Haritz Garde, batería de La Oreja de Van Gogh: «Leire fue un regalo que nos dio la vida para poder seguir hasta aquí»

YES

Josu Torrealday

La Oreja de Van Gogh vive su segunda juventud. De pronto, los festivales se rifan al grupo y en sus conciertos se conectan diferentes generaciones. Tras arrasar en O Son do Camiño, en septiembre estarán encabezando el Recorda Fest de A Coruña

06 jul 2024 . Actualizado a las 10:29 h.

Dicen que los primeros sorprendidos son ellos. La Oreja de Van Gogh, un grupo que se movía como pez en el agua en los conciertos individuales y las fiestas de las grandes ciudades, de pronto se ha convertido en objeto de deseo de los grandes festivales nacionales. «Estamos descubriendo este mundo con mucha ilusión y sorpresa, porque no era el lugar en el que normalmente desarrollábamos nuestra carrera», dice Haritz Garde, batería del grupo que volverá a Galicia en septiembre. Serán cabeza de cartel del Recorda Fest que tendrá lugar en A Coruña los días 6 y 7 de septiembre y donde actuarán también Amaral, Sidecars, Marlon, Coti, Rulo y la Contrabanda, Sidonie y Maldita Nerea entre otros.

—¿Cuándo La Oreja de Van Gogh se convirtió en un grupo de festival?

—Hace dos años empezó todo. Estábamos en Castellón en el festival Arenal Sound. Salimos a tocar a las seis de la tarde y pensábamos que todo el mundo esperaba a Bizarrap, que actuaba a última hora de la noche. Vimos cómo se acercaba gente, todos superjóvenes. Nos decíamos: «Bueno, estos muchachos ni siquiera nos conocen, a ver si les gustamos». Impresionados, vimos cómo toda esa gente, que eran unas 30.000 personas, cantaban como locos nuestros temas.

—¿Qué pensasteis al ver eso?

—Buf, fue una gran sorpresa, ver que le gustábamos a la gente de 20 años. Nos dimos cuenta de que había mucha gente joven con ganas de escuchar nuestras canciones y vimos que era un buen lugar para mostrarlas. Desde entonces ya hemos estado en unos cuantos festivales y estamos disfrutándolo mucho.

—En el evento del que hablas, el Arenal Sound, podían estar vuestros hijos.

—De hecho, recuerdo haber hablado con mi hija por teléfono: «¿Dónde estás hoy?» Y dije: «Bueno, estamos en un festival, nos han metido para probar. Se llama Arenal Sound?». «¿Cómo? ¿Y no me lo dijiste? ¡A ese quería ir!», me contestó [risas]. La sorpresa fue tremenda. Nos pasó lo mismo hace poco en Galicia, en O Son do Camiño. Estábamos alucinando en colores con todo lo que pasaba. Los grupos con los que compartimos el backstage nos decían: «Oye, es tremendo lo que generáis en las personas. Todos los niños, toda la gente, todas las edades, todos cantando». La verdad es que es un lujo que, después de 30 años tocando, nos pase algo así.

—Aún transmitís la imagen de ser unos viejos amigos del instituto que han tenido éxito. ¿Os veis así?

—Muchas veces nos tenemos que ver a nosotros mismos desde fuera. Cuando nos hablan del éxito y demás es como si fuera una película. Porque la verdad es que todavía sentimos que somos esos cinco amigos que se juntaban para vivir la música y disfrutar de las canciones, aprendiendo juntos. Y, en lo básico, creo que seguimos igual.

—Esa etapa despreocupada duró poco. ¿Os desbordó el éxito temprano?

—Nosotros estábamos componiendo canciones en la universidad y tocándolas en bares para amigos y familiares. Una de nuestras maquetas llegó a Sony a través de una chica que empezó a trabajar allí. Sony se interesó y, de repente, estábamos en Madrid grabando un disco, lo cual fue un shock. Nunca imaginamos lo que vendría. El primer sencillo funcionó bien, pero con el segundo se desató la locura. Recuerdo cuando Sony nos llamó. Nos dijeron: «Chicos, ¿estáis juntos?». Nos miramos y dijeron: «Habéis logrado ser número uno en la AFYVE». No sabíamos qué era eso. Resultó ser la lista de ventas en ese momento [risas]. Fue todo increíble.

—Se decía entonces que la industria estaba obsesionada en cubrir el hueco de Mecano. ¿Fuisteis vosotros?

—No tanto, ellos fueron mucho. Para nosotros, Mecano ha sido un grupo enorme. Nos flipaban en su momento. Pero la verdad es que eso de Mecano nos lo han dicho muchas veces. Hemos tenido la suerte de girar también como ellos, en América, por Europa, en España y estamos muy orgullosos de eso. No sé si les hemos tapado el agujero, porque lo que dejaron fue impresionante, un legado maravilloso de canciones irreemplazables. Es un orgullo que te mencionen aunque sea a su lado. También se decía en nuestra época que había muchos solistas y faltaba un grupo grande. Fue justo cuando el Corazón partío de Alejandro Sanz y todo eso. Se decía que vinimos un poco a llenar ese vacío, de que ya no había grupos como eran Mecano.

—La salida de Amaia Montero fue un duro golpe para La Oreja de Van Gogh. ¿Tuvisteis miedo de que llegase el fin?

—Inevitablemente, cuando un cantante así se va de un grupo la gente tiende a decir: «Hasta aquí han llegado». Pero nosotros queríamos seguir unidos. Teníamos muchas ideas, muchas cosas que hacer, mucha música dentro. Dijimos: «Bueno, hicimos lo nuestro. Si ahora tocamos solo en bares de San Sebastián no nos importa. Podemos seguir haciendo música juntos». Eso era lo importante. Decidimos seguir adelante. Y qué suerte que encontramos a Leire. Tenía que ponerse en su lugar y lo hizo muy bien, con mucha valentía. Por supuesto, tuvo que escuchar comentarios a favor y en contra, pero hay que estar ahí. Fue un regalo que nos dio la vida para seguir hasta aquí.

—Pablo Benegas, tu compañero, acaba de sacar un libro en donde dice que el germen del grupo viene del compromiso político contra el terrorismo.

— Más que un compromiso político era un compromiso con la vida y que no se matase, muchas veces en nuestro nombre, el de los vascos. Veíamos que en nuestra universidad y en nuestra clase había gente amenazada y que vivía con escoltas, como Pablo con su padre. Decidimos poner nuestro granito de arena y empezamos a formar grupos y participar en manifestaciones con otros partidos políticos y Gesto por la Paz y otras agrupaciones pacifistas. La música nos sacaba de eso, porque muchas veces llegabas a casa triste y con miedo, casi temblando de lo que había pasado en la manifestación. O cuando había un atentado. Veíamos la vida en gris y la música le puso color a todo aquello.

—¿Os comprometía como banda?

—El miedo siempre ha estado ahí, es inevitable. Cuando íbamos por la calle, cada uno con su lazo azul, había un tramo que tenías que ir solo y muchas veces ibas con miedo. Unas veces te insultaban. Otras, te miraban mal. A veces te surgían dudas. Sabiendo de dónde veníamos y que alguna canción nuestra hablaba de eso, aunque fuera de pasada, siempre te exponías. Pero nosotros no queríamos quedarnos quietos y decidimos levantar la voz y dijimos: «¡En nuestro nombre no!». También: «¡Basta ya!». Afortunadamente, años después lo hemos visto. Y muchos pensábamos que no lo íbamos a ver. Ahora es política lo que se hace en el País Vasco, estés de un lado o del otro, todos respetables.