Ángela, investigadora distinguida de la Universidade de Vigo: «En la ciencia hay que entrenar cualidades que te hagan resiliente. No se quedan los mejores, sino los que tienen capacidad de adaptación»
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«Aquí no siempre se quedan los mejores, sino los que tienen capacidad de adaptación, resiliencia», señala esta investigadora del grupo de Geoma (Grupo de Geología Marina y Ambiental) y el CIM (Centro de Investigación Mariña) con 18 años de carrera. Es uno de los cerebros que instan a trabajar en la retención de talentos y en ofrecer condiciones que favorezcan su retorno al país
07 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El maratón de la investigación en ciencia empezó para Ángela Fontán (Pontevedra, 1977) en el 2006. Su vocación ha cumplido la mayoría de edad, y tiene, profesionalmente, como quien cumple los 18, esa sensación de que todo está a punto de empezar. No por el esfuerzo invertido, sino por la inestabilidad a cambio.
Ángela, investigadora distinguida de la Universidade de Vigo en el grupo de Geoma (Grupo de Geología Marina y Ambiental) y en CIM (Centro de Investigación Mariña), trabajó en otras cosas tras hacer la carrera de Ciencias del Mar y debutó como investigadora con un proyecto de conservación de dunas, que la llevó a mudarse a Valencia hasta el 2014. «¡Hay gente que se va mucho más lejos, yo solo me moví por la Península», dice. Hay cerebros, admite, y se fugan «porque ves que los salarios son muy inferiores aquí; que estamos, con Portugal, a la cola de Europa». «Las políticas cambian y no hay una estrategia clara a seguir —explica—. Aunque no todo es catastrofista, hay medidas que mejoran la situación».
¿Animarías a un joven a iniciar la carrera en el país? «Le diría: ‘Hay que trabajar mucho para empezar’. Cobrar depende de la suerte y la habilidad, pero el trabajar mucho está asegurado si quieres una plaza de investigación y profesor en un centro o universidad».
El currículo en este campo es otro universo: «Tienes que tener docencia, proyectos, gestión de proyectos... Los convenios protegen a los investigadores, pero la situación de estos está a años luz de los de centros de Francia, Italia o Alemania. El investigador no debería estar peleando aquí con las facturas, el trabajo de laboratorio y organizar».
«Pierdes tiempo de familia, de pareja, de vida... ¿Compensa? Yo he pensado varias veces en dejarlo, pero siento que estoy aportando algo»
La cualidad estrella
No queda otra «que entrenar cualidades que te hagan resiliente». «No se quedan los mejores, sino los que tienen capacidad de adaptación», expone Ángela.
A esta enamorada del mar la carrera le ha hecho renunciar a muchas cosas, «tiempo de amistades, de familia, de pareja... Pierdes familia, vida, ¿compensa?», deja la duda en el aire.
Ella admite que pensó en cambiar de rumbo: «No una, sino varias veces pensé dejarlo y preparar una oposición o montar una empresa para salir de este sistema. Casi todos pasamos por algo mental, estrés, la presión de que tienes que ir al paro cada cierto tiempo».
La Universidade de Vigo aprueba en igualdad, luz en la batalla. «¡Trabaja mucho en eso!, hay mujeres en puestos de responsabilidad, que era impensable hace poco. Pero hay cosas de la brecha de las que no te das ni cuenta», comenta tras haber hecho un curso de la perspectiva de género en su ámbito.
¿Por qué sigues 18 años después? «Me gusta el trabajo de campo, el ambiente costero, ese trabajo en zonas bonitas o afectadas por el cambio climático. Sientes que estás aportando algo, como al trabajar con los alumnos y ver la ilusión», concluye esta investigadora que pone su grano de arena para conservar las dunas del talento de Galicia.
Artai Santos, de Cangas a Escolmo: «Irse fuera tiene un lado bueno, pero es casi obligatorio en esta carrera»
De Cangas do Morrazo a Estocolmo hay más de 3.400 kilómetros de distancia que se puede medir en tiempo, los 400 días que Artai Santos (Cangas, 1993) lleva lejos de casa, trabajando como investigador en Suecia. Hizo la carrera en la Universidade de Vigo y un máster en la de Valencia. Sumó a su formación un segundo máster (de profesor de secundaria), porque era consciente de que la investigación «es una carrera de obstáculos en España». «Veía que muchos, muy válidos, iban quedando en el camino. Las políticas científicas en España son muy mejorables», advierte quien finalmente no se presentó a las oposiciones porque le surgió un contrato de doctorado.
