
La gallega estrena el próximo día 13 «Justicia artificial», una película que plantea la posibilidad de dejar la Justicia en manos de un algoritmo. «Yo uso ChatGPT para que me haga dietas de una semana»
07 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Ha brillado en pasarelas y en editoriales de renombre, un mundo al que llegó muy jovencita cuando un amigo le preguntó si podía posar para él. Pero el talento de Alba Galocha (Santiago de Compostela, 1990) no se limita al mundo moda. Hace unos años dio el salto al cine y a la televisión, donde ha participado en películas como No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas o Plan de fuga, y en series como El Cid. El próximo 13 de septiembre estrena Justicia artificial, una cinta que plantea la posibilidad de dejar la Justicia en manos de un algoritmo. Ella tiene muy clara su postura al respecto en caso de estar sentada en el banquillo. Tras el rodaje de la película, en la que interpreta a Alicia —una abogada que está obsesionada con la IA y que, aunque «no es una santa», intenta hacer lo mejor posible, hasta que las cosas se tuercen cuando se topa con el poder— se ha tomado un parón en el mundo de la interpretación para centrarse en una de sus grandes pasiones: la cerámica. «Estoy en un momento de pausa, sé que volveré a hacer algo, pero hay algo con la industria audiovisual que me cuesta, a lo mejor entrar dentro de las expectativas», señala.
—«Justicia artificial» plantea un tema controvertido: si la inteligencia artificial puede sustituir a la humana a la hora de administrar la Justicia. Va a dar que hablar...
—Yo creo que sí, por lo que me ha comentado la gente que la ha visto en entrevistas, sesiones de fotos o conversaciones que hemos tenido alrededor de la película, vi que va a dar que hablar más de lo que yo había pensado. Es verdad que yo no soy una persona que tenga muy en cuenta este tema de la inteligencia artificial, porque lo utilizo a un nivel muy básico, pero sí me doy cuenta de que hay debate y un discurso formado acerca de él. Y me parece bien que a través de las películas se puedan generar estos debates, porque es algo que está pasando, y está bien que no solo la gente que se dedica a este tipo de temas hable de ellos, sino la gente de a pie.
—Si estuvieras en el banquillo y te dejaran elegir, ¿preferirías ser juzgada por un algoritmo o por un juez de carne y hueso?
—Por un juez de carne y hueso, sin ninguna duda. Sí, porque hay como una cosa de humanismo que más allá de que se tenga que atener a las leyes, siempre hay una empatía que está también en juego. Yo confío un poco en que eso también esté presente a la hora de tomar una decisión, por muy profesional que sea el juez o la jueza.
—¿Cómo es Alicia, tu personaje?
—Es una apasionada de su trabajo. Yo pensé en ella como artista, porque pienso que, al final, los artistas lo que tienen es una obsesión y su obra gira en torno a ella. Alicia tiene una obsesión que está relacionada con la inteligencia artificial. Ella genera un sistema operativo no desde la avaricia y el querer el poder, sino desde el «no puedo evitar crearlo e intentar hacer lo mejor posible». No es una santa, porque nadie lo es, pero es su trabajo y su pasión. Ella lo hace por y para el mundo, pero una vez que se encuentra con el poder, ahí se empiezan a torcer un poco las cosas, la avaricia y toda esa condición humana está más presente que nunca.
—¿Cómo ha sido trabajar con Tamar Novas?
—Una maravilla, ya habíamos trabajado a nivel de ensayos, porque hemos hecho varios talleres de cursos y módulos de interpretación juntos, y entonces tenía muchas ganas, porque en la sala de ensayos siempre es todo más intenso. Es un profesional increíble, a mí me gusta mucho cómo trabaja.
—¿Habéis hecho de anfitriones para el resto del equipo?
—Tampoco tanto, porque como una de las productoras también es gallega, el equipo era muy gallego en general. Creo que destacaban más los de fuera que los de aquí, la sensación era un poco como que estábamos en casa. A mí trabajar en Galicia siempre me parece un regalo.
—Dices que usas la inteligencia artificial a nivel usuario, ¿para qué?
—Sí, el ChatGPT lo utilizo. El año pasado terminé un grado de cerámica, y la verdad es que esto es de persona vaga total y absoluta, pero de repente la asignatura de inglés la pasábamos un poco por encima. Yo hablo muy bien inglés, pero había un vocabulario más técnico relacionado con la cerámica, y algún trabajo lo metía al ChatGPT para que me lo tradujera. Estoy vaga total y eso hace que deje de practicar el inglés en según qué momentos. También lo uso para buscar dietas. En plan, «hazme una dieta baja en alimentos que inflamen el intestino de una semana» o «basada en estos alimentos para una semana»... Voy cogiendo mis cosillas, pero de una forma superingenua, casi como un Google.
—La última vez que hablamos estábamos en plena pandemia, encerrados en casa, y me contabas que estabas aprovechando el parón para disfrutar de esos placeres caseros, que por el ritmo de vida a veces es imposible... ¿Sigues en ese modo?
