Madres tras 18 intentos y familia ensamblada: «Hoy está más cuestionada nuestra crianza que nuestra sexualidad»

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India y sus madres, Dani y Ely.
India y sus madres, Dani y Ely. cedida

Una familia homoparental ensamblada forman Ely y Dani junto a Candela y la pequeña India, el sueño cumplido de dos mujeres gracias a una ley y a su dura lucha contra las trabas legales

20 feb 2024 . Actualizado a las 12:41 h.

Madre no siempre hay una sola. India tiene dos, y es el sueño cumplido y la benjamina de una familia ensamblada que conducen dos mujeres que crían y educan juntas después de pasar 18 tratamientos de fertilidad. El suyo ha sido «un camino de lucha» que les hace sentir que merece la pena tocar fondo para subir «una y mil veces».

Para Elisa y Daniela, mamá Ely y mamá Dani, la felicidad llegó grande como un país con milenios de historia tras 17 tratamientos con resultado negativo. Un 4 de febrero, hace dos años, ¡alegría!. «Al 18.º llegó India. Cuando empezamos el camino para buscarla no sabíamos por dónde arrancar», inicia Ely el relato de su pelea por ser madre junto a su pareja, algo que hizo posible la ley de fertilidad asistida, que permite que toda persona mayor de edad, cualquiera que sea su orientación sexual, acceda de forma gratuita e igualitaria a las técnicas y procedimientos para lograr el embarazo.

Estas dos mamás señalan que, pese a la citada ley que existe en Argentina, donde residen, hay baches en su aplicación, «huecos, letra chiquita que no está prescrita por la ley». Hoy, podrían dar un máster a toda pareja que se enfrente a un viaje similar para tener, pero cuando ellas lo iniciaron, «seis años atrás», estaban en pañales, no entendían «nada».

Lo primero que hicieron fue ir a un banco de esperma. En Argentina la donación es anónima y altruista, como en España. «Fuimos a un banco de esperma, donde tienes la posibilidad de comprarlo y puedes después hacerte el tratamiento, con tu ginecólogo o en tu casa —cuenta Ely—. Nosotras arrancamos por ahí. Después de muchos años, nos enteramos de que, si yo quedaba embarazada en ese intento, legalmente en Argentina Daniela no iba a ser la otra madre». A la hora de inscribir a ese bebé que nace por fecundación asistida con donante, no figuraría la pareja de la madre que gesta.

En España, según la ley de técnicas de reproducción asistida, los hijos que son fruto del uso de este tipo de métodos obtienen la filiación y su inscripción en el Registro Civil del mismo modo que un hijo gestado de modo natural. Desde el 2008, dos mujeres o una sola en España puede ser madre (o madres) sin necesidad de que figure un hombre.

El viaje de Ely y Daniela comenzó con tratamientos de inseminación de baja complejidad, «aparte de todos los chequeos médicos» que debieron hacerse. Llegó la pandemia y paralizó su negocio de organización de eventos. «El nuestro fue el primer sector que cerró y el último que se activó. Quedamos así como en bancarrota. Y empezamos a averiguar que la ley de fertilidad en Argentina tiene una cobertura del cien por cien», sigue Ely. En ese punto, habían hecho 14 intentos para ser madres y se habían quedado «sin un peso, sin esperanzas, sin nada». Entonces se abrió una ventana. La abrieron con una cuenta de Instagram, donde hicieron una petición para que la ley les cubriera la ayuda con vistas a cumplir su sueño de ser madres. Les dijeron que el hecho de ser pareja gay sería un obstáculo, y después que debían estar casadas para tener la asistencia. «Nosotras no estábamos casadas. De hecho, decidimos casarnos ahora, pero no porque la ley nos lo pidiera... Nosotras, por nuestra condición sexual, afrontamos una lucha grande, que se viralizó y llegó a la televisión, a la radio,... Y, mágicamente, en 24 horas tuvimos la cobertura del tratamiento. Dijimos: ‘Ganamos’», resume Ely un duro esfuerzo.

Hace dos meses, con la llegada de Milei a la presidencia de Argentina, todo empezó a ser «desmantelado». La intención de derogar el aborto legal es objetivo de Milei. «Y hay un montón de vacíos legales. El resguardo de los datos del donante, por ejemplo. Nosotras estamos pidiendo la ley para el resguardo de estos datos. Mañana, el banco de esperma cierra, se le prende fuego y nos quedamos sin la otra parte genética de mi hija». Todo ser humano tiene derecho a conocer su identidad, por ley. Después de cumplir 18 años, la niña podría no conocer al donante como padre, pero sí su identidad para prevenir un problema de salud en sus hijos.

En Argentina reconocen el derecho del nacido a conocer, llegada la mayoría, su origen genético. «Ahora mismo, no hay un resguardo legal del donante. Tendría que esperar a los 18 años de India. Lo que nosotras pedimos es que se lleve a la Justicia, para que, pase lo que pase con las clínicas de fertilidad y los bancos de esperma, tengamos un registro de los donantes, porque este es un derecho de identidad que tiene mi hija. Tiene derecho a conocer su identidad por una cuestión genética», explica Ely.

