
Detrás de su rotundo caparazón y de todo su poderío había una Mala frágil, herida e incluso atormentada, que no solo aflora en carne viva en su nuevo disco, «Un mundo raro», sino de la que también habla abiertamente en esta entrevista
12 jun 2024 . Actualizado a las 19:00 h.«A ver si consigo ponerme en pie. A la de una, a la de dos, a la de tres», canta Mala Rodríguez (Jerez, 1979) en la canción que cierra Un mundo raro. Y no es un verso casual. En su nuevo disco, la artista se despoja de su halo de mujer inquebrantable y de rompe y rasga, para mostrarse vulnerable, frágil y herida, como nunca la habíamos visto.
—En lo estrictamente musical, «Un mundo raro» es un disco con estilos muy variados, en el que incluso te atreves por primera vez con la música de baile. Pero, a la vez, es un disco desgarrador, en el que te abres en canal.
—Sí, ha sido duro hacer este disco porque habla de una crisis. Es un conflicto que muestro. Todo comenzó con la pandemia, en la que me volví loca, literalmente. De repente, me replanteé toda mi vida. A partir de ese momento empecé a trabajar con un tipo de Medellín que conocí a través de internet, Bull Nene. Él tenía muy claro que yo tenía que contar mi historia. Y aunque yo a veces me iba por las ramas, él me fue enfocando y me hizo seguir la línea.
—Siempre nos habías presentado a una Mala con una fortaleza que parecía indestructible. ¿De qué te ha servido mostrarte ahora vulnerable?
—Creo que ya era hora de mostrarme tal como soy. Cuando alguien me dice que es perfeccionista, me dan ganas de levantarme de la mesa y pirarme. Odio eso. He tenido etapas en mi vida en las que por buscar la perfección no he gozado, no he disfrutado. He dejado pasar momentos que ya nunca van a volver y eso me da mucha pena. Para mí, el propósito de este disco era sacar lo que tengo dentro, planteándome mi conflicto interno y tratando de buscarle la solución. Por eso me ha llevado tres años.
—Tú eres un referente para muchas niñas. Es importante que ellas vean que sus modelos también tienen sus debilidades, ¿no?
—Sí, desde luego. Que vean que a veces somos ídolos de barro.
—Quien te siga en tus redes, siempre toda poderosa, pensará «esta mujer no tiene una fisura».
—A ver, en las redes no voy a contar cuándo voy al ginecólogo [se ríe]. Una intenta siempre mostrar lo mejor de sí misma y mostrar el resultado de su esfuerzo. A mí me encanta el deporte. Hago mucho ejercicio, cuido mi alimentación, me quiero... Pero también ha habido veces que no me he querido tanto. Y eso sí que lo cuento en mis canciones. Pero no voy a poner una foto mía en Urgencias, no quedaría bien en el feed.
—Narras tus penas, pero con unos «beats» muy poderosos. Y en «Peligrosa», directamente te vas a la pista de baile.
—Me gusta mucho que sea tecno una canción que evoca un momento tan duro como cuando he tenido que huir. Porque lo que cuento a mí me ha pasado. Yo he tenido que coger a mis niños e irme porque tenía miedo.
—También en «No molestar» juegas con los contrastes: una canción de pop bailongo, pero con una letra muy dura.
—En esa canción hablo del ghosting, de que no me hayan valorado, de que no me hayan querido escuchar... Eso es algo que me ha marcado mucho, lo que me ha dado más rabia. Y mira, al final lo he convertido en gasolina para mi carrera. Esa canción parece ligera, pero te aseguro que la hice ligera porque si no para mí sería un manantial de rabia. Llevo en esta industria más de 20 años como rapera y nunca es suficiente. Siempre se me va a seguir exigiendo más. Nunca voy a ser la pionera de nada, ni la reina de nada. Pero no pasa nada. Si se lo hicieron a Cristo, ¿qué no me van a hacer a mí? Ahora mismo, todo eso me da fuerza para entender que también me tengo que pedir perdón y que no tengo que jugar a ese juego. No me interesa.
—Me sorprende que digas que no se te ha valorado o que no eres la reina de nada. Siempre se ha hablado de ti como la pionera y la gran referente del rap femenino en España.