«Yo tuve suerte, no es sencillo encontrar un posdoc en mi campo», comenta este paleontólogo que estudia la reacción de los ecosistemas a la gran extinción de hace 250 millones de años.
Oferta no faltó: Artai debió elegir entre la Academia china de Ciencias y la Universidad Nacional Autónoma de México. Voló a México y mudó el destino por Estocolmo hace 13 meses. Oportunidades hay, «pero fuera», dice. «Ir fuera tiene su lado bueno, pero además es casi obligatorio», matiza.
Con 18 años, hizo su primer muestreo de campo y lleva un decenio ya investigando y aprendiendo. Según Artai, Suecia o Norteamérica ofrecen buenas condiciones al investigador científico.
Este año él quiso pedir un contrato de investigación posdoctoral de la Xunta para volver a Galicia: «Pero si has firmado un contrato para trabajar como investigador dos años fuera, quedas excluido». Para él, sería la oportunidad de regreso. «Si me hubiera quedado en casa, podía haberla pedido», considera.
Lo peor y lo mejor
Lo mejor de marcharse «es que es tremendamente enriquecedor». «La queja va hacia el sistema, a las trabas que pone para volver. ¿Lo bueno? Que conoces otras personas, otras culturas, sales de tu zona de confort. Conoces otros laboratorios, otras formas de pensar. Él está en contacto con muchas nacionalidades. En su laboratorio, Artai y una chica ecuatoriana son los dos únicos hispanohablantes. Practicas idiomas, «que es muy estimulante. «Y algunos de los científicos séniores con los que trabajo aquí son muy relevantes. Estoy creciendo, y eso es impagable», valora. Estar lejos de los suyos es lo que más pesa. «Se murió mi tío y se murió mi abuelo y no pude ir a despedirme», cuenta.
El paso a un contrato estable puede «eternizarse», dice quien se ha mudado un par de veces de país. «La vida te va rodeando en cada sitio al que vas y luego debes mudarte», lamenta.
A finales del 2025 acaba su contrato en Suecia. «Cómo te trata el sistema en España es completamente diferente a cómo lo hace en Suecia. Yo, si vuelvo, que quiero volver, asumo que cobraré, prácticamente, la mitad que en Suecia». Y aun teniendo en cuenta el coste de la vida, compensa quedarse en el norte de Europa, concluye, donde la morriña se palpa como la estabilidad en la ciencia.
Rosa Montes: «Al ser madre hay parón, sin la ayuda de mis suegros no podría seguir en esto»
Más de una hora hace a primera hora, cada mañana, al volante Rosa Montes. Para cruzar la distancia entre Chantada, donde vive y «concilia» gracias al puntal de los abuelos, y Santiago. Por su pasión por su trabajo en Química Analítica de la USC. Con diez años de carretera diaria y viene y va, no se le apaga el motor de una vocación a prueba de contratos que brillan por su temporalidad. «Yo sé por qué estoy aquí. No solo me encanta lo que hago, me gusta no saber lo que va a pasar...», sorprende.
La incertidumbre de su carrera la motiva, admite la investigadora adscrita al iARCUS (Instituto de Investigación do Medio Acuático para unha Saúde Global). «Esa incertidumbre, el dinamismo, es la manera de que te esfuerces», sostiene. ¿Es lo opuesto a la idea de estabilidad asociada al funcionario? «Sí... Aquí, dentro de que estamos trabajando en el sector público, no tenemos estabilidad, no podemos relajarnos. No puedes tener vacaciones, porque las convocatorias no esperan», resume Rosa, que leyó su tesis en el 2010, hizo el posdoctorado en la Universidad de Barcelona tras dos estancias previas en Turín y en Parma. «La idea —contextualiza— es que, tras la tesis, te vayas formando en otros lugares con la idea de que ese conocimiento lo traigas de vuelta. Generalmente, los investigadores españoles y gallegos queremos volver...».
Rosa advierte que, frente a esa vocación de trabajo que no pega ojo ni en tiempo de libranza, «no hay una financiación pública de base» en su sector. «Al no tener una financiación de base que permita que estés trabajando entre estas cuatro paredes, como eso no existe, lo que tienes que haces es irte a convocatorias competitivas, tanto nacionales como europeas, para conseguir esos fondos que permiten costear tu investigación. Lo que tienes que hacer es autofinanciarte la investigación», dice Rosa poniendo el dedo en la llaga del agujero en inversión.
« En casa tenemos tres A-Z que son ‘la caja de los papeles de Rosa´. En este trabajo, estás todo el tiempo auditado, todo el rato a examen...»
