Miguel Fachado y Alberto Ogando, diseñadores de moda: «En las bodas, el error de ellos es el bajo; el de ellas: o van ultrarrecatadas o con una licra del Shein»
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Se conocieron estudiando Diseño de Moda y no se han vuelto a separar. Ahora comentan la actualidad del corazón, analizan el estilo de los famosos y exponen los errores de protocolo ante el micrófono. «Miguel Ángel Santalices tiene mucho estilo», afirman
27 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Miguel Fachado y Alberto Ogando cruzaron sus caminos en la EASD Pablo Picasso —Escuela Superior de Diseño de A Coruña—. Entre radios y columnas de opinión, ahora los santiagueses hacen una radiografía semanal de lo que ocurre dentro de la socialité y analizan los aciertos y errores estilísticos de la jet set española en el pódcast La hora de la columna.
—¿Cuál creéis que es el error de protocolo en eventos que más se comete?
Alberto. En hombres, el bajo sin subir. En mujeres, el mayor error en bodas es que no hay término medio. O van ultrarrecatadas o van como una licra del Shein. Más que recatadas, van como impostadas, porque después las ves en su día a día y no es gente que vista así. Van con sus vaqueros, su bolso, la pinza en el pelo y tirando como pueden. En las bodas las ves a todas con el pelo pulidísimo.
Miguel. El tema prêt a porter también ha hecho mucho daño. También nos conduce el mundo del consumismo. Si tal persona lo lleva, pues me lo pongo. Si esto es tendencia, pues allá vamos. Hace años nuestras madres o las mujeres de nuestra casa pensaban mucho más los looks y cuidaban más la estética: ‘Me compro este vestido, entonces tengo que ver qué calzado me pongo para que combine con este bolso’ No digo que haya que derrochar por cada evento porque también se puede reciclar. Pero, hombre, piensa un poquito. Vístete, mírate al espejo, pide opinión a tu hermana, a tu prima o a la vecina. No te pongas todo encima.
—¿Qué tejido no os pondríais nunca?
Alberto. El raso, porque los brillos en las fotos te pueden jugar una muy mala pasada. Te sale un pliegue donde no lo hay, se ve barato y se te puede marcar la braga.
Miguel. En hombre es de orquesta.
Alberto. Es de El Combo Dominicano. Utilizar los brillos en mujer es jugar con fuego, porque nunca sabes cómo te va a entrar la luz. Y después apañar eso en retoque...
Miguel. Estoy de acuerdo, cuanto menos brillo... No hablamos de las lentejuelas, sino del brillo en el propio tejido. Además se arruga fácilmente.
—¿Y prenda?
Miguel. Yo creo que nunca me pondría nada acolchado. Ahora tampoco es que sea muy tendencia, pero sí que se sigue haciendo y me horroriza.
Alberto: Probablemente, algún tipo de calzado, como las Golden Goose. Les estoy cogiendo manía porque las tiene todo el mundo. Hace unos años el concepto me resultaba atractivo, pero ya está muy machacado. Tampoco me compraría un bolso de Zadig&Voltaire ni me pondría un pantalón con puño.
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Miguel. Yo ahora he caído en una tendencia, que es terrible, que son los Sonny Angels. Llevo una semana y media con uno y ya no puedo más porque se descabeza. Sí que es cierto que compro el de 4 euros y pico, porque no me gasto 30 euros en ese accesorio para no saber ni lo que compro [risas].
Alberto. A mí me parece que la lectura que trasciende de todo esto es la sociedad infantilizada. Somos gente de casi 30 años comprando muñequitos que parecen Los Barriguitas. Con esta edad nuestros padres estaban con la vida hecha y nosotros yendo al quiosco a comprarlos.
—¿Qué político español es el que mejor viste?
Alberto. Para mí Miguel Ángel Santalices, el presidente del Parlamento gallego. Me parece un hombre de los de antes que viste con sus toques de estilo. No es el típico señor que solo se pone traje y corbata todos los días. Siempre juega con las prendas: una corbata a contraste, una blazer de terciopelo, un pantalón vaquero planchado con raya... Cosas así que le dan ese twist. Los demás visten todos con traje de entretela pegado de 99 euros.
