
Nadie mejor que quien ha padecido «burnout» y lo ha superado para explicarlo: «A pesar de ser psiquiatra, no entendía qué me estaba pasando», dice este experto que ahora vive en los Pirineos. «La gente confunde ser bueno con ser perfecto», reflexiona
20 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Quien no ha sufrido estrés laboral que levante la mano. Porque sería una rara avis digna de estudio. Lo peor de todo es que está tan normalizado que la mayoría de nosotros ya sabemos convivir con él. Aunque hay grados, y en algunos casos la situación es alarmante. Por eso, el psiquiatra y psicoterapeuta Carlos Cenalmor, autor del libro El síndrome Burnout —que provoca desgaste profesional o tener la sensación de estar quemado—, nos habla de cómo detectar esta situación y, sobre todo, cómo salir de ella. Y no lo explica solo como profesional sanitario, sino también como una persona que lo ha sufrido. «No soy de los que lo resuelven todo con pastillas y siempre abordo los problemas de una manera integral. Teniendo en cuenta lo corporal, el tema mental e incluso el espiritual. Porque si hablamos de burnout, verás que todo está relacionado», dice.
—Hay un momento en el que dices que tú también te quemaste en el trabajo...
—Sí. Yo trabajé primero en un gran hospital de Madrid y ahí me quemé. Sufrí el burnout típico que tenemos los sanitarios. Trabajar en una gran organización, un hospital con 11.000 trabajadores, en situaciones de mucha intensidad, con mucho estrés, también estrés emocional... Luego, problemas con los jefes... Y después, las guardias y el agotamiento físico. Había veces que trabajábamos 70 u 80 horas, porque hacíamos dos guardias, más tus días normales, y vas sumando horas. Eso es una barbaridad.
—¿Y qué pasó?
—Con el paso de los años, empecé a sentir burnout. Pero en esa época no lo sabía, no entendía qué me estaba pasando, a pesar de ser psiquiatra. Y te diría que a todos mis compañeros les pasaba exactamente lo mismo, pero tampoco lo sabían, porque es una enfermedad, un problema, que es muy poco conocido todavía. En el mundo médico ni siquiera lo estudiamos como la depresión o la ansiedad. Y ahí tuve una gran crisis. Hay un momento que fue importante para mí. A mí me encanta la montaña. Y en esa época hice un viaje con unos amigos a la montaña. Estaba tan quemado que ni siquiera era capaz de disfrutar. Era como que estaba tan agotado mentalmente, y eso me hacía desconectar de la vida, de las experiencias, porque mi cerebro ya no daba para más. En ese momento realicé un cambio mental, me dije a mí mismo que no tenía sentido estar trabajando donde estaba sin poder disfrutar de la vida.
—¿Dejaste tu trabajo y te fuiste a vivir a los Pirineos?
—Eso vino un poco después. Me hice autónomo, pensando que eso me iba a ayudar, porque al ser también psicoterapeuta, podría trabajar a mi ritmo. Monté una consulta en el centro de Madrid y al principio bien, era un ritmo de trabajo mucho mejor y estaba muy contento con no tener límites de tiempo con mis pacientes. Las listas de espera o los tiempos de atención de 10 minutos también son una fuente de burnout en la sanidad pública.
—¿Y entonces?
—Como autónomo te enfrentas al trabajo infinito. El horario lo pones tú, pero luego están las declaraciones trimestrales, que tienes que conseguir clientes, buscar publicidad, impuestos, alquiler... Y cuando eso me empezaba a desbordar yo ya tenía más pacientes y más agenda. Me di cuenta de que estaba atrapado, porque tampoco tenía nada de tiempo para mí, no me había organizado bien. Y ahí fue realmente cuando tuve mi peor crisis de burnout. Porque, además, siendo autónomo eres tú solo contra el peligro. En el hospital si vas mal, te pides una baja y te recuperas. Hay una organización que te está sosteniendo, aunque te esté machacando por otro lado. Pero no te sientes tan desamparado. Como autónomo, si yo caía, se caía todo conmigo. Y ese estrés acumulado es difícil de describir. Pero me llevó a mi peor crisis de burnout. Ahí acabé con una hernia lumbar, que estoy seguro que me dio por el estrés, porque fue en el momento en el que estaba más estresado.
—¿Cómo lo resolviste?
—Estuve sin poder andar un mes, estaba agotado, no dormía bien por las noches, tenía el insomnio típico que tiene la gente con burnout, que es que como estás agotado y te duermes rápido de noche, pero te despiertas a las 4 de la mañana pensando en el trabajo o en cosas que tienes que hacer. Y luego tienes mucha dificultad para concentrarte. Mi mente iba muy lenta. Era mucho menos eficiente... Y dejé de ver sentido a mi trabajo. No porque no me gustara, sino porque estaba tan agotado que al final llega un punto en que tú desconectas también. Y ahí fue cuando me di cuenta de que estaba sufriendo burnout. Lo que hice fue ayudar también a otros sanitarios a salir de este tema. Era la época del covid y me parecía superinteresante, porque a mí también me había pasado y es muy poco conocido.
—Decidiste cambiar de estilo de vida por completo...
