«Me encanta un godello en Santiago y siempre cae una visita a mi abuela», asegura el intérprete, que tras el éxito de la serie de Netflix, disfruta de unos días de desconexión y verbena en la tierra, antes de empezar a rodar
27 jul 2024 . Actualizado a las 10:38 h.Tamar Novas (Santiago, 1986) tiene todavía algunas cosas en común con Roque, el pequeño al que dio vida en La lengua de las mariposas. Ingenuidad, curiosidad infinita y picardía son tres de las características que comparte con su primer personaje, al que interpretó cuando solo tenía 11 años. Ahora que está cerca de cumplir los 38 (el próximo 3 de octubre), la personalidad del actor compostelano está compuesta por un puñado de adjetivos más. Tamar es divertido, honesto, directo y entregado. Todo ello influye, de hecho, en su carrera interpretativa, una que ha sabido llenar de éxitos y papeles muy diferentes, con los que se ha atrevido a adentrarse en realidades muy alejadas de la suya. Atrás queda ya el Javi de Mar adentro con el que consiguió el Goya a mejor actor revelación hace justo dos décadas, aunque siempre presente en su trayectoria.
A Tamar tanto le da hacer de profesor poseído o de Grinch. Le es lo mismo ponerse en la piel de un hermano mayor que viaja en el tiempo, de un espía del bando republicano o de un narcotraficante. Se zambulló en la temática del contrabando en Galicia cuando rodó Fariña y ahora acaba de desempolvar lo aprendido para protagonizar el nuevo éxito de Netflix, Clanes. La serie, que ya es una de las más vistas en la plataforma, cuenta la historia de Dani, al que da vida Novas, hijo de un importante narcotraficante de Cambados y cabeza visible del clan de los Padín. El proyecto de Vaca Films ahonda en la relación de este personaje con Ana (Clara Lago), una joven abogada que se muda al pueblo tratando de encontrar una explicación al asesinato de su padre. La serie reúne a un elenco de actores gallegos como Xosé A. Touriñán, Chechu Salgado, Melania Cruz, Miguel de Lira o Diego Anido, que conjugan con una sobresaliente María Pujalte, capaz de convertir en oro cada personaje que toca.
—¿Cómo fue empaparse de Daniel?
—Tuvimos mucha preparación, y de hecho pudimos ver todos los guiones de la serie antes de empezar a rodar. Esto es poco habitual, pero es un lujazo porque conoces la evolución de tu personaje y de la trama. Sabes cómo termina todo. Hicimos lecturas conjuntas, ensayos, cambios que iban surgiendo, y luego me preparé con muchísima documentación. Entrevisté a gente de la zona y me reuní con policías y guardias civiles para tratar de ser fiel a cómo es y cómo se vive esta situación en realidad.
—¿Crees que aportó algo tu trabajo en «Fariña» en esta nueva serie?
—Yo entiendo que se hagan paralelismos entre ambas, pero realmente no tienen demasiado que ver más allá del narcotráfico. Están situadas en épocas muy diferentes y creo que el tono es también distinto. En Fariña se hablaba a través del ensayo de Nacho Carretero, de una manera muy analítica; mientras que Clanes va más a lo pasional, lo emocional y lo personal. Son personajes, de verdad, muy diferentes, y por eso me gustó.
—¿Qué te ha enseñado Daniel?
—He podido comprenderlo, que ya es mucho. A lo largo de la serie el personaje va deshaciendo los prejuicios que te puedas crear sobre él. Te encuentras a un tipo que tiene un gran corazón, a pesar de hacer cosas horribles y, aunque es incongruente, es lo que ocurre en esta historia, en la que el propio Daniel experimenta un gran cambio. El espectador empatiza con él porque en Clanes saca su lado más humano.
—Lo mejor fue rodar en Galicia y en verano, ¿no?
—Sí, empezamos con clases de lancha y de avioneta en primavera, y a partir de ahí vino todo lo demás. Rodamos durante el verano y para mí es que es un verdadero regalo, creo que para cualquiera. Poder trabajar en un sitio tan espectacular es genial. Terminar de grabar y poder acercarme a ver a mi sobrino, que nació justo mientras estaba inmerso en Clanes, o visitar a mi abuela es un lujazo. Me gusta muchísimo estar allí y siento que tengo la suerte de que en los últimos años me han coincidido varios proyectos en verano y en mi tierra. Firmaría por que fuese así toda mi vida, porque es como no trabajar.
