Eva y Dani, una vuelta al mundo en 320 días y 20 destinos «slow»: «Vivir viajando en pareja te pone a prueba por todas partes, los dramas son aventuras»

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Dani Keral y Eva Abal en Rangiroa, en la Polinesia francesa.
Dani Keral y Eva Abal en Rangiroa, en la Polinesia francesa. cedida

«En el Dodecaneso nos confundimos de alojamientos y pasamos dos noches en la casa equivocada», revela Eva, la gallega que dio la vuelta al mundo en 320 días. Tanto ella como Dani dejaron sus trabajos para ganarse la vida viajando. Hoy tienen en común una hija de 5 meses, seis años de amor, 20 países y algún drama...

14 jul 2024 . Actualizado a las 18:48 h.

Dos viajeros y no un destino, veinte. Veinte destinos han compartido en seis años de relación Eva Abal, la ingeniera de Telecomunicaciones de A Rúa que dio la vuelta al mundo en 320 días (y llegó a vivir once meses de verano consecutivos), y el fotoperiodista y creador digital Dani Keral, un profesional de los viajes que dejó atrás el sector de la fisioterapia para vivir de su pasión. «No sé cuántos viajes hemos hecho juntos, un montón, es difícil dar una cifra. Nos conocimos, de hecho, viajando. Y al poco de conocernos ya nos fuimos juntos a Sudamérica ocho meses», comienza a relatar esta historia de amantes viajeros, no pasajeros, Eva.

Hasta que sus pies y sus miradas se cruzaron en un punto del camino, Eva y Dani eran un par de viajeros independientes, amigos de la libertad de la escapada en solitario. Desde que se conocieron, vuelan y patean juntos. Y hoy son tres en cada embarque... Hace cinco meses que nació su hija, Maia, que acaba de hacer con sus papás su primer viaje internacional, a Sicilia. ¿Un hijo cambia el viaje de la vida? «Es cierto que te condiciona a la hora de conocer cosas, de visitar yacimientos arqueológicos o ir a playas donde hace mucho calor. Pero no nos ha cambiado tanto, porque somos de viajar despacio», cuenta Eva.

Si van a un lugar y se sienten cómodos, es fácil que se queden más de lo previsto. Al ser fans estables del viajar slow no hubo que soltar el pie del acelerador, estaban hechos a los ritmos lentos y de chicle de la sabia pero incomprendida infancia.

Ellos eran, y son, de disfrutar el lugar, de conocer a su gente, «de ir al sitio de los helados de siempre... ‘De siempre’ aunque llevemos cinco días allí». La pareja cultiva y abraza «el sentimiento de tener casa en otros sitios».

En unos pocos días se hace familia, consideran. Y al girar sus vidas laborales hacia el sector de la creación de contenidos de viajes, hoy su fuente de ingresos, consiguieron también llevar un estilo de vida que les define: el del margen para improvisar sobre la marcha. Que no ven un monumento indispensable, «no pasa nada». «A lo mejor la gente que cuenta solo con 15 días de vacaciones para hacer un viaje al año tiene esa cosa de ‘¡Si no lo veo todo ahora, me lo voy a perder!’. Nosotros, aunque tuviéramos unas vacaciones estrictas, no las querríamos así. No somos de verlo todo», explican.

No olvidan mil anécdotas, entre ellas una en el Dodecaneso, donde estuvieron dos noches alojados en el sitio equivocado, porque una indicación a la ligera les llevó a confundirse de alojamiento.

 «El hecho de viajar con niños pequeños es positivo. Los nenes pequeños invitan a un acercamiento con la gente, y a romper la barrera»

EL BEBÉ AYUDA

¿Quién es el que decide los sitios que hay que visitar y con qué criterio?, se preguntan estos viajeros que dicen que, por, seguir las listas de las guías, nos perdemos rincones y momentos de los que marcan la diferencia en el recuerdo. Lo interesante, opinan ellos, suele estar una o dos calles más abajo del meollo.

Viajar con Maia no es una carga. «El hecho de viajar con niños puede ser positivo. Los nenes pequeños invitan a un acercamiento con la gente, y a romper la barrera... Hay visitantes que pueden ser recelosos si viajas con un bebé, pero hay otros que se abren mucho más. Enseguida se acercan a mostrarle una sonrisa o a hacerle una caricia. Eso rompe el hielo», dice Dani, sensible papá primerizo.

Los viajes son vitaminas en la educación de Maia, así lo ven sus padres, que consideran que ver otros lugares, gentes y costumbres «la ayudará a ser más abierta y tolerante». Como viajeros, ellos no se guardan secretos. «Entendemos que haya ese recelo de guardarnos un sitio para nosotros, para evitar que se masifique o muera de éxito, pero somos comunicadores de viajes. No nos guardamos lugares, solo intentamos enfocarlo desde otro punto de vista, no tanto desde el de sacarse la foto. Es más ‘¿por qué no te quedas?’. La playa de As Catedrais [pone Eva de ejemplo] es una maravilla. Recibimos comentarios [en el blog Una idea, un viaje] de gente que te dice que viene a Galicia y va a visitar cuatro cosas: «Santiago, Vigo, las Cíes y As Catedrais». Y les digo: ‘Si vas a ir a As Catedrais desde Vigo, que son tres horas de viaje, ¿por qué no recorres la zona de A Mariña lucense?».

