Pepe y Pastora, un amor de diamante: «La fórmula para estar 60 años juntos es amor y paciencia a partes iguales»

Candela Montero Río
Candela Montero Río REDACCIÓN / LA VOZ

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MARCOS MÍGUEZ

Más de medio siglo de amor es de lo que presume este matrimonio de Culleredo. Se casaron a los cinco años de conocerse, con 23 y 21, y solo se arrepienten de no haberlo hecho antes

28 ago 2024 . Actualizado a las 11:47 h.

Pepe y Pastora llevan aproximadamente unos 21.785 días casados. Ahí es nada. O lo que es lo mismo: este otoño su matrimonio soplará las 60 velas, las conocidas como bodas de diamante. Más de medio siglo de convivencia. Y eso solo desde que pasaron por el altar porque, en realidad, juntos llevan todavía más tiempo.

Pastora Barreiro y José Gómez (al que todos llaman Pepe) se conocieron —y recuerdan el día exacto— el 2 de febrero de 1959, cinco años antes de casarse, cuando eran adolescentes: él tenía 18 años y ella 16. Se vieron por primera vez en el lugar que posiblemente haya generado más parejas desde el inicio de los tiempos: una fiesta —«as Candeas de Ferreiros», especifican—. Allí fue donde una de una aldea de Arzúa y uno de una parroquia de Oroso se conocieron, y Pepe (el de Oroso) cuenta que lo primero que le llamó la atención de Pastora (la de Arzúa) fue «lo bonita que era». «¡Y lo sigue siendo, que quede claro!», puntualiza. ¿Y a Pastora? «Lo mismo, ¡a mí lo que más me llamó la atención también fue lo guapo que era!», responde ella, medio en broma, medio en serio.

Ahora, él tiene 83 años, ella 81, ambos están jubilados y narran su historia como si fuese un cuento. Su propio cuento, que ellos mismos relatan al detalle y que —espóiler— tuvo un final feliz y terminó en boda el 1 de octubre de 1964 (ellos son de decir siempre la fecha exacta). Pasaron por el altar cinco años después de conocerse, cuando él tenía 23 y ella 21, y no se arrepienten de nada. Bueno, sí, solo hay una cosa que, echando la vista atrás, creen que habrían hecho de otra manera: «Solo nos quedó el pesar de no habernos casado antes», coinciden.

No tienen un vídeo del día de su boda porque la tecnología de los años 60 no daba para tanto, pero sí que la tienen grabada a la perfección en su retina. Pepe aún recuerda aquel 1 de octubre como uno de los días más felices de su vida —él va más allá y habla del momento exacto en el que ella le dio el «sí, quiero»—, algo que suscribe Pastora, que añade a la lista de los mejores recuerdos de su vida los días en los que nacieron sus hijos.

Y sí, ellos tienen dos hijos, uno de 56 años y otra que tiene 54 —«¡dos chicos aún!», bromean sus padres—, y cuatro nietos, que no se cansan de repetir que son «su mayor alegría». Pero ellos viven solos en su casa de una pequeña aldea del concello coruñés de Culleredo. Bueno, completamente solos no: tienen diez gallinas.

 UNA SEGUNDA BODA

Para ser exactos, sesenta son los años que han pasado desde su primera boda, pero no fue la única. Hace una década, cuando cumplieron 50 años de casados, renovaron los votos y pasaron de nuevo por el altar. «Ahí fue cuando tuvimos una boda de verdad», asegura Pastora. Una sensación que comparte Pepe, que detalla además cómo fueron estas bodas de oro.

Con su hijo y su nieta como padrinos, recuerda las cartas y los discursos de su hija, su nuera y sus nietos; el vídeo en el que se recopilaba su historia en imágenes y; sobre todo, la canción que él mismo le dedicó a su (ya dos veces) mujer. De ese tema, hasta tiene una estrofa favorita (a estas alturas ya está más que demostrado que a los miembros de esta pareja les gustan los detalles): «Parece que fue ayer el día en que nos conocimos, prometí quererte y unimos nuestros destinos», decía el verso.

A Pepe le parecerá que fue ayer, pero han pasado nada menos que seis décadas. Está claro que en esos 60 años la relación ha cambiado. Ellos mismos, sus personalidades, su vida y, en general, el mundo en el que viven también han cambiado. Pero si de algo presumen y están seguros es de que entre ellos el amor se mantiene, «igual o mejor», que el primer día. Y al escuchar eso y ver a esta pareja es inevitable preguntase —y preguntarles—, cómo es posible: ¿cuál es el secreto para que el amor no caduque?

Lo cierto es que la receta secreta del éxito en una relación y las claves para conseguir que esta sea duradera ni ellos mismos las saben. Para Pepe, lo esencial es «tener mucho amor el uno al otro». Pero Pastora va más allá y al cariño —que coincide en que es imprescindible— suma otro factor no menos importante: «La fórmula es amor y paciencia a partes iguales. Con eso se hace todo», defiende.

De cara a las futuras generaciones, con relaciones que están todavía naciendo, el único consejo que Pepe les puede dar es «quererse mucho». «Y nada más», sentencia. Pero, de nuevo, a Pastora le parece que esa receta se queda un poco corta y completa la recomendación añadiendo un ingrediente más al cóctel de amor y paciencia: «Hay que ser siempre sinceros. Las mentiras son lo peor que puede haber en un matrimonio», defiende.

No está demostrado que esta sea la combinación ganadora ni la receta infalible del éxito, pero está claro que a ellos, al menos, sí que les funcionó. Y no todo fue un camino de rosas, desde luego. Su relación, como todas, tuvo altos y bajos, sus momentos difíciles y también sus crisis. Pero lo importante, como dicen ellos, es que supieron superarlas.

Su matrimonio prácticamente empezó con uno de los momentos más duros de sus vidas: la muerte de su primer hijo cuando apenas llevaban un año casados. Al poco tiempo emigraron. Pusieron tierra de por medio, se marcharon a trabajar a Francia y volvieron cinco años después, a finales de 1970: con un hijo de 3 años y otra de apenas 1.

Pero el que identifican como su peor momento se haría esperar casi 40 años. Cuando tenía 37 años y con dos niños pequeños, su hija sufría un ictus: «Fue un trance muy duro, mucho más negro que la muerte de nuestro hijo. Fueron momentos muy difíciles», reconoce Pastora. Pero no tarda en cambiar el semblante para añadir, convencida, que «todo lo peor quedó atrás». «Ahora somos muy felices con nuestros hijos y nuestros nietos», asegura.

A día de hoy, cuentan que todavía disfrutan de pasar cada día juntos —«¡y cada noche!», bromea Pepe— y saborean cada pequeño momento: desde las partidas de cartas que juegan a diario hasta trabajar las verduras que cultivan en su huerta que, junto a las diez gallinas, ocupan buena parte de su tiempo libre.

Después de tantos años, tantas experiencias, tanto que contar y tanta vida juntos, ¿es posible que todavía les quede algún sueño por cumplir? Resulta que sí: «¿Lo que nos queda por hacer? Pues pon que es ir a la boda de nuestros nietos. ¡A ver si lo ven!», piden. Malo será que no lo lean. A lo demás, ya no podemos comprometernos.