—Sí, ahora vivo en los Pirineos. Me vine hace dos años y medio, porque quería un cambio de vida radical. Estaba harto del estrés de Madrid, del ritmo y de todo. Me apetecía vivir cerca de la naturaleza de verdad. Y me vine al valle de Benasque, que es de los más bonitos y con los picos más altos. Aquí me organizo mejor. Me voy a esquiar, a lo mejor un miércoles por la mañana, y luego trabajo por la tarde. Todo lo hago online. Mi manera de ayudar a la gente ahora es a través de un newsletter divulgativo gratuito. Todos los días voy enviando consejos, herramientas, historias también inspiradoras de clientes míos. Ayudo a la gente a vivir de forma más equilibrada y sin estrés. Y luego tengo mis programas de formación.
—¿Cómo son?
—El más potente es el programa CIMA, que el libro, en el fondo, refleja un poco la estructura de este programa. Son tres meses en los que voy acompañando a la gente. Les ayudamos a hacer un cambio de vida drástico sin que se tenga que mudar a los Pirineos ni tenga que dejar su trabajo.
—¿Cómo sabes que tienes «burnout»?
—La mayoría no lo sabe. Lo primero que hay que decir es que es un problema de salud que está en la clasificación internacional de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud. No es algo que nos estemos inventando ahora.
—¿Pero es simplemente estrés laboral?
—No es exactamente lo mismo. Hay un tipo de estrés, el agudo, el de un día en concreto que tengo una entrevista y te puedes estresar, ese te genera energía y motivación. Es un estrés muy bueno y muy necesario. Pero estar todos los días como si te estuvieran haciendo una entrevista, nervioso a cada hora, es estrés crónico. Todo el rato estás en tensión porque siempre tienes retos, porque en tu trabajo hay mucha exigencia o porque no sabes desconectar de él y estás todo el día dándole vueltas. Y ahí entras en ese tipo de estrés al que me refiero, el crónico. El burnout sería como la cara visible del estrés crónico.
—¿Y cómo da la cara?
—Hay cuatro bloques. Uno de ellos es el agotamiento. La persona se despierta cada mañana con menos energía para enfrentarse al trabajo y a sus responsabilidades personales. Su cuerpo se va agotando. E incluso te lleva a desarrollar enfermedades. Pueden aparecer problemas digestivos, gastritis, problemas en la piel... Mucha gente que yo atiendo tiene problemas cutáneos. Por ejemplo, ahora estoy trabajando con una chica que es modelo, y tiene psoriasis cutánea y es un problemón para ella. Luego también problemas de corazón, de hipertensión, de metabolismo... Puede afectar a todo, porque el estrés es un tóxico general.
—Entonces, se puede enfermar de estrés...
—Sí. El estrés crónico es uno de los principales riesgos para la humanidad. Es como el tabaco o el alcohol. Afecta a la salud de todo el mundo y es una de las grandes amenazas.
—¿Y cuál es el segundo bloque?
—Podría estar dentro del primero, pero yo lo distingo. Es el agotamiento mental. Las personas que lo sufren sienten que cada vez se concentran peor, que les cuesta más tomar decisiones, son menos eficaces... También les baja el estado de ánimo. Empiezan a estar más tristes, menos motivados. Algunos pacientes incluso me preguntan si tienen alzhéimer o algo parecido, porque les falla la capacidad de atención y de concentración y se producen fallos de memoria muy frecuentes.
—¿El tercer síntoma?
—Es el bloque más específico del burnout, la desconexión emocional del trabajo. La despersonalización. Cuando la persona empieza a distanciarse de su trabajo y siente que le da exactamente igual.
—¿Hay alguna parte más?
—Sí, la última, que es la más espiritual. Es la falta de realización personal. Cuando tu trabajo ya no te llena. Muchas veces, el trabajo es una de las fuentes del sentido de nuestra vida. Incluso puede ser la principal. Pero cuando entras en burnout, eso desaparece y el trabajo empieza a dejarte vacío. Y puede desorientarte.
—Pero el sistema te acaba arrastrando a esa situación...
—Se calcula que el 30 % de la población tiene síntomas de burnout más o menos graves. Es una cifra que supera la de personas con depresión. Y luego, en ciertos entornos, por ejemplo, sanitarios, directivos, empresarios, emprendedores, pues muchas veces es del 70 %. Es algo muy, muy frecuente. Pero el burnout tiene dos tipos de causas. Y pueden ser las dos a la vez. Una es lo externo a la persona, que sería, por ejemplo, el entorno de tu empresa, de la propia sociedad, que nos empuja a vivir hiperactivos, a hacer millones de cosas. Pero luego también hay circunstancias internas, que son las que están dentro de nosotros como, por ejemplo, nuestra propia personalidad.
—Claro...
—Muchas veces somos perfeccionistas y muy autoexigentes y tenemos que estar resolviendo los problemas a los demás, no sabemos decir que no, o no sabemos poner límites. El problema viene cuando se produce el cóctel de las dos cosas, de lo externo y de lo interno. Y luego a nivel interno también hay otros temas, como no saber gestionar bien el tiempo, no tener habilidades de planificación, no verle sentido al trabajo que hacemos... O que no sabemos desconectar del trabajo, que esto también es clave.
—¿Y la solución es un cambio radical?
—Cada uno tiene que encontrar su equilibrio. Y como más se llega a él es a través del trabajo personal e interno. De mi programa principal, te diría que de las cien personas que lo han hecho hasta ahora, solo cinco han cambiado de trabajo. El resto se han quedado en su trabajo, lo que pasa es que han hecho cambios internos y se han enfrentado a ciertas situaciones. Y también han empezado a tomarse las cosas de forma diferente. Confundimos ser buenos con ser perfectos.