—Tengo muchísimos seguidores, a los que estoy muy agradecida. Pero a la escena de hip hop con la que yo crecí le cuesta entender que yo tomase otro rumbo y que ese rumbo haya dado pie a muchas cosas que pasan ahora. No terminan de entender por qué a mí me gustaban Yung Beef o La Zowi.
—¿Es una escena machista?
—Es marxista [se ríe]. Yo es que soy muy bromista, aunque a veces me cuesta.
—¿Cuáles son tus lugares o tus momentos de evasión?
—Bueno, eso es algo superprivado. Creo que todo el mundo necesita en algún momento darle al botón de apagar, ¿no? Decir: no existo. Todo el mundo busca hacer clic, dormirse y desaparecer por un rato. Mira, de las cosas más divertidas que me han pasado buscando un momento de evasión y que puedo contar, porque otras no puedo contarlas, fue en un viaje que hice sola a Berlín. Me alojé en un hostel con un chorro de gente y fui a un bar que hacían jam sessions. Me apunté, puse mi nombrecito, canté mi estándar, conocí a un tipo que parecía un mago, después a unos peruanos... Fue una noche muy larga y muy loca. Acabé en un tren de esos de por la mañana. Fue maravillosa porque es que yo hay veces que necesito sentirme anónima.
—La Mala es una mujer hecha a sí misma. ¿De qué es de lo que más orgullosa te sientes?
—Precisamente de eso. Eso es lo que les digo siempre a mis hijos. Que yo, lo que tengo me lo he ganado yo. No me lo ha dado nadie. Y eso me hace sentirme muy orgullosa porque es algo muy difícil de lograr. Es muy lindo que la gente consiga cosas y que les cueste poco trabajo. Digo: «Coño, qué guay, qué suerte, bien por ti». Pero yo valoro mucho más a la gente a la que tener lo que tiene le ha costado un montón de esfuerzo.
—En el disco hay varias alusiones críticas a quienes hacen apología del dinero o se venden por él.
—Yo soy de las que piensan que el dinero no te da la felicidad. Creo que esas personas hoy en día están dando un ejemplo muy malo para quienes vienen detrás, porque les están trasladando la idea de que el fin último es hacerse rico. Y no. El fin es la satisfacción de conseguir algo y llegar al corazón de la gente. Yo, desde luego, nunca he presumido de dinero. Si presumo de algo es de trabajar mucho, de tener muy buenos amigos, buenas experiencias y una vida interesante.
—¿Cómo es Mala Rodríguez en zapatillas de casa?
—Lo que más me gusta es ponerme música triste y llorar. Disfruto muchísimo. ¿Sabes que cuando lloras generas unas hormonas que te hacen feliz? Yo creo que por eso me he enganchado.
—¿Y qué escuchas?
—Me encantan Milo J, De.Ville, Cigarrettes After Sex..., me gusta la música deprimente. De chica siempre me decían: «¡No llores!». Pues cuando estoy tranquila en mi casa, a mí me encanta llorar.
—Cuando alguien te la juega, ¿eres de las que se lo hacen pagar?
—¡Qué va! ¿Sabes qué pasa? Que tengo un problema, me olvido de todo. Me encantaría ser más rencorosa, pero es que se me olvida.
—Vamos a tener que dejar de llamarte La Mala y llamarte La Buena.
—Para mí, mala significa ser atrevida, valiente, sincera... En el momento en el que yo salí, para mí mala significaba brava. Y sigo pensándolo.
—Precisamente así titulas una de tus nuevas canciones, «Brava». Y en ella dices que no te quieres demasiado. ¿Estás ya en otro momento?
—Sí, claro. Este disco es como un ser vivo que se va gestando y va desarrollándose. Tiene un principio y tiene un final.
—¿Te veremos este verano por Galicia?
—No lo sé, pero ojalá. Yo me autopercibo gallega. Y yo sé que en algún momento me iré a vivir a Galicia. Lo considero la puta locura de mi vida. Y cuando me muera, quiero que me entierren en Galicia. ¿Hay algún sitio más melancólico? ¿De dónde viene la palabra morriña? Es que Galicia es pura nostalgia, tristeza... Tiene una cosa así como que te encoge el corazón.