Javier Rey: «Con el gol de Lucas Pérez me vi llorando, su historia es para una película»

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Javier Rey estrena «La mujer dormida».
Javier Rey estrena «La mujer dormida». cedida

De Noia. Ciclista frustrado. Actor de profesión. Deportivista feliz. Mateíto de nuestro corazón. «Soy un gallego atípico, no suelo darle bola a lo sobrenatural», dice Javi Rey. A sus 44 años, estrena «La mujer dormida» con Almudena Amor. De él nos gusta hasta la niebla del monte Iroite... «Mi lengua, mi cultura, mi ser, mi todo, es de Noia. Da igual que me vaya a rodar a Tokio, yo voy a acabar aquí», asegura

01 jun 2024 . Actualizado a las 22:19 h.

A veces un prefijo cambia el día. «981. ¿Eso es Coruña?», atiende el teléfono Javier Rey (Noia, 25 de febrero de 1980).

—Sí. Esto te suena a ti.

—Me suena. Es casa.

—¿Qué tal?

—Contento, de promo. Hace bastante que no hablamos.

—La última vez fue por La Cima. Igual te acuerdas.

—Claro que me acuerdo.

Javier es convincente, pero el Rey te hace dudar. Al hilo del estreno de Mentiras, nos aseguró que sus no verdades «son de chichinabo». No dudamos de su palabra, pero el de Noia proyecta una seguridad que hace que tiemble el espectador. No en Velvet ni en Los pacientes del doctor García, sí en La mujer dormida, que estrena en cines este viernes, 31. Suspense psicológico de ese que la duda siembra. «¿Es o no es, es mi cabeza o esto no es normal?». Que decida cada cual.

El hijo del pescador que siempre vuelve al «spa» de mamá Divina ama de su monte Iroite hasta la niebla y promete volver pronto a casiña. «Yo siempre vuelvo», dice, pero nada, no suelta fecha.

Con La mujer dormida despierta la sospecha al modo de un Cary Grant. Rey es otro estilo, otra clase de sensibilidad. Será su contención. El paisaje rural. El lugar. La casa. O la química con Almudena Amor.

Almudena es Ana en La mujer dormida, una auxiliar de enfermería que comienza a sentirse atraída por Agustín (Rey). Él es el marido de Marta (Amanda Goldsmith), que está en estado vegetativo y a la que Ana se ocupa de cuidar cuando arranca la película. Y empiezan a pasar cosas raras. «Ahora estoy recordando cómo fue el rodaje, que fue muy chulo, con una directora (Laura Alvea) que ya quería pero ahora quiero aún más. Porque es un talento puro», asegura Javier Rey. ¿Terror psicológico paranormal? «Es más Hitchcock. Es una peli de finura, de personajes. La mujer dormida es más thriller que terror».

—La directora dice que no es una peli «de sustos». Alguno que otro da...

—Eso se deja al entendimiento del espectador. A priori, esta no es una peli de las de ocurre algo cada cinco minutos.

—Se va metiendo dentro de la cabeza poco a poco, al estilo Javier Rey.

—Jaja. Y después se convierte en un clásico.

—¿Qué tal el tándem con Amor?

—Es una actriz que prueba y que no tiene miedo. Hay un lugar ahí donde nos hemos entendido muy bien.

—En ella y en ti, en esta historia, hay contención, hay un volcán dormido en los dos. Algo que no vemos del todo, pero está ahí. ¿Lo ves así?

—Estoy de acuerdo, y eso es arte de nuestra directora, que marca a los personajes, pero luego te da un grado de libertad. Todo ese mundo de contención es una propuesta de la directora. Es el tipo de película que ella quería hacer, la que no le da al espectador todo masticado, que ahora pasa mucho en el cine. Las pelis te dan solo lo que quieres ver. No hay sorpresa.

—¿Tú al espectador le quieres seducir o te da igual?

—Yo pienso en el personaje. Cuando estoy rodando no pienso en qué va a pensar el espectador. Pienso en darle verdad a lo que hago. De lo que piensa el espectador me entero un año más tarde, cuando la peli sale al mundo. Por lo que me pagan es por darle verdad a lo que hago, al personaje. Si piensas en el espectador, acabas haciendo una especie de marca. Y yo odio ese tipo de cosas.

—¿Una carrera en el cine se construye más por los noes que por los síes?

—Sí, cuando empiezas a tener la posibilidad de elegir... Yo al principio no elegía. Pero cuando empieza uno a coger el control de su carrera, a ver lo que quiere contar o con quién los noes son muy importantes. ¡Y los síes..., acertar!

—También puede uno equivocarse.

—Sí, ese momento en que le dijiste que no a una película y luego la ves y dices: «¡Hostia!, ¿en serio? No lo vi». Pero esto es parte del juego y de la industria.

—¿Nos confiesas algún no del que te hayas arrepentido después?

—No. Por respeto a un compañero que estuvo trabajando ahí. Esas cosas quedan en el backstage.

—¿Cómo has construido a Agustín, este artista de «La mujer dormida»? ¿Tiene algo con el cirujano de «Mentiras»?

