Obélix, échate a temblar. Tres veces campeón de España, con título europeo y a punto de lograr medalla en los World Nomad Games. El catalán Juan Ferrer combina oficio de campo con su pasión deportiva, el Strong Man
31 oct 2024 . Actualizado a las 16:23 h.Tiene voz grave, radiofónica. Me habla por teléfono desde el delta del Ebro Juan Ferrer (Tortosa, 1988), agricultor de apellido catalán que alude al hierro. Se dedica al cultivo del arroz, en cuatro hectáreas y media de terreno para una conocidísima marca, sin nombre de auxilio, y al alquiler de casas rurales. El tiempo libre lo ocupa en un deporte que sería, en mi caso, demasié pal body. Con mis 50 kilos, como mucho me aceptarían en peso plumilla, pero más por el periodismo que por la corpulencia. Compite en Strong Man. Siendo como soy neófita en la materia, mi mente fantasiosa se recrea en Obélix cuando él me explica qué es: «Se trata de hacer fuerza máxima con objetos en movimiento. Sale del ámbito del gimnasio porque no solemos levantar barras y discos, sino que lo trasladamos a la vida real arrastrando un camión, volcando un coche...». Comenzó en el 2017 y venía del baloncesto: «Cuando dejé de jugar aumenté de peso, me apunté a un gimnasio para bajar, y fue donde encontré un deporte que no tenía ni idea de que existía. Lo descubrí, me gustó y me enganché». Le pregunto si llegó a adelgazar algo, al menos: «Al contrario, subí de peso. En estos deportes de fuerza, cuánto más grande y robusto seas, mejor. En fotografías mías, antes y ahora, me veo más grande cuando pesaba 25 kilos menos. En la redistribución corporal añadí mucha masa muscular a mi cuerpo, y eso hizo que subiera de peso». Sus 170 kilos demandan unas siete mil calorías diarias y el arroz es básico: «Es mi alimento principal».
«Mi vida gira alrededor de la fuerza del deporte, y adapté comidas y estilo de vida a esto. Intento integrarlo todo, aunque lo que me da de comer es ser agricultor y alquilar casas rurales»
Fue campeón de España en el 2020, 2022 y 2023, ganó el campeonato europeo de arrastre de camiones, fue cuarto en los World Nomad Games de Kazajistán en septiembre y noveno en la Strong Man Champions League en Chipre este mes, en que quedó tocado del tendón de Aquiles. Estas son sus pautas: «Como no es un deporte profesional aquí en España, cada atleta lo orienta de la forma que mejor le va. No siendo profesional, desde que empecé, me lo he tomado lo más seriamente posible. Prácticamente toda mi vida gira alrededor de la fuerza del deporte, y he adaptado comidas y estilo de vida a esto. Intento integrarlo todo. Lo que me da de comer es mi trabajo, pero es cierto que cuando tengo competiciones cerca o tengo que salir fuera, lo combino de forma que el trabajo se adapta a la competición. Si tengo que estar dos o tres días antes descansando, no hago trabajos físicos en el campo. Si tengo que estar dos o tres días fuera, cuando vuelvo, intento hacer el trabajo más calmado. O en la época del año en que no entreno tanto, sé que puedo apretar más en el trabajo». «Una de las cosas principales es controlar lo que hacemos. Aquí sé que descanso bien y que lo que como no me sentará mal. Los atletas preferimos estar el mayor tiempo posible en casa antes de una competición. En un hotel, a veces es imposible», dice.
CITA EN KAZAJISTÁN
Descubrí a Juan Ferrer en los V World Nomad Games de septiembre en Astaná. Yo en calidad de espectadora allá. Él de competidor en la categoría de Power Nomad (Nómada Poderoso), en la que el español puso toda la carne en el asador y sudó la gota gorda. En su estreno en la cita internacional dejó a nuestro país por lo alto y por poco se metió en el medallero. Quedó cuarto. Seguramente sus rivales se plantearon esta pregunta, a la gallega: «E ti de quen vés sendo?». En ocasiones tuvo que ajustarse a una nutrición propiamente kazaja, más desconocida para él: «Igual lo que más me interesaba era comer pollo, verdura y arroz, porque estaba delicado del estómago... Pues no, carne de caballo y leche fermentada de caballo, ¿sabes?».
Fuera de las competiciones, debía atender compromisos más protocolarios, en ocasiones, con la embajada o con el equipo español: «Es una parte de la experiencia de competir fuera que se tiene que hacer y creo que el quid de la cuestión es hacerlo lo más profesional y de la mejor forma». Coincido con él en que los Juegos Mundiales Nómadas fueron una experiencia inolvidable y única: «Nos permitieron estar una semana allí y pudimos conocer todos los deportes. Además, es una cultura muy alejada de la nuestra. Cuando tienes inquietudes culturales y te gusta ver mundo y conocer personas... La verdad, fue un complemento que me gustó muchísimo, poder convivir con gente de Mongolia, de Estados Unidos, de Kazajistán, Uzbekistán...». Le enriqueció a nivel personal y deportivo. Realizó pruebas como levantar una piedra de 100 kilos y caminar con ella el máximo de metros posibles, lanzar a lo lejos una lanza de 10 kilos, levantar un saco de 100 kilos en forma de oveja, un tronco de 130 kilos y hacer sentadillas con él, y hasta arrastrar un carro por un campo de tierra. «Fueron pruebas duras —confiesa— para quienes no estamos acostumbrados a ellas. La prueba de la oveja la ganó el de Kazajistán porque la cogía de forma diferente a todos, porque él levanta ovejas». Yo, como mucho, las cuento para dormir. Con el cuarto puesto quedó «contento», pero ya comienza a asomar la ilusión de presentarse a la sexta edición. Nuestro fortachón español quisiera hacer historia en Kirguistán 2026.
Por si me da, ¿existe Strong Woman? Dice: «Hubo competiciones, pero se terminaron perdiendo por baja participación. Ahora parece que las chicas del crossfit empiezan a querer ser más fuertes y estamos viendo a ver si de cara al 2025 podemos organizar alguna competición de la mujer más fuerte de España. A nivel europeo y mundial es muy potente el Strong Woman».
Aún tiene muy fresca su última anécdota. La historia tiene miga, pero no de pan. Una vez, volando de Cataluña a Andalucía le faltaba el DNI. Pensó que lo había perdido o que se lo habían robado. Y denunció. Al llegar a casa, lo encontró en otra cartera y avisó por teléfono a las autoridades policiales del hallazgo, y le respondieron al otro lado que ya estaba todo ok. Ahí quedó la cosa. En letargo. Hasta ahora. «Por lo que sea —cree— en Interpol no llegó aquella orden y mi DNI, en Chipre, salió como robado. Tuve problemas y me lo requisaron. Durante dos años había viajado mucho por Europa y nunca me había pasado nada, porque estaba dentro del espacio Schengen». En el país chipriota estuvo dos días «liado» para arriba, para abajo, que si el embajador no estaba, la cónsul tampoco... Hasta que logró resolver el entuerto. «Ahora mismo —señala desde casa— me pillas haciendo los papeles para explicarle todo a la policía y que quite la denuncia Interpol». Ni el hombre más fuerte se libra de la burocracia.