Mario Alonso Puig: «Confundimos absolutamente el placer con la felicidad, y se parecen como el oro y la pirita de cobre»

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El médico y experto en crecimiento personal y liderazgo Mario Alonso Puig.
El médico y experto en crecimiento personal y liderazgo Mario Alonso Puig. Asís G. Ayerbe

«No tenemos en cuenta la inteligencia que existe en nuestro aparato digestivo, en nuestro corazón, en nuestros músculos y en nuestras células», advierte el  prestigioso médico y autor, que ha visitado Galicia

08 ene 2024 . Actualizado a las 10:40 h.

En su día se preguntó qué relación puede tener la personalidad con las tripas y le llamaron excéntrico. Hoy sus reflexiones golpean la boca del estómago, miran al centro de ese malestar común en quienes «lo tenemos todo». «No estamos a la altura de lo que somos, nos comportamos desde pequeños de acuerdo con aquello que nos han contado que somos». Es una conclusión de la que no duda el cirujano y experto en liderazgo y comunicación Mario Alonso Puig, autor de El camino del despertar. De abrir los ojos depende buena parte de nuestro bienestar, estado al que si ponemos luces de neón podemos llamar felicidad. «No hay un solo ser humano que no lleve consigo sus heridas», escribe quien nos enseña a pensarnos con el cuerpo, a descubrir en qué consiste el arte de la presencia. Mario Alonso Puig ha visitado Galicia a finales del 2023. Sus palabras no caducan; germinan dentro. «Yo invitaría, de partida, a todo el mundo a hacerse una pregunta: ¿qué hace que tengamos tanta sensación de insatisfacción? Cuando hace frío, tendría que hacer calor. Cuando hace calor, tendría que hacer frío... Qué pocas veces estamos celebrando la vida, celebrando ver, poder comer, poder oír, tener amigos, tener un techo. Son cosas que nos parecen básicas y uno solo cae en la cuenta de lo que significan cuando va a sitios en los que ve que la gente no tiene esas cosas y, sin embargo, expresa un nivel de alegría e ilusión que a nosotros nos cuesta... Se trata de despertar a una realidad más profunda para entender por qué nos hacemos la vida tan difícil unos a otros. No es que seamos malos, ni que tengamos algo torcido en nuestro interior...», comienza Mario Alonso Puig.

—¿Por qué nos complicamos entonces?

—Porque tenemos una mirada distorsionada de la realidad. Uno se levanta con el pie torcido y todo lo ve negro; la comida peor que nunca, la gente desagradable... Y, si te levantas con el pie correcto, la comida es estupenda, la gente maravillosa... Y uno se pregunta: «¿Por qué, por qué varía tanto mi ánimo?»

—Creo que nos sentimos débiles y cada vez más debilitados. Y eso nos hace ofuscarnos en vez de aclararnos...

—Es una reflexión interesante. Creo que tenemos que reconocer dos cosas. Primero, que hay una dimensión nuestra que es muy vulnerable. Pillas una gripe y estás hecho polvo, no importa que seas un armario ropero, no puedes con tu cuerpo... Tenemos que reconocer, por un lado, esa debilidad, y por otro, la grandeza que hay en nuestro interior, por las cosas extraordinarias que hemos hecho los seres humanos, ayudando a otras personas, diseñando cosas que han mejorado nuestras vidas, haciendo obras de arte que nos emocionan... Reconocer esta dimensión es fundamental. Si solo vemos nuestra vulnerabilidad, nos sentimos insignificantes. Si reconocemos solo la otra, nos convertimos en prepotentes. Es importante que tengamos presentes las dos cosas. Cuando uno comete un error no debe tomarlo muy a pecho, de la misma manera que cuando hace las cosas bien tampoco debe creerse el rey del mundo.

—En la práctica es difícil. Distingues entre personaje y persona, entre lo que creemos que somos y lo que realmente somos. ¿Quién construye lo que creemos que somos, nosotros mismos o lo hacen sobre todo los demás?

—Sobre lo primero que has comentado: es difícil porque no nos entrenamos. Cuando aprendí a esquiar, me parecía lo más difícil del mundo; se me liaban los esquís, me caía, y no porque fuera torpe, sino porque nunca había entrenado. Luego llegó a convertirse para mí en un deporte absolutamente seductor. Prefería esquiar que comer, para que te hagas una idea... Respecto al personaje y la persona: vivimos de acuerdo a quienes creemos que somos desde pequeñitos. Desde pequeños, hacemos una descripción de quiénes somos y llegamos a olvidar que es una narrativa. Creemos que la narrativa es la realidad y nos vemos atrapados en un guion. Empiezo a interpretar un papel y llega un momento en que me olvido de que soy el actor y no el personaje, y empiezo a vivir mi vida atrapado en ese guion.

—Porque el personaje está más validado que tú, incluso desde la familia, desde tu círculo, ¿no?

—Exacto. El personaje es la consecuencia de dos cosas: de lo que me digo a mí mismo y, segundo, de lo que me dicen los demás y lo que hago con ello. Así me voy construyendo un personaje. Entonces, cuando me propongo a cambiar, aunque sea a mejor (como propone el libro), eso puede provocar confusión en las personas. Celebra el cambio si esa persona tiene más ilusión, más serenidad... Pero a veces, como nos hemos acostumbrado a lo que es familiar, lo que no es familiar nos desconcierta y a veces incluso nos asusta.

—¿Qué es lo que más nos esclaviza?

—El miedo. Si no tuvieras miedo, ¿qué te atreverías a hacer?