—¿Cómo te planteas tu verano?
—En Galicia. Todo el tiempo que tengo libre me lo suelo pasar aquí, y además tengo la suerte de que en los próximos meses volveré a subir a casa por trabajo. Me trae un proyecto muy guay. Cada fin de año pido trabajar en verano en Galicia y últimamente se está cumpliendo, además en esta ocasión lo voy a hacer con un director con el que llevo queriendo trabajar toda mi vida.
—¿Cuáles son los imprescindibles para disfrutar del verano en Galicia?
—El aperitivo de esta temporada para mí es siempre el PortAmérica, que es uno de los mejores festivales que hay. Luego paso bastante tiempo en Santiago. Me encanta un godello en la zona vieja y pasear por la plaza de abastos. Soy bastante familiar. Siempre cae visita a mi abuela y ahora también a mi sobrino, que tiene un añito. Me encanta comer pulpo en Cacheiras, dejarme caer por el Náutico de San Vicente a escuchar música en directo y, por supuesto, ir a mi pueblo, Figueiroa, que está entre Arzúa y Melide. Me gusta disfrutar de mis amigos. Hay muchísimos frentes abiertos en Galicia porque no fallo al plan de pasar el día en la Ribeira Sacra, ni al de ir a la playa a Carnota o a comer a Fisterra.
—Y además sabemos lo que te gusta una verbena...
—Sin duda. Creo que son patrimonio nacional de los gallegos. Las montamos de maravilla.
—¿Qué secretos le desvelarías a los turistas para que descubran lo más bonito y menos masificado?
—Creo que los secretos hay que ganárselos. Acercarse a este lugar requiere hacerlo con tiempo y con calma. Si lo haces así, yo te recomiendo parar en la Festa do Queixo de Arzúa, porque no todo son playas. El interior y, por supuesto, el campo de Galicia es una pasada, y creo que merece la pena perderse por él y dejarse empapar. Aquí hay muchos pueblos y rincones que visitar que son preciosos y no son las típicas playas que sacar en la foto de Instagram.
—¿Cómo fue eso de aprender a pilotar una avioneta?
—Roger Gual, el director, apostó por que la filmación fuese lo más realista posible y que todo respirase mucha veracidad. Así que a la hora de conducir las lanchas en las persecuciones por mar o en la escena en la que volamos en avioneta, quería que estuviésemos implicados. Nos dijo que nada de rodar en un estudio con una pantalla verde mientras hubiese posibilidades. Fue muy divertido y emocionante y, aunque íbamos con un piloto, tuve la oportunidad de que me dejase llevar la avioneta un ratito y fue una descarga de adrenalina brutal. Con los coches de alta gama pasó lo mismo. A mí la velocidad, en circuitos controlados, me encanta. Conducir un Ferrari por un puente de Oporto fue una maravilla. Esta serie fue como estar en un parque de atracciones.
—Además compartes con amigos de la profesión...
—En Galicia hay una realidad y es que hay un montón de actores muy buenos. No hablo necesariamente de mi generación, me refiero a intérpretes como Antonio Durán, Morris, Carlos Blanco o Manuel Lourenzo. Ellos son ejemplos para nosotros, y siento que somos una comunidad muy dada a contar historias de una forma muy natural, más allá de lo que tiene que ver con el audiovisual. Eso ha jugado un papel importante para que haya tantos gallegos que saben contar historias y que además lo hacen con tanto sentimiento de equipo. En las producciones cada vez hay más unión, ya no solo en lo que se refiere al elenco artístico, también con el técnico. Hay gente que arrastro desde La lengua de las mariposas y tengo la sensación de que trabajar con ellos consigue que sea mejor actor. Esto es algo que pasó en Fariña y que ahora se repite en Clanes. El equipo que formamos en esta serie fue fantástico.
—«Clanes» está entre las series más vistas de Netflix. ¿Podías preverlo? ¿Cómo estás viviendo esta ola de éxito?