En unas convocatorias se concurre solo y en otras, la mayoría, en un equipo de investigación. «Al financiar tu investigación siempre en una convocatoria competitiva, somos muchos a pedir y pocos fondos a repartir. Si no la ganas, no tienes estabilidad, ni continuidad para ti y para las personas que trabajan contigo; en mi caso, se trata de varias», comenta.
Rosa tiene una plaza de profesora ayudante doctora. «Es de cinco años. Después afrontaré un proceso selectivo». Si lo supera porque nadie con más currículo se presenta y se lleva la plaza, ¡suerte! «Lo que cuenta es la suerte y son tus méritos», apunta Rosa. ¿Los méritos en qué consisten? «Dependen de varias cosas: haberte presentado a convocatorias, publicar artículos, dirigir tesis, dar horas de clase, trabajar en divulgación...», enumera quien cuenta con humor que en su casa todo son papeles. «¿Y este papel adónde va, Rosa?, pregunta mi padre. En casa tenemos tres A-Z que son ‘la caja de los papeles de Rosa´. En este trabajo, estás todo el tiempo auditado, todo el rato a examen».
Rosa vuelve, de repaso, a finales del 2021, inicios del 2022. «Como en nuestro país todo depende de los fondos públicos, para mantener los equipos, ese momento en que había asignados para la investigación unos dineros pospandémicos, nos consagramos a los Next Generation. Ponte en diciembre, casi Navidad. En diciembre acababa el plazo para solicitar los Next Generation. Mi hija, de vacaciones. Y quieres estar con ella, claro. Reservas con antelación días para poder cogerlos ahí, aunque sea para estar a medio gas... ¡Imposible! El plazo se cierra el 28 de diciembre y los pasos contra el reloj no te dejan parar», explica. ¿Qué haces entonces? «Te quedas sin vacaciones».
En verano, no hay resort que la evada de su trabajo si el tiempo apremia. «Yo tuve que llevarme el ordenador la semana de vacaciones, porque quieres desconectar, pero no puedes. En el 2022 me quedé, por el trabajo, sin Navidades y sin agosto», resume. En la carrera de fondo de la maternidad, Rosa va conciliando como le dejan y como le ayudan. Lo que no falla es el apoyo «cien por cien» de su marido. ¿Padre corresponsable? «Más que corresponsable, estamos en un 70-30%», asegura. Ella tiene que echar más horas fuera trabajando. Es así. Pero su pareja no aumenta la carga. «A veces, me dice: ‘¿Crees que merece la pena todo el esfuerzo?´, cuando dan las once de la noche y me ve corrigiendo», cuenta.
La suerte que tiene a su favor la investigadora es contar con unos abuelos «superactivos». «Tienen cuatro nietos y ayudan en todo. Si no fuese por mis suegros, yo no podría venir todos los días desde Chantada. Les debo poder seguir trabajando en esto. Porque me vengo a Santiago a las siete y llego a casa para recoger a mi hija a la salida de las extraescolares, a las siete de la tarde», arrastra.
La baja por maternidad es singular en el caso de las investigadoras. Puede empezar en los primeros meses de gestación. «La baja en nuestro caso no es la normal. Puede abarcar todo el embarazo. Yo soy química y desde el día 1 debes dejar de ir al laboratorio. Durante nueve meses, puedes ir haciendo cosas que no requieran presencia en el laboratorio, pero al final se hace difícil, porque en el laboratorio necesitan tu ayuda... Esos nueve meses, parón. Y un trabajo de investigación que está parado un largo período ¡no se recupera de la noche a la mañana! Así que, al volver, tienes que volver a empezar de cero. Tienes que publicar en una revista que tarda un tiempo en hacer la revisión, te llegan revisiones de artículos en el tiempo que estás de baja. Y, en realidad, no estás de baja, ¡lo estás haciendo! Igual tienes el plazo de una semana para corregir; si no, es trabajo que se pierde», argumenta.
Su baja maternal («entre comillas, porque a la vez que estaba de baja, estaba trabajando») se extendió, a efectos prácticos, a un año. «Cuando fui madre, me acordé del tiempo que estuve trabajando en Barcelona en el que yo era la única prioridad. ‘Qué maravilla´, pensaba. Pero en ese momento, en que no tenía a mi hija, no lo valoraba. Lo de no tener tareas en la lista para el fin de semana. A veces pienso: ‘Mi hija no es una tarea más. Y lo es...´. Porque llegas a casa cada día pasadas las siete de la tarde, y empiezan duchas y cenas. Llegas tan molida...».
«Hay avances, como el paso de becas a contratos y el mecanismo de ayuda a la conciliación para madres y padres en Galicia»
Pero no ha decaído la pasión por su trabajo. «Uno de los aspectos positivos es la gente con la que tratas cuando te vas fuera y está en una situación parecida a la tuya, la gente es generosa», afirma.
