Niños atados con correa, la tendencia que ha llegado a Galicia y que censuran los expertos: «Yo vi en Vigo a una mujer que llevaba un arnés en cada mano, uno con el perro y el otro con el hijo»
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No es ciencia ficción, sino una moda importada que ya empieza a verse en la calle. Los presidentes de los pedagogos y los pediatras gallegos, una psicóloga infantil y una docente universitaria de la facultad de Educación de la UDC se oponen a esta práctica
18 ago 2024 . Actualizado a las 20:52 h.Málaga, julio de este mismo verano. Multitud de huéspedes paralizados en uno de tantos hoteles familiares que inunda la Costa del Sol, atónitos, al paso de una madre que llevaba a su hija, de unos 6 años, sujeta por una correa. Un arnés rodeaba el pecho de la niña —que caminaba a la perfección y no mostraba aparentemente signos de dificultad psicomotriz alguna— y continuaba por la espalda, desde donde salía el cordón extensible que sujetaba la progenitora con la mano. «Como te portes mal, te llevo así», le espetó otra madre a su hijo, incapaz de cerrar la boca del asombro. Un par de días después, pero esta vez ya en la vía pública, otro padre hacía lo propio con su hija siguiendo una tendencia importada de otros países que ya empieza a verse en el nuestro. También aisladamente en Galicia.
«Yo vi en Vigo a una mujer que llevaba en una mano de la correa al perro y en la otra con otra correa al niño», asegura Susana Rey, presidenta de la Sociedad de Pediatría de Galicia. Se les llama arneses antipérdida. En teoría, tienen la función de evitar que el niño se escape del alcance de sus padres. Visualmente, son exactamente iguales que las correas extensibles que se utilizan para pasear a las mascotas, de ahí que choque tanto la escena. Ninguno de los expertos consultados para este reportaje los ve con buenos ojos.
Susana Rey, presidenta de la Sociedad de Pediatría de Galicia: Estar pendiente de un niño pequeño da mucho más trabajo que sujetarlo por un arnés
«Cuando se empezó a usar, el arnés se recomendaba en niños que podían tener trastornos de cadera. Después, se llegaron a popularizar en bebés que estaban aprendiendo a caminar para mantener la postura erguida y evitar caídas —se hacía hace unos 20 años—, y ahora lo hemos extendido a niños mayores que caminan perfectamente, sin ninguna justificación médica, pero que son más movidos, por así decirlo, y los usan para tenerlos controlados más fácilmente. Su uso no lo justifica nada, bajo ningún concepto. Esto, desde el punto de vista pediátrico, no tiene ninguna indicación», dice Rey. ¿Y contraindicación?
«Ya solo a nivel de posición y de desarrollo motor es un mecanismo coercitivo, porque evita la actividad física normal del niño, y en ocasiones le estás dando un tirón», indica la facultativa, que añade que la contraindicación más importante es el perjuicio en su desarrollo psicoactivo: «Con los niños tenemos que trabajar para que descubran cosas y fomentar su autonomía. Llevándolo de la correa, estás contribuyendo a educar a un niño totalmente dependiente, porque lo tienes totalmente pegado a ti, por lo que no está recomendado. A la larga, va a provocar una falta de desarrollo afectivo y emocional adecuado y, en parte, es por la comodidad de los padres. Estar pendiente de un niño de 5 años da mucho más trabajo que tenerlo atado de un arnés», indica.
María Gallego, psicóloga infantil: A un niño hay que llevarlo de la mano, pero muchos padres prefieren controlarlos sin renunciar a su comodidad
PADRES QUE LO CONSULTAN
No es lo más habitual, pero la pediatra asegura que sí que hay padres que preguntan por este tema en las consultas de pediatría, e incluso en las de atención primaria. «Nos preguntan si se le puede poner el arnés, si es bueno o no. Nosotros les decimos que no tiene ningún beneficio para nada», insiste.
«Cuesta menos llevarlo de la correa que de la mano. Esto de llevarlos así deriva de una parte de la comodidad de los padres, pero también del exceso de control que queremos ejercer sobre ellos, como si pudiéramos encerrarlos en una burbuja para que nada les haga daño. Estamos viendo que los padres tienden cada vez más a pretender que el niño se adapte a ellos en lugar de adaptarse ellos a los niños, a esa comodidad», coincide la psicóloga María Gallego. Es un problema sociosanitario, añade Rey, que incide en que los progenitores pretenden «ejercer el control sobre todo y con la mayor comodidad posible, sin alterar su parcela de confort. Eso hace que, en lugar de hacer actividades propias de su edad, el niño tenga que adaptarse a otras que no le corresponden, como por ejemplo estar sentado en una silla a tu lado, pegado a ti y no jugando con sus iguales. Es como si el control que tú puedes ejercer sobre una mascota, lo pretendieses ejercer con un niño, y para ello lo llevas con arnés».
