Héctor Salvador dio la vuelta al mundo en nueve meses por el fondo del mar: «Bajar a lo más profundo del océano es volver a casa»

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El ingeniero aeronáutico Héctor Salvador, el primer español en bajar la Fosa de las Marianas.
El ingeniero aeronáutico Héctor Salvador, el primer español en bajar la Fosa de las Marianas. cedida

Es el único español que ha coronado un «diezmil» submarino y conoce los tesoros, y las miserias, de los océanos. Este ejecutor de las fabulaciones de Julio Verne que vivió en la ría de Vigo una de las inmersiones más especiales de su vida con el hijo pequeño de Jacques Cousteau

15 may 2024 . Actualizado a las 18:59 h.

Más que un Everest ha coronado Héctor Salvador (Lugo, 1983) pero hacia abajo. Lo ha hecho al descender (y luego subir de vuelta) al punto más profundo del océano, a la fosa de las Marianas, a bordo del sumergible DSV Limiting Factor. «No soy el único en el mundo», avisa. Pero este gallego, que aprecia como Julio Verne los tesoros que guarda la ría de Vigo, es de momento el único español que ha bajado al fondo de los mares. Y ha subido para contarlo.

Amante precoz de los ensayos científicos, en los que empezó a sumergirse de muy niño cuando otros andábamos con Los Cinco y El Barco de Vapor, Héctor ha descubierto de dónde venimos, las singularidades del paisaje de cada valle submarino, especies que jamás veremos los terrícolas y el gran poder que tiene un batiscafo. «Un sumergible es una máquina de transformación de personas —asegura el ingeniero aeronáutico de Lugo—. Todos los pasajeros que hemos llevado cuando vuelven dicen que no son la misma persona que eran cuando bajaron. Llevar a gente que tiene el poder de tomar decisiones, y que vean con sus ojos la problemática, no es lo mismo que que un ministro de Pesca elabore un informe con unas cifras. No es igual que ese ministro vea las redes abandonadas que siguen matando animales en el fondo del mar tras haber sido perdidas hace décadas».

Al igual que a otros les gusta elevarse desafiando el mal de altura, a Héctor le gusta ir hasta el fondo. Y tener la oportunidad de llevar a políticos y cargos públicos con él. En sus inmersiones han participado varios jefes de Estado y él afirma que, tras bajar, «se convierten en embajadores de la causa de la protección de los océanos». Se ve que descender a ver qué hay en el fondo del mar nos hace poner los pies en la realidad en que vivimos a diario.

Para hacerse un «diezmil» del mar, como es llegar al abismo de la Sirena, en la fosa de las Marianas, como lo hizo él hace tres años con la empresa Triton Submarines EMEA, lo primero que hay que tener son «ganas de meterse». «Si eres un apasionado de la exploración, te atraerá el reto de llegar a uno de los puntos más profundos del planeta, un punto al que solo han bajado tres personas, comparado con las 12 que han ido a la Luna», señala el piloto de sumergibles tripulados. «Es un sitio casi mitológico por inaccesible. Una oscuridad absoluta. Una presión de más de una tonelada por centímetro cuadrado».

Héctor en uno de sus sumergibles.
Héctor en uno de sus sumergibles.

LA PRIMERA INMERSIÓN

Fueron necesarios seis años para diseñar el vehículo con el que llevó a cabo la aventura de llegar a lo profundo del mar en el DSV Limiting Factor. El mayor reto: que el aparato estuviese preparado para resistir la presión del agua a esa profundidad, 10.706 metros. «Hacen falta materiales especiales, con unos mecanizados precisos. Un casco resistente a presión es lo que nos mantiene vivos y nos protege del agua. Es una esfera de titanio que tuvimos que forjar a medida. Cuando llegó el momento de mecanizarla, no había ninguna empresa en EE.UU. que pudiera hacerlo con la precisión que requeríamos. Pero encontramos un proveedor en España que asumió el reto. De todo el planeta —recalca Salvador—, la única empresa que asumió este desafío fue una española. Hay que sacar pecho también por las historias de éxito».

Su primera inmersión fue en la fosa de Puerto Rico, en el Atlántico. A partir de ahí, comenzó la vuelta al mundo bajando al punto más profundo de cada uno de los océanos, algo que no se había hecho hasta la fecha. «De hecho, no sabíamos siquiera dónde estaba el punto más profundo de cada océano. Tuvimos que medirlo, hubo que hacer una batimetría y luego bajar con el sumergible», argumenta.

La hazaña fue posible gracias a que, «por primera vez en la historia», existe tecnología que permite acceder a cualquier punto de nuestro planeta. «Piensa que hasta el 2018 habíamos ido a la Luna y enviado robots a Marte, pero no había, en cambio, un vehículo que nos pudiera llevar a lo más profundo del mar», advierte el ingeniero gallego.

