Pongamos que hablamos del tiempo

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PEPA LOSADA

20 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya es mejor que el verano pase de largo sobre nosotros. Llegados hasta aquí, que la excepción continúe hasta que se convierta en un acontecimiento extraordinario, uno de esos eventos que confieren carácter mitológico a un territorio, como si estuviese ungido de una entidad y una sustancia que solo se les reserva a los elegidos.

Es miércoles y los noticiarios hablan de la primera ola de calor del verano con ese eco que tiene la información del tiempo durante la calima. Parece la banda sonora de una época en la que la vida queda suspendida. Pero la onda vuelve a tener una frontera aérea que le impide penetrar en Galicia, en donde lo máximo a lo que aspiramos es a una «débil cuña anticiclónica», según las predicciones de MeteoGalicia.

Ya es mejor que el verano pase de largo sobre nosotros y convertir este del 2024 en un verano para recordar. La biografía de Galicia transcurre en torno a los eventos meteorológicos, de manera que todo el mundo recuerda aquel año 2000 en el que nunca escampó o refiere la dimisión de aquella mujer que se instaló en Galicia para disfrutar del nuevo destino laboral de su marido y a los pocos meses de llegar desertó de su suerte y de su matrimonio ahogada por una lluvia que se resistía a desaparecer un día tras otro.

Está ya sobada la teoría que relaciona la vocación por hablar del tiempo de García Márquez con sus orígenes gallegos, pero resulta inequívoco considerar que los perfiles del mundo y de la realidad son más ricos y diversos cuando en un día te pasan por encima todas las estaciones. El mismo cielo puede ser tan distinto…

En la hemeroteca del tiempo hay hitos reseñables y titulares que destilan poesía, dignos de disparar relatos fantásticos que transcurren en territorios especiales. Como ese que certifica que entre diciembre del 2000 y el 6 de enero del 2001 en Compostela solo se vio el sol durante 29 horas. Tanta sombra podría haber inspirado relatos fantásticos como el de Frankenstein, alumbrado bajo las tinieblas de aquel año sin verano de 1816, cuando la brutal erupción del volcán Tambora sumió Europa en las sombras y confinó a Mary Shelley, su marido Percey, Lord Byron, Claire Clairmont y John Polidori en un retiro de lo más creativo.

Ya es mejor que el verano pase de largo sobre nosotros y empuñemos las plumas.