Confiesa haber recibido varios noes en su carrera y que su único capricho es tomarse algo dulce después de comer. Ahora la actriz estrena la segunda temporada de «Muertos S.L» y hace balance de su trayectoria profesional. «Sufro síndrome del impostor con cada proyecto que hago», afirma
11 ene 2025 . Actualizado a las 10:54 h.Amaia Salamanca (Coslada, 1986) se coló en nuestras pantallas dando vida a Catalina en Sin tetas no hay paraíso. Sencilla, familiar y de risa fácil, la actriz admite sufrir el síndrome del impostor con cada proyecto que hace y que le cuesta todavía tocar el tema de la muerte. La actriz estrena ahora la segunda temporada de Muertos S.L en Movistar + yhabla de Vanesa, su personaje en la comedia de los hermanos Caballero mientras repasa su trayectoria profesional.
—¿Cómo ha ido la grabación de esta segunda temporada de la «Muertos S.L.»?
—Ha sido muy divertido. La verdad es que cada vez que entrabas en el plató se notaba el buen rollo. También he notado el cambio de pasar de rodar comedia cuando se viene de rodar drama.
—¿Es divertido trabajar con los hermanos Caballero?
—Sí, sobre todo trabajar con Laura que es la que dirige los capítulos. Es una crac y muy de admirar porque tiene superclaro lo que quiere. Lleva toda la vida haciendo comedia, sabe dónde está el gag y cómo conseguirlo. Me he dejado guiar mucho por ella porque no he hecho mucha comedia, siempre he tenido otro tipo de papeles.
—Interpretas a Vanesa, la rival de Carlos Areces en la funeraria de la competencia. En esta segunda temporada tu personaje se desmelena...
—Se desmelena un poco, sí. Creo que en la primera temporada era un personaje más chiquitito. En esta segunda temporada va metiendo más la cabeza y se va viendo que es un poquito más arpía todavía y que tiene que hacer algunas cositas para escalar en el trabajo y conseguir lo que ella quiere.
—¿Crees que tienes algo en común con ella?
—Salvo porque ella es madre soltera y yo no, coincidimos en que Vanesa tiene que lidiar un poco entre la familia y el trabajo. Yo también estoy ahí con la mitad de mi cabeza hacia lo profesional y la otra mitad hacia lo personal y familiar.
—Diego Martín interpreta a Chemi en esta serie, pero hizo de tu marido en «Velvet». Se hace bastante raro volver a veros en pantalla y que no le llames pichín...
—En la intimidad se lo sigo llamando [risas]. Le tengo mucho cariño al personaje, para mí siempre fue pichín. Aquí nos lo pasamos mejor, porque el personaje de Diego en esta serie es espectacular y yo no puedo parar de reírme. Tengo que mejorar en ese aspecto en el mundo de la comedia, porque me quedo viendo a mis compañeros y me hacen muchísima gracia. Soy de risa fácil.
—Eso te iba a preguntar... ¿Cómo hacéis para aguantar la risa?
—A veces es difícil. Lo que suele pasar es que a última hora del día cuando sabemos que vamos a terminar, a uno le entra la risa floja y el resto nos contagiamos. No hay manera. Yo me siento muy mal porque es como si fuéramos chavales de colegio riéndose en clase. He intentado aguantar un poco y hacer lo que podía. Hace poco terminamos de rodar la tercera temporada y ha habido días que yo pensaba que nos iban a echar directamente. Tenía miedo de que nos dijeran: ‘No se puede con vosotros, marchaos y mañana volvéis un poco más calmados’ [risas].
—Empezaste a estudiar Derecho y Administración de Empresas, pero me imagino que nunca te verías dirigiendo un tanatorio...
—Ostras, ¡pues no! No me imaginaba ni que iba a poder hacer una serie sobre un tanatorio [risas]. Además, La Ahorcada, la última peli que he hecho, también va de muertos. Yo siempre he tenido mucha paranoia con la seguridad, la muerte... Realmente es ley de vida, pero me ha costado hacerme a la idea. Creo que la vida profesional me está obligando a ir concienciándome un poco.
