Anna Roig: «Tengo oído absoluto. Si un vaso cae al suelo, sé si suena un fa, un re o un do»

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Anna Roig descubrió de pequeña que su capacidad iba por delante. Y aunque corrió y no hizo ni tercero de primaria ni de la ESO, toda su inteligencia y su alta sensibilidad fue arrasada con insultos y hasta agresiones. «Las niñas con altas capacidades pasan más desapercibidas», apunta

14 oct 2024 . Actualizado a las 10:53 h.

Anna Roig recuerda que a los 6 años ya se sentía distinta y estaba harta del trato diferente por parte de los profesores, estaba cansada de ser la rarita de la clase y cree que fue ahí, en ese sentimiento de soledad, cuando nació en ella la idea de ayudar a los demás. Se imaginaba un futuro donde se pudiera vivir en armonía, en un lugar de respeto y quería para todos sus semejantes un mundo así. Desde esa raíz, que se plantó en ella a los 6 años, nació mucho tiempo después el proyecto Zebra, una iniciativa que arrancó en el 2022 en la que ella y sus compañeros se dedican a hacer evaluaciones de altas capacidades y además ofrecen cualquier apoyo a las familias, a los propios afectados, y se ocupan de ayudar a cualquier persona con neurodivergencia, que no deja de ser otra normalidad más del ser humano. No una diferencia.

 A Anna su madre, que además es docente, ya le notó de muy, muy pequeña una precocidad en su desarrollo. Había aprendido a leer sola y fue en ese momento, alrededor de los 3 años, cuando descubrieron que tenía una capacidad superior.

«Yo creo que cuando dices que tienes altas capacidades parece que eres una superheroína, que sabes hacerlo todo, que siempre sacas dieces y nada que ver. Realmente hay una idea preconcebida de que todos, además, somos iguales, cuando las personas con altas capacidades no tenemos nada que ver unas con otras. La gente cree en esa imagen de Sheldon Cooper, una persona superlista con muy poca inteligencia emocional, que eso, bueno, puede darse en algunos casos, pero puede también ser todo lo contrario: que seas una persona con mucha sociabilidad», aclara Anna.

«No se trata de ser un coco en Matemáticas, ¡puede ser en Lengua!, por eso es muy importante que se evalúe bien a los niños —añade—, porque la gente con altas capacidades fracasa». Y fracasan, como explica Anna, por un sistema educativo centrado «en la repetición de contenidos». «Si no se trabaja desde la curiosidad personal ni desde los retos, eso hace que se cree un caldo de cultivo para el fracaso», señala. De ahí que sea muy habitual que las familias se vean abocadas a cambiar constantemente de colegio a sus hijos. «Yo, en total, he cambiado siete u ocho veces de colegio en mi historia educativa, y eso que me ahorré dos años, porque no hice ni tercero de primaria ni tercero de la ESO», indica.

«Creo que a mí, que justo nací en el mes de diciembre, me faltó mucha educación emocional para poder afrontar todo eso, para poder entender que yo no era el problema. Me faltó también el apoyo en el aula por parte de los profesores, que son los que realmente tienen la potestad de parar todo eso», apunta. «Yo estaba aislada, y como iba al conservatorio y me gustaba la música clásica, tampoco terminaba de encajar con los gustos de los que iban conmigo en clase, y eso todavía me hacía más especial», continúa Anna, que, como se ve, sufrió mucho. «Realmente el rechazo empezó muy pronto, entonces eran cosas de niños, lo típico de que no te eligen en el grupo de Educación Física o te dejan la última, pero luego sí que llegó a haber agresiones físicas, incluso, en la ESO. El acoso fue creciendo, insultos de todo tipo... El sufrimiento fue grande. Yo lo recuerdo como unos años complicados. También porque no tenía opción de huir de ahí, todos los días tenía que ir tantas horas al colegio y estar con esa misma gente», continúa. Ella, como tantos otros chicos de altas capacidades, aprendió a no destacar, porque muchos lo que desean es ponerse un traje y pasar desapercibidos. Sin pretenderlo, ellos siempre sobresalen.

«Hay más niños diagnosticados con altas capacidades que niñas, porque ellas se siguen adaptando más al sistema, sacan buenas notas y pasan desapercibidas»

«Es curioso —indica—, nosotros ahora en nuestro proyecto hemos observado que la mayoría de las evaluaciones que hacemos son a niños y no a niñas. Y según los datos del Ministerio de Educación, hay un 70 % de niños con altas capacidades frente a un 30 % de niñas. Esto no es porque sean menos inteligentes ellas, sino porque las niñas no son diagnosticadas, como se adaptan bien al sistema educativo suelen pasar más desapercibidas. Es otro comportamiento social el de las niñas, y los niños suelen manifestar más esa inquietud, esa ruptura, mientras ellas suelen sacar buenas notas y son excelentes académicamente».

TRATO CON GENTE MAYOR

«La alta capacidad no solo se trata de una inteligencia mayor o de una creatividad desarrollada, sino que a nivel emocional y de procesamiento sensorial cualitativo suele haber también patrones que se cumplen. En general son personas que se relacionan con gente mayor, porque tienen un procesamiento de la información bastante más parejo y les interesan cosas que no suelen ser propias para su edad. Es verdad que cuando somos adultos esto ya se estandariza más, pero en la infancia y en la adolescencia se nota mucho», explica Anna, que ya de adulta supo que también era una persona altamente sensible después de hacerse el test. «Suele haber relación: una persona altamente sensible puede no tener alta capacidad, pero una persona con alta capacidad acostumbra a tener un procesamiento sensorial diferente», dice Anna, que en su caso, tiene oído absoluto.

