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Muy jóvenes y muy ateos

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MABEL RODRÍGUEZ

03 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Los jóvenes gallegos menores de 24 años son sobre todo ateos. Ni espirituales, ni agnósticos, ni budistas, ni creyentes de salón. Ateos. Es uno de las conclusiones menos comentadas de la encuesta que el CIS acaba de hacer en Galicia para testar qué vamos a votar el día 18 y uno de los resultados más reveladores de cómo hemos cambiado. Es llamativo porque es el único grupo de edad en el que algo así sucede; sus hermanos mayores, los que tienen entre 25 y 34, votaron mayoritariamente la casilla católico no practicante en un porcentaje que aumenta a medida que los entrevistados cumplen años. Pero entre los más jóvenes de los nuestros, hasta tres de cada diez niegan de forma explícita la existencia de Dios. Son herejes, impíos o nihilistas, según los sinónimos que la RAE concede a la palabra ateo. Entre el resto de los chavales, el 17,7 se declara no creyente; un porcentaje similar es agnóstico; un 23,9, católico no practicante y apenas un anecdótico 8,7 confesó a los encuestadores del CIS que se creen la doctrina cuyas esencias custodia el Vaticano.

Las respuestas recogidas en las entrevistas realizadas en enero confirman una tendencia que se aceleró durante la pandemia, cuando el proceso de desconexión religiosa puso el turbo, quizás porque hubo más tiempo para enfrentarse a las grandes preguntas del ser y las respuestas quedaron lejos de los cielos y más cerca de los laboratorios.

Que el 29,5 por ciento de los jovencitos gallegos proclamen su ateísmo anticipa una sociedad diferente, primero porque reconocer que Dios no existe normaliza un sentimiento que hasta hace no mucho no se manifestaba en público, como si decirse ateo fuese una provocación o el reconocimiento de una tara o de una extravagancia. Pero es que el descreimiento creciente convierte además esta época en una novedad histórica, después de siglos en los que la religión y la Iglesia ejercieron un poder y un control absoluto sobre las almas y sus actos. La pregunta que cada vez más de los nuestros se harán es si ante semejante estampida de adeptos, la Iglesia debe seguir disfrutando de los privilegios que conserva.