Las Administraciones, comenta en línea con el resto de los entrevistados, pueden hacer más, aunque «hay avances, como el paso de becas a contratos». También valora Rosa el mecanismo de ayuda a la conciliación que ha puesto en marcha la Universidad para ajustar los horarios cuando se tienen hijos o mayores a cargo.
¿Qué te lleva a hacer una hora de ida y otra de vuelta, todos los días, entre Chantada y Santiago? «Me gasto en carretera 500 euros al mes porque me encanta mi trabajo, y estar rodeada siempre de gente joven te enriquece un montón. Yo a mis amigas del ‘mundo real´ les digo: ‘Estoy allí con mis millennials, con mi generación Z ¡y así me mantengo activa!´».
Nunca están de más las rosas...
Zulema Varela: «Os investigadores vivimos en ´Los juegos del hambre', sempre competindo»
En junio, Zulema celebró una década prodigiosa en la investigación. Prodigiosa en resistencia por amor al arte de la investigación. Esta doctora en Biología de la Universidade de Santiago, que trabaja en biomonitorización de la contaminación ambiental tras ampliar su formación en Chile, Italia, Portugal y Finlandia, ha cumplido diez años enlazando contratos desde que leyó su tesis. «Non sei que me leva a seguir. Levo dez anos, teño 43 e acabo este contrato o 30 de novembro», cuenta quien encadenó seis contratos en ese decenio de carrera posdoctoral, con períodos de paro intercalados. Cero desmotivada. «O que fago gústame moitísimo», es rotunda esta bióloga que se desplaza en tren de Ourense a Santiago todos los días.
Su investigación es singular: su equipo utiliza organismos como musgos y líquenes, hojas, algas de aves o mejillones para determinar qué contaminación sufre un ecosistema y ver los efectos. Pese al objeto de su estudio y su formación en diversas universidades, Zulema no tiene contrato indefinido. En su profesión es «una fantasía», pese al antes y el después que, en teoría, supone el anteproyecto de ley que modifica la Ley 14/2011 de la Ciencia y la Tecnología, así el anteproyecto de ley de ciencia e innovación de la Xunta aprobado el año pasado para captar y retener talento en Galicia.
Según Zulema, como posdoctorado, una vez que haces la tesis, «vas saltando de contrato en contrato y, al final, si tienes suerte, te estabilizas». El factor suerte es «imprescindible». El esfuerzo siempre acompaña y va mutando en resiliencia. Los investigadores españoles, especialmente los jóvenes, siguen en general abocados a fugas forzosas al extranjero por las condiciones laborales en España. En «el juego de la oca» que viene a ser la investigación en el país, la reina es la incertidumbre, «é altísima, lévanos á precariedade», dice Zulema, que suma siete años de trabajo en la USC «non seguidos». El Guadiana parece ser el río del arte del posdoctorado en ciencia, pese a los avances de los últimos años.
La formación en España, y en Galicia, es de nota. Hay cerebros y escuela. «O que non hai son cartos, non hai fondos para investir en investigación. Son Los juegos del hambre, pouco diñeiro e moita xente competindo», compara Zulema.
La estabilidad depende de ir superando, durante años, a otras personas y equipos en liza en sucesivas convocatorias. Como en esa saga distópica en que una veintena de jóvenes compiten en una guerra en la que ha de quedar un solo superviviente, ve esta realidad laboral Zulema. Eternizada cual esta saga en el tiempo, porque el tiempo es, como la suerte, un factor clave en la eterna «olimpiada» del investigador en el país. Desde que sale la convocatoria de un contrato hasta que se resuelve el que se lo lleva puede pasar un año. «E de que vives nese tempo, do aire?», lanza la pregunta Zulema.
No hay que subestimar el avance que supone el paso de beca a contrato en esta carrera. «Agora xa non son bolsas, son contratos. Estamos cotizando. Mellor cotizar que non traballar!».
EL EJEMPLO DE FINLANDIA
¿Son muy diferentes la remuneración, el horizonte de estabilidad en el empleo y los mimbres de la investigación en el ámbito de la ciencia en otros países? «Para min, non é difícil escoller. Estiven na Universidad da Concepción en Chile, na de Lisboa, en Portugal, na de Trieste, en Italia, e na de Helsinki, en Finlandia, e quedo con Finlandia», se decide. ¿Por qué? «As cousas alí son máis sinxelas, non hai tanta burocracia. Está todo moi ben organizado. Teñen cartos nos centros para que a xente investigue, non é necesario suplicar o diñeiro ao ministerio e case todo son facilidades», detalla.
