Patricia Santos, la mejor profesora de España de FP: «Es una satisfacción cuando voy al cine o pongo Netflix ver que en los créditos siempre salen mis alumnos»

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No lo ha ganado una, sino tres veces. «El mayor premio son los mensajes de mis exalumnos. No soy capaz de leerlos. Me dicen que les he cambiado la vida», dice esta docente a la que le gustan los retos: «Descubrí que tenía talento para trabajar con los alumnos más desorientados. Siempre he ido a centros de contexto díficil»

26 nov 2024 . Actualizado a las 09:33 h.

Patricia Santos representa el prototipo de profesora que cualquier padre o madre desearía para sus hijos. Ella reúne lo que debe tener la mejor docente de España de Formación Profesional: honestidad, empeño y ganas de motivar y sacar adelante a sus alumnos. Y todo el que ha pasado por sus clases lo sabe. Por eso, no es de extrañar que haya ganado tres veces este título (en el 2017, en el 2021 y en el 2023), que otorga Educa Abanca. Es la única que ha conseguido este hito. Apenas unos minutos de conversación son suficientes para descubrir que Patricia es una gran profesional. La mejor.

«Estoy en un centro de difícil desempeño, en un barrio de Málaga, en un contexto sociocultural deprimido. Hay mucha inmigración y gente con pocos recursos. Pero lo he elegido yo, porque cuando empecé, hace 21 años, me mandaron a la Línea de la Concepción, y descubrí que tenía talento para trabajar con los alumnos más desorientados. Conseguí que esas chicas y chicos fueran a clase, adquirieran hábito de estudio y se plantearan unos objetivos. A partir de ahí, siempre he ido a centros que tenían un contexto más complejo o difícil», comenta esta docente, que ya dice mucho de ella.

Patricia imparte Formación y Orientación Laboral en varios grados del centro. Uno de ellos es el de Estilismo y Dirección de Peluquería, también el de Caracterización y Maquillaje Profesional y el de Mecánica. «Yo trabajo el emprendimiento, pero en tres dimensiones. La social, impulsando proyectos que permiten mejorar nuestro entorno. Hemos hecho todo tipo de actividades. Pero luego también proyectos de emprendimiento personal, para desarrollar habilidades personales, sociales, emocionales, resistencia a la frustración, resiliencia... Y luego también trabajo la orientación laboral», comenta mientras relata que su proyecto educativo se basa en lo que necesitan sus alumnos. «No lo hago por ganar ningún premio. Si fuera así, dejaría de tener sentido mi profesión. Porque yo en principio quería ser jueza, pero finalmente me decidí por la docencia por vocación. Entonces, mi propuesta en el aula es la que necesitan mis estudiantes de ese año. Es el planteamiento que hago, no me podría ver a la cara, si no fuera así. Da igual que lo puntúen o que no», comenta.

Viaje a Hollywood

Explica también que sus estudiantes tienen muchas carencias formativas y pocos recursos para mejorar su empleabilidad: «Entonces hemos hecho proyectos de emprendimiento para recaudar dinero y lo hemos invertido en la mejora de la formación del alumnado, en la creación de redes de networking para que pudieran hacer prácticas. Por ejemplo, en Caracterización y Maquillaje Profesional, hemos podido ir a Hollywood a formarnos». Con todo lo que eso puede suponer de motivación para los alumnos. «Hemos ido a Nueva York, con gente que no lo tenía entre sus planes. Y te puedo decir que les cambia la vida. Los mayores premios que tengo son los mensajes de mis alumnos. No soy capaz de leerlos de lo bonitos que son. Me dicen que les he cambiado la vida. Imagínate lo que eso supone para mí y que no pensaban que ellos podrían acceder a esto y ser capaces de hacerlo», comenta emocionada esta profesora del IES Isidoro Sánchez.

«Entre el alumnado que ha pasado por mi aula, hay una chica que ahora mismo es la representante de Estée Lauder y lleva todo lo que está relacionado con el diseño de moda. Otra chica que ha participado en el proyecto de la película La sociedad de la nieve, y que ha hecho efectos especiales. En el caso de esta última, de Paula, empezamos con el proyecto justo después de la pandemia y, gracias a él, ella participó en la película de Bayona», dice. Pero más allá de estos logros individuales, a Patricia le interesan los cambios que se inician en el interior de los alumnos. «Trabajo con ellos todo lo que tiene que ver con el autoconocimiento y la autoestima. Y para que refuercen eso, les enseño a planificarse, a ponerse objetivos y que vean cómo llegan a esos objetivos. Se trata de echar abajo las barreras que ellos mismos se ponen como personas, pero que también les impone la sociedad. Eso es lo que el alumnado que llega a mi aula necesita, y eso es lo que trabajo con ellos, no podría hacer otra cosa. Y además tiene un efecto superpositivo en ellos», dice.

Patricia no puede estar más orgullosa de sus alumnos: «Antes no me quedaba con las letras, pero ahora cuando voy al cine o pongo Netflix o cualquier otra plataforma, veo los créditos hasta el final, porque cuando no está uno, está el otro. Siempre hay alguno, que si La casa de papel... da igual lo que vea, siempre están ahí. Y es una satisfacción... Es casi un premio diario».