«Cuando escucho una frecuencia, sea la que sea, una nota de un piano o un vaso cayéndose al suelo, yo no escucho un sonido, sino que escucho un re o un fa, o un do, la nota que sea», relata. ¿Te resultan desagradables algunas voces, distingues notas cuando te hablan? «Realmente, hay una gran parte también aprendida a la hora de ignorar. Es decir, si yo estoy constantemente escuchando notas en todo lo que me pasa, pues me vuelvo loca. Porque estoy procesando letras en mi cabeza cuando realmente son sonidos. Pero sí que cuando escucho música, o alguna frecuencia, ya sea el pitido de un coche o cosas más concretas, involuntariamente percibo la nota que es».

Para Anna, el mayor problema que le trasladan las familias o las propias personas con altas capacidades es la soledad: «Creo que nos sentimos así, porque en el día a día notamos sensaciones o nos surgen problemas que solo nos pasan a nosotros. Son cosas de las que no hablamos por tabú o por vergüenza, pero que luego, cuando nos reunimos y hablamos de ello, todos nos sentimos superidentificados». ¿Por ejemplo? «Lo que se llama en inglés mold talk, es decir, la conversación banal, que no sirve para nada, como cuando nos metemos en un ascensor 15 segundos y te pones a hablar del tiempo con un extraño. Eso nos parece totalmente innecesario, entonces, si fuera por nosotros, la evitaríamos, pero hemos aprendido a hacerlo para que socialmente sea más adaptativo», expresa Anna.

Ella asegura que la gente con altas capacidades es sociable, «pero sí es cierto que socializamos con personas afines, con las que nos apetezca compartir, pero claro que sabemos actuar en sociedad, lo que pasa es que te gusta elegir a tu interlocutor. A mí básicamente es que los temas de conversación de los niños de mi edad me parecían muy banales. Yo quería hablar de viajes, de documentales, de libros que estaba leyendo, y ellos hablaban de juguetes o de cosas mucho más mundanas, por así decirlo, y me aburría», confiesa.

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¿Genera en vosotros mucha frustración esa capacidad extraordinaria que luego no es posible canalizar por el sistema, tanto educativo como laboral? «Sí, lo que tenemos que hacer, especialmente las personas que tenemos mucha convicción, muchas soluciones y muchas ideas, es precisamente buscar sitios en los que poder desarrollarlas y tener formas de llevarlas a cabo. Yo, por ejemplo, antes de trabajar por mi cuenta, lo hice en empresas en las que a lo mejor tenía un cargo medio, no era la jefa de todo, y sentía que tenía ideas que podían ser más eficientes que las que tenían mis superiores. Y, claro, eso es muy frustrante. Ahora no me pasa porque soy mi propia jefa, con todo lo bueno y todo lo malo, pero por lo menos tengo esa potestad, esa posibilidad de llevar a cabo lo que se me ocurra. Luego, pues saldrá bien o saldrá mal, pero tengo la opción de hacerlo. Es lo que en mi caso me ha funcionado».

MÁS MUJERES EN LOS TEST

Aunque las niñas sean menos diagnosticadas que los niños, Anna ha observado que de, adultas, son más las mujeres que se acercan a hacerse el test, la mayoría de las veces porque han descubierto en sus hijos la alta capacidad. Por eso suele haber, en su opinión, un componente genético. «No es que lo haya en el cien por cien de los casos, pero tiene relación, de ahí que muchos padres, después de detectárselo a sus hijos, hayan empezado a leer, a tener conocimiento y hayan dicho: “¡Ostras! Esto es lo que me pasaba”». Por eso Anna insiste en la importancia de que la gente se haga los test y que se observe a los niños, porque en los colegios ha habido una tendencia en centrarse en quienes tenían déficit, pero no en aquellos en los que iban por delante, y muchos de esos han acabado fracasando o sufriendo bullying.

«Cuando tú estás por encima, por así decirlo, no tienes realmente dificultades para entender cómo funciona y para cumplir con lo que se te pide, sino que te aburres y te cansas. Parece, entonces, que tú no tienes un problema tan grave como el de una persona que directamente no llega a los mínimos requeridos. Y ese es el error, pensar: ‘‘Ay, tiene altas capacidades, pues no hay que hacer nada, porque ya sabrá hacerlo, ya se apañará, ya se adaptará, va sobrado... Y no. Eso de apañarse hace que muchas veces perdamos la motivación y las ganas y acabemos muy frustrados. Los niños con altas capacidades, igual que los adultos, necesitan cambios, estímulos, retos, si no, se perderán por el camino. Pero cada uno tiene que ver cómo lo consigue, no se trata de que el niño haga robótica o ajedrez», concluye Anna, que ha puesto todo en su empeño, tanto en su pódcast como a través de su proyecto, en dar a conocer todas las particularidades de quienes, como ella, ven, escuchan y viven con otra sensibilidad y con más inteligencia.