«Aquí, en España, o tema en canto a salarios é, de partida, que non hai un estatuto para o persoal investigador posdoutoral. Que sucede? Que podes gañar dende o salario mínimo ata o que queiran poñerte as universidades. Pasas por diferentes contratos posdoutorais, e ganas distinto soldo. Nunca o mesmo. Eu agora, co contrato posdoutoral María Zambrano, é o momento no que máis estou cobrando. Paso dos dous mil euros, mais as Universidades están pagando a cota patronal dos soldos que tiñamos que percibir e case son uns mil euros menos do que se supón que temos que gañar», revela.
El perfil del personal posdoctoral es «multitasking», dibuja esta doctora en Biología. Es el signo general de los tiempos. El investigador ha de competir en convocatorias en los ámbitos español y europeo, ha de publicar y divulgar, dirigir tesis «e TFG e TFM»...
Los principios son sólidos. La trama; larga y compleja, pero no hay «final para todos». «Que pasa con toda a investigación que fixeches durante anos se non hai final, pérdese?», se pregunta Zulema. El modelo de financiación, piensa, no debería ser solo público. En Alemania y otros países de Europa se usa un modelo híbrido para costear la investigación. «As empresas aquí non invisten moito en investigación, mira, en cambio, Alemaña!», incide Zulema, que también apunta a Cataluña como un modelo interesante con el Icrea (Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados), fundación financiada por el Gobierno autonómico, y la aportación de capital privado.
Las vacaciones son un privilegio, algo poco previsible, para los investigadores de ciencias. «Eu obrígome a non acender o ordenador os dez días de vacacións para evitar que estoupe a cabeza. É case imposible!», dice Zulema, con sus diez años de «permadoc». «Así o chamo eu, porque parece que son posdoctorada permanente!», bromea.
Tras su rodaje en Italia, Chile, Italia, Portugal y Finlandia, ha conseguido el oro de un contrato de vuelta, «un María Zambrano», de captación de talento exterior, que sacó el Ministerio de Ciencia con los Next Generation en el 2021 para compensar la fuga de cerebros de España. Son ayudas dirigidas a personal investigador, español o extranjero, con una trayectoria posdoctoral acumulada no inferior a 24 meses en universidades o centros de I+D españoles o extranjeros diferentes al de la defensa de la tesis doctoral. «Cal é o problema?, que aquí sempre hai atracción de talentos, pero nunca hai retención. Tes un contrato de dous ou tres anos, pero acaba e non tes nada! Quedas á beira do abismo», resume.
«Marchar fóra é duro, pero son experiencias de vida. Medras como persoa. Moitas veces estás soa, e tes que desenvolverte nun idioma que non é o teu, e con iso aprendes moitísimo, para min, é o mellor do noso traballo»
Miles de investigadores de España se han acogido a ese retorno exprés de talento, como Zulema, que sirve para «non perder corda». «Pero, unha vez que volves, déixante tirada!», lamenta.
En la balanza de las luces de su trabajo, la investigadora cuenta la riqueza humana y profesional de trabajar con gente distinta, «de diferentes países, todo o que aprendes cando marchas a vivir fóra». No se refiere solo a lo laboral. «Son experiencias de vida. Medras como persoa. Moitas veces estás soa, e tes que desenvolverte nun idioma que non é o teu, e con iso aprendes moitísimo. Para min, é o mellor que ten o noso traballo», amplía la doctora.
El dinamismo en el personal entregado a la investigación, así como la solidaridad que suele haber entre la gente de esos equipos, es otro punto que le da a su carrera científica, «un eido de traballo que adoita ser sempre máis prestixiado e valorado fóra».
Portugal e Italia, según la investigadora, andan a la par de España. «Nisto, o norte de Europa é diferente ao sur. O norte inviste máis, e nótase», señala.
La financiación basal, que la Universidad tenga un dinero para que los investigadores hagan un trabajo independiente, es una de las claves para la mejora, para trabajar la parte de la retención de talentos que se echa en falta.
«Agora que vai acabar o meu contrato en Santiago, estou pensando en marchar de novo a Portugal», sopesa Zulema, que concluye que otro de los valores sin precio de sus años de trabajo es «asociarte con xente que ten os mesmos problemas ca ti, para ir todos a unha».
No «para protestar», «para cambiar» a mejor las cosas. Entre las mejoras recientes para un «posdoc», la indemnización por fin de contrato que se consiguió en el 2022 («Será a primeira vez que o cobre!», celebra Zulema) o la mayor regulación para intentar alcanzar la igualdad real, que tiene su ciencia.