Hasta la localidad finlandesa de Saariselkä se ha ido esta catalana de 26 años a trabajar durante el pico de la temporada alta. Dice que el frío, llegan a los 21 bajo cero, no es lo peor...
23 dic 2024 . Actualizado a las 13:22 h.A estas alturas del año, en Saariselkä no hay luz solar, pueden llegar a alcanzar los 21 grados bajo cero, pero los turistas abarrotan sus calles. Esta localidad, situada a más de 200 kilómetros por encima del Círculo Polar Ártico, vive estos meses su temporada alta. Está en mitad de la nada, pero lo tiene todo. Es un lugar privilegiado para disfrutar de la naturaleza virgen, con sus bosques nevados y lagos helados; para practicar deportes de invierno, y para vivir una experiencia única con los más pequeños, ya que se encuentra a tan solo 150 kilómetros de Rovaniemi, la casa natal de Papá Noel. Hasta allí, a la Laponia finlandesa, se fue Carla Domènech hace unas semanas. En plena pandemia, una amiga suya le había comentado que su ex se había ido a trabajar de elfo allí, pero el covid estaba pululando por el mundo adelante y ella estudiando, así que no era el momento. Sin embargo, la idea se le quedó en la cabeza hasta este verano que la retomó. «Me puse a buscar cómo poder trabajar en Laponia, encontré diferentes páginas web, apliqué al trabajo, me hicieron una entrevista. No quise hacer de elfo porque no me acababa de convencer, porque te tiene que gustar actuar mucho, tienes que estar todo el día disfrazado, y hablando como si fueras un elfo. Dos o tres horas, vale, pero cinco o seis días, 24 horas así, no me convencía. Así que decidí hacer de guía, que es lo que más me gusta, estás con los clientes, hablas con la gente... Me gusta más», cuenta esta joven catalana de 26 años, graduada en Turismo, con formación como animadora, y que también es creadora de contenido.
En esta zona de los países nórdicos hay guías que trabajan toda la temporada, que finaliza en abril, pero los meses de más afluencia de turistas, se incorporan otros de refuerzo, como Carla, que están desde noviembre hasta finales de diciembre. Ella conocía bien la zona porque había estado de Erasmus en Finlandia. Solo que ahora la experiencia es diferente. La empresa en la que trabaja tiene la plantilla repartida entre el centro de la ciudad y «digamos el medio del bosque», donde le ha tocado a ella. «Tenemos unas casitas muy chulas, pero dependemos del bus del trabajo para poder movernos. Si queremos ir al centro para ir al supermercado, no podemos. A ver, podemos ir en taxi, pero son 60 euros por diez minutos, así que no compensa. Hay un bus diario que solo podemos coger los días que libramos, porque si nos toca trabajar, cuando salimos, ya no lo hay», explica.
PLANES CASEROS
Las dificultades para moverse de los alojamientos les hacen pasar mucho tiempo con los compañeros de piso. «Jugamos a juegos, vemos pelis, vamos a correr aunque sea de noche, porque ya nos hemos acostumbrado a que sea de noche todo el día», indica. Y es que en esta época del año, asegura Carla, «nunca hay luz». «Hace unas semanas fue el último amanecer y atardecer, y ahora de 11 a 14 horas hay un poco de luz, pero no sol. Por ejemplo, ahora aquí son las dos de la tarde y ya es de noche otra vez».
Carla es de un pueblo de Tarragona, donde las temperaturas suelen ser bajas, por eso dice que para ella el frío no es un problema, pero la falta de luz lo lleva peor. «Echo de menos la luz del día, poder hacer más cosas, porque nunca sé qué hora es, no tengo nunca hambre, y cuando terminamos de trabajar estoy desubicada, me iría a dormir directamente. Me tomo vitamina D para tener más energía, porque al final lo notas», explica.
