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Sandra Sabater (Ginebras): «Tenemos una "coach" que nos ayuda a solucionar los conflictos, para no llegar al punto de no soportarnos»

Javier Becerra
JAVIER BECERRA REDACCIÓN / LA VOZ

YES

Ginebras
Ginebras

Lo personal influye en lo musical y los grupos muchas terminan separándose por el desgaste. Por eso esta banda tiene una profesional que las ayuda a mantener la armonía en una de las bandas más frescas y contagiosas del panorama pop nacional. La semana que viene estarán en Santiago irradiando buenas vibraciones.

18 feb 2024 . Actualizado a las 10:18 h.

El pop en colorines de Ginebras nació en pequeños locales. Pero ha crecido lo suficiente como para plantarse en el Wizink Center de Madrid orgulloso de su pegada y eficacia. Sus canciones —frescas, divertidas y contagiosas— se han convertido en himnos para miles de jóvenes que ven reflejadas en ellas muchas de sus emociones. La semana que viene estarán en Santiago (viernes 23, 21.00 horas en la sala Capitol con todo agotado desde hace días) dando fe de ello. Y generando sobre el escenario otra nueva fiesta.

—Sois un grupo muy joven, pero con una concepción clásica: formato elepé, esquema de guitarra-bajo-batería, estribillos pop. ¿Os veis así?

—Sí, partimos de que nuestros grupos favoritos tienen esa estructura clásica. The Beatles, Oasis o los grupos de la movida madrileña. A las cuatro nos gustaba eso, que marcó mucho el epé y el primer disco. Entonces, había tres singles como mucho. Intentábamos grabar de tal forma que luego, en el directo, sonase igual. Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que no, que el disco tenía que ser una cosa y el directo otra. Nos vinimos arriba y ahora estamos en una era diferente, con más sintes y más instrumentos y sonidos distintos. Incluso, estructuras de canciones distintas.

—Ahora incluso haceis «funk».

—Eso fue ad hoc. Dijimos: «Nos apetece hacer un funky». Y tal cual: «Hagamos esto, que quiero mover el culo en el escenario». Y ahí está.

—Habéis colaborado con Dani Martín. ¿Érais fans de El Canto del Loco?

—Nosotros tenemos entre 27 y 32 años. Entonces, claro que hemos crecido con El Canto del Loco. Es la primera música que hemos escuchado. Luego, tus padres te ponen cosas o investigas por tu cuenta, pero entonces lo que más escuchabas era El Canto del Loco, La Oreja de Van Gogh e incluso Fran Perea, con el que hicimos una colaboración. Obviamente, nuestra música nace de ahí también. Y con él, además, es que tenemos una conexión personal muy buena. Por eso salió sola. Sabíamos que haríamos algo con él, tarde o temprano. No sabíamos que iba a ser tan pronto, pero nos dijimos que algo así no se puede desaprovechar. Estábamos guay, así que adelante. Nos encantó.

—Un grupo «indie» al uso jamás haría una colaboración con el cantante de El Canto del Loco. ¿Lo pensasteis mucho?

—Estas rayadas siguen estando ahí, incluso a día de hoy. Nosotras entramos en este mundillo con muchos prejuicios, ya de por sí. Si, de repente, aceptásemos algo que se saliera de este encorsetamiento indie, que no sea tan modernito y que, de repente, hiciéramos una canción así igual no podíamos estar tocando en un FIB o en un Sonorama. Y dijimos: «¡Buah! Nos sale hacer esto y entonces vamos a hacerlo». Ese consejo de mierda que es «sé tú mismo» es muy real. Esto es lo que somos y lo que vamos a mostrar. Igual esta autenticidad es la que nos permite estar ahí. Y, efectivamente, cuando empezamos a hacer cosas que se salían del modelo que tiene el indie nos dimos cuenta de que nos acogían igual. Yo no voy a dejar de hacer algo que me apetece porque es mainstream y pensar por ello que es malo. Ese es el primer error, eso del indie es bien y el mainstream mal. Pero esas cosas rayan, ya que no queremos de repente salir de este circuito que nos gusta mucho. Pero de momento vamos bien.

—Ahora Dani Martín y La Oreja de Van Gogh van a festivales y tocan al lado de grupos « indie».