—Podría ser, pero desde lugares distintos. Entiendo lo que dices. Yo a los personajes los trato como seres humanos, como personalidades complejas, como tú o yo, como lo es cualquiera. El punto de partida de Agustín era una situación complicada por el estado de su mujer. Hay soledad. Básicamente, él se ha dedicado a cuidar de su mujer mucho tiempo, mientras trabajaba desde casa. Imagino que hay en él una ambigüedad, como en cualquier ser. Todos somos complejos, otra cosa es la conciencia que tengamos de esa complejidad. Como actor parto de ahí. Si te paras a pensar en tu vida, en todas las cosas que se te han pasado por la cabeza te sorprenderías. En tu vida y en tus relaciones, de amistad, amorosas, de deseos ocultos, hay un mundo increíble. Eso es lo que hay que regalarles a los personajes que haces siempre.

—Sorprende tu seguridad, que te hace pensar «con este hombre no se puede».

—Sí, hombre, se puede, se puede... Yo soy actor, no soy experto en nada más. Como la gente personalmente no me conoce, se hace una idea... Pero lo que se ve es la carcasa que se muestra al vender la peli que tienes entre manos.

—Xa choveu, pero seguimos recordándote como Mateo en «Velvet».

—Mira, para mucha gente, lo creas o no, soy Cristinita de La chica de ayer. Hay mucha gente que me ve y dice: ¡Cristinita! Y ya hace 16 años de eso...

«Fariña» marcó un antes y un después. ¿Fue todo bueno lo que supuso para ti o te dio fama de más?

—Yo no siento un cambio descomunal a raíz de Sito Miñanco. El volumen de trabajo y la exposición son los mismos de antes. Lo único, los premios...

—¿Eres el mismo que el que empezó en este oficio después de estar a punto de ser enfermero?

—¡No soy el mismo que hace seis meses! Menos, el de hace 20 años. Pero trato de mantener los valores y la misma esencia dentro de toda esta locura.

—¿Qué le pides a un director?

—Que trabaje más que yo. Que me dé respuestas a los porqués. ¿Por qué miento aquí, por qué cojo el coche a toda velocidad, por qué soy alérgico al café? 

—¿Crees en lo paranormal?

—No. Yo soy un gallego atípico, jajaja. Si la cortina se mueve es que hay una ventana abierta. No suelo darle bola a esas otras cosas... Supongo que es sobre todo por seguridad personal. Pero vengo de un lugar donde haberlas haylas.

—Enamorado de tu tierra hasta las trancas. Noia que che ten?

—Mi familia, mis amigos. Mis únicos amigos que no se dedican a nada de esto son los amigos de Noia. Volver a Noia es poner los pies en la tierra, ir a la playa, es mi infancia, el mar, la comida... Es el lugar donde yo pienso que voy a acabar. Esa cosa de emigrante yo la tengo. Da igual que me vaya a rodar a Tokio, yo donde voy a acabar va a ser en Noia, seguramente.

—Forza Dépor! ¿Cómo viviste el gol de Lucas Pérez que supuso el ascenso?

—¡Lloré en casa, feliz! Estaba solo, en Madrid. Quise ir pero no me daba la vida. Lo vi con una copa de vino. Con el gol de Lucas me vi llorando. La historia de Lucas Pérez es para una película.

—¿Se parecen el fútbol y el cine?

—El deporte y el cine, sí. O sí como yo lo trato. Yo, al final, soy un deportista frustrado. Cuantas más horas le meta un deportista, mejor es. Y un actor cuantas más horas tenga, más enriquecedor va a ser su trabajo.

—¿Qué tal sienta hacer un Almudena Grandes? Hay quien juzga la literatura con sesgos ideológicos o políticos.

—Yo me limito a lo artístico. Almudena Grandes es una de las grandes de la literatura, no hay ninguna duda, a no ser que no hayas leído su obra, claro. Me imagino que la gente que tiene la osadía de decir que la obra de Grandes es una basura probablemente no haya leído ni el prospecto de un medicamento. Formar parte de su universo interpretando a un tipo como el doctor García es un orgullo para mí.

—«Bicos», «reflexos», «despeluxado». Las palabras gallegas andan por tu Instagram. Ti tamén falas galego?

—Claro, es mi lengua materna. No lo pienso, con quien lo hablo lo hablo siempre. Mi lengua, mi cultura, mi ser, mi todo, es de Noia. Y eso, obviamente, sale por algún lado.

—«Me encanta improvisar al máximo», nos dijiste una vez. Año 2017. ¿Sigue siendo así años después?

—Sí, pero no me gusta improvisar a lo loco. Improvisar es muy sencillo cuándo sabes de dónde vienes, adónde vas, cuáles son tus motivaciones y tus deseos. Improvisar por improvisar es gratuito.

—¿Por qué una peineta en una de tus últimas fotos en Instagram?

—No es nada en concreto. No hay mensajes subliminales ahí. Se la hice a Almudena, seguramente. Son dos amigos en un rodaje en el que uno es fotografiado constantemente por su compañera y él le dice: «¡Déjame en paz!», pero en el fondo está encantado. No hay ningún mensaje oculto.