—Sí, esos momentos me sirvieron para tener más tiempo para dedicarme a mí o a mi arte, o a mis cosas artesanales, una cosa que hago yo más conmigo y con mis sensaciones, y a partir de ese momento, me metí a hacer un grado de cerámica, cambié de estudio, ahora paso la mayor parte del día en él... De repente, le di más importancia a lo que yo quería, que es una vida un poco más tranquila, menos viajes, menos vorágine, y más pasar tiempo en el estudio.
—Siempre te veo con las manos ocupadas.
—Sí, la verdad que sí.
—¿Sabes estar quieta o te cuesta?
—No, me cuesta mucho. Este año me quedé en Madrid hasta el último momento, un poco pensando en eso, que hice un grado que me llevó tres años terminarlo, eran dos y lo hice en tres, y, de repente, tenía muchas ideas, muchas ganas de hacer cosas, y pensé: «Este verano hasta principios de agosto no me voy, para trabajar hasta el último momento en el estudio». Pero en Madrid hace tanto calor que la última semana era imposible, entonces decidí quedarme en casa, pero luego estaba pensando en las cosas que tenía que hacer y era como: «¡Dios mío!, tienes que aprender a parar». Y el venir a Galicia sí que es un poco el momento de «vale, voy a estar aquí dos semanas en las que, aunque me he traído el ordenador, no creo que lo toque mucho». Pero sí, me cuesta.
—La costura, la cerámica... ¿te sirven para relajar?
—Soy una persona a la que le gusta estar concentrada, me gusta el trabajo, y esto de estar metida en la materia. Yo no creo que sea tanto relajar, sino concentrar. Al final, es un estado casi meditativo, ¿no?
—Transmites mucha calma, mucha paz...
—Es curioso, es curioso. Ahora estoy trabajando con una amiga, que es directora de arte, y estoy ayudándola en sus proyectos, y el otro día me decía: «Me da una paz trabajar contigo...». Y yo pensaba: «Dios, pero si yo por dentro soy nervio puro». Yo puedo estar muy calmada, pero me siento que estoy dándole mil vueltas a todo, me cuesta parar. Está bien transmitir esa templanza, cuando mi búsqueda es la templanza, aunque a mí misma me cueste encontrarla a veces.
—Para encontrarte a ti solo hay que ir a ese estudio.
—Yo creo que un poco sí, es un lugar donde puedo hacer un poco lo que yo quiera. Te hablaba de la concentración, y allí me meto yo, y es mi mundo.
—¿Ahora ya podemos llamarte artesana o todavía no?
—Es que yo creo que lo del artesano es una cosa que se gana con muchísimos años, casi pasa de generación en generación, me queda tiempo por trabajar. Es verdad que estoy supercentrada en eso, y que le estoy dedicando muchas horas, mucho tiempo, pero no sé si la etiqueta es demasiado.
—Te sientes más cómoda como artista...
—Sí, yo creo que sí, me resulta como más amplio, el artesano al final es como una cuestión de muchos años, mucha dedicación y mucho perfeccionismo, y yo a la hora de hacer no soy perfeccionista.
—Dicen que los capricornios son muy creativos, pero en vuestro caso lo lleváis en los genes.
—A veces hay gente que nos dice que es sorprendente que tanto mis hermanos como yo, al final, nos dediquemos los tres a algo supercreativo. Es nuestra forma de hacer, de expresarnos, nos sale casi de forma natural, no es una cosa impuesta, ni que vengamos de una familia de artistas, pero, de repente, sí que hemos encontrado en diferentes técnicas la forma de trabajar y expresarnos, e intentamos ganarnos la vida a partir de eso.
—Tú que te mueves mucho entre hilos, ¿tienes algún hilo rojo?
—Yo creo que sí, este año vi la película La quimera, y la verdad que me parece increíble porque me parecía que todo hablaba de mí de alguna manera. Al final, ese hilo rojo creo que tiene que ver con la búsqueda de mí misma, de mi realidad. Creo que como mujeres muchas veces crecemos bajo una mirada externa que al final acaba convirtiéndose en propia, y cuando intentas de forma instintiva deshacerte de esa mirada externa, creo que ese es mi hilo rojo, que es como mi búsqueda hacia quién eres tú realmente, qué es lo que tú quieres, qué es lo que quieres contar...
—Hay gente que te echa de menos en las pasarelas, ¿tú las echas de menos?
