Emma sobrevivió a las 27 puñaladas que le dio su expareja: «Estuve un año y medio sin poder coger en brazos a mi hijo de dos»
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Volver a nacer. Emma vivió una película de terror cuando un lunes por la mañana, su expareja entró en la tienda donde trabajaba para apuñalarla. Desde entonces vive con una discapacidad en los brazos y conciencia sobre la violencia machista. «Como despertarme había sido un regalo, me sentía en deuda con la vida. Decidí compartir esa gratitud y ayudar», confiesa
24 ene 2025 . Actualizado a las 13:11 h.A Emma le cambió la vida en cinco minutos con tan solo 30 años y un hijo de 2. Pasó de ser una mujer trabajadora e independiente a sufrir una discapacidad y necesitar la ayuda de su entorno para todo. Aun así, gracias a su instinto de supervivencia, pudo reponerse de aquel terrorífico suceso ocurrido el 2 de abril del 2007, cuando su expareja le asestó 27 puñaladas.
Muy jovencita, Emma decidió que era hora de tener un poco más de espacio e independizarse. «Yo vivía en San Sebastián, pero me fui de casa porque tenía ganas de tener una vida más independiente. Estuve viviendo en Abu Dabi, República Dominicana y en Madrid», explica. La llamada de la maternidad hizo que regresara a su ciudad al cabo de los años. Fue ahí cuando conoció a su expareja. «Cuando yo decido ser madre me vuelvo a San Sebastián para tener a mi hijo tranquila. Estando allí, conozco a esta persona en una comida popular que organizó la comunidad dominicana, porque él era dominicano y yo había estado viviendo en el país», detalla.
«No aceptó la ruptura»
Emma y él comenzaron a salir, pero todo se truncó poco después. «Estuvimos saliendo seis meses y yo decidí dejar la relación porque me di cuenta de que este chico coqueteaba con las drogas. Fue entonces cuando le dije que ni en mi vida ni en la de mi hijo estaría nadie que tuviera esos hábitos», confiesa. Su expareja no aceptó la ruptura y la interceptó en la calle. «Yo estaba bailando en una discoteca. Me encontró y me dijo enfadado que yo tenía todo el tiempo del mundo menos para él. En ese momento me agarró fuertemente de los dos brazos y me zarandeó», indica. Esa situación hizo que se le encendiera una bombilla roja al haberse sentido agredida e invadida, por lo que no tardó en ir a poner una denuncia a la policía. «Al día siguiente, domingo, fui a denunciarlo. El lunes por la mañana vino a por mí», explica.
Su expareja fue citado para un juicio rápido, pero volvió a insistir en buscarla. «Yo trabajaba como encargada en una tienda del centro. Él vino ese día por la mañana a pedirme explicaciones y a traerme un ramo de flores. Se las rechacé y le dije que no teníamos nada más que hablar, que aquello no iba a volver a repetirse», cuenta. Tras marcharse enfadado, se fue a otro establecimiento a comprar un cuchillo y regresó a por Emma. «Él se hizo un corte en el dedo y me pidió que me acercase para darle una servilleta. Yo no lo hice y se lo pedí a mi compañera. Ahí empezó todo, fue como una película de terror», confiesa. Fue entonces cuando él aprovechó y le dio 27 puñaladas con un cuchillo de 30 centímetros. «Mi cabeza hizo que buscase rápidamente la salida. Me iba a una velocidad que no te puedes ni imaginar. Intenté salir de allí, pero tenía que pasar por delante de él, un hombre corpulento con un cuchillo de 30 centímetros en la mano. Además, la tienda era larga y estrecha», explica. Su compañera se echó encima de él sin éxito y Emma, en lugar de quedarse agazapada, consiguió escapar y pedir ayuda. «Justo en aquel momento pasó una concejala en el coche. Al ver el tumulto de gente, su escolta se acercó y lo encañonó con la pistola en la cabeza», afirma. Posteriormente, fue trasladada al hospital. «Me llevaron y me cerraron todos los agujeros. A mis padres les dijeron que mis lesiones no iban a ser compatibles con la vida. Vamos, que me moría», confiesa.
Sin embargo, se aferró a la vida con todas sus fuerzas. «A las dos semanas me desperté en la uci. Lo hice sonriendo, porque fui muy consciente de que me moría y que abrir los ojos era un regalazo. Desde ese momento todo ha sido querer avanzar, mejorar y continuar con mi vida», explica. Por eso vio una oportunidad para aportar su granito de arena en la sociedad. «Sobre todo, quise ayudar. Yo dije: ‘Como despertarme ha sido un regalo y me siento en deuda con la vida por esta segunda oportunidad, debo compartir esta gratitud», detalla. Él pasó siete años y medio en la cárcel y después fue deportado. «Tuve que encargarme yo de que lo mandasen para República Dominicana», afirma.
