
Ha muerto a los 92 años de edad Brian Murphy, el actor que dio cuerpo y vida a George Roper, aunque para todos los que consumimos sus peripecias matrimoniales resulte inevitable escuchar su nombre y no prolongar la «o» de su apelativo con la afectación impostada y seudo-british que le concedía la dobladora de Mildred, su inolvidable y cardada mujer.
El periodismo de necrológica, un género con practicantes de lujo, incluidos alguno de ficción como el inolvidable Pereira de Tabucchi, debería practicarse con rigor y dedicación. Porque además de referir la peripecia vital de un difunto popular, convoca a los lectores sobre su propia biografía y permite deducir de los acontecimientos existenciales del famoso algunos propios o al menos un tono generacional que te enmarca en un tiempo y una época.
Descubro con la defunción de Murphy que Un hombre en casa y spin off Los Roper se emitió en el Reino Unido a muy finales de los setenta y en España un poco después. Revisada ahora, a las dos comedias les faltan modernidades estéticas y les sobran estereotipos que hoy hemos superado, pero mantiene un encanto y un nivel que quizás los mejore la nostalgia.
Si calculamos cómo eran la España y la Galicia de la época se entiende el interés que sentimos por sus personajes, inicialmente un trío compañeros de piso en un edificio en el que Geoooorge y Mildred ejercían de porteros.
Detrás había unos actores con la complexión reconocible del método británico, aunque la pantalla destilara historias aparentemente sencillas y actuaciones de una naturalidad que enganchaba.
Se dirá que era otra televisión, cuando pocas pantallas nos convocaban a todos a la vez desde esa burbuja estática que era el salón de casa, pero si comparamos su impacto cultural con el que hoy genera la televisión, descubrimos que en realidad nada ha cambiado tanto.
Los talludos evocamos hoy el sonido campanudo del nombre de Geooorge, pero seguro que en treinta años nuestras hijas sentirán algo parecido cuando se les nombre a Berlín.
Porque la televisión, también la de ahora, y las pantallas en general están llenas de buenas historias que también son constructoras de nostalgia y de apego generacional.