«Siempre he tenido mucha paranoia con la muerte, pero creo que la vida profesional me está obligando a ir concienciándome un poco»
—¿Llevas mejor el tema de la muerte después de dos temporadas o todavía te quedan unas cuantas de terapia?
—¡Uy, no! Todavía me quedan unas cuantas. Ahora ya me he quitado el miedo, pero la impresión... Cuando pasábamos texto a primera hora siempre lo hacíamos en la sala de féretros del plató. Ocho de la mañana, rodeada de féretros por todas partes... No era algo muy agradable, pero ya te vas acostumbrando [risas]. En la serie no tratamos el tema de la muerte como algo muy profundo, sino que hacemos mucho humor negro. En mi caso, pienso que me queda una terapia un poco más intensa, no dejarla tan superficial.
—¿Qué crees que tendría que tener un velatorio perfecto?
—En mi velatorio me gustaría que no faltaran cervezas. Que la gente pudiera beberse una entre risas y recordando buenas anécdotas. Hacer que no sea todo tan intenso y tan triste. Pero, que tampoco acabasen todos borrachos. ¡Eso también estaría fatal! [risas].
—¿Qué haces para relajarte durante los rodajes?
—Salir a tomar algo con el equipo. Como los rodajes son tan intensos, es una manera de desconectar y de hablar de lo que pasó durante el día. Con el deporte me pasa al revés, lo practico bastante cuando no estoy en proyectos muy intensos. Durante los rodajes prefiero socializar, aunque sé que el deporte es otra buena forma de soltar todo.
—Hace un par de años decías que lo ibas a intentar con el golf. No sé si al final lo plantaste...
—Nada... Digamos que el golf pudo conmigo. Me dolía todo el cuerpo como si fuese una señora mayor y no giraba la cadera como tenía que hacerlo. Un desastre [risas]. Pero bueno, quién sabe, lo mismo vuelvo a intentarlo otra vez. El golf son muchas horas y si no dispones de ese tiempo es complicado.
—¿Alguna vez has experimentado el síndrome del impostor?
—Todo el rato y en cada proyecto. Supongo que de alguna manera es lo que te mantiene vivo. Como esto del síndrome del impostor ya lo escucho por todos lados, creo que hay mucha gente que lo padece. Yo empecé en la serie SMS, pero la que tuvo éxito fue Sin tetas no hay paraíso. Fue un gran bum que nunca se ha vuelto a repetir. A veces dices: ‘Oye, lo que hice estuvo bien, pero a lo mejor, en realidad, no valgo nada’. Como que por ciertos factores todo salió perfecto, pero ahora ya no. Tú sola te vas comiendo la cabeza. De todas formas, creo que hay que confiar más en uno mismo e ir paso a paso. Habrá cosas que saldrán mejor y otras peor. Lo importante es seguir trabajando y allanando el camino.
—A ti te llegó la fama muy joven. ¿Has necesitado a alguien para que te pusiera los pies en el suelo o tú misma siempre has sido muy de tenerlos?
—Considero que siempre he tenido bastante los pies en el suelo. También es verdad que nací en Madrid y la mayoría de los proyectos han sido aquí. Además, he estado rodeada de mi familia y de mis amistades de toda la vida. Pienso que si sales de tu ciudad natal o de otros sitios, la llegada a Madrid te puede descolocar un poco, así como la entrada en la fama. Yo creo que siempre estuve bien. Era peor en mis 15 años, que ahí sí que me dio fuerte el pavo. Me costó más la adolescencia que la etapa de empezar a trabajar.
—¿Y ahora qué le dirías a tu yo de cuando tenías 15 años?
—Que intentara vivir más experiencias, que estudiase y aprendiese un poco más y que pensara más en su yo interior que en su yo exterior. También le diría que tampoco se preocupase por el qué dirán durante su carrera.
