El sábado 30 de noviembre cumplen años dos veteranos: Woody Allen y Ridley Scott soplan 89 y 87 velas, respectivamente. Para ellos, y para otros grandes del cine, la edad no es un problema, sino todo lo contrario
03 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El portugués Manoel de Oliveira tenía 105 años cuando estrenó su última película. Falleció unos meses después, cumplidos ya los 106. La incombustible Leni Riefenstahl siguió rodando hasta cumplir el siglo. Alain Resnais no pudo acudir a la presentación de su última cinta, y falleció unos días después. Tenía 91 años. Uno más, 92, tenía Agnès Varda cuando murió, apenas un mes después de presentar Varda por Agnès. Todo está inventado, incluida la veteranía en el cine. No es extraño, entonces, que un puñado de viejas glorias de Hollywood se resistan a colgar las botas de director cuando ya han pasado, de largo, la edad a la que el resto de los mortales aspiran a jubilarse.
JÓVENES PRODIGIOSOS
Una industria que siempre está a la caza de la eterna juventud, que va enterrando en vida a grandes actores y sobre todo actrices a medida que empiezan a arrugarse. Un mundo en el que siempre se busca al enfant terrible de turno que revolucione con sus pocos años el cine. Ahí está Orson Welles rodando Ciudadano Kane con solo 25 años, Spielberg con El diablo sobre ruedas a la misma edad, Coppola con Dementia 13 a los 24, Tarantino con Reservoir Dogs a los 29. Agnès Varda debutó con 27 años. Polanski tenía 28 años cuando rodó El cuchillo en el agua. Y todos ellos (salvo Tarantino, que lleva hablando de jubilarse con solo diez películas casi desde el estreno de la primera), comparten carreras larguísimas y rodajes pasados los 80 años.
Este otoño nos ha dejado la promoción de dos estrenos de estos honorables abuelos. Una superproducción fastuosa con una promoción a la altura para Ridley Scott, y una cinta de tribunales que llegó casi de milagro para Clint Eastwood. Para el británico, desde su debut en Los duelistas hasta la segunda parte de Gladiator, han pasado 47 años y casi 30 películas. Obras maestras como Alien o Blade Runner, maravillas como Thelma y Louise o El último duelo. Absurdos como La teniente O’Neil o 1492, éxitos como el primer Gladiator y decepciones, como Napoleón. Pero lejos de echar el freno, Scott decide lanzarse de cabeza al péplum, apostar por un actor indie ejemplo de una nueva y mucho más fresca masculinidad para encarnar al hijo de la testosterona pura que era Russell Crowe, y si tiene que llenar de agua y tiburones el foso del Coliseo, que así sea. Mientras la crítica se pone las botas, la taquilla parece garantizar que Scott podrá hacer lo que le dé la gana con sus próximos proyectos: ya supera los 220 millones y medio de dólares de recaudación en todo el mundo.
SIN DINERO PARA CLINT
O tal vez no: en una industria en la que el dinero manda más que nunca, ni siquiera las vacas sagradas del cine lo tienen fácil para lograr financiación… o distribución. Que se lo digan a Clint Eastwood, que acaba de estrenar la que probablemente será su última película, a los 94 años, y ha llegado a las salas de cine de milagro. Warner, compañía con la que Eastwood lleva medio siglo, quería estrenar Jurado número 2 directamente en plataformas, sin pasar por salas. Después reculó, pero limitó el estreno a medio centenar de salas en Estados Unidos. ¿La razón? El director de Warner, David Zaslav, ya no quería apoyar Cry Macho, que funcionó muy mal en taquilla. Así que Jurado número 2 apenas ha tenido publicidad y no parece que Warner vaya a hacer campaña para la temporada de premios. Un desprecio imperdonable para un cineasta que ha ido cocinando durante medio siglo una carrera como director muy coherente, muy madura, que viaja entre el wéstern y el thriller, lo íntimo y lo social, el melodrama romántico y el cine bélico. ¿Pero qué son Sin perdón, Bird, Million Dollar Baby o Mystic River frente a unos malos resultados en taquilla?
Lo mismo, parece ser, que Toro salvaje, Taxi Driver, Uno de los nuestros, Infiltrados o Shutter Island. Martin Scorsese es el director vivo más nominado en la historia de los Óscar, y aún así, Paramount no quiso arriesgarse a producir El irlandés, un monumental proyecto que estuvo guardado en el cajón hasta que Netflix asumió la producción que volvió a juntar a Pacino y De Niro, que sacó de su retiro a Joe Pesci, y que se convirtió, hasta el año pasado, en su película más larga. Scorsese, eso sí, hizo valer su peso para negociar con Netflix que la cinta se estrenase en cines antes de llegar a la pequeña pantalla. A pesar de las buenas críticas, al director italoamericano le costó de nuevo un esfuerzo conseguir el apoyo necesario para Los asesinos de la luna. Contaba con Di Caprio y De Niro, una historia poderosísima, un guion de Eric Roth…, pero a Paramount le pilló el proyecto en plena pandemia, así que lo retrasó entre dudas de si arriesgarse o no. ¿Y Netflix? Pues como El irlandés no se había llevado ningún Óscar, no tenía muy clara la inversión. Fue otra plataforma, Apple, la que rescató el proyecto. De nuevo, la Academia de Hollywood demostró su tacañería con una joya como esta, oculta tras la arrolladora Oppenheimer. A sus 82 años, nada de esto parece quitarle las ganas. Acaba de presentar, como productor, un documental sobre los Beatles y otro sobre los directores Powell y Pressburger. Y espera desbloquear dos proyectos como director: un biopic de Sinatra al que se opone la familia del cantante, y una adaptación de la novela La vida de Jesús, del japonés Shusaku Endo.
Otros veteranos lo tienen todavía peor. Que se lo digan a Coppola, que haciendo gala de su leyenda de fiascos económicos, tuvo que vender sus viñedos para financiar Megalópolis, que nadie quería distribuir tampoco. Al final, logró un acuerdo con Lionsgate. Tras presentar la película en el pasado festival de Cannes, comenzó una escalada de despropósitos que acabaron de sentenciar la cinta, y está por ver si también la carrera de Coppola. Primero fue un tráiler con citas de críticas falsas, pero luego llegaron las acusaciones de actrices de la película a las que habría besado y tocado sin su consentimiento. El director presentó una demanda contra Variety por difamación, pero una de las actrices ha demandado al propio Coppola.
La película costó más de 120 millones de dólares… y recaudó menos de 14. Es posible que estemos ante el final de la carrera de un nombre fundamental en el cine. No solo por este último fracaso ni por las acusaciones, sino por la deriva creativa de los últimos años. Todos recordaremos La conversación, El padrino, Apocalypse Now, Drácula, ¿pero quién recuerda Tetro?
Quien tampoco piensa en retirarse es Woody Allen. A pesar de la condena social por los presuntos abusos sexuales a su hija (un caso cerrado tras investigaciones que concluyeron que no había pruebas), y que redujo a la mínima expresión la distribución de sus películas en Estados Unidos, en los últimos diez años ha estrenado siete cintas.