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Vino y queso francés para dar la vuelta al mundo a vela

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Bea Franco

Philippe Delamare, que atracó hace unos días en A Coruña con su velero, fue el primer navegante en llegar a la meta del Global Solo Challenge

29 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Regresó en medio de un temporal. Olas de seis metros lo recibieron en A Coruña tras 147 días de navegación. Philippe Delamare fue el primer navegante en llegar a la meta del Global Solo Challenge a bordo del Mowgli, de 46 pies. «La comida es un aliciente. Cada día debes tomar algo caliente, que es bueno para la moral. Y como regalo diario un vasito de vino y queso francés», comenta con la ayuda de un traductor. Días después llegó la americana Cole Brauer en medio de una gran expectación, y el domingo 17 de marzo alcanzó la meta el italiano Andrea Mura. En las próximas semanas seguirán llegando a cuenta gotas el resto de valientes. Detrás de cada uno de ellos hay historias preciosas. Es gente especial. Porque algo diferente hay que tener para estar dispuesto a pasar meses solo en un barco sabiendo que un contratiempo puede acabar no solo con la aventura, sino también con tu vida. Intrépidos deportistas capaces de completar la circunnavegación por los tres grandes cabos, en solitario y sin escalas. Pasar Buena Esperanza, Leeuwin y Hornos y hacer 26.000 millas náuticas invirtiendo una media de cinco meses. «El peor momento fue dos días antes de doblar cabo de Hornos. Estaba muy cansado y el mar muy peligroso. Tenía miedo de que el barco se rompiese», recuerda Philippe. Él fue el primero en completar la prueba, aunque aquí reciben trofeo todos los que lo consiguen porque todos son unos héroes. 

MÚSICA Y AUDIOLIBROS

Philippe y Cole coinciden en que la música les ayudó mucho en la soledad. «Duermes las veces y el tiempo que puedes. A veces unos minutos y otras más. Pero siempre utilizo la música. Cada vez que me voy a dormir pongo diez minutos de música para no pensar en otra cosa y liberar la mente. También me vinieron muy bien los audiolibros, pero el último mes y medio las tabletas electrónicas se rompieron y no tenía libros que leer», recuerda Philippe. Sigo preguntándole sobre su experiencia de 147 días de navegación y sobre él. Cómo es la vida en tierra de un aventurero de este nivel. Cuenta que tiene 61 años, cuatro hijos que ahora mismo viven en diferentes países del mundo y varios nietos. Dice que va a descansar un par de semanas y después... «Poner en marcha un proyecto muy especial, trabajar en la construcción del catamarán más bonito del mundo y caminar mucho. En el barco no se utilizan mucho las piernas y me apetece dar largos paseos, que en una embarcación es algo imposible», analiza. Desde luego que Philippe, Cole o Andrea son personas que se salen de la norma. La vida y su pasión por la vela les hacen enfrentarse a retos que la mayoría de mortales jamás haremos. Pero al final, cuando escarbas un poco más y la conversación se prolonga y cogen confianza, aparecen los sentimientos, eso que nos iguala a todos. Cuando le preguntas qué es lo que más le apetece hacer al tocar tierra firme, contesta: «Abrazar a mi compañera es lo que hice y de lo que más ganas tenía». Algo similar dijo la americana Cole Brauer, de 29 años, que hizo historia al convertirse en la primera estadounidense en completar la vuelta al mundo en solitario y sin escalas. Sus padres viajaron hasta Galicia para acompañarla en la llegada. Y para darle un interminable abrazo.