La igualdad empieza por uno mismo. Es lo que pensaron en el centro vigués Montecastelo, que tiene entre sus actividades obligatorias de 4.º de la ESO algunas de las tareas básicas del hogar. «Soy el único hombre de mi familia que sabe coser», cuenta Jaime a sus 15 años.
15 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.«Soy el primer hombre de mi familia que sabe coser», me dice con orgullo Jaime, que a sus 15 años, también se da maña con la plancha. «Lo hago muy, pero que muy bien», se pavonea delante de sus compañeros del colegio Montecastelo de Vigo. ¿Entonces habrás sacado sobresaliente?, le pregunto. Y él asiente mientras muestra sus habilidades con los puños y el cuello de la camisa. Como Jaime, todos sus compañeros de 4.º de la ESO de este centro gallego han tenido que cursar la actividad obligatoria de Home Skills, un resumen práctico de las tareas más habituales del hogar. «Empezamos antes de la pandemia —explica José Manuel Rodríguez, director de Montecastelo—, cuando se puso en marcha el plan de igualdad en los colegios. Entonces se nos ocurrió no solo hablar y dar ideas sobre este concepto, sino ponerlo en práctica: que los alumnos entendiesen que en el hogar no hay roles de mujeres y hombres, sino que todos tenemos que colaborar en las tareas domésticas».
Gabriel Bravo, coordinador de estas actividades durante este año, explica que los alumnos de 4.º han practicado plancha, cocina, costura, protocolo en la mesa, han hecho algo de electricidad básica en el hogar y también les han ampliado conocimientos sobre cómo se pone una lavadora o un lavavajillas. «Lo hacemos de una forma amena y simpática. De todas las actividades, sin duda, la que más les gusta a todos es la de cocina, porque además se lo llevan en un táper y después se lo comen».
«Los primeros que están encantados son los padres, que enseguida ven los resultados en su propia casa», apunta el director de Montecastelo, que especifica que han decidido hacer esta actividad en 4.º de la ESO, cuando los chicos tienen 14 y 15 años, porque ya son «un poquito adultos para coger una plancha o un taladro». «Con los más pequeños habría que tener mucho cuidado y nos da miedo, y en bachillerato, cuando son mayores, están muy cargados por el tema de la ABAU».
En Montecastelo hacen la actividad 30 alumnos, de modo que en el primer trimestre van diez a las Home Skills, el segundo, otros diez; y el tercero, los últimos diez. «Lo cursan en una hora lectiva, no es una extraescolar, en un chalecito del Club de Padres que tiene cocina y está preparado» —incide José Manuel Rodríguez—, que añade que todos los alumnos son chicos, aunque el colegio ahora ya es mixto, por la nueva ley, pero en los cursos más altos aún no hay chicas. «Quizás por ello este mensaje cala más hondo y lo entienden mejor, porque no hay duda: todos los chicos están planchando, todos los chicos están cosiendo un botón...», apunta.
SE TIENEN QUE IMPLICAR
«Al principio, cuando se les plantea la actividad y se les nombra costura, plancha, cocina... Pues sonríen, como diciendo: ‘¿Pero qué pasa?’, porque sigue habiendo el estereotipo de que las tareas del hogar son solo para mujeres, y que los hombres están en segundo plano. Precisamente lo que queremos erradicar es eso, que entiendan que ellos se tienen que implicar, tanto si viven en pareja como si son independientes», apunta el coordinador Gabriel Bravo.
«Yo ahora entiendo más la igualdad —señala Pablo, uno de los alumnos que acaba de cumplir 15 años—, porque hasta ahora si un pantalón se rompía o se me soltaba el botón del puño de la camisa, se lo daba a mi madre, que era la única en casa que sabía coser. Hoy soy autónomo y ya me arreglo yo mis cosas». Pablo cree que las tareas domésticas no son especialmente dificultosas, pero sí reconoce que requieren tiempo y que, si todos supieran valerse por sí mismos, no se cargaría de tanto esfuerzo a las madres, sobre todo.
En Montecastelo los padres están totalmente volcados en estas actividades hasta el punto de que muchos dedican parte de su tiempo a enseñar a los alumnos. Es una manera de que toda la comunidad educativa participe. «Hay alguno muy entusiasta que quiere venir todas las semanas —bromea el director—, que añade que en su opinión es una forma bonita de que todo el colegio se implique de un modo diferente. Tenemos también a algún profesor voluntario, estoy pensando en uno que plancha muy bien y que, por supuesto, es el que les enseña».
«Hay alumnos que te sorprenden —continúa José Manuel Rodríguez—, hay uno, por ejemplo, que es muy inquieto y hace poco me decía: ‘Don José Manuel, cuando plancho, me relajo...’. Ahora está feliz». «Alguno también ha hecho un negocio que no está del todo bien y ya le ha dicho a su madre que cada vez que planche le pague dos euros, ja, ja, ja», se ríe el director.
Tanto él como Gabriel Bravo, el coordinador, señalan que con las Home Skills también se visibiliza el espíritu de servicio: «Se dan cuenta de que cuando vives con tu familia, en tu casa, tienes que ayudar, no es como estar en un hotel. Ese es el mensaje que se les quiere dar, pero también el de la autonomía personal. Si aprenden todas estas tareas están más preparados para cuando, por ejemplo, se vayan a la universidad y se independicen o cuando vivan en pareja».
El éxito de las Home Skills es indudable, porque es una de las actividades que se ha mantenido en el tiempo desde que se inició, no como otras que han ido cambiando a lo largo de los años. En Galicia, según apunta el director, no tienen constancia de que otro colegio gallego enseñe las tareas domésticas.
Entre planchar, cocinar, taladrar y coser, ¿con qué os quedáis? «¡Con cocinar!», responden al unísono los alumnos vigueses, que han encontrado alguna dificultad en coser. «A mí me costó enhebrar el hilo en la aguja —cuenta Pablo—, si no llega a ser por el labrador, un artilugio que facilita el proceso, aún estaba sentado intentándolo».
«Han probado platos de todo tipo, y algunos exóticos, porque hay una madre que es venezolana y les ha enseñado a hacer una cocina espectacular. Desde aquí les tengo que dar las gracias a todos los padres, porque a veces hasta yo me beneficio con un táper, ja, ja. Es casi prevaricación», apunta el director.
«Ahora ya no me puedo escaquear de las tareas» —confiesa Jaime, junto a todos sus compañeros, que confirman que, después de haber aprendido a hacerlas, les dan otro valor. «Ahora mi madre no tiene que hacer la mayoría de las cosas, soy más independiente y nos repartimos el trabajo, lo mismo me pongo a coser una bastilla del pantalón que me plancho una camisa», indica Pablo. «Han aprendido lo que es la igualdad, en lugar de echarles el rollo, saben que se tienen que sacar las castañas del fuego ellos mismos», explica José Manuel, el director, que confiesa para terminar que a él lo de la plancha no se le da especialmente bien. «Tal vez tengas que renovarte e ir a las Home Skills a que te den una clase», le digo de broma, y él no me quita razón. En cualquier tarea siempre hay que empezar por uno mismo.