María Fernández, responsable de la «casa niño» de Leiro: «Los niños lloran mientras están con sus padres porque quieren venir aquí»

M. V.

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Santi M. Amil

«CASAS NIÑO» Y «CASAS DO MAIOR», una alternativa para poder conciliar en concellos rurales donde escasean los servicios de atención para pequeños de hasta 3 años o personas mayores. Son completamente gratuitos para las familias

15 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hace ocho años María no se hubiera hipotecado como lo hizo para abrir la primera casa niño de Galicia, hoy muchas familias de Leiro y alrededores tendrían que hacer malabares para conciliar durante los primeros años de vida de sus hijos. Ella en su día los tuvo que hacer. Fue madre con tan solo 20 años, y necesitó contratar a una persona, con la ayuda de sus padres, para que le cuidara a su hijo y pudiera seguir yendo a clase. Estudió Magisterio Infantil, y mientras preparaba las oposiciones se le presentó la oportunidad de abrir una casa niño en Leiro, para atender a bebés de entre 3 y 36 meses. Aunque no estaba muy convencida, hacía tanto solo unos meses que había acabado la carrera, y no solo se trataba de apostar por un proyecto, «sino de hipotecarse para montar un negocio que no sabía si iba a salir para delante», su padre la animó para que se involucrara con la gente de su pueblo. Ese impulso, sumado a su vocación, que le sobra, fue el detonante para que abriera Pequerrechos en el 2016. Pidió un préstamo y acondicionó un piso, propiedad de sus padres, en el centro de Leiro, donde cada día, salvo una quincena de julio, que se coge de vacaciones, cuida de su otra «familia».

Los primeros años la demanda superó la oferta de tal manera que tuvo que reunirse con las familias para buscar una solución beneficiosa para todos. Solo hay plazas para cinco niños, sin embargo, hizo un croquis con los horarios para acoger a diez, repartidos en turnos de mañana y tarde, con un cuarto de hora de diferencia que le permitiera sentarse a comer. «Si hay más solicitudes que plazas, hay que baremar. Pero es muy complejo decirle a una familia que es tu vecina, que su hijo se tiene que quedar fuera. Acordé con ellos que por la mañana cogía a cinco niños que sus dos padres trabajaran, así no tenían que tirar tanto de los abuelos, y a los que no les fuera tan urgente el servicio, porque tenían otras maneras de arreglar, por la tarde. Había gente que no le importaba que fueran dos horas, lo que quería es que se adaptara a estar con otros niños antes de ir al cole», explica María Fernández.

Los años siguientes las solicitudes se fueron regulando, y aunque ha tenido algún curso con más de cinco, en esos casos, no todos necesitaban la jornada completa y ha sido más fácil que otro pudiera aprovechar esas horas. «Yo intento facilitarle la vida a los padres, porque yo soy madre de un niño de 16, y tuve que conciliar igual que ellos. Entiendo perfectamente sus necesidades», asegura esta madre de familia monoparental.

Ahora mismo tiene a cuatro: Julieta, 23 meses; Candela, 17 meses; Valentina, 15 meses, y Gorka que va a cumplir un año este mes, a falta de Dafne, que se incorporará el próximo mes de enero. La mayoría de las familias escogen jornada completa, de 9.15 a 17 horas, y aunque confiesa que tiene momentos de «desesperación», ella sola se maneja con los cinco a la perfección. «Este año son todos tan chiquititos y seguidos, que si se les da por llorar a todos a la vez, porque son todos muy dependientes de mí, con sus biberones, con sus horarios, pues... Pero poniéndome rutinas, aunque no son mis hijos, los trato como tales, soy capaz de llevarlos», comenta. Intenta que todos lleguen entre las 9 y 10.30 horas, a esa hora tienen un ratito de actividades dirigidas, como manualidades, «si es que se puede, porque son muy pequeñitos para que estén todos sentados pintando»; a las 12 horas comienza a darles la comida, y así que acaban les lava las manos, cambia los pañales, y los pone a dormir. A las 13.15 horas están en la cuna. Este año salieron dormilones, porque no es la primera vez que los tiene que despertar casi a las cinco.

La implicación de María con los pequeños es visible en todos los sentidos, no se cansa de repetir que son una «pequeña familia», y los niños, aunque no lo verbalizan, también lo sienten así. «Tengo a una niña que va a ver al padre al trabajo antes de venir, y como tarden más de cinco minutos en traerla le está protestando a la madre, como quien: ‘Aquí no tengo que estar, tengo que estar en el cole’. Este año se llevan tan poquito que son como hermanos». Sin embargo, esto también tiene su lado malo, ya que cuando se vayan, lo harán todos a la vez. «Lo paso muy, muy mal. El último día es terrible. Les coges tanto cariño, tanto a ellos como a las familias que es muy duro despedirte. Es como si se llevaran una parte de ti, porque, al final, los estás criando. Pasas ocho horas al día, viste cómo pasaron de un biberón a su primera papilla, el primer diente, cómo gatean, cómo empiezan a andar, a hablar... La etapa 0-3 es tan bonita..», recuerda María, que ya ha cuidado a cerca de 50 niños de la zona.