—Tienes tres hijos de edades muy seguidas. ¿No te da miedo no poder gestionar el pavo de tres personas a la vez?
—Sin duda alguna. Me da mucho miedo. Sobre todo gestionar las redes sociales y la tecnología, no sé si voy a estar capacitada para eso. Intento ir aprendiendo lo máximo posible para saber cómo educar a los niños en esos temas, porque las nuevas tecnologías en ciertas edades son lo que más miedo me genera. Creo que al igual que el alcohol se reguló y se cambió de los 16 años a los 18, con la tecnología debería pasar los mismo, porque te puedes volver adicto al móvil. Un niño de 10 o 12 años todavía no debería tener móvil y tendría que estar regulado por ley para que el contacto fuese más tarde.
«Me da mucho miedo gestionar el tema de las redes sociales y la tecnología con mis hijos. Intento aprender lo máximo para saber cómo educarlos en esos temas»
—Entonces, ¿estás muy encima de tus niños con el tema de las tecnologías?
—Sí, pero al final que cojan un iPad para poder jugar de vez en cuando o para ver pelis en el tren y que vayan distraídos me parece bien. Siempre que se pueda combinar con la lectura y los deberes está perfecto. A mí la parte que más me asusta es la de que tengan una herramienta como es el móvil y que la lleven constantemente en el bolsillo.
—¿Cómo llevas cuando se habla de tu vida privada de cosas que no pueden ser verdad? Me imagino que, aunque no entres a desmentirlas, te afectarán igualmente...
—Sí, por supuesto que me han afectado. Yo creo que a todo el mundo de alguna manera le afecta. Ya no es solo que puedan estar diciendo cosas que son verdad y ves cómo tu intimidad está siendo violada haciendo que la gente conozca cosas tuyas personales, sino que encima, en otras ocasiones que ni siquiera lo que se dice es verdad, está todo el mundo opinando de algo que no es real. Eso me crea mucha angustia. Pero hay que aprender a relajarse y pensar que no puedes entrar a debatir o a desmentir las cosas, porque al final les estás dando lo que ellos quieren. Mientras tu entorno y tú sepáis lo que es cierto, ya está. También te digo, porque nunca me he visto afectada en temas que tengan que ver con mis hijos, pero por ahí sí que no paso y entraría en denuncias o en lo que hiciese falta. Hasta el momento he tenido la paz de no tener que hacer nada de eso y con pasar del tema ha sido suficiente.
«Por supuesto que me ha afectado cuando han hablado de mi vida privada. Sobre todo, cuando ni siquiera lo que se decía era verdad y estaba todo el mundo opinando de algo que no era real»
—Hace poco comentabas que habías rechazado realizar una prueba para la película «Ocho apellidos vascos». ¿Alguna vez te han dicho que no a lo largo de tu carrera?
—Varias veces. En ese caso lo que pasó fue que la separata no me convenció, entonces ya no quise hacer la prueba porque tampoco iba a querer hacer la película. De todas formas, en algunos momentos de mi carrera ha habido proyectos que sabía que se iban a hacer y en los que he estado interesada y me han dicho que no me veían. Hay que entender que la vida es así y si no te ven, no te ven.
—Hay que saber gestionarlo...
—Sí, aunque a veces puede ser un poco difícil porque dices: ‘Oye, te estoy pidiendo una oportunidad y a lo mejor te puedo sorprender’. Pero, bueno, te dicen que no y listo.
—¿Cuál crees que es el personaje más difícil que te ha tocado interpretar?
