUEZ

A miles de kilómetros de casa por Navidad están Lula, que vino de Argentina con su marido y sus hijos tras enamorarse de Combarro en una visita a una amiga; y Leyde, una brasileña que ha construido en A Coruña un hogar para disfrutar con vistas al futuro

26 dic 2023 . Actualizado a las 12:54 h.

Galicia es un segundo hogar que vale como el primero para Leyde, brasileña de Goiânia (Goiás) que ya se siente gallega y dice que todas sus amistades, o la inmensa mayoría, «son hoy de aquí». Era «muy joven» como para poner fin a algo cuando vino a Santiago a casa de una prima, que vivía en Galicia, casada con un gallego. Leyde se mudó siendo madre de una niña, de la que se hacía cargo con ayuda de sus padres. Voló a España con la intención de pasar «dos meses y medio» y regresar a Brasil. Su prima trató de convencerla de que se quedase y al intento se sumó que un amigo del cuñado de Leyde, Rubén, se fijó en ella y la invitó a salir. Ella aceptó: «Coñecino a el, namorei e quedei! Y no estoy arrepentida». «Una de las primeras cosas que me dijo él fue: ‘Voy a ser el padre de tus hijos’». Se lo conté a mi prima y me dijo: «¡Ten cuidado!». Natural...

Leyde tenía 20 años y un recién nacido amor por Galicia y por Rubén que apuntaba a dar frutos. A los cuatro meses de conocerse, se fueron a vivir juntos en Santiago, en casa de los padres de Rubén, donde Leyde se sintió acogida desde el minuto uno. Con Rubén y su familia pasó feliz la primera Navidad en Galicia. Al cabo de un tiempo, un cambio de trabajo les llevó a Tenerife. «Él fue primero, hacia el 2005, y después yo. Y allí me quedé embarazada de mi hijo, Daniel. Pero tuvimos que volver a toda prisa para Santiago, por una operación médica», cuenta. Al año siguiente, el 8 de junio del 2006, nació su hijo, «o primeiro neto da familia!». Y desde entonces todo lo celebra Leyde con su gran familia gallega.

Trabajó en el negocio de sus suegros durante un tiempo y luego se ocupó en exclusiva del cuidado y la crianza de su hijo, al que a los 7 años dieron una hermanita... «Rubén me dijo: ‘Mi sueño es tener una niña’». Pero Leyde no lo acababa de ver: el niño empezaba el colegio, y ella, a ganar cierta libertad para su vida.

El sueño cumplido de un padre

Al poco tiempo, la sorpresa sucedió de forma algo embarazosa: Leyde se quedó embarazada de la niña. «¡Casi me da algo! No lo esperaba, estaba tomando precauciones. Pero empezaron las náuseas y ese estar insoportable y el malestar de mis embarazos. Recuerdo no poder pasar por delante de algunas tiendas, porque el olor era fuerte...», cuenta. Fue al médico y en la analítica le fue adjunto un mensaje de enhorabuena. «¿Por qué?», preguntó Leyde. La confirmación de su embarazo fue la respuesta. La desazón de ella se encontró en casa la puerta abierta de la alegría enorme de Rubén, que veía a punto de cumplirse su sueño como padre. «‘Anima esa cara’, me dijo él, ‘esto parece un velorio. Somos un matrimonio, es algo para estar feliz’». De emoción lloró el papá al saber que la niña, Victoria, estaba ya en camino.