Hoy, con Javier Milei, «nadie está pudiendo acceder ya a los tratamientos de fertilidad a los que accedimos nosotras. Hoy en nuestro país apenas podemos llenar la heladera [nevera], imagínate las clínicas de fertilidad... Y las familias igualitarias estamos a un paso de perder todo lo luchado y logrado hasta ahora».

UNA DECISIÓN DE DOS

Ellas son una familia homoparental ensamblada. Ely y Dani forman su hogar junto a Candela, de 21 años, e India, de 2. Candela es la madrina de la pequeña. «Dani tuvo a Candela y yo tuve a India», explica Ely. Dani fue madre soltera de Candela y el enlazarse, el hecho de pasar a formar esta familia «ensamblada o enlazada», fue una decisión de las dos mamás. «No fue decisión ni de India ni de Candela. Cuanto tenés que respetar los derechos, los tiempos, las necesidades de un otro, en este caso un otro que no era mi hija, Candela, eso entraña una dificultad». Por eso, en ese viaje de los 18 tratamientos de fertilidad para ser madres, hicieron un parón. Era vital entre otras cosas porque Candela tenía 15 años cuando empezaron, «y estaba en plena adolescencia».

En la familia ensamblada es compleja la relación ya a nivel legal. «Nosotras tuvimos que firmar un proyecto maternal. Hay baches legales en los que nadie piensa. Yo hoy me quedo embarazada y voy con mi vecino al Registro Civil y digo que es el padre y no me piden nada. En nuestra familia fueron necesarios muchos papeles para que en el DNI figure India como hija de dos mamás».

Esta familia de mujeres sabe qué es la batalla del cuidado. «Nosotras llevamos una crianza mal llamada respetuosa, porque todas deberían ser respetuosas. Nosotras estamos basadas en la libertad de expresión. India no va al jardín [la guardería] mientras no pueda expresar su sí, su no; mientras no sepa expresarse con palabras. Estamos muy implicadas con el cuidado del cuerpo, por eso del abrazo y el beso constantes. Ella tiene que saber que no tienen por qué besarla y abrazarla porque quieran, con decir: ‘Hola’ es suficiente. Vamos con los ojos más abiertos por ser mujeres».

A esta altura, no tropiezan con el rechazo por razón de género. «Dani y yo tenemos una visión distinta de nuestra sexualidad. Yo siempre fui liberal, nunca me asumí porque no tenía nada que asumir; lo que pasaba tras la puerta de mi cuarto era cosa mía. Yo soy Ely, no soy gay. Soy Ely, la mamá de India. Nunca tuve necesidad de dar noticia de mi sexualidad, de si tenía una relación con un hombre o una mujer», expresa. De otro modo lo siente Dani, que ya era madre antes de la llegada de India y venía de otro modelo familiar.

«Pero hoy por hoy está más cuestionada nuestra forma de criar que nuestra sexualidad», afirma Ely. Esa forma de crianza respetuosa, centrada en el cuidado y el respeto del hijo, la llevan a los hábitos alimentarios. La de su hija es una nutrición libre de azúcares, «que no conoce qué es un ultraprocesado».

Ely es puericultora. Con lactancia materna a demanda se alimenta India a sus 2 años, con espectadores que hablan sin que nadie espere su opinión. «Somos más juzgadas por este tipo de cosas —asegura esta madre— que por ser dos mujeres... Pero es cierto que vamos a veces a algún lugar donde preguntan: ‘¿Pero quién es la mamá?’. Las dos, decimos. ‘¿Pero cuál es la mamá verdadera?’. ‘Las dos somos verdaderas’».

Madre no hay solo una. Ellas son una red que rompe las cadenas de la posesión. «India va a hacer los vínculos que nosotras generemos. La historia que tuve con mi familia no es la historia de India. No voy a romper vínculos. India es de todos, no es solo mi hija. Es mi responsabilidad criarla, pero debe ser un ser libre para decidir, para vivir. Que quiera compartir tiempo con sus mamás, pero que no lo necesite. Nosotras vamos a estar siempre, pero que salga, que explore, que elija».

Ely y Dani son «compañeras en todo». Nada tardó en decirle Ely a Dani al conocerse: «No miento. Yo vengo con una cajita de deseos que se llama ser madre. La puedo guardar, pero está ahí». Y hubo acuerdo.

El conflicto no les da miedo, siempre las unió. «Porque miramos y tiramos para el mismo lado. Siempre pensamos qué sería lo mejor para la otra. Por las noches, filosofamos un montón. Somos mucho de hablar mucho del sentimiento de la otra», dice Ely. 

Hoy hablan un lenguaje claro de amor que es cuidado, que no quiere poseer, sino crecer. «Cuando no encontramos herramientas para nuestros conflictos, salimos corriendo a buscarlas», cuentan. No se quedan en el lamento, la inercia y la resignación.

Hay roces, sí, como en todas las familias, pero se van «trabajando con amor», que quizá no lo puede todo, pero casi...