Ninguna ciudad da más en verano y en invierno. Se puede saborear una sencilla tortilla o probar elaboraciones que requieren más innovación. Lo que está claro es que quien prueba una tapa en Lugo queda satisfecho y con ganas de repetir
14 jun 2024 . Actualizado a las 09:04 h.El tamaño no importa. Si se rebusca un poco, en los eslóganes del siglo XX hay uno que conserva su vigencia y su sabor. «Y para comer..., Lugo», decía la frase que ensalzaba las bondades de la gastronomía de esta ciudad. Mezclemos ambos conceptos y tendremos un poderoso mensaje para expresar las bondades de las tapas de Lugo. En el centro histórico o en las afueras, en locales que tienen bien merecida la condición de históricos o en negocios que tienen la juventud por bandera, un detalle está claro: tomarse una caña es una satisfacción que deja buen sabor de boca. Las razones para el paladar son dos: en primer lugar, la satisfacción de disfrutar de una cerveza bien tirada; en segundo, las tapas tradicionales, creativas, cambiantes o fijas se rigen por el mismo patrón: solo el respeto al cliente, plasmado en el empleo de productos de calidad, está permitido cuando se habla de tapas. Y además, con las cosas de comer no se juega, y si se juega, es sobre seguro, pensando solo en agradar al cliente.
Los precios de las cañas son variados: se pueden tomar por menos de dos euros en algunos sitios (1,70, por ejemplo) y hay que pagar más de dos (2,50 o 2,70) en otros. Con la llegada del buen tiempo, en algunos sitios se puede disfrutar de la cerveza y de la tapa al aire libre, ya sea en un casco histórico rodeado por una muralla que es Patrimonio de la Humanidad o cerca del río Miño que forma parte de una Reserva de la Biosfera. Aprovechen una visita a Lugo y ya verán que les aprovecha. Porque el manjar es gratis.
Los amantes de la carne tienen una buena excusa para visitar el Restaurante Brais, en donde este producto sale de la cocina para el comedor o para la barra. La zorza o la minihamburguesa de cachena son dos tapas que nunca faltan en un local especializado en propuestas contundentes. Los callos se pueden degustar los jueves y atraen a gente de otros barrios de Lugo. No es la única tapa con ese poder de convocatoria: Miriam Parapar, una de las caras conocidas del local, explica que también gozan de grana aceptación los flamenquines, cuya base es un redondo de picadillo de carne que lleva incorporada un acompañamiento de jamón york y queso.
La tortilla es otra apuesta segura, en la que la calidad va en dirección directa con la cantidad: no menos de diez huevos se emplean en la elaboración, sin renunciar tampoco a las patatas de la zona para que el acabado logre el punto necesario. Si el cliente tiene menos querencia por la carne o le apetece algo menos contundente, los boquerones en vinagre son una tapa que inicia ahora su temporada de protagonismo en este negocio. Con la vista puesta en el presente, pero sin descuidar el futuro, en los planes del local tampoco se descarta la introducción de alguna novedad.
Raxo en tacos
Un ejemplo de gastronomía cambiante es el que ofrece este local, un clásico que vive una nueva etapa. El pasado martes, por ejemplo, macarrones y varias ensaladas eran algunas de las tapas que se podían degustar.
«Voy cambiando, adaptándome un poco, más o menos, a los productos de temporada», dice el cabeza visible del negocio. La segunda apuesta, la de los productos de temporada, se nota en que han quedado atrás, por ejemplo, las tapas de caldo o de costilla, propias del invierno. Pero igual que una cazadora puede ponerse con una camisa de primavera o con una camiseta de verano, en el Kenedy hay una tapa que gusta cuando hace fresquito y cuando el termómetro se dispara hacia arriba: la ensalada de pasta no suele faltar porque siempre tiene adeptos.
El toque personal está presente en el Kenedy con la tapa de raxo. Víctor González lo prepara con una salsa a base de soja, miel y vino blanco que le da un acabado muy fresco y, añade, «muy apetecible». La carne se sirve en tacos. Puede pensarse que se trata de una idea arriesgada, pero González aclara que lo suyo es innovar sin perder de vista la tradición. Prueba de ello es que evita el empleo de salsas orientales y prefiere las que dan un toque menos contundente a las elaboraciones.