A Leyde los tres embarazos le dieron complicaciones, así como sus partos nunca fueron un trabajo demasiado difícil ni un dolor insoportable. Embarazada de ocho meses de su niña, al llegar a la revisión rutinaria con el ginecólogo en el CHUS de Santiago le dijeron: «No sé si vas a llegar al mes que viene». Tenía la cesárea programada para el 14 de febrero, día de San Valentín, pero la niña «a los ocho meses ya no tenía espacio en el útero». Con ese aviso, Leyde se fue a casa y notó cómo la barriga iba bajando al tiempo que se encaminaba al colegio a recoger a su hijo Dani. Por la noche, tuvo un pequeño sangrado y en poco tiempo a toda la familia en casa. «A mi suegra ni le dio tiempo a apagar los fuegos...», dice. Esa noche ingresó en el hospital, arropada por su familia gallega (marido, suegros y cuñados). Victoria nació larga como su nombre, el 26 de enero del 2013, pesó 3,950 kilos, «¡enorme para ser de ocho meses!». Al padre le cayó la baba. «Es preciosa», le dijo él a una Leyde que vio «un pelo negro, una piel muy rosada, las uñas negras (de no tener ya sitio en la barriga) y la cara aplastada», y recordó que la belleza debe hacerse al mundo poco a poco y siempre está en el ojo del que mira.

Vuelo de vuelta con incidencias

Desde que por amor se quedó en Galicia, a su familia de Brasil Leyde la ve por videollamada. Hace tiempo que no vuelve a su tierra. «Volví poco antes de que mi padre muriera. Y tuve suerte, porque pude llegar a tiempo de que conociera a mis hijos. Él no quería morirse sin conocer en persona a su yerno y a sus nietos gallegos»

Al 2014 la lleva el recuerdo de una etapa malagueña. «Ese año, el jefe de mi marido lo destinó para Málaga. Estábamos recién casados», cuenta Leyde. Estuvieron un año de maravilla en el sur, enfrente de la playa, en un «piso enorme con terraza, con el colegio de mi hijo y todo a mano, todo».

Cuando acabó ese año andaluz, Rubén le dijo a Leyde: «Cari, ahora nos vamos a ver a tus padres». Compraron los billetes, los vuelos de Málaga a Lisboa y de ahí a Brasil. Y en la capital portuguesa se encontraron con que no les dejaron embarcar en el avión. Ese inconveniente les hizo llegar un día más tarde de lo previsto a Brasil, donde les compensaron mucho emocionalmente los dos meses y medio que pasaron allí «de maravilla». «A los niños de allá les parecía curioso cómo hablaban mis hijos, los españoles, los galeguiños», cuenta Leyde. Sus hijos, que tienen la doble nacionalidad española-brasileña, se sintieron muy a gusto de vacaciones en Brasil, donde conocieron a sus abuelos y su hermana mayor, y donde Leyde y Rubén tenían la intención de quedarse a vivir, que no ha llegado a materializarse.

Los niños no acabaron de adaptarse a la cotidianidad de allá y Rubén buscó entonces, a la vuelta del viaje a Brasil —donde tiene residencia permanente—, un trabajo en A Coruña. Primero les buscaron un colegio a sus hijos en la ciudad. No les costó encontrar uno familiar en la zona donde viven. «Aquí vinimos y aquí quedamos. Y hoy mis hijos se sienten de A Coruña, más que de Santiago. A Coruña es su ciudad y es mi ciudad», dice Leyde. Y, claro, a Santiago es mucho más fácil desplazarse que a Brasil.

«La vida es de otra manera aquí en España; la sanidad, la seguridad que tienes. Si fuese millonaria, podría tener una casa y mi vida montada allí, en Brasil. Pero no tener dinero allí significa peligro directo para tu salud. Si no tienes dinero, allí te mueres. Si te toca una enfermedad, te fastidias y puedes morirte esperando», afirma Leyde.

Las Navidades, desde que está en Galicia, Leyde las ha pasado siempre en casa de los suegros, con toda la familia de Rubén, que siente como propia. Pero a veces, admite, aprieta lo suyo la morriña. Y Leyde recuerda las Navidades en Goiânia, en la casa de sus padres, que tienen 17 nietos. Leyde sonríe y recuerda que, para celebrar los encuentros familiares, su padre ponía una enorme mesa y muchos taburetes en su finca, para que toda la tropa se sentase a celebrar junta las fiestas en las que más se nota la magia de los niños y en cada adulto el peso de las ausencias queridas. «Se sentaban todos los nietos juntos. Era la alegría de bailar... Aquí tienes alegría, pero es distinta», concluye Leyde, que en su novela de vida hace siempre un hueco a su gato Garfield, precioso compañero de aventuras de 12 años, y más travieso de lo que a su edad se espera...

