Aida, madre de un niño de 7 años: «Tuvimos problemas para alquilar un piso porque hubo propietarios que no querían a mi hijo»

YES

-

La gallega asegura que han vivido varios episodios de niñofobia, desde que le recriminaran que su hijo llorara en un viaje en tren siendo tan solo un bebé hasta, más recientemente, que les preguntaran en un bar si el niño era tranquilo antes de darles mesa: «Te sientes excluida, marginan al niño sin tener culpa»

26 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando un adulto llega a una cafetería con un grupo de amigos y el objetivo de pasar un buen rato, nadie le pregunta si van a gritar mucho o si piensan tirarse demasiado tiempo ocupando el espacio con una sola consumición para valorar si darles o no la mesa. Sin embargo, a Aida y a su hijo sí les pasó algo muy parecido en un bar en Galicia. «Llegamos, pedimos una mesa y el camarero nos dijo: ‘¿Pero es un niño tranquilo?’. Yo le digo: ‘Sí, ¿por qué?’. Y me responde: ‘Es que si no, hay algunos clientes que se nos quejan’. Automáticamente, ya dijimos: ‘Nos vamos’. Y el mío es un niño, que esto no tendría por qué influir, pero es que además es muy tranquilo. Se queda en la mesa jugando con sus cosas mientras esperamos la comida», indica Aida, que matiza que, «por ser un niño, no tienes que dar por hecho que te la va a montar. Y si lo hace, estamos nosotros, que somos los padres, para pararlo».

Hay situaciones que con el paso el tiempo han mejorado para ella, como el hecho de haber dejado atrás los años de ir empujando la sillita. «Si tienes un bebé, ya te das cuenta de que vas con el carro y en la mayoría de los párkings no hay espacio ni ascensor. Nosotros nos conocimos los que lo tenían, claro. Y después, también te encuentras con problemas de movilidad y ves que el cambiador, las pocas veces que lo hay, está solo en el baño de mujeres», apunta Aida, que asegura que el padre tuvo que aguantar más de una vez que le llamaran la atención por entrar en el baño de mujeres para cambiar al bebé: «Él contestaba: ‘Es mi hijo, ¿dónde lo cambio?’». Ella, ante la falta de equipamiento en los servicios, ya optaba por cambiarlo en la propia mesa del restaurante: «No es que me hiciese gracia cambiarle el pañal a mi hijo en el medio de todo el mundo, ¿pero qué hacía?».

«SU NIÑO ESTÁ LLORANDO»

Por si viajar en transporte público no fuese lo suficientemente complicado en pleno posparto, Aida también recuerda una anécdota con otra pasajera. «El niño era un bebé de 3 meses. Viajamos a Valencia, primero en avión a Madrid y después en tren. En el avión, muy bien, pero después en el tren empezó a llorar, a pesar de que yo lo llevaba al pecho para que estuviera tranquilo. Y una señora me dice: ‘Es que está llorando’. Y yo le respondí: ‘Señora, es que es un niño’. No pude evitar que llorara durante ese trayecto».

Mucho más recientemente, hace tan solo dos años, la familia tuvo que cambiar de piso. El niño tenía entonces 5 años, y ellos sí sufrieron en sus propias carnes el rechazo de más de un propietario. «Nos vimos en la situación de buscar otra vivienda, y había pisos que no nos querían alquilar. Decían que el niño podía pintarles las paredes, dañar el mobiliario... Pero sí que admitían mascotas», señala.

En general, Aida considera que la situación con respecto a los niños no ha hecho más que empeorar con el paso del tiempo. «Yo veo que cada vez es peor en este sentido, te sientes como excluida. No te marginan directamente, pero sí marginan al niño sin tener ninguna culpa, y se supone que nosotros como adultos somos los que tenemos que defender a los niños», señala.