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Belén Fernández, una madre arrepentida: «No sé en qué momento pude ser capaz de mostrar a mis hijos, uno con síndrome de Down, en las redes»

MARTA REY / S.F.

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Belén Fernández de Familia Balenchana
Belén Fernández de Familia Balenchana -

En el momento en el que dejó de subirlos le bajaron los seguidores, pero se dio cuenta del riesgo. «Cuando dejé de mostrar a mi hijo, la gente me decía: 'No hables tanto y saca al niño'», afirma.

24 jul 2024 . Actualizado a las 10:03 h.

Sharenting. Ese es el término con el que nos referimos al hecho de compartir contenido de nuestros hijos a través de redes sociales o aplicaciones en línea. A pesar de contar con mucha información, todavía no está interiorizado en la sociedad el riesgo que puede suponer subir este tipo de contenido a internet. El concepto nace después de la aparición de la figura de las Instamamis, influencers que muestran el día a día de sus pequeños desde que se levantan hasta que se acuestan. Al principio, este fenómeno comenzó en YouTube, donde familias subían videoblogs de su rutina diaria. Posteriormente, el movimiento se pasó a otras plataformas como Instagram o TikTok.

Por eso, Belén decidió abrir un canal para subir contenido junto a sus hijos Julia y Diego —que entonces tenían 15 y 14 años, respectivamente— con las mejores intenciones. «Nos llamábamos la Familia Balenchana. Cuando empezamos era el bum de los canales familiares. Recuerdo a Verdeliss o a los Carameluchi», explica. En poco tiempo, Diego se convirtió en el reclamo de sus seguidores. «Mi hijo tiene síndrome de Down y aparentaba menos edad, por lo que era como exponer a un niño pequeño. Le gustaba mucho a la gente y ahí comenzaron a subir los suscriptores. En ese momento no era consciente de que aquello era su intimidad, porque yo subía los vídeos sin ninguna maldad. Piensas que al hacerlo con cariño no hay ningún problema», afirma. Un día encontró por casualidad a Natalia, una instagrammer que, a través del canal Medianoche Tube, se hace eco de los peligros del sharenting y las malas prácticas de algunos padres con sus hijos. «Natalia hizo varios vídeos criticándome como madre por exponer a mis hijos. La escuché y me di cuenta de que tenía razón. Me planteé en qué momento había podido ser capaz de mostrar en el canal a mi hijo Diego, por ejemplo, cuando lloraba. Desde ese momento tomé conciencia y borré todo. No podemos volver al pasado, pero no volvería a mostrar nada porque son sus momentos íntimos», confiesa.

Al no volver a mostrar a sus hijos, los suscriptores bajaron. «Ahora tengo un canal para mí sola donde hablo de temas como la decoración. Cuando mis hijos dejaron de salir en mis vídeos, perdí todo lo que tenía. Los seguidores disminuyeron, las marcas dejaron de contactarme y no conservo ninguna amiga de este mundo. Pasé de tener 300.000 visualizaciones por vídeo a solo 10.000», indica. Además, la gente comenzaba a exigirle contenido de Diego. «Me decían: 'No hables tanto y saca al niño'. Era una locura», cuenta. Es un negocio goloso en donde ves cómo entra el dinero de forma fácil. «Al final es ganar dinero a través de tus hijos y creo que las marcas deberían poner límites. Si esos niños salen, debería haber una regulación porque al final es como si estuviesen trabajando. Los que se dedican a mostrar a sus hijos en redes no es que no lo dejen por falta de información sino porque no quieren», explica. Ahora espera que el mundo empatice. «Para mí aquello era un trabajo y cuando lo dejé tenía un vacío en mí, pero era lo que tenía que hacer. Contra la huella digital no podemos luchar porque continúan haciendo memes por ahí con algún contenido. Si han tenido acceso, lo han podido descargar. Las emociones de los menores son íntimas, no son de nadie, ni de los padres», confiesa.