—Acaban de sacar el cartel del SonRías y está La Oreja de Van Gogh, y nosotras. También, Rayden y Tanxugueiras. Mola

—«Yo sigo siendo la misma y tú un gilipollas». ¿Parte del éxito de Ginebras es por colar frases así?

—Puede ser. Realmente, nosotras intentamos meter en nuestras canciones esas frases que tú dices en tu día a día y te quedas a gusto. Tú hablas con una persona y dices: «Depende». Y él te contesta: «¿De qué depende?». Y te la canta. Ese tipo de cosas a mí me encantan. Esa canción es la primera que tocamos en esta gira y empezar el concierto cantando eso es que te pone tan arriba que estamos motivadísimas.

—¿Os lo pasáis tan bien como parece?

—No [risas]. Yo disfruto mucho eh, pero la verdad es que hay veces que aparentamos estar bien y, luego, llegas al camerino y no, estás mal. Es difícil estar bien todo el rato. Eso también hay que entenderlo. No se puede exigir que estemos al 300 % todos los días, porque los hay de bajona.

—Ofrecéis vitalismo, colorismo y buen rollo, pero de repente un día una no está bien y hay que defenderlo.

—Claro, algún día que no estás bien tienes enfrente al público apoyándote a saco. Y no pasa nada. La cosa es que vendemos mucha diversión y tenemos un poco la presión de estar ofreciendo siempre la mejor de nuestras caras. Siempre decimos que el escenario nos salva. A lo mejor, al bajar estamos hechas una mierda, pero en el momento de estar arriba con el público, que el nuestro es increíble, te dices: «Estamos viviendo de lo que queremos, todo va guay». Y, aunque tengamos un día de mierda, esto te sube la moral.

—Tienen una «coach» que les ayuda en el grupo. ¿Algo un tanto insólito, no?

—Sí, es una figura que pensábamos que estaba normalizada, pero para nada. Nosotras tenemos una coach que nos ayuda a solucionar conflictos. Nos encanta comentarlo porque nos sirve mucho. No es lo mismo trabajar con muchas personas que lo de nosotras cuatro, que somos como un matrimonio. No solo trabajamos, es que estamos todo el tiempo juntas. Son emociones muy fuertes y para gestionarlas todas juntas, a veces, es complicado. No somos robots, tenemos sentimientos y, a veces, hay malas contestaciones. Porque estamos nerviosas. Porque una tiene más iniciativa, y otra, menos. Estas cosas generan conflictos, que los sabemos solucionar muy bien, pero necesitamos ayuda. Reconocer que lo necesitas es bastante bueno. La mayoría de bandas, lo digan o no, terminan separándose por problemas internos. Es normal. Lo que pasa es que nosotras queremos empezar a ponerle freno ya desde ahora, para no llegar al punto ese de no soportarnos.

—¿Le dais tanta importancia a lo personal como a lo musical?

—La gente tiene a alguien que le prepara los instrumentos o el escenario, todo muy ligado a lo musical y no a la personal. Y lo personal es importantísimo. Si nosotras estamos bien, seguramente salgan mejores canciones. Y si estamos mal, peores. Lo personal influye en lo musical. Estamos guay con Virginia, que es nuestra coach y la amamos. Cuando vino al Wizink Center le dijimos que viniera antes para estar con nosotras en el camerino. Flipó.

—¿Cómo es el funcionamiento?

—Ojalá pudiese venir siempre, pero no es factible. Viene solo a conciertos especiales. Intentamos que, más o menos, reunirnos una vez al mes. Pero más que fijarlo, es cuando creemos que lo necesitamos. Por ejemplo, nos vamos a componer a una casa. Pues antes de ese viaje, quedamos. Nos pregunta qué tal estamos, hacemos ejercicios y otras cosas. Es como ir a una psicóloga y que te empiece a sacar cosas.

—Esas colaboraciones con Dani Martín o Fran Perea o el tema de la «coach» se me hacen difíciles en una banda masculina. ¿Influye ahí el género?

—Quitando el tema género, creo que lo importante es quién toma las decisiones, si las toma un magnate o el propio grupo. Nosotras intentamos estar las cuatro de acuerdo y que no haya ninguna líder. Creo que tiene más que ver eso, que el hecho de ser mujer, aunque creo también que nos organizamos mucho mejor que los hombres [risas].