Arroces seductores
Os Cachivaches es una arrocería que anda por los dos decenios de vida. Su ubicación está relacionada con su juventud, pues el local está situado en Acea de Olga, uno de los barrios levantados en la expansión de Lugo de finales del siglo pasado. Los arroces son la especialidad del local, pero se pueden degustar tanto en el comedor como en la barra. La apuesta por el esmero en la preparación es la misma, como explica Alejandro González, uno de los responsables.
El arroz con verduras (pimiento rojo y verde, coliflor y calabacín) o el arroz negro son dos de las tapas que muestran la condición de arrocería del local. Si el cliente tiene más inclinación por la pasta, puede elegir una fideuá que comparte con el arroz los mismos ingredientes de acompañamiento y que se elabora con pasta un poco gruesa. Si quiere ir más allá de arroces y pastas , el queso curado (de Zamora, aclara Alejandro González) y las albóndigas le dejarán también buen sabor de boca. Las albóndigas llevan carne de ternera y de cerdo: la primera aporta el sabor y la segunda da el toque jugoso. No hay duda del sabor, aunque González dice que el local, situado a poca distancia del Pazo Universitario, tiene más clientes si el Breogán juega en casa y gana.
Ahora que va llegando el verano decae el interés por los callos en el Hombreiro, emplazado en el barrio de A Ponte. La subida de las temperaturas es la única razón por la que bajan las peticiones de los clientes, que no dejan de apreciar la calidad de la elaboración.
Callos en fin de semana
Los callos son una apuesta de fin de semana, capaz de atraer clientes que no solo viven en la zona. Álvaro Barro, responsable del establecimiento, asegura que el churrasco (de cerdo, aclara) y la tortilla son alternativas habituales que nunca fallan.
Que sean productos habituales en otros locales no resta interés al local. De hecho, el dueño recalca que cuida con esmero los productos y que esa apuesta por la calidad hace que la clientela sea fiel. ¿Cómo se prepara una tortilla que anime a la gente a bajar a las orillas del Miño para saborearla? Con huevos y con patatas de confianza dice Álvaro Barro.
Ensaladilla «Fresquita»
Fundado en 1907, el España es referencia indiscutible de la cocina lucense. Sus comedores son escenario de cómo lucenses y visitantes saborean carnes y pescados unidos por el respeto a la irreprochable materia prima. Pero el cliente que se dirige al comedor acaso no se fija en la barra, en la que tapas realmente interesantes acompañan una caña. Aunque el España es un acreditado restaurante —y también, por su cercanía a todo tipo de oficinas y de organismos públicos, un local de cafés de media mañana, así como de reuniones de media tarde—, su ensaladilla y sus callos merecen tantos honores como cualquier plato incluido en la carta.
Oír a un cocinero de prestigio como Héctor López hablar de la preparación de esas tapas parece casi una tentación a animarse a prepararlas en casa, aunque con el riesgo de que la realidad quede muy lejos de las expectativas. La clave de la ensaladilla, dice, es que se elabora «con productos naturales». El resultado es que se consigue, en palabras del chef, una ensaladilla «fresquita». Con los callos pasa algo parecido: Héctor López subraya que se trata de una tapa tradicional, con los productos habituales, y que tiene gran aceptación entre el público.
A medio camino entre las tapas y los platos, en el Restaurante España hay otra propuesta, la del gastrobar, en la que las elaboraciones en miniatura son una tentación difícil de combatir. Las minihamburguesas de buey o el tartar de bonito de Burela son dos de las propuestas. Para cualquiera de fuera de Lugo, la calidad del pescado descargado en el puerto mariñano está fuera de toda duda. Si alguien cree que la carne no está a esa altura, hay que precisar que la familia propietaria tiene ganadería de la que se abastece de materia prima.
Hay razones suficientes, pues, para que el tapeo en Lugo deje buen sabor de boca entre los clientes. Héctor López subraya que eso no se discute, pero también afirma que lo importante es la calidad y que decir que lo básico de las tapas de Lugo es que son gratis supone un fallo y una injusticia, ya que la calidad está más que acreditada. Volviendo al principio, algo está claro: «Y para tapear..., Lugo». Anímense los que todavía no lo hayan hecho.