Secuelas y resiliencia
Las lesiones provocaron en Emma una discapacidad en los brazos. «Viví un proceso complicado porque fueron dos años y medio de rehabilitación, un montón de operaciones y tuve que aprender a vivir con la discapacidad. La cabeza la tenía muy bien y tenía una actitud envidiable. Pero con mi cuerpo lo he pasado bastante mal», explica. Además, cuenta que su independencia se esfumó. «Yo solamente movía el brazo izquierdo y no podía separarlo de la axila. Estuve un año y medio sin poder coger a mi hijo de 2 años en brazos. Mi vida se paró en cinco minutos. Pasé de tener una vida laboralmente muy inquieta y muy interesante, de ser una mujer a la que nunca le gustaba pedir favores por ser independiente, a que me dieran de comer, me bañaran e incluso me ayudaran a subirme las bragas», relata.
Para afrontar los juicios, se preparó con la psicóloga forense del juzgado. «Estuve mucho tiempo haciendo terapia con ella y me dijo: ‘Emma, ¿sabes qué pasa aquí? Que tienes un instinto de supervivencia muy arraigado, está en tu sangre’», afirma. Siempre con mentalidad positiva, no dudó en tirar para adelante. «Esto fue como una parada en la vida en la que yo tuve que esperar para recuperarme, coger fuerzas y reconstruirme. Pero tenía clarísimo que me iba a volver a subir al tren, no lo dudé ni un minuto», confiesa. También fue capaz de rehacer su vida sentimental. «No tuve ningún miedo a volver a enamorarme y a conocer a otros hombres, porque eso me lo hizo uno en concreto, no todos. Tengo muy buenos amigos que sufrieron muchísimo y lo pasaron fatal cuando me pasó aquello, porque al final había sido un hombre el que me lo había hecho. En cuanto pude ser un poco más autónoma, empecé a salir con mis amigas, conocí a chicos... A los dos años y medio conocí al que hoy es mi marido y llevamos juntos 15 años con una niña de 13», explica.
Aunque en su recuperación ha tenido que ver también trabajar en sí misma. «Si tú llenas tu mochila personal de recursos positivos que te sumen y trabajas en tu autoestima, podrás saltar esos escalones en los momentos malos. Pero para eso tienes que hacerlo cuando no ha llegado el problema. Cuando a mí me ocurrió lo de la agresión, yo ya llevaba muchos años trabajando en mi interior comprendiendo que en la vida estaba sola y que tenía que cuidarme y quererme. La vida es maravillosa y siempre acabo mis talleres con la frase de que lo mejor está por llegar. Lo creo firmemente», detalla.
Ahora con su proyecto inVISIBLES, acude a entornos corporativos y educativos donde hay alumnos mayores de 14 años para compartir su historia. «Hablamos de temas muy abiertos y blancos como la frustración, la resolución de conflictos o cómo viven la violencia. No hablamos directamente de violencia de género, porque si tú a un chaval de 17 años le hablas de eso, lo va a sentir superlejano. InVISIBLES es un espacio integrador, donde lo primero que hago es hablar con los chicos presentes y decirles que ellos son parte de la solución, que no se deben sentir atacados y que debemos convivir hombres y mujeres en armonía», indica.
Además, resalta el papel de una persona que ha vivido este tipo de violencia en las charlas. «Me parece increíble que todavía se siga invirtiendo recursos para pretender motivar a la gente joven en este tema llevando a una catedrática de género o un experto. A los jóvenes eso no les interesa, cogen el móvil a los 3 segundos. Lo digo con todo el respeto», afirma.
Por lo pronto, Emma está deseando llegar a Galicia para compartir su historia y su proyecto. «Para mí es un orgullo que todo esto siga creciendo. Yo no he recibido ayuda por parte de ninguna organización. Esto ha sido un trabajo de confiar en mi proyecto y en mis recursos a lo largo de tres años», sentencia. El 20 de febrero publicará su libro El mapa de mis cicatrices y que también estará disponible en versión audiolibro. «Lo tenía en mente para plasmar que detrás de cada agresión hay una historia de vida. Que no todo en la vida de esa persona es la agresión que ha sufrido, sino que también hay un antes y un después. Además toco otros temas que de una manera u otra el lectro conectará de una manera muy íntima conmigo», afirma.