Lula con su marido y sus hijos en Combarro, donde viven desde hace dos años.
Lula con su marido y sus hijos en Combarro, donde viven desde hace dos años. CAPOTILLO

Lula, la argentina que te hace amar la «doce vida galega»

Luciana triunfa en redes como Lula en Galicia con sus consejos para madres migrantes, un diccionario exprés español-galego o «Las cinco razones para NO mudarte a Galicia»

Ana Abelenda

Las primeras Navidades que pasó en Galicia, lejos de su Zárate natal, Lula las recuerda pasadas por agua. No por lo que llovió, sino por lo que lloró al sentirse tan lejos de esa patria que es su gente, la familia que dejó en su país cuando migró. Dos años después, esta Navidad se presenta como un gordo de la lotería para Lula en Galicia, autora de la cuenta de este nombre en Instagram, una red en la que esta argentina que marca tendencia asentada en la terriña desde hace dos años es embajadora chévere de Combarro. Luciana, conocida como Lula, empezó a hacer red como Matecito Migrante, blog que es un punto de conexión y apoyo para madres migrantes. «Ahí vamos tocando diferentes temáticas: cómo nos relacionamos, cuestiones de Extranjería con expertos, cómo nos reinventamos las madres cuando emigramos o cómo ayudar a los hijos en la adaptación... Uno viene con tantos miedos, tantos...», dice esta argentina que echa raíces en las Rías Baixas entre hórreos y gente de la que es fácil sentirse familia.

La maternidad es en sí misma una migración. Con ella tu vida muda por completo, ¿no? «Totalmente. Al ser madres evolucionamos, y el foco ya está en los hijos. Al emigrar no lo hacemos solo por nosotros, lo hacemos por ellos, con la esperanza de darles un futuro mejor», dice la orgullosa mamá de Pierina y Juanse, de 14 y 11 años, que triunfó con un vídeo de un curso de gallego acelerado por el que le llovieron comentarios. Lula y su hijo Juanse hicieron ese vídeo con una serie de palabras y expresiones en español y su correspondiente traducción al gallego. El reel se hizo viral... con algún gazapillo. «¡En la primera frase ya me equivoqué! Escribí: ‘Si chove, que llova» y es «Se chove, que chova’. A mi hijo hasta le han enviado regalos por ese vídeo».

Al emigrar, Lula asumió como parte del desafío de mudarse a Galicia que sus hijos aprendieran gallego. Que supieran ver bolboretas y dar bicos. Juanse se adaptó al gallego con facilidad y actitud, y su hermana Pierina superó la mudanza de una pieza en plena adolescencia. Sin venirse abajo.

Esta historia comenzó a gestarse una tarde, cuando sentados en el patio de su casa de Argentina, a Lula le dijo su marido, Juan: «Me quiero ir». Y ella se puso estupenda: «Vamos». Tras un año y medio de trámites, pandemia mundial, venta de la casa, del coche, de «tooodas» sus cosas, de amargas despedidas, volaron a España para asentarse en uno de los cincuenta pueblos más bonitos de España, según National Geographic.

La familia llegó Pontevedra en el 2021 y enseguida consiguieron una cálida acogida en Combarro. «Nosotros somos tranquilos y nos gusta la gente. Enseguida nos sentimos en nuestro hogar. Pasó algo: mi hijo venía desde Argentina queriendo ser portero. Cuando le dijimos que íbamos a emigrar (imagínate, ¡9 años, la cabeza explotada!), nos dijo que quería ir a una escuelita de fútbol. Vinimos y su grupo de compañeros del colegio iban a fútbol sala, lo apuntamos y enseguida se unió al equipo. A la tercera clase, nos dijeron que tenía condiciones para ser portero y si queríamos apuntarlo». Hoy Juanse es uno de los porteros de su equipo, el Poio Pescamar, con el que ha ascendido este año a Liga gallega. Y ha salido ya, emocionando a sus padres, cantando uno de los grandes temas de Juan Pardo en Xuntos, de TVG.