 GALICIA, UN REFERENTE

La de Leiro fue la primera casa niño de Galicia. Un proyecto, que impulsó la Xunta de Galicia en el 2016 para que la conciliación fuese posible en aquellos concellos en los que no hubiera escuela infantil. Hoy, ocho años después, hay 103 repartidas por toda la comunidad, que son completamente gratuitas. Las casas niño son un ejemplo de cómo Galicia ha conseguido convertirse en una referencia en materia de conciliación en los últimos años. Un objetivo que desde la Administración pública también persiguen a través de la gratuidad de todas las escuelas infantiles, independientemente de su titularidad, que beneficia a 32.000 familias gallegas; con el Bono Concilia, que ofrece ayudas para la contratación de un servicio extraordinario de conciliación en hogares en los que trabajan los dos progenitores; y con la Tarxeta Benvida, una ayuda directa de entre 1.200 y 3.000 euros al año para hacer frente a los gastos por la llegada de un bebé, y de la que se han beneficiado más de 100.000 gallegos.

PACO RODRÍGUEZ

Pero los problemas para conciliar no solo tienen que ver con los pequeños de la casa. Muchas veces las dificultades se presentan con el cuidado de las personas mayores, sobre todo, en los concellos menos poblados. Por este motivo, en el 2018, en los municipios que no contaban con un centro de día, la Xunta impulsó la apertura de las casas do maior. En tan solo ocho años se han abierto 123 por toda la comunidad que son completamente gratuitas. La cifra demuestra que la iniciativa funciona y que está teniendo una acogida excepcional tanto por parte de las familias como de los concellos. Una de ellas está en Val do Dubra, y a ella acuden diariamente Rosa, Josefina, María y Josefina. Sus familiares no se tienen ni que preocupar del traslado, porque Ana Ferreiro, la promotora de la casa, las recoge diariamente por la mañana, y las lleva de nuevo a media tarde. Mientras, pasan el día en el centro, que tiene capacidad para cinco personas, donde, sobre todo, hacen manualidades, «lo que más les gusta», aunque también salen a pasear o hacen un poco de ejercicio. «Todos los días, lo primero que me dicen: ‘Que traballamos hoxe?’... Les encanta hacer muñecos con papel de periódico, gorros de lana, recortan, pegan... No les gusta ver la tele ni jugar a las cartas, dicen que eso ya lo hacen en casa». La rutina también incluye risas, porque ante todo, estas mujeres de entre 77 y 89 años se lo pasan muy bien. «Dicen: ‘Nós imos á casa do maior como quen vén a unha festa», explica Ana, que añade que el único requisito para solicitar plaza es no tener más del grado uno de dependencia.

Son vecinas de la zona, pero no se conocían, aunque ahora, que pasan los días juntas, la relación es muy estrecha. «Una le mandó a su hija que me llamara desde el hospital: ‘Ana, non quero marchar e que morra e que non saibas ti que non vou ir mañá’», cuenta Ana, que sabe que los familiares están encantados de que no estén solas en sus casas. 

UN EJEMPLO A SEGUIR

Tanto las casas niño como las do maior son iniciativas pioneras que están siendo imitadas por el resto de comunidades autónomas. Con la finalidad de seguir ampliando la red, la Xunta aprobó el pasado mes de abril dos nuevas órdenes de ayudas para la creación de centros de este tipo. En total, se destinarán 2,1 millones para la puesta en marcha de más plazas de atención para pequeños y mayores en los concellos rurales.

De esa partida, 800.000 euros son para la convocatoria de casas niño, la novena que se pone en marcha. El objetivo es crear ocho nuevos centros que ofrecerán otras 40 plazas de atención a la primera infancia en los municipios menos poblados. Por lo tanto, Galicia terminará este 2024 con 111 casas niño, que suponen 555 plazas de 0 a 3 a disposición de las familias. Desde que se aprobó la primera orden en el 2016, se han invertido un total de 13, 5 millones de euros.

Los 1,3 millones restantes serán destinados a la nueva orden de ayudas para casas do maior, que en este caso será la quinta. Esta convocatoria traerá consigo la puesta en funcionamiento de 20 nuevos centros de este tipo, lo que permitirá que un centenar de personas mayores puedan tener acceso a una atención personalizada en su entorno, y ampliará la red de centros hasta los 143 este mismo año. Desde que se puso en marcha este proyecto, se han invertido 22,4 millones de euros.