—Algo que he intentado trabajar en los últimos años, y que además me viene muy bien, es tratar de tener mi propio juicio sobre lo que hago, porque me aporta seguridad y tranquilidad. Siempre proyectas y te imaginas que irá bien, eso es así. Aunque si tengo que ser sincero, a mí este proyecto me pareció muy sólido desde el primer día. A mí lo que más me importa es que la serie esté bien hecha y ahora me encanta ver que le está gustando a todo el mundo. Cada día me llegan mensajes y reacciones muy cálidas. Yo, como actor, quiero que a la gente le llegue, pero también me satisface saber que he estado a la altura de lo que exigía el guion.
—¿Notas la capacidad de Netflix de llegar a mucha más gente?
—Sí, en lo que tiene que ver con el reconocimiento del público, esta plataforma es de lo más popular y eso se nota, absolutamente. Igual que estoy percibiendo cierto interés dentro de la industria después de participar en esta serie, y eso es de agradecer. Pero sin desmerecer nada, hay otros trabajos, como la película O corpo aberto, que tuve la suerte de rodar hace unos años, que me han resultado más gratificantes, a pesar de llegar a mucha menos gente. El premio de Netflix es que convoca a mucha gente frente a las pantallas. A mí me interesa bastante poco la fama por la fama, lo que me gusta es hacer un personaje potente dentro de un buen relato.
—¿Lo mejor y lo peor de «Clanes»?
—Lo que más me gustó fue ver la serie y notar que todo el mundo está increíble. Me interesan todos los personajes, incluso el que tiene una aparición más pequeña, tiene su propia historia detrás y eso da muchísima alma al proyecto. Lo peor creo que es que no paro de recibir mensajes preguntándome por una segunda temporada y no sé muy bien qué va a pasar. A mí con este personaje me gustaría estar mucho más tiempo, pero la verdad es que yo leí el guion e interpreté un final cerrado. Sin hacer espóiler, me parece una tragedia y creo que tiene mucho sentido, porque no romantiza con el narcotráfico ni con nada. Esa intriga sobre una segunda temporada me parece lo peor, porque no puedo darle respuesta y porque también te digo, pocas cosas malas ha traído esta serie.
—Si hablamos de gastronomía, ¿cuál es tu último descubrimiento?
—Voy a decir O Secadeiro, en Banzas (Outes, A Coruña). Me llamó mucho la atención porque ellos mismos cultivan en la huerta la mayoría de ingredientes que utilizan en su menú. Eso sí, hay que ir con hambre porque hay muchísimo que probar. Luego, de Santiago, que es mi casa, tengo que mencionar a O Dezaseis, porque siempre me tratan increíble y se come genial.
—Sabemos que eres un melómano empedernido, ¿qué concierto recomienda para este agosto?
—Muchísima gente sabe que soy un fanático de Xoel López, así que sin duda creo que hay que ir a verlo a él, al concierto que va a dar en la playa de Riazor en el Noroeste. Tiene un directo único, muy divertido y emocionante.
—¿Y para leer?
—Últimamente estoy yo tratando de encontrar ese libro que me enganche, pero tengo pendiente leerme Las ocasiones, de Rubén Lardín, que es una obra que me recomendó un gran amigo, el humorista Miguel Noguera. A él siempre le hago caso, así que ese es el que voy a decir hoy aquí. También recomendaría a Paul Auster, que lamentablemente está en auge tras su fallecimiento. Tengo en mi biblioteca toda su obra y, de hecho, fue el autor con el que empecé a leer en versión original. Me he comido muchas de sus publicaciones en inglés y es difícil que no te guste, así que recomiendo Baumgartner, su último libro.
—Si no fueses actor, ¿qué serías?
—Pues la verdad es que estoy rodeado de músicos. Gracias a mis amigos he perdido un poco el miedo escénico y, de hecho, en el PortAmérica hasta me atreví a subirme al escenario para cantar Lodo con Xoel. No diría que pudiese ser músico porque para eso hace falta un talento que yo no tengo, pero sí que admito que disfruto muchísimo al componer, tocar y cantar. Mis mejores amigos, los hermanos Seijas, son dos artistas bestiales y tengo la suerte de sentirme músico cuando estoy con ellos.