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Sara Pérez, la tatuadora gallega que arrasa en toda España: «Abrí agenda media hora y llené la lista de espera hasta el 2026»

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Ismael Torres

Esta tatuadora de Boiro es de las más cotizadas de España. La línea fina y el hiperrealismo, tan de moda, son su seña de identidad. «Para la gente, conseguir cita conmigo empezó a ser como conseguir entrada para un concierto», asegura

29 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El éxito de Sara Pérez puede parecer exagerado desde fuera, pero basta con acercarse un poco para comprobar que no tiene límites. Para muchos, que sea ella la que inmortalice su piel viene a ser algo así como llevar el autógrafo de una estrella del rock. Su línea fina es, quizás, la más fina a la que se puede aspirar. A sus 26 años, es una auténtica eminencia del tatuaje y una dibujante de excepción. Hasta su estudio de Boiro ya se acercaron celebs como Ana Peleteiro o Marta Riumbau. «Llegué a tatuar a 70 personas en un solo día», desliza.

—Eres referente en un mundo en el que no hace tanto que empezaste.

—El tiempo pasa rápido, hace cinco años que empecé. Pero es cierto que desde el principio capté a gente rapidísimo. El primer año llené la agenda con más clientes que otros profesionales que llevaban diez o quince tatuando.

—¿Van desde lejos a tatuarse a Boiro?

—Sí, han venido de Madrid, del País Vasco, de Pamplona... Tengo mucha suerte de que haya gente que adora mi trabajo y que dice que tengo que ser yo quien los tatúe, no dejan que sea otra persona.

—Pasaste del maquillaje al tatuaje.

—Sí, yo primero hice maquillaje, empecé haciendo vídeos maquillándome a mí misma, y también a novias e invitadas; después, en Carnavales y en Halloween hacía transformaciones y caracterizaciones de personajes de películas, body painting... Y así fue cómo la gente vio que tenía talento dibujando, y me empezaron a preguntar por qué no me hacía tatuadora. Me picó la curiosidad, pero aquí no había formaciones para eso, así que les pregunté a otros tatuadores si podía ir con ellos a aprender, y uno aceptó. Fui con él a una formación de tres días, compré todo el material y empecé a probar en amigos. Me creé un Instagram, empecé a subir fotos de tatuajes y me hice autónoma. Eso fue durante el primer mes de la pandemia. Yo iba anotando en una lista de espera a la gente que iba queriendo cita, y me junté con dos meses de espera, que para entonces ya era bastante tener trabajo todos los días de la semana durante dos meses. Empecé a tatuar a diario, y entonces pensé en abrir un local.

—¿Fue solo fruto del boca a boca?

—Empecé yendo a un estudio de Pontevedra una vez a la semana, pero después ya empecé a tener a tanta gente que iba abriendo y cerrando agenda cuando veía que ya no daba más. Además, hubo gente conocida que también vino a tatuarse, y eso me dio aún más visibilidad.

—¿Como quiénes?

—Ana Peleteiro, que le tatué los aros olímpicos, igual que a sus padres; Michenlo, que es un DJ que tiene medio millón de seguidores; y luego otras influencers como Marta Riumbau o Cristina Cerqueiras. Es gente que confió en mí y que me dio visibilidad. Se me empezó a conocer más por redes sociales y me encontré con que abrí la agenda durante media hora y llené para dos años. Para la gente, conseguir cita conmigo empezó a ser como conseguir una entrada para un concierto. Se lo tomaban muy, muy, en serio. Yo decía: «Tal día a las 12 abro agenda», y muchísimas personas estaban atentas.

—Eres especialista en línea fina, que es la tendencia por excelencia en tatuajes.

—Ahora buscas el estilo de línea fina y te salen muchos tatuadores, pero cuando empecé fui de las primeras que empezó a hacerla aquí en Galicia. Eso fue lo que me hizo destacar. Con el tiempo empezó a haber más, y pensé en hacer algo diferente con tatuajes microrrealistas a color. Sigo destacando en eso.

—¿La gente ve un tatuaje y ya sabe que es tuyo?

—Cada uno tiene su estilo al diseñar. Hay gente que me dice: «El otro día estaba tomando algo, vi un tatuaje y le pregunté a la camarera: ‘¿Ese tatoo te lo hizo Sara?’. Dicen que los reconocen.

—¿El cliente te da la idea y tú diseñas la propuesta?

—Eso es lo que me lleva más tiempo, muchas veces lleva más diseñar que hacer el tatuaje. Por ejemplo, me pueden decir: ‘Quiero tatuarme desde el tobillo hasta la rodilla un paisaje, e incluir mi trabajo, que soy fontanero, a mi hijo, que se llama tal y nació el día tal...’». Saben que tengo un estilo y suelo acertar, pero me rompo la cabeza un montón para que les guste. Siempre suelo combinar microrrealismo con línea fina, palabras, letras...

—¿Estás tú sola en el estudio?

—El estudio tiene tres cabinas, en una estoy yo, en otra un compañero que borra tatuajes, y en la otra una compañera que hace piercings. Y de vez en cuando, una vez al mes, suele venir un tatuador de otras zonas de Galicia especializado también en línea fina y tatuajes de color, porque hay mucha gente que quiere tatuarse, pero como yo tengo la agenda cerrada casi siempre, buscan otras opciones y es para darles ese servicio.

—¿Y hasta cuándo tienes la agenda cerrada?

