
¿Es el fin de las monedas y billetes? Los métodos de pago tradicionales están más vivos que nunca ante el temor a posibles fallos en los sistemas. Los expertos recomiendan seguir teniendo billetes en casa por seguridad
16 mar 2025 . Actualizado a las 10:39 h.Bajar a por el pan y pasar el teléfono móvil por el dispositivo de pago contactless del supermercado. Llenar el depósito del coche y tirar de tarjeta de débito. Cenar con los amigos y saldar las cuentas con Bizum... Los métodos de pago menos tradicionales siguen conquistando cada vez más bolsillos de ciudadanos que se dejan atraer por la comodidad y la inmediatez de estas fórmulas.
Y los que parecen sufrir las consecuencias son las monedas y billetes. Mientras el dinero plástico y digital vive su particular época dorada, las fórmulas más tradicionales van quedando poco a poco relegadas a un segundo plano. Hubo quien, hace unos años, llegó incluso a vaticinar su defunción definitiva. Parecía que la pandemia había asestado el golpe mortal a los cuartos, a los que por aquel entonces muchos miraban con miedo ante los temores de que fueran un eslabón más en la cadena de transmisión del covid-19. Pero la herida de estos métodos de pago había empezado a supurar tiempo atrás. Antes de aquel aciago 2020, ya se podía escuchar un runrún que hablaba del fin del efectivo. En el 2007, el prestigioso semanario británico The Economist vaticinaba en una de sus portadas «el final de la era del cash» y hace menos de un lustro, el 43 % de las empresas españolas aseguraban sin rubor que el efectivo se convertiría en algo testimonial ya en el 2030.
Pero con un 2030 ya empezando a asomarse en los calendarios, la realidad parece haber atropellado a los presagios y no es oro todo lo que reluce. Y uno de los principales baches con los que se ha topado el dinero electrónico en su particular carrera contra el físico se materializó hace un puñado de meses. El