
Temas de artistas melódicos clásicos españoles como Nino Bravo, Raphael, Julio Iglesias o Camilo Sesto llevan tiempo siendo utilizados por raperos estadounidenses como base para sus canciones
12 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Para aquellos que no estamos iniciados en el mundo de la música urbana, suenan a acertijo muchos términos de su jerga. Una de estas palabras misteriosas que aparecen en las conversaciones entre conocedores de la rima callejera es sample. Hasta se usa como verbo, samplear. La traducción literal sería algo así como «muestra». Lo cual, la verdad, no disipa demasiado las dudas acerca del significado. ¿Qué es exactamente un sample? Pues, por un lado, está la respuesta técnica, que es más útil pero tiene menos gracia. Por otro, está la definición más poética. El sample es lo que ha hecho que Nino Bravo, Raphael, Julio Iglesias y Camilo Sesto sean parte activa —seguramente sin querer— del panorama rapero estadounidense. Esta es una historia de mundos que se mezclan, de improbables amalgamas. La historia de cómo Un beso y una flor conquistó el corazón de los hiphoperos del otro lado del océano Atlántico.
¿Qué es?
Antes de narrar este relato, conviene explicar sucintamente a qué se llama sample entre los artistas del y aficionados al rap. Es —de forma simplificada— coger elementos de canciones previamente grabadas e incorporarlos a una nueva composición. Un ejemplo. Imaginemos que estamos en la sala de máquinas haciendo un tema. Y estamos tan enamorados del sonido de la guitarra en Sultans of Swing, de Dire Straits, que queremos que sea la base de nuestra nueva obra. Entonces, cocinando un poco, aislamos esa parte de la grabación y la incorporamos a lo que hemos hecho nosotros. Que podría ser cualquier cosa. Sarandonga, incluso. Entonces, bajo las estrofas apologéticas del arroz con bacalao y el domingo que es mañana sonarían los acordes del instrumento de Mark Knopfler. Dos cosas, vamos, que en principio tienen poco o nada en común, se integran para crear algo novedoso, un nuevo plano en el que todo es posible. Hasta que Lolita Flores se marque una rumba al ritmo de un señor de Glasgow.
«Un beso y una flor»
Hace unas semanas se hizo viral el vídeo en el que el productor musical Kolo.24 explica todo el proceso de creación de un tema que coge como punto de partida la canción más célebre de Nino Bravo, Un beso y una flor. «Si queréis hacer una gran canción de rap, tenéis que samplear música de España, atentos», le dice el creador a la cámara justo antes de reproducir la obra maestra del melodrama melódico patrio. Retorciendo, deformando y mezclando el audio original, consigue alumbrar una cosa absolutamente diferente y sorpresiva, hasta el punto de que uno no puede evitar preguntarse cómo es posible que de un te quiero, una caricia y un adiós nazca algo tan molón, rítmicamente proporcionado y arromántico.
A aquellos que puedan pensar que la sombra del plagio planea sobre esta práctica, los exhorto a ver el vídeo. Descubrirán, con la boca abierta, que no hay sino muchísima originalidad e ingenio en el cultivo de esta disciplina.
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«El sample es coger elementos de canciones ya existentes»
Un buceo rápido en internet es suficiente para desenterrar la divertida verdad. Que lo de Nino Bravo es solo la punta del iceberg. Se cuentan por decenas los artistas hiphoperos que se han rendido a la armonía y los compases de nuestros temas clásicos.
Julio Iglesias, por ejemplo, está presente en Cunt Renaissance, del rapero fallecido Biggie. También de entidad en el mundillo es KRS One, que escogió Madre, de Raphael, como el cimiento de una de sus obras, titulada Still Spittin' In Keep Right. Pero el que, dicen , se lleva la palma del sampleo es Camilo Sesto. Así lo señala una recopilación elaborada en el año 2020 por la revista especializada The Medizine. Jay-Z, uno de los artistas más reverenciados del género de la rima rápida, quedó prendado de Agua de dos ríos, así que la integró en su Where Have You Been. La fascinación de los estadounidenses con Camilo Sesto, por cierto, no es cosa nueva. Testimonio de ello son los muchos vídeos de YouTube en los que profesores de canto norteamericanos reaccionan en directo a la versión española de Getsemaní, pieza central de Jesucristo Superestar. Y, claro, cuando la melena salvaje del de Alcoy se suelta en plena apoteosis mesiánica —en ese momento poderosísimo en el que el hijo de Dios se pregunta por qué su padre lo manda morir— a todos se les cae la mandíbula al suelo y preguntan emocionados que de dónde ha salido ese señor tan virtuoso con voz de huracán. Casi se podría decir que la música española de aquellos años está teniendo una segunda vida. Porque el talento es talento. Y ni de fronteras ni de épocas conoce.
El sampleo no es, en absoluto, patrimonio exclusivo del país de las barras y las estrellas. Algunas de nuestras figuras de más lustre son también asiduas de este proceder. Como C. Tangana, que ha utilizado piezas de Rosario Flores, de Joselito o de Los Chichos, entre otros. Otro ejemplo sonado es el de Rosalía, que hizo una suerte de pirueta inversa. Su canción Bagdad incluye algunos acordes de Cry me a River, de Justin Timberlake. Porque la reescritura funciona en las dos direcciones. Una enseñanza: las sinergias artísticas pueden llegar de los lugares más insospechados.