—No, la verdad que no, casi lo siento como otra vida. Yo creo que la pandemia ha marcado mucho los tiempos, y hay como una ruptura y una separación entre vidas. El otro día vi a un amigo con el que vivía en París hace 13 años, y justo hablábamos de que parece otra vida, otras personas. Es una maravilla haber podido vivir todo eso, porque crecí muchísimo, aprendí muchísimo, y a día de hoy, haciendo otros trabajos dentro de la moda o las producciones audiovisuales, me doy cuenta de que tengo muchísima experiencia gracias a esos años. Lo recuerdo con mucha nostalgia, mucho cariño, mucho amor, pero creo que estoy en otra etapa. Quiero decir, si tuviese que volver por una cuestión económica, pues oye... pero no es lo que yo quiero ahora mismo. Justo ahora que te lo estaba diciendo, pienso: «Uy, no, no, realmente no volvería». A día de hoy, mi búsqueda o lo que yo quiero hacer no tiene nada que ver con el papel de la modelo, igual sí que tiene que ver con estar en una pasarela, pero desde otro sitio.
—La puerta de la moda no está cerrada, solo a las pasarelas.
—Justo, y a día de hoy económicamente es lo que me mantiene. Yo tengo la posibilidad de desarrollar mis prácticas en cerámica o en bordados gracias a mi carrera como modelo, porque es lo que me sigue generando. Realmente, no está abandonado, estoy empezando a hacer cosas de sets y de dirección de arte, y siguen estando relacionadas con la moda. Sigo en este mundo, porque, al final, mi experiencia mayoritariamente está ahí.
—Fuiste muy valiente porque lo dejaste cuando estabas en lo más alto de tu carrera para afrontar un nuevo reto, el de la interpretación.
—Nunca hubo una decisión de decir: «Voy a hacer esto», sino que al final fui haciendo lo que me iba surgiendo. El empezar a hacer los cursos de interpretación me sirvió mucho a nivel interpretativo, pero también a nivel personal y artístico. De repente, me abrió muchas puertas, de «uy, aquí hay muchas cosas que contar y muchas formas de contarlo». Pero no fue una decisión de voy a hacer esto, sino de voy a probar. Creo que muchas veces nos responsabilizamos mucho de este tipo de decisiones, y creo que está bien hacer, probar, cambiar, volver... Si la vida te brinda la posibilidad de vivir así, es una suerte increíble.
—La industria audiovisual es muy competitiva, ¿cómo manejas la presión y las expectativas?
—Hice Justicia artificial, y después terminé el grado en Cerámica, y durante este año hablé con mi representante y le dije: «Me quiero centrar en este grado, quiero terminarlo y no voy a hacer pruebas». Llevo un año y pico sin hacer nada relacionado con esto, todavía no me he parado a ponerle palabras a por qué, pero creo que puede tener que ver un poco con esto. Hay una cosa de la inmediatez y el éxito que tiene mucho que ver con la industria del estrellato y no tanto con la materia del trabajo de la interpretación. Lo que tiene que ver con el ensayo, el estudio y trabajar con el cuerpo me apasiona, pero luego hay una cosa con el rodaje, más con la producción audiovisual, que como actriz me cuesta un poco.
—Tienes que pensar...
—Estoy ahí en un momento de pausa, en un impasse, sé que volveré a hacer algo, talleres de interpretación sí que sigo haciendo, pero con la industria sé que hay algo que me cuesta, a lo mejor entrar dentro de esa cosa de las expectativas.
—He visto que en redes ahora eres Alba Galocha Folgueira, ¿es un homenaje a tu abuela materna?
—Es que Galocha ya es el apellido de mi abuela paterna, porque mi padre se cambió el orden de los apellidos antes de que yo naciera. Mis hermanos nacieron López, y luego mi padre se lo cambió. Y me apetecía Folgueira porque me parece más bonito que Vallejo, aunque a mi abuelo lo quiero muchísimo. Pero como ya tenía el Galocha de mi abuela paterna desde que nací, ahora cogí el Folgueira, que es mi abuela por parte de madre. En realidad, a nivel legal, soy Galocha Vallejo, porque mi madre no se lo quiere cambiar por mucho que yo le diga. Pero es una forma de llevar los dos apellidos de mis abuelas, que realmente me parecen más bonitos que los de mis abuelos.
—Con tu abuela tienes una relación muy especial, ¿no?
—Sí, nos queremos un montón, ella es la monda.
—Practicas el psicoanálisis, ¿te sirve de terapia?
—Sí, ahora ya hace un par de años que lo dejé, y muchas veces pienso en que me vendría bien volver. En un origen me sirvió muchísimo para lo que te contaba del hilo rojo, para darme cuenta de quién era yo realmente y quién me había creído yo que era hasta ese momento, en el que me tumbé en el diván y empecé a pensar realmente desde mí misma. Da la sensación de que si no te tomas esos espacios y tiempos de reflexión contigo, vas por la vida un poco como pa´diante.
—El ritmo del que hablábamos al principio.
—Sí, vivimos en una sociedad llena de distracciones y de cosas que nos ponen a nuestro alrededor para, precisamente, no pararnos a pensar y que no duelan las cosas. Y es necesario pasar por la gestión de según qué traumas para poder saber por qué eres como eres y poder decidir cómo quieres ser en un futuro.