Su jornada puede empezar incluso antes de las siete de la mañana. Cuando los recogen y los llevan a las instalaciones de la empresa, que son como un «Port Aventura navideño», les indican de qué se ocuparán ese día. Les puede tocar llevar las motos de nieve, estar con los huskies, con los renos, de esquiar con los niños, servir cafés y pancakes dentro de una cabañita... «A mí hoy me ha tocado, por ejemplo, ser la encargada, que básicamente era estar pendiente de que todos mis compañeros estuvieran bien, y cubrirlos en caso de que alguno necesitara hacer algún descanso. La semana pasada, que vino un grupo de 100 españoles, todos los trabajadores de España, tuvimos que estar con ellos y hacer todas las actividades. Depende de la semana, vas cambiando», comenta Carla, que en su caso ha pedido no encargarse de las actividades relacionadas con animales porque no está de acuerdo con ellas, y la empresa lo ha aceptado sin problema. Dice que a los visitantes lo que más les sorprende es encontrase a renos sueltos por la carretera, y también el frío que puede llegar a hacer. «Estos días no está haciendo tanto. Hoy estamos a tres grados bajo cero, está nevando, pero bien. Hemos llegado a estar a menos 23».
Aun así, dice que no pasa frío. Para eso tiene sus recursos. Se pone una camiseta térmica y unos pantalones, además de una chaqueta y el mono que les facilitan en el trabajo. Tampoco faltan los guantes y el gorro. «En los zapatos hay que ponerse dos o tres tallas más que la tuya para que el pie tenga espacio para moverse y no sude mucho, porque si es muy pequeño, y llevas muchos calcetines, te suda y se congela. Yo solo me pongo un par, si tal me los cambio o me pongo un calentador de estos que se activan con el movimiento», explica.
Dice que su localidad es muy turística. «Está llena de ingleses», apunta. Hay muchos bares, restaurantes, tiendas, hay bolera, pista de esquí... De todo. Incluso fiesta. «Hay mucha, además como todos los trabajadores somos jóvenes... Sobre todo los jueves y los miércoles, que hacen fiestas temáticas en los pubs, hay mucho ambiente, salimos bastante», cuenta Carla, que avanza que ya están organizando cómo pasarán la Nochebuena. «Como vivimos todos juntos, estamos pensando en hacer una cena navideña, vestirnos con camisetas de esas feas, decorarlo todo... Los jefes ya nos han dicho que nos vendrán a buscar al bosque y podremos salir por el centro, así que yo creo que estará guay». Hay como cuatro o cinco españoles en el grupo, además de ingleses, irlandeses, turcos, alemanes... En general, los que han llegado como ella, para reforzar el pico de la temporada, es la primera vez que lo hacen. Los que se quedan durante varios meses llevan muchos años trabajando en esto.
Aunque hacen jornadas largas de trabajo, también saben aprovechar muy bien el tiempo que tienen libre. Hace unos días, Carla tuvo un día descanso y lo aprovechó para ir a hacer esquí de fondo con una amiga, ver tiendas, hacer una cena navideña... Sin embargo, de momento no sabe muy bien qué contestar a la pregunta de si repetiría experiencia. «Hasta que no termine el día 25, —en realidad todos se quedan hasta el 28, pero yo les dije que ese día ya tenía una cosa cerrada antes de venir, y me dijeron que no había problema— no te puedo decir. Tengo una sensación contradictoria. Hay cosas que me gustan y otras que no. He conocido a mucha gente, he hecho un montón de amigos, pero hay otras cosas con las que no estoy muy de acuerdo... Así que no sé todavía», comenta Carla, que explica que aunque en su zona hay mucha nieve, en otras no tanto, lo que está obligando a cancelar muchísimas actividades. «Es por el cambio climático, y eso sí que está siendo un poco triste esta temporada, porque mucha gente ha tenido que suspender el viaje y no ha podido venir».
PRÓXIMO DESTINO: BALI
No sabe si repetirá, pero quiere volver a vivir en Bali, donde ya estuvo residiendo hace un tiempo, pero cogió unas bacterias en el estómago, y se tuvo que volver a casa. «Es el sitio en el que me siento más feliz, quiero volver y trabajar allí», dice Carla, que tiene una amplia lista de países en los que ya ha pasado largas temporadas. En Finlandia, mientras hizo el Erasmus, en Hawái, Tailandia, Vietnam... «En algunos por trabajos, y otros era voluntariado, pero que al final también estás trabajando».