Daniel López, Profe Danny: «No es normal que a los 8 años se enfrenten a un examen como si fuera selectividad»

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Triunfa como Profe Danny en TikTok, y es el maestro que en el aula defiende el valor de las rutinas y le quita la purpurina a la infancia. «La presión sobre los niños es tan fuerte que llegan quemados a secundaria, incluso a primaria», afirma el autor de «Hasta el error es divertido»

06 abr 2024 . Actualizado a las 20:57 h.

A veces se aprende por imitación y otras veces por contraste. Daniel López, que triunfa como Profe Danny en TikTok, encontró su vocación de «eterno estudiante» (algo que nunca deja de ser un profesor) por el camino de la duda. En buena medida, por el empujón de todos los malos profesores que tuvo. «Gracias a vosotros —les dice este maestro con diez años de experiencia en las aulas— he encontrado mi vocación y mi motor». En sus clases no hay purpurina ni corazones ni pompas de jabón. Sí cuatro normas inquebrantables (de seguridad y cuidado), estrellitas de premio para una ocasión especial, y nunca se tira a la papelera la idea de que «el error es divertido».

El profe que trabaja día a día contra «el deja, que ya te lo hago yo» aprende de sus alumnos «a ir despacio, a ver las cosas desde un punto de vista que había olvidado, a recordar que lo divertido es ir al patio y correr por la arena, más que eso que han inventado los mayores para entretener a los niños». «Aprendes a volver. Y, como cada año es un continuo, yo sigo en la misma edad, viendo lo bonito que es lo sencillo», señala Profe Danny.

La calma que le dan los alumnos desaparece ante «el examen» de las tutorías. Así vive sus encuentros con los padres. «Ahora se pone muy en tela de juicio lo que dice el profe. Parece que las familias necesitan pruebas de vídeo de lo que haces y como se ven muchos contenidos por redes hay padres que creen que saben más que tú. Lo que yo me encuentro últimamente es que se busca algún tipo de trastorno para evitar una responsabilidad. En vez de decirme: «Como padre no he creado una buena rutina de sueño o alimentaria», lo que hago es buscar un psicólogo que me diga que mi hijo tiene un problema. ‘Es que al niño le dan espasmos’... No, no son espasmos, son llamadas de atención porque acaba de tener un hermano... Ya hay dos o tres niños en clase a los que les dan gotitas naturales para dormir. ¿Cómo gotas para dormir? Hazle una rutina: un baño y un cuento», propone.

—Crear una rutina exige tiempo y paciencia. Es más cómodo buscar la solución fuera que entregarles tu tiempo.

—... Sí, y ahora encuentras cosas muy raras. Yo descubrí hace unos meses que existen los mordedores infantiles. Cuando un niño está nervioso, no tiene que morder un collar, tiene que aprender gestión emocional. Esos collares están pensados para personas que presentan algún tipo de grado de autismo, no para los nervios.

—Se habla mucho de competencias emocionales, ¿pero estamos más en ponerle parches a la incompetencia emocional?

—Sí, pero muchos se creen que van bien porque han visto un par de vídeos de un pedagogo de renombre.

—¿Cuál es la clave para ver el error divertido, cuando es algo que penaliza tanto y se tiene a esconder?

—Aprendemos a base de preguntas y de equivocarnos, es así. Es cierto que se penalizan los errores, pero justo en infantil, que es la etapa en la que estoy, es donde hay que permitirlos más. Nos equivocamos y nos reímos. Nos caemos, algo sale mal, se rompe el dibujo... Eso es constante, hay que asumirlo. Yo como profe les preparé una actividad ideal ¡y fue un desastre! Con una plastilina que se les pegó hasta en el pelo... Y acabaron riéndose, y pensé: «Esto es». Se crea un momento bonito que recuerdan y además sirve para crear una unión de grupo; es más importante que fortalecer los dedos, que era el objetivo curricular.

—¿Los objetivos curriculares en infantil están alejados del conocimiento de lo que es en realidad la infancia?

—Muchísimo. ¿Qué es lo más importante en educación infantil? Que se hagan escuchar, que controlen sus emociones, que aprendan a hablar de forma positiva. Al final, es enseñarles a ser personas. En infantil lo primordial no es aprender a leer. Desde las familias cada vez hay más presión por que todo lo comiencen y lo sepan cuanto antes. Hoy en día hay casas megaestimuladas que se convierten en más cole que el propio cole. Y los niños acaban agotados...

—¿Hay padres que hiperestimulan a los niños, con efectos negativos?

—Sí, y si el niño quiere leer, estupendo, que lea, no lo frenes, porque es desde su interés. Pero si lo sientas todas las noches a que se ponga a leer para hacerlo bien, la lías. El niño no va a conseguir mejores resultados académicos por aprender a leer a los 3 o 4 años. Al revés. Muchos mayores, de secundaria, aborrecen ya cualquier cosa. Hay chicos que llegan quemados a esa etapa, incluso a primaria. Digo: «Por favor, ¡tienen 8 años!». No es normal que a esa edad se enfrenten a un examen como si fuese selectividad. No hay que machacar.