Miguel. Yo, en mujeres, me quedo con Mercedes Rosón, Carmen Pomar u Olaya Otero. Fabiola García, a parte de ser bellísima, acierta siempre. Yolanda Díaz también viste muy bien, pero no era su estética. Tuvo muy buen asesor de imagen, pero no es algo que le viniese de manera natural, en Galicia ya sabíamos cómo se vestía antes. No dudo que los looks los escoja ella, pero llegó adonde está y dijo: ‘Voy a currármelo y a hacer un cambio tan radical que ni se me conozca’. Ella se disfraza y disfrazadas todas somos fascinantes. Mérito no tiene ninguno. Quien me parece que viste mal es Begoña Gómez.
—¿Y en qué sitio de España se viste mejor?
Alberto. Yo diferencio entre el norte y el sur. En el sur, o son cayetanos o MDLR (‘los chicos de la calle’, en francés). En el norte, tenemos ese fenómeno que es el típico cayetano de familia de dinero, que lleva ropa buena y va hecho unos harapos. Para estas Navidades recomiendo la lectura del libro Quiero y no puedo, de Raquel Peláez, porque hace una radiografía de los pijos desde un punto de vista objetivo y con su fondo sociológico.
Miguel. Yo creo que muchas veces prejuzgamos y decimos Madrid y Barcelona porque son grandes ciudades. Tienen más estilo, pero es que también hay más mezcla, porque hay gente de fuera. En el Mediterráneo se visten distinto, pero es que tienen otro clima. Si tengo que escoger en el ránking, A Coruña encajaría como la ciudad en la que puede haber más estilo. Inditex mueve tendencias, fotógrafos... Aun así, categorizar y decir esta ciudad en concreto no me metería. Tú te expresas con la ropa y el estilo es el de cada uno.
—¿Qué opináis de los «outfits» de Leonor y Sofía?
Alberto. Se los deben de escoger con la luz apagada. Es preocupante y tendría que ser un asunto de Estado. Creo que hay gente muy competente en España como para ser capaz de hacer de Leonor y Sofía un icono de estilo.
Miguel. A mí ella solo me gusta con el uniforme militar. Estamos en un país que es referencia en el mundo de la moda, hay marcas de las que puedes vestirlas y darles unos looks acordes a su edad y que además tengan rollo. Con Leonor sería muy fácil: es alta, tiene un cuerpo muy mono, una melena rubia con ondas, unos ojazos espectaculares... No le ponen joyas cuando los pendientes de aguamarinas contrastan mucho con sus ojos. Antes de que vaya en vestido prefiero que vaya en traje, pero que combine y varíe.
—¿Cuál es vuestra debilidad monárquica?
Miguel. Pierre Casiraghi me chifla. Como mujer o referente me gusta la personalidad de Máxima de Holanda. Letizia está mejorando muchísimo gracias al Instagram de la Casa Real. También destaco a Kate Middleton porque es muy natural y es la viva imagen de Lady Di.
Alberto. Yo, monárquico, no. Pero, Rafa Medina, el hijo de Nati Abascal, me encanta. Tiene una nariz que para defenderla más de una ya se la hubiese operado. Es elegantísimo. También me gustan los hijos del duque de Alba, Carlos y Fernando. Son educados y elegantes sin estridencias.
—¿Habéis visto el «reality» de las hermanas Pombo?
Miguel. A mí me parece fascinante. Al principio, me daban pereza, pero les di una oportunidad y me encantaron. Son naturales, discuten entre ellas, se emocionan... Es como si me grabase yo con mi familia.
Alberto. A mí lo que me hace mucha gracia es la radiografía que se extrae de la sociedad española. Tenemos por un lado a las Pombo, y por el otro lado a las Campos. Es que en la estética son las dos realidades de España: la capea y el torrezno con Ginebra de Paquita Salas.
Miguel. Otro reality que me fascina es el de Georgina. A mí me da la vida verla en el momento jet privado y derrochando el dinero. Es como las Campos elevada a la máxima potencia y más española que nadie. ¿Cuánta publicidad hace a los ibéricos? Comiendo jamón serrano que está jala que jala. Es fantasía.
—¿Qué pensáis de las casas de los famosos que salen en las revistas?
Alberto. Que salen por dos razones. O para vender, porque es el Idealista de los ricos, o para hacer algo de reforma.
Miguel. Sí que es cierto que ahora a todo le llamamos palacete.
Alberto. Se nota un declive porque antiguamente salían unas casas con mucho gusto. La tónica general son muebles de Banak Importa y mucho flamenco. Y ahora todo el mundo colecciona arte y no saben.
Miguel. Es como si le llamo arte a un cuadro de Ikea. Queda muy bonito para la foto, pero no es un Velázquez.