Los dos apelan a un turismo responsable. Y a esa gente que, cuando se publicita un destino, dice: «Ya nos estáis arruinando la tranquilidad del lugar», le plantean: «¿No te gusta que digan lo que merece la pena ver y disfrutar del lugar al que viajas tú?».

«Lo inevitable es que un lugar se ponga de moda, porque así funciona el turismo. Lo que hay que hacer es elegir el momento. Y ahí es donde surge lo interesante, cuando te abres un poquito más allá de lo tradicional, preguntas a la gente local, investigas por tu cuenta en oficinas, revistas, libros... ¿Qué pasa? Que lleva tiempo. Hay gente que va buscando la foto, y este es el perfil de turismo voraz, que acaba saturando y destruyendo un destino. Nosotros buscamos el cambio de chip», manifiesta Dani. Buscarle otra vuelta al lugar, al viaje, es lo que les diferencia como blogueros, aunque hay gente que dice que dan «demasiada información», revelan. Será que la vida hoy se mide en episodios y wasaps.

La vuelta al mundo en diez aerolíneas, qué ver este verano en Galicia o dónde alojarte en las Rías Baixas son algunas de las cosas que encuentras en Una idea, un viaje, el blog con el que Eva dio el salto. Ingeniera con años de trabajo en proyectos en microbiología e informática hospitalaria, decidió dejarlo todo para lanzarse a una vida de viajes y de creación de contenidos.

Dani y Eva viajan juntos desde el 2018 y desde entonces suman una veintena de destinos. Les gustan los de larga distancia, pero también saborean las escapadas de tres o cuatro días a lugares a tiro de piedra de Vigo, donde tienen el nido desde hace un par de años.

¿Qué aporta como pareja el viajar? «Pone a prueba la relación por todas partes. Encuentras situaciones que no pasan en tu vida habitual. Se cancela un vuelo, se chafa el plan por el tiempo o el alojamiento. Según tu flexibilidad y el espíritu aventurero que cada uno tenga, funciona o no. Si estás con alguien que necesite tenerlo todo atado, es más difícil la cosa», piensa Eva. Y añade Dani: «Antes de empezar la relación, ambos estuvimos viajando por separado. Ella dio la vuelta al mundo, y yo estuve viajando solo durante meses. Todos tenemos nuestra forma de viajar, pero las nuestras son bastante parecidas. Y luego hay cosas particulares. Al viajar en pareja, hay que saber dialogar y coordinar las diferencias. Es todo muy intenso».

La pareja en Carballo, en el salar de Uyuni y en el parque nacional Torres del Paine, en Chile.
La pareja en Carballo, en el salar de Uyuni y en el parque nacional Torres del Paine, en Chile.

La pareja resta libertad al viaje, pero suma confianza. «Yo disfruto cuando hay dramas en el viaje, digo: ‘Otra aventura’. Hace dos años, cuando estuvimos en el Dodecaneso, llegamos a una isla a las cuatro de la mañana. La señora del apartamento que reservé me dijo que nos dejaba las llaves en la puerta. Vi las llaves y entramos. Estuvimos dos noches. Dos días más tarde, estábamos tendiendo la ropa en la terraza y aparece un hombre preguntando qué hacemos ahí. Le digo: ‘Estamos aquí alojados’. Y él: ‘¡Si es mi casa!’. Pues resulta que en esa isla todo el mundo deja las llaves en la puerta y confundimos la casa», comparte Eva, que lleva más de 50 destinos en la maleta, y se confiesa enamorada de Chile y de Grecia. Pero Dani no se cela...

Para disfrutar slow, ¿qué nos recomiendan en pareja este verano? «Georgia y Armenia, para los que quieran naturaleza, cultura y un ambiente feliz al recibir a los visitantes», sugiere Dani.

En casa las dinámicas de pareja de este par de contadores de viajes son más pausadas, «más de oficina, de rutina fija de limpieza, cocina, ir al súper», y cuando viajan, concilian el modo vacaciones con el modo trabajo cuando las escapadas son largas y no puede ser todo un dolce far niente. «Pero viajando somos más nosotros, afloran nuestras personalidades, mi mitad más auténtica surge en el modo viaje», revela Dani.

Su pequeña Maia ha cambiado un poquillo las cosas en este amor mundial de pareja. Ellos, como padres, han aumentado las precauciones viajeras e incorporado ese clásico billete de vuelta que es la pregunta de los abuelos: «¿Cuánto tiempo vamos a estar sin ver a la niña?».