¿Por qué nos ha interesado más la conquista del espacio que las profundidades abisales? «Quizá el mar, por tenerlo siempre ahí, ha ido quedando en segundo plano. Y es muy difícil llegar a él, estudiarlo. Puedes llegar con un sumergible y explorar una región pequeñita, de unos cientos de metros cuadrados. No es como ir al espacio que, con un satélite en órbita, en 24 horas saca fotos de todo el planeta. Hasta cierto punto, la exploración espacial es más fácil que la del fondo del mar, en que son necesarias miles de inmersiones para poco a poco ir conociendo lo que se oculta en ese 70 % de nuestro planeta».

Si Phileas Fogg mostró a finales del siglo XIX que es posible dar la vuelta al mundo en 80 días —interpretando la hazaña real del americano George Francis Train—, Héctor Salvador ha dado la vuelta al mundo en nueve meses, unos 270 días de aventura bajo la piel de los océanos. La suya ha sido una vuelta al mundo submarina en la que ha podido ver directamente las características particulares de cada mar. «Ves que las aguas no se mezclan. Ves una línea en el mar donde muda la tonalidad de azul y cambian la climatología y la fauna de repente, y así es como te das cuenta de que estás entrando en otro océano. No son cosas dibujadas en un mapa».

Para Héctor, ha sido una experiencia «emocionante» en lo personal. «Y a nivel científico, pudimos descubrir los mecanismos que bombean nutrientes desde el polo sur o los que están generando tsunamis en el Índico», cuenta.

¿Qué mecanismos desencadenan un tsunami? «A veces, inestabilidades en las placas tectónicas, grandes taludes o acantilados en los que puede haber un desprendimiento o corrimiento de tierras que genera unas olas asociadas. A veces son fallas que se están abriendo o grandes rocas que se acercan a la zona de subducción, y cuando una placa tectónica pasa por debajo de la otra al encontrarse con una roca que lo impide, hace que se genere un temblor», como explican, según Héctor, los geólogos que vieron desde uno de sus batiscafos el epicentro del maremoto de Fukushima, en el 2011.

¿En qué se parece el fondo del océano a la Tierra y a lo que somos? «Somos de allí. Somos un planeta acuático; la vida se generó en el mar, dependemos de él. Ir al fondo del océano es como volver a los orígenes, volver a casa. Esa fue la sensación que tuve al ir llegando abajo: ‘¡Hemos vuelto!’», cuenta Héctor, que dice que cada valle submarino ofrece un paisaje diferente.

VERNE Y EL GUIÑO A GALICIA

¿Estará la inteligencia artificial algún día a la altura de la imaginación de Verne? «No creo en la inteligencia artificial. Es útil para escribir una carta de despido porque en internet hay ejemplos. Pero donde no se conoce nada un ordenador no te va a ayudar a descubrir nada —dice—. La imaginación de Verne es insuperable. Fue preciso en sus predicciones y describió problemas que después nos encontramos en la vida real. Además, están sus guiños a Galicia», subraya.

¿Qué tesoros guarda la ría de Vigo? «Cuando bajas y ves la vida que tenemos en las rías de Galicia... Bajé con el hijo pequeño de Jacques Cousteau y los dos estábamos de acuerdo en que fue una de las inmersiones más chulas de nuestra vida. Vinieron dos sepias y se pusieron delante de nosotros, estuvimos una hora con las dos. Aún es posible la reconciliación con la vida salvaje en el fondo del mar. No como en tierra, que encuentras un zorro y sale corriendo», dice.

Pez en tierra, con un algo de Alberti submarino, se siente Héctor cuando emerge a la superficie. De hecho, este alpinista de las profundidades acaba de comprarse un barquito para navegar cuando vuelve a tierra tras salir de la barriga del mar.

De familia le viene su conexión con el mar. Sus tíos tenían un barco en la ría de Sada, pero es «el único de la familia que se ha metido debajo del agua conscientemente, a propósito». Héctor no tiene hijos, pero disfruta contando sus historias a los niños: «Son historias bonitas, que motivan. Si un niño o una niña escucha esto y se motiva, quizá sea él o ella el que haga un gran avance. Así evolucionamos».

Los peces no entienden de fronteras, piensa, «pero cuando pescas de forma sistemática en todo el litoral nunca les das una oportunidad de recuperarse. Si se ve que especies necesitan ese respiro y se gestiona la pesca de manera más sostenible ganan todas las comunidades que dependen del mar».

Además de tesoros, el fondo del mar hay que decir que guarda desechos, miserias humanas. «Es triste, pero es la realidad: el fondo del mar está lleno de basura. No importa dónde vayas, siempre te vas a encontrar restos de actividad humana, no porque alguien haya tirado basura al mar, sino porque en el ciclo del agua todo acaba fluyendo hacia el mar. Y, una vez en el mar, el viento, la corriente, la circulación oceánica, lo mezcla y hace que haya basura en el cien por cien de los océanos, incluso en aquellos sitios donde no ha llegado nunca el ser humano».