«El grupo de padres del colegio, de fútbol, es muy lindo. Y el colegio de Chancelas, ¡el mejor del mundo!. Nos divertimos muchísimo con las familias, armamos juntadas... Eso ayudó a la adaptación», señala Lula, que recalca que el deporte al que migra le ayuda a generar y a ampliar la red de apoyo. La real y las virtuales...

«Las redes sociales pueden crear vínculos preciosos —asegura—. De compañerismo, de entenderse, de acompañarse». Hace un par de semanas, esta familia recibía la visita de otra familia argentina afincada en Granada. «¡Once horas de coche para venir a pasar el fin de semana con nosotros en Combarro!», valora Lula. Norte y sur tienen sus contrastes y cargan con tópicos que no siempre son justos. «Cuando llegaron a Combarro, nos dijeron, por ejemplo, que pensaban que iba a hacer mucho más frío», detalla la influencer que te da «cinco razones para NO mudarte a Galicia» (te sorprenderán...).

Galegos son estos argentinos tras dos años de asombro y arraigo en las Rías Baixas. «A mí no me importa nada que llueva, estoy tan enamorada de Galicia... No soy una persona objetiva, no te diré nada feo de Galicia porque no se lo encuentro. Galicia nos recibió desde el principio con los brazos abiertos. Hoy mis hijos van solos a la parada del bus para ir al colegio, desde el ascensor, y eso en Argentina no lo habrían podido hacer nunca». En su país, otro ejemplo, tampoco podrían ir a retirar dinero de un cajero sin mirar si hay alguien a su espalda. «Hay un problema de inseguridad en Argentina, y en estos últimos años, la inflación lo hace todavía todo más duro. El sueldo para una familia no alcanza», dice quien se decidió a emigrar tras un flechazo, que nos cuenta.

«Tenemos amigos que viven aquí hace más de once años. En el 2016 vine a visitarlos, a ver a mi amiga con mi hija y con mi madre. Vine y me enamoré. Me enamoré de Combarro. Pero aún no era nuestro tiempo de emigrar. Cuando lo decidimos, entonces sí, no dudamos en venirnos para acá», afirma. Su marido, Juan, era al final el que más se resistía a dejar atrás su país. «Es difícil marcharse...», dice Lula. «Pero aquí hay muchos ojos que nos cuidan. Paso y me dice la panadera: ‘¿Cuándo viene Juanse a la plaza?, que yo te lo miro’. Y los padres están mirando, pendientes, como nosotros también miramos a los hijos de los demás». Esa red de padres y vecinos hace posible una conciliación que no logran las políticas. «Es un regalo que confíen en nosotros para lo más preciado: sus hijos», valora la argentina que disfruta la «doce vida galega». «A nosotros nos invitan (a una fiesta, a una churrascada...) y vamos. Si te quedás dentro de tu casa, nadie te va a venir a tocar el timbre. Tienes que tener esa predisposición de abrirte, de conversar, de charlar... Es fundamental». En Argentina es costumbre comer en las casas de los amigos, «aquí quedamos en la plaza a tomar algo».

La soledad no es compañía en la «aventura familiera» de Lula en Galicia. «El gallego siempre te ayuda», asegura. ¿Lo mejor de venirse a vivir en Galicia? «La seguridad y libertad para nuestros hijos, que puedan ir caminando por la calle, en Argentina no tenían la posibilidad de estar fuera, solo en la puerta de casa... Tenía miedo de que les pasase algo, hasta a mí sola me daba miedo ir. Y después, esta belleza de Galicia. ¡Todo el tiempo te estás sorprendiendo!».

Lula, Juan, Juanse y Pierina se dividirán esta Navidad entre los amigos de Vigo (el día 24) y los de Combarro (el 25). Unos y otros son su familia elegida. En su tercer Nadal, «la morriña es más linda», o más riquiña. Y se va y se viene entre panxoliñas...