—¿Tener menos cosas, menos estímulos, a veces es aprender más?

—Total. Porque no saturas. Es más divertido tener unos rotuladores y una caja que el contenido de la caja. Hay cosas que son muy estimulantes 15 minutos y después..., ¿qué? ¿Dónde está mi creatividad? Ahora hay miedo a que se aburran, pero si no les damos soluciones buscan sus propias soluciones, maneras de crear y entretenerse solos. Ahora parece que, si no se lo das hecho, no saben funcionar. Ese interés y esa curiosidad que traen los niños de forma innata yo veo, años tras año, cómo se va perdiendo.

—Adviertes que no todo en la infancia son flores y corazones de fresa.

—Sí, las películas y las redes también nos llevan a idealizarla. Yo, cuando me veía siendo profe, me imaginaba la peli de Matilda. Te imaginas como la señorita Honey, pero la realidad no es esa. Yo me he encontrado con situaciones muy duras. Las más fuertes, de malos tratos. Esto pasa. Nuestro papel dentro del aula es crear un espacio de confianza. Hablo de infantil, primaria y secundaria. Yo no sé lo que viven esos niños en su casa, pero, tras haber vivido algunas situaciones muy duras, me di cuenta de que lo más importante en el aula es crear un espacio donde ellos digan: «Aquí puedo ser yo, puedo hablar». A veces salen noticias del tipo «la madrastra mató al niño» y ellos las meten en la clase, porque quieren saber, preguntar...

—¿Cómo tratamos con ellos este tipo de temas duros, cómo lo haces tú?

—No hay respuesta que valga para todos. Lo importante es conocerles. Sabiendo cómo son, hay que tratar de acercarles la verdad de la mejor manera, con el lenguaje adecuado. Pero no evitarla. Eso de «el perrito ha muerto, ahora está con el tío» no.

—Nos invitas a los adultos a ponernos en el lugar del niño al preguntarnos: «¿Tú compartes tu sueldo?». ¿Por qué no hay que obligarles a compartir?

—Yo relaciono el mundo infantil con el adulto, porque el adulto es una continuación del niño. Los niños aprenden para toda la vida. Hay momentos en los que hay que enseñar a compartir, claro. Yo hago referencia al momento juguete en el parque, a ese momento en el que viene un niño que no conoce de nada y le coge el juguete. Tenemos interiorizado los padres lo de «déjaselo, que hay que compartir». Me gusta orientarlo hacia hacer al niño consciente, al final esos juguetes son sus pertenencias... Por eso debe decidir él. Otra cosa es un balón del aula, que es de todos.

—¿Cuáles son tus normas como profe?

—Las normas del aula. Y esas no se pueden romper: el cuidado de los compañeros, cuidar el material, escuchar al profesor y caminar por el aula. Son esas cuatro. Hay otros límites que sí se pueden romper: no hay que hacer una actividad siempre de la misma manera.

—¿Están bien las pegatinas por hacerlo bien?

—De vez en cuando sí, a todos nos gusta que nos regalen los oídos alguna vez. Tiene que haber una motivación interna, pero no hay que llevarlo al extremo. Yo no tengo que estar dando pegatinas o estrellitas a los niños, pero si a un niño de 3 le cuesta hacer el despegue de la familia y venir solo por el pasillo, primero le dejamos venir con la familia y después, si en marzo le sigue costando, les digo: «Venga, quien llegue hasta aquí, ¡una estrella!». La estrella es como una palmadita, un pequeño empujón.

—¿Qué opciones te da TikTok?

—La de llegar a las familias. TikTok es una herramienta potente que puede ser muy buena. Con la inteligencia artificial puedes crear cosas muy interesantes y buenas. No es un «dejo de pensar para que me lo hagan». Hay un profe, Christian, que enseña a estudiar historia a sus alumnos en TikTok, y ellos deben crear, por ejemplo, un vídeo de los Reyes Católicos. Hay otro profe, Guille, que coge el tema mayúsculas y lo aprenden creando canciones de perreo.

—¿Eres tú de esa escuela de los profes que dan las gracias cuando un alumno les dice que han cometido un error?

—Sí, ¡y soy de los que piden perdón! Y, como adulto, sé que cuesta. Porque ningún adulto me ha pedido perdón. «El adulto siempre tiene razón» me han enseñado. Si les dices: «Perdonadme por cómo os hablé ayer», ellos ven que tú también tienes días malos y que sabes disculparte. Cuando les pides disculpas, se quedan a cuadros. Pero, al final, los adultos somos un espejo. Los niños aprenden más por lo que están viendo de nosotros que por lo que les contamos.