—Para mí el más difícil fue el de Electra en el teatro de Mérida por todo lo que suponía. Me pongo muy nerviosa ante ese tipo de casos donde sabes que no hay segundas tomas y que hay que aprenderse bien todo el texto. Llegaba justo antes del estreno y me decía a mí misma: ‘¿Por qué has llegado aquí?, ‘¿cómo se te ocurre?’. Pero luego al terminar era tremendamente gratificante. Ya lo dicen: ‘Sarna con gusto no pica’. También te diría que el personaje de Letizia me supuso un reto, porque era una persona que estaba viva, que era conocida por todo el mundo y con el que se iban a hacer muchas comparaciones. Me asustaba un poco todo aquello, aunque por otro lado creía que podía molar. Fue como: ‘Vamos a darlo todo con este personaje’.
—Letizia, Bárbara de Senillosa... Algo de aristócrata te tienen que ver los directores de «casting»..
—Sí, puede ser. O también me ven como abogada, empresaria... Siempre han sido personajes más aristócratas. Tampoco quiero decir pijos, pero como de clase alta. Ojalá me intenten llamar para otro tipo de cosas que no sean las que he hecho hasta el momento y poder indagar en otro tipo de personajes.
—También te ha tocado luchar por amor muchas veces. Alicia Alarcón y Julio, Cata y el Duque, Julia y Fidel... ¿Echas de menos otro tipo de papeles o te gusta ese rol dentro del drama?
—No, lo que he notado, sobre todo, es que esas luchas de amor son como más generacionales y yo creo que era como una parte romántica dentro de las series, pero que se dan en otras edades. Antes sí que me llamaban para ser la protagonista de la típica historia romántica y ahora ya no. También me parece interesante, porque me ayuda a afrontar otro tipo de personajes y a salir un poco de ahí. En el fondo me da nostalgia pensar en esas historias de amor que igual ya no se pueden volver a hacer.
«Antes me llamaban para ser la protagonista de la típica historia romántica y ahora ya no. En el fondo me da nostalgia pensar en esas historias de amor que igual ya no se pueden hacer»
—Lo malo es que habéis conseguido que tengamos las expectativas muy altas en el amor...
—Es verdad, os hemos engañado un poco [risas].
—¿Te da miedo no conseguir papeles por la edad?
—De momento tengo 38 años y sí que veo que los papeles no son los mismos. Eso está bien porque uno va madurando y tampoco tendría sentido hacer de lo mismo siempre. Sí que me asusta no seguir trabajando, pero estoy viendo que hay una nueva hornada de directoras que están creando cada vez más papeles femeninos. No me relaja, pero me hace pensar que hay futuro.
—Siempre puedes empezar otra vez como «cheerleader», como cuando estuviste en EE.UU...
—No, porque ahora mismo... ¡Estoy oxidadísima! [risas].
«Hay una nueva hornada de directoras que están creando cada vez más papeles femeninos. No me relaja, pero me hace pensar que hay futuro»
—Dices que algo que no te gusta de ti es que eres impaciente y no eres constante...
—Impaciente lo digo por el hecho de que me pongo nerviosa por hacer algo. Constante diría que sí lo soy.
—¿Y algo de ti que sí que te guste y que te gustaría que heredaran tus hijos?
—Ala, ¡qué pregunta más difícil! [risas]. No lo sé. Quizás eso de ser de las que no se acostumbran a algo y siempre van buscando cosas nuevas que le llamen la atención y le llenen.
—¿Algún capricho o vicio confesable?
—Siempre digo la mousse de chocolate o tomarme algo dulce después de cada comida. No es bueno, pero me sale solo y no lo puedo evitar. No tengo demasiados caprichos, no soy de gastar mucho.
—¿Eres hormiguita?
—Sí, soy una persona bastante sencilla. Si tengo que gastar el dinero, prefiero hacerlo en experiencias o en viajes.
—¿Agradeces al final del día por lo que tienes?
—Quizás no cada día, pero sí. También te digo, no sé a quién agradezco porque yo doy gracias en general, al universo. No voy concretamente a hablar con alguien específico.
—Esto te ha quedado muy Astrid de «Bienvenidos a Edén»...
—¡Totalmente! A los del más allá... Me comunico con ellos... [risas].