José Manuel Suárez Sandomingo, presidente de la Asociación de Pedagogos de Galicia: Justamente cuando el niño empieza a hacer las cosas por su cuenta, lo atan
El mensaje que les enviamos con la correa, asegura la terapeuta María Gallego, es muy poco educativo: «Les estamos enseñando que el mundo es un sitio muy peligroso y que tienen que ir sujetos para protegerlos. Si sus padres los llevan así, lamentablemente lo verán normal. Si el niño es inquieto o estás en un lugar de aglomeración y temes que se pierda, con 5 años el niño tiene que ir de la manita y sin tú hacerle referencia a ningún tipo de peligro, porque se puede agobiar. Lo que sí es bueno es darle unas pautas por si se pierde, como que vaya a buscar una familia en la que haya niños, por ejemplo».
FRENO FÍSICO Y EVOLUTIVO
Ese querer llevarlos sujetos supone un auténtico freno evolutivo para el niño, coartarle justo en el momento en que le toca desligarse. «En el momento en que justamente empieza a hacer las cosas por sí mismo, lo atas», indica José Manuel Suárez Sandomingo, presidente de la Asociación de Pedagogos de Galicia (Apega). «En torno a los 5 años se produce lo que se denomina la primera adolescencia, en la que el niño se desliga de los padres por primera vez, de ese vínculo en el que todo procede de ellos. Es la primera vez que empieza a decir: ‘¿Por qué no lo hago yo por mi cuenta? Aparecen los berrinches y empiezan a hacer las cosas por ellos mismos», continúa el experto, que añade que el hecho de llevarlos agarrados «supone no dejarles desarrollar esa etapa y darles un frenazo imposible, porque los estás sujetando con una correa. A los hijos se les quiere para que decidan por su cuenta y se hagan adultos. Impidiéndoselo, lo que estás haciendo es que sean tuyos de por vida».
Sandomingo asegura que, tras esa primera adolescencia que se da a los 5 años, en torno a los 7, empiezan a comprender las normas y las relaciones sociales. «Y todo lo que hagas en contra de eso es privarles de su libertad. En el momento en que el niño se libera para vivir, experimentar y jugar con otros niños, como padre tengo que tener control, en vez de estar mirando el móvil o hablando con mis amigos», apunta el experto.
Concepción Sánchez, profesora titular en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UDC: La atención plena que deberíamos prestar a las personas que amamos, entre ellas a los hijos, hace aguas
«Vivimos cada vez más distraídos. No hay más que pensar en la capacidad de los contenidos de las pantallas para absorber la atención y colapsarla hasta el extremo de distraernos de asuntos verdaderamente importantes, como el cuidado y la atención a las personas que amamos. La atención plena, que es la que debería prestarse a las personas que amamos, entre ellas a los hijos e hijas, hace aguas», sentencia Concepción Sánchez Blanco, profesora titular de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UDC, que mantiene que ese cuidado pleno de la niñez «es una tarea que requiere de exclusividad. Por lo tanto, se da de bruces con esa ideología de la multitarea tan en boga, y que tantas sobreexplotaciones produce, especialmente en el caso de las mujeres». La comercialización de estas correas, dice, no es más que la respuesta del mercado a ese adulto distraído, sometido a la ideología de la multitarea: «Como siempre, haciendo negocio tanto de un roto como de un descosido. Solo nos falta que consigan culpabilizar a las familias que no se hacen con este dispositivo, a fin de venderlos a tutiplén y al amparo de las marcas».
«NO ES POR SU BIEN»
«Vemos que muchos padres no ponen límites. Estamos en una cultura de la inmediatez y la comodidad, entonces, hay gente que piensa: ‘Yo quiero hacer esto ahora mismo y no quiero pasar trabajo, así que llevo a mi hijo atado y que no se mueva. Eso no es por el bien del niño, no se justifica para nada. De hecho, estamos viendo un aumento de lo que es la ansiedad infantil y los trastornos psicoafectivos, y eso viene de algo», señala la pediatra Susana Rey.
Lo sabe bien la psicóloga María Gallego, que añade que los trastornos ansiosos aumentan en todas las edades, también en los padres: «La vida de locos que tienen los adultos, de alguna manera, infunde esa prisa horrible en los hijos. Eso no se les puede transmitir. Después, aparecen en consulta todos esos niños con calvitas en la cabeza, porque están estresados, cuando lo que necesitan es pasar más tiempo con la familia, los abuelos o los primos, todos juntos. Y volver al aprendizaje por asombro, a que hagan vida de niños». La terapeuta asegura que en eso radica la verdadera buena educación, «en cosas tan aparentemente sencillas como llevar a un niño de la mano, desayunar con él y esperar media hora a que se acabe la tostada. Da trabajo, pero es lo que verdaderamente importa».
De lo contrario, estaremos criando a niños dependientes, asustados y sin iniciativa. La docente Concepción Sánchez lo suscribe. «Una niñez atada, amarrada, en espacios colectivos, bien podría experimentar serias dificultades para ejercer en ellos su autonomía de forma responsable, pues en definitiva son otros los que deciden, por más que el discurso sea que ‘lo hago por tu bien’. La ideología multitarea que pone el cuidado de los hijos e hijas al mismo nivel que cualquier otra habrá triunfado si nos rendimos y no nos empeñamos en que se siga priorizando ese cuidado de niños y niñas que buscan ahondar en su proceso de emancipación, en su autonomía, como tarea primordial y prioritaria por su capacidad para humanizar tanto a aquellos que son cuidados, como a los propios cuidadores», afirma.