Porque Patricia intenta que sean capaces de labrarse un futuro. «También les enseño a poner una idea en marcha, que tenga viabilidad. Y a gestionar los recursos y la financiación. Lo aplicamos a algo muy práctico, que es la mejora inmediata de su empleabilidad, a través de la formación que necesitan. A veces también hemos conseguido que venga un profesional de prestigio, y que les pueda aportar un valor extra al que le damos en el aula. Esa es la propuesta. Y trabajamos mucho desde la parte personal, porque les hace mucha falta», comenta.

Uno de los aspectos que más le llama la atención es el sesgo que existe todavía a la hora de elegir un ciclo u otro en función de si el alumno es un chico o es una chica. «Como te decía, el barrio es complicado. Y es un alumnado que se desengancha de secundaria, que no quiere mucho trabajar... lo que hacen las familias es mandar a los niños a FP para que no estén en casa, básicamente. Y si es niño, lo mandan a mecánica. Y si es niña, a peluquería. Entonces te encuentras a un montón de estudiantes que no están ubicados y su motivación es de menos diez. Especialmente en mecánica, porque son personas con más problemas de irrupción en el aula. Pero como a mí esto me parece un desafío y creo que puedo aportar valor, pues normalmente los cojo yo siempre», aclara. Y reconoce que el objetivo principal es motivarlos y que crean en ellos mismos. «Trabajamos mucho la parte personal. Y bueno, ahora estamos mirando para ir a Italia... Obviamente, hay que asimilar que el fracaso forma parte de la vida y que te tienes que levantar, pero lo que quiero es que se esfuercen, que trabajen, que luchen por sus sueños. Que sean rigurosos en lo que quieren hacer y que lo planifiquen bien, con estrategias, para llegar a esa meta», indica. «Ahora, por ejemplo, están diseñándome el reto que quieren. Es una propuesta que me hacen y yo lucho por ella. Pero también trabajamos la parte emocional de saber dónde están y lo que quieren. Y cómo relacionarse con la gente, con asertividad, y controlando impulsos agresivos», explica.

Son muchos los alumnos que han pasado por las clases de Patricia. Ella asegura que no podría quedarse con ninguno de ellos, y a la vez se quedaría con todos. «Ahora me vienen a la mente un alumno y una alumna de hace bastantes años. Se conocieron en clase. Ahora han tenido un bebé y quisieron hacerme partícipe de ello. Otros que se casaron y que quisieron que yo estuviera allí... Más que una persona en concreto, lo que siento es que voy acumulando una familia impresionante con todos los que han pasado por el aula. Y me siguen consultando sus cosas cuando les pasa algo o cuando tienen que tomar alguna decisión. Les interesa mi punto de vista y eso es superemocionante», reconoce.

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No siempre lo consigue

«Eso es lo que más sentido le da a mi profesión. Cuando me preguntan, siempre digo que me dedico a enseñar. A intentar ofrecer oportunidades a otras personas. A veces, a rescatarlas también o a abrirles puertas que creen que no se pueden abrir. Otras veces, simplemente, me dedico a plantar semillas, que no germinan ahora, pero sí lo hacen dentro un tiempo. Porque no todo es idílico», confiesa. Y recuerda el caso de un alumno cuando aún estaba destinada en La Línea de la Concepción: «Parecía que ya estaba encaminado y, de repente, al día siguiente no vino. Pregunté qué había pasado y resulta que lo habían pillado y estaba en la cárcel. Y te quedas con la sensación de que no has llegado a tiempo. Como si también fuese un fracaso personal tuyo. Por eso, también intento trabajar con mis estudiantes, que no significa que todo vaya a ir genial. De ahí, que trabajemos mucho la resiliencia. Es muy importante. Enseñarles a caerse y levantarse otra vez».

La pasión por dar clase, a Patricia no le viene desde pequeña como suele ocurrir en muchos casos. La descubrió tan solo unos meses antes de licenciarse en Derecho: «Cuando me preguntaban de pequeña, siempre decía que quería ser jueza. Y siempre fui una niña muy repelente, de las que estaba en primera fila con matrículas de honor. Y así seguí hasta cuarto de carrera. Pero ahí me cogieron de becaria en el departamento de Derecho Mercantil. Y aún lo tenía muy claro. Iba para jueza con veintipocos años. Pero cuando entré en el departamento, me ofrecieron que diera unas clases, porque eso me iba a subir nota. Y como estaba obsesionada por las notas, pues allí me fui. Yo, en realidad, llevaba desde siempre explicando las asignaturas a los demás. Preparaba los apuntes para toda la clase y les explicaba todo a mis amigas. Pero sentí la vocación docente en esa clase de cuarto de Derecho Mercantil, aunque di una clase horrible. En ese momento pensé que era feliz y que me gustaba mucho lo que estaba haciendo». Desde entonces, Patricia nunca dejó de dar clase. Por suerte para todos sus alumnos.