Laura vive en Ourense y dirige su farmacia en A Coruña: «Me dicen que este ritmo es una locura, pero yo me considero una afortunada»
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Desde hace tres años, Laura Fleire dirige la farmacia Areal de Perillo, adonde acude cada día en tren desde Ourense. A las cuatro y veinte ya está de regreso para recoger a sus hijas
05 feb 2024 . Actualizado a las 18:44 h.Laura cruza dos veces al día la franja azul de la bandera de Galicia. Es más que una metáfora. Esta farmacéutica residente en Ourense se levanta cada mañana en su casa familiar para dirigir su farmacia en Oleiros, municipio vecino de A Coruña. Por la tarde regresa a tiempo para recoger a sus hijas del colegio y llevarlas a las distintas actividades extraescolares. ¿Estresante? No para Laura Fleire, una mujer de 43 años que mantiene el equilibrio de su responsabilidad laboral y la familia gracias a una buena y milimétrica organización.
Fue hace tres años cuando le tocó elegir destino en segundo lugar para situar una nueva farmacia en Galicia. Pudo acceder a destinos más cercanos a Ourense, como Santiago, o incluso la vecina y tranquila Allariz. «Pero a mí siempre me encantó A Coruña y la ría de O Burgo, así que mi marido y yo apostamos por la plaza de Oleiros», relata Laura, quien siempre incluye a su pareja, Víctor, como parte de un equipo que hace posible llevar esta vida entre dos puntos tan distantes. «Él es el motor de muchas decisiones», asegura.
Su local es amplio, diáfano y bien visible en un cruce situado en los últimos kilómetros de la N-6. Ha pasado un calvario con las obras de un túnel que empezaron casi a la par que su proyecto y ahora confía en que lleguen los tiempos de bonanza.
Laura se levanta en Ourense alrededor de las 5.00 de la mañana, deja a la familia durmiendo pasadas las siete y coge el tren de las 7.50 a A Coruña. Ya hace mucho tiempo que su portátil es más que un compañero de viaje («todos los días de la semana levanto la tapa para alguna gestión») y en el tren no desperdicia los minutos. Ni siquiera cuando el trabajo le da tregua. «Gracias al tren leo mucho, de hecho llevo una media de un libro por semana», dice esta ourensana que estudió Farmacia y Nutrición en el CEU de Madrid. A la capital regresaría años después para defender su tesis doctoral en la Complutense. No tuvo una celebración al uso aquel día. «Al acabar me recuerdo dándole una papilla a mis hijas en la universidad», recuerda.
Se baja del tren en A Coruña a las 9.00 y allí coge un coche que ya tiene estacionado para ir directa al trabajo. Basta con deshacer la entrada de la avenida Alfonso Molina y cruzar el puente de A Pasaxe. Actualmente tiene cuatro empleados en su farmacia, un local con horario continuo de trece horas los siete días de la semana. Es la dueña, la jefa, así que le toca una labor de gestión, de atender a comerciales, de papeleos que la alejan de un mostrador que echa de menos, y al que acude a atender en contadas ocasiones para conectar mejor con su clientela. Los fines de semana tiene más posibilidades de despachar.
Gracias al tren leo mucho, llevo una media de un libro por semana
Ha desayunado tan pronto que la una de la tarde ya es una buena hora para comer. Lo hace en la propia farmacia. Allí apura las últimas gestiones antes de volver a meterse en su coche «coruñés», una especie de trasbordador directo a la estación de San Cristóbal en la que aparca para coger el tren de las 15.10 a la ciudad de As Burgas, donde se bajará a las 16.20 horas. «Desde allí regreso a veces en bus, otras me recoge mi marido y luego voy a por las niñas al comedor del colegio y empiezo mi tarde con ellas».

Pero sigue conectada al ordenador. Algunos días a la semana la jornada laboral (al dirigir una farmacia de este calibre las obligaciones de trabajo no desaparecen nunca) se prolongan hasta bien entrada la noche. Porque Laura Fleire tiene en Ourense una consulta de nutrición. «Desde que me concedieron la farmacia hasta que empecé, con todo el proceso de las obras, no podía trabajar y tenía mi consulta de nutrición que me reporta una gran satisfacción personal, la compagino muy bien con la farmacia», indica Fleire, cuyo local está en el barrio ourensano de As Lagoas y algunos turnos no concluyen hasta la diez de la noche, apenas una hora antes de meterse en la cama para madrugar al día siguiente.
«Mucha gente me dice que este ritmo es un esfuerzo, una locura... pero estoy bien, soy una persona muy organizada y me considero muy afortunada. El poder ver todos los días la ría de O Burgo recarga las pilas, tener la farmacia que has deseado y con un equipo que se está volcando cada día... La clave es intentar aprovechar el tiempo al máximo. Es una suerte vivir entre Ourense y Oleiros, y cuando hay imprevistos siempre cuento con la ayuda de mis padres si Víctor y yo no llegamos para atender a las niñas», indica Laura, titular de la farmacia Areal, en el centro de Perillo. Por supuesto que no es la única que coge un tren todos los días para trabajar en otra ciudad, pero no son muy habituales los casos de tomar esta rutina viajera para dirigir un negocio propio.
Tres años de ida y vuelta dan para unas cuantas jornadas torcidas. Ella fue una de las damnificadas por el reciente apagón en la estación de A Coruña, que obligó a apearse en Uxes y llegar a la ciudad en autobús. «Alguna vez cogí un tren equivocado, y otras tuve que esperar al siguiente porque no llegué a tiempo». Una persona organizada como ella reserva los viajes con mucha antelación («los viernes vuelan») y su rostro ya es habitual para el resto de pasajeros, porque en los mismos horarios suelen viajar las mismas personas y, en el caso de Laura, «en el mismo asiento».
Con este ritmo de madrugones el cuerpo le pide levantarse temprano también los fines de semana, cuando organiza los momentos de ocio con su familia y sus amigos. «No hay día de la semana que no consulte el ordenador, el día tiene muchas horas», sentencia Laura Fleire, cuya farmacia tiene en el techo el relieve de una planta milenaria, el ginkgo biloba, una especie en la que ella se inspira para resistir en lo que la vida le ponga por delante. Pero que esto no suene a queja ni lamento. Al contrario, Laura, trabajando a 170 kilómetros de donde duerme, es muy feliz por el diseño de vida que ha creado para cuidar su negocio y su familia al mismo tiempo.