
«Los hombres me explican cosas», así tituló Rebecca Solnit uno de sus ensayos, después de que un varón tratase de explicarle cuál era el argumento de su propio libro sin haberlo leído
28 feb 2024 . Actualizado a las 09:54 h.El término mansplaining puede sonar para muchos como algo desconocido. No es de extrañar. Aunque fuese descrito hace algo más de 15 años, este tipo de práctica ha seguido pasando desapercibida para la mayoría. Eso sí, cada vez menos. Las redes sociales se han hecho eco de este anglicismo y, como buen altavoz, han logrado que más personas sepan ponerle cara. La Real Academia Española lo define como «la explicación dada por un varón a una mujer en tono condescendiente, presuponiendo de forma injustificada desconocimiento de la cuestión por parte de esta». La Fundéu, en un ánimo claro de barrer para casa, recomendó sustituirlo por la voz «machoexplicación», una alternativa que no caló demasiado en el público. Si vamos al término inglés, este no puede ser más explícito, «conjuga las palabras man (hombre) y explain (explicar). Se describe como el acto de explicar algo a alguien en un modo que sugiere que la otra persona tiene dificultades de comprensión, es decir, con condescendencia y por sistema», responde la catedrática Begonya Enguix, investigadora líder del grupo Medusa: Masculinidades, Afectos y Cuerpos, de los Estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Masculinidad y razón
Su origen muestra a la perfección un ejemplo. En el 2008, Rebecca Solnit, escribió el ensayo Los hombres me explican cosas —del que tiempo después nacería el término— a raíz de que un hombre tratase de explicarle su propio libro sin haberlo leído. «Cuando vamos al médico acompañadas de un varón y las explicaciones se las dan a él, hacen mansplaining; cuando nos dicen que si algo no nos gusta es porque no lo entendemos, nos hacen mansplaining. Cuando nos quieren hacer cambiar de opinión porque consideran que la nuestra no es acertada por el hecho de ser mujeres, nos hacen mansplaining», resume la experta de la UOC. Todo este tipo de situaciones entran en la cotidianeidad; más de una lo ha vivido, y poder apuntar hacia ellas con el dedo es fundamental para ponerles fin.
Algunos podrán pensar que este tipo de prácticas carecen de importancia, que siempre han existido. Sin embargo, esta opinión no se ajusta a la realidad. El mansplaining, por su propia naturaleza, niega la autoridad femenina y la legitimidad que tiene para hablar sobre un tema. La catedrática de la universidad catalana destaca que la condescendencia implícita sitúa a las hombres en una posición de superioridad respecto a las mujeres: «Desde esta superioridad se mantienen los privilegios y la autoridad masculina en relación, por ejemplo, a su monopolio de la razón», indica.
Es difícil encontrar un culpable, ya que este esquema se ha repetido una y otra vez a lo largo de la historia: «Tradicionalmente se ha asociado la masculinidad con la razón y la feminidad con la emoción, en un esquema desigual donde la razón se ha erigido como más importante que la emoción», apunta Enguix. Ellos han sido la referencia en el mundo de la política, del arte o de la ciencia. Es más, en la actualidad se han descubierto casos en los que las aportaciones femeninas se han invisibilizado, por ser consideradas secundarias o irrelevantes. «Los hombres han mantenido durante tiempo el privilegio de dominar la esfera pública y la esfera del discurso», denuncia la catedrática.
Falta de reconocimiento
Por ello, el contexto actual es esencial para darle la vuelta a la situación y reconocer la importancia de este tipo de términos. «En este fenómeno prima la densidad del género, da igual si la mujer o la persona interlocutora es una científica, una persona racializada o con diversidad funcional, lo que importa es que no es reconocida como un hombre, como un par entre pares, y en consecuencia, es automáticamente situada en un nivel inferior de la jerarquía», concluye la experta en antropología.