—La abrí hace un mes y la tengo cerrada hasta el 2026. Cada vez, como hay más tatuadores que hacen línea fina, me piden tatuajes más complejos que llevan más tiempo. Por ejemplo, me piden muchos de mascotas, que me llevan entre tres y cuatro horas. Ahora tatúo a menos gente, porque los tatuajes llevan más tiempo. Antes hacía muchas palabras y tatuajes pequeños, que igual en un día tatuaba a nueve personas, y ahora solo a tres.

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—¿Y la gente no cambia de idea de tatuaje después de años de espera?

—Pues menos mal, porque si al final se iba a arrepentir del tatuaje... Pero la gente que quiere algo de verdad, espera. Había personas que llevaban tres años esperando y que no consiguieron cita las últimas veces que abrí agenda. Entonces, la última vez se me ocurrió una idea sobre la que hubo disparidad de opiniones. Abrí un fast pass con la idea de que si quieres una cita ya, sin esperar meses o años, te tatuamos en este mes y en el próximo. Era de 100 euros el fast pass, y hubo mucha gente que pagó esa cantidad que no se descuenta del precio del tatuaje para tener la cita. La última vez que abrí agenda era para incluir en ella a 250 personas, pero como se colapsó la página, abrí un correo electrónico. A todos los que escribieron en ese correo en la siguiente media hora los anoté, y cuando acabé con los 250 del formulario original que se colapsó, pasé a los de esa la lista de espera. Viendo el número de personas que son, estimo dos años de espera. De esa manera, todos se pueden tatuar más tarde o más temprano.

—¿Qué es lo que más te piden, además de las mascotas?

—Siluetas de fotos, en recuerdo, sobre todo, de los abuelos.

—¿Se borra antes el tatuaje de línea fina o requiere de más mantenimiento?

—Al final, es una aguja que entra al cuerpo. Los tatuajes más gordos se hacen con un grupo de siete o nueve agujas, porque en cuanto la línea es más gruesa, lleva más tinta. A largo plazo, va a permanecer más intensa. Pero si está bien hecho un tatuaje, no tiene por qué desaparecer. Sí que es cierto que la piel es un órgano que no es un papel que pintamos y ya queda ahí, sino que se va regenerando y demás, por lo que con los años un retoquito a los tatuajes de línea fina les viene bien. Pueden coger un tono más claro, pero si llegan a desaparecer es que no están bien hechos.

—¿Cómo es un tatuaje microrrealista?

—Son diseños realistas, pero en un tamaño de menos de 10 centímetros.

—¿Va mucha gente a tatuarse en pareja?

—No [se ríe], eso está cambiando. Lo que tenemos es trabajo para borrar ese tipo de tatuajes que llevan el nombre de la expareja, o la silueta de una foto de esa persona, pero de hacerlos, la verdad es que no [se ríe].

—¿De qué se arrepiente más la gente?

—La gente, más que de lo que tiene hecho, se arrepiente de cómo se lo han hecho. Igual buscaban algún diseño fino y al final se les expandió por una mala ejecución, o tenían originalmente una frase y actualmente ya no se lee nada...

—Pero eso es algo que hasta que pasa el tiempo no se ve, ¿no?

—Bueno, hay gente que ya sale descontenta el primer día que se lo ha hecho. Antes también había otras modas, el delfín, las estrellas, el tribal...

—¿Y también se arrepienten de las zonas elegidas?

—En algunos casos sí, como por ejemplo en la barriga, que hace años se llevaba mucho y después, con los embarazos, la piel estira... Antes había modas, ibas a ver el catálogo y elegías. Ahora se diseña más.

—¿En dónde no tatúas?

—En el labio. Una vez me pidieron una palabra por dentro y no me gustó nada la sensación, sangra mucho y se borra. Y luego en la planta del pie, que estuvo muy de moda, pero como la piel es muy gruesa, el tatuaje queda irregular.

—¿Te tatuaste a ti misma?

—Sí, de hecho tengo la cara de mis abuelos tatuada. A veces me hago alguno porque me apetece, y tengo bastantes, pero son pequeñitos. La estética del tatuador también ha cambiado. Antes iba llenísimo de tatuajes, y ahora ya no. Algún tatuador incluso casi no tiene.

—¿Y cuánto de importante es el propio estudio?

—El mío es de alquiler, pero lo decoré lo más bonito posible con ayuda profesional para que no fuera un estudio convencional. Cuando alguien se va a hacer un tatuaje por primera vez llega nervioso, y quería un sitio que aportase tranquilidad y confianza. Su ubicación sí condiciona un poco. Al final, estoy en un pueblo que es pequeño. Y la gente se desplaza para tatuarse, pero sé que si estuviera en Santiago mis compañeros tendrían más trabajo, o estaría buscando más tatuadores de otras ciudades para venir a mi estudio. No descarto la posibilidad de abrir en una ciudad.

—Un tatuaje es muchas veces la expresión de algo íntimo. Habrás escuchado historias de vida de todo tipo.

—Sí. Hubo una pareja de Málaga y se vino a Galicia con su hijo. El niño estaba en silla de ruedas y era tetrapléjico, tenía 2 años. Aquí tenían un aparato que le podía ayudar a mejorar, y tuvieron que dejar su trabajo y pedir un préstamo para asumirlo. Al cabo de unos meses se les acabó el presupuesto, no podían seguir con el tratamiento y tuvieron que volver a Málaga. El niño mejoraba poco a poco, pero no les aseguraban que pudiese hablar, caminar... ni que fuese a vivir al cien por cien. Antes de irse quisieron tatuarse el nombre de su hijo, y seguimos en contacto. Es la historia que más me marcó [se emociona]. Normalmente, cuando pasa algo importante en la vida, mucha gente se hace un tatuaje. Incluso personas de 50 o 60 años que han perdido a alguien y sienten la necesidad de llevarlo en la piel.