—«Da la sensación de que la personalidad tiene más que ver con la cabeza que con las tripas, ¿y si no fuera así?», planteas, revelando que tenemos cuatro cerebros y uno de ellos es el aparato digestivo. ¿Deberíamos pensarnos más con el cuerpo?

—Una de las cosas más impresionantes que se han descubierto en el campo de la psicoterapia es hasta qué punto vivimos desconectados de nuestro cuerpo. Es como si al cuerpo lo consideráramos solo un elemento para pasear la cabeza. Como si no tuviéramos en cuenta la inteligencia que existe en nuestro aparato digestivo, en nuestro corazón, en nuestros músculos y en nuestras células. Hacemos un enorme descuido del cuerpo. Y yo no hablo de embellecer el cuerpo, hablo de cuidarlo para prevenir el malestar y la enfermedad. Tenemos una nutrición cada vez más defectuosa, con dietas proinflamatorias al orden del día y un sedentarismo abrumador...

—Hemos llegado a creer incluso que dormir ocho horas es secundario, que es un lujo que solo algunos pueden permitirse. ¿El sueño es otro saboteador de la felicidad?

—La falta de sueño es una epidemia. Parece que el sueño no importa, como el cuidado de la postura. Y todo esto influye enormemente en cómo nos sentimos, porque el cuerpo es una parte esencial del inconsciente. Nuestros recuerdos están grabados en nuestro cuerpo. Como suele decirse, el cuerpo siempre lleva la cuenta. Si descuidamos el cuerpo, estamos descuidando una parte muy importante de nuestra vida. Las personas que cuidan su nutrición, que hacen ejercicio físico, que practican yoga o qigong, los que cuidan su postura o su descanso nocturno son personas que se sienten mejor. Tienen un ánimo más elevado y una visión más positiva de las cosas.

—El bienestar tiene una parte de esfuerzo y entrenamiento. ¿Confundimos a menudo el placer con la felicidad?

—Los confundimos absolutamente. Voy a poner un ejemplo. Cuando uno tiene en la mano una pirita de cobre y en la otra una pepita de oro, en aspecto los dos son amarillos, los dos brillan, y es fácil confundirlos. Tanto que en la época de la fiebre del oro en Estados Unidos se llegó a llamar a la pirita de cobre «el oro de los tontos». No se puede comparar el valor de la pirita de cobre con el del oro. Pasa lo mismo con el placer y la felicidad. El placer sería la pirita de cobre y la felicidad el oro. Se parecen para el ojo no entrenado. Creemos que el placer nos va a llevar a la felicidad, pero el placer tiene que ver con el tener y la felicidad con el ser.

—Hoy parece que está muy empoderado el hemisferio izquierdo, y es sencillo sucumbir a él. ¿Cómo atender más al hemisferio derecho del cerebro y lograr un equilibrio?

—Hace 20 años o más escuché en Los Ángeles a una gran investigadora decir que «el cuerpo es el inconsciente». El hemisferio izquierdo (el de la lógica, la razón, la eficacia) está desconectado del cuerpo. Sí nos ha permitido evolucionar desde el punto de vista científico y técnico, pero no nos ha ayudado a mejorar como personas. Mientras que el hemisferio derecho está mucho más conectado con el cuerpo, con el inconsciente... Y es el que nos puede ayudar a ver dimensiones que, por una parte, nos están lastrando (como residuos del inconsciente) y, por otra, da los grandes recursos de las personas, los momentos de lucidez, de claridad mental, de creatividad. Para conectar con el hemisferio derecho hace falta utilizar un lenguaje, el transformacional, que tiene la capacidad de ser escuchado por el consciente y por el inconsciente. Al hemisferio derecho se llega a través del silencio y la meditación. La ausencia de ruido, la quietud mental, abre las puertas al inconsciente. Por eso empiezas a ver ahí cosas de tu vida que no veías y afloran recursos a los que no les prestabas atención.

—¿El cuerpo es o no un aliado?

—Lo es absolutamente. Buda estuvo a punto de morir por tratar con dureza el cuerpo... Hasta que se dio cuenta de que el cuerpo era un aliado y empezó a tratarlo bien. El problema que tenemos es ese, la desconexión con nuestro cuerpo.

—Propones salir del yo egoico. Confundimos a menudo yo y ego. ¿Cómo negociar con nuestro ego?

—Al ego solo le importan las siguientes cosas: poder, fama y fortuna. El problema llega cuando esto se convierte en lo dominante en nuestra vida. Entonces ya no es que tengamos ego, sino que el ego nos tiene a nosotros. Cuando uno se identifica con el ego, los demás le son indiferentes.

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—Adviertes del poder de la presencia, con una anécdota sobre un vuelo cancelado, que no acabó del todo mal... Impresionante resultado. 

—Es así. Lo que me pasó en Nueva York es real y lo cuento como sucedió. Es algo que tenemos todos y sale solo en determinadas situaciones. En mi caso, ha salido en momentos de especial dificultad. Aquella vez yo tenía derecho a que, si cancelaban el vuelo, me diesen alojamiento en un hotel y no me dejaran en la calle. Lo que no me imaginaba es que, simplemente por haberme mantenido firme, no agresivo (que nunca lo hago), me llegaran a dar la mejor habitación de uno de los mejores hoteles de Nueva York y un billete para volar en primera. La agresividad nunca consigue eso. La firmeza superó todo lo que yo hubiera podido imaginar, hay ahí una fuerza que se pone en marcha, y su impacto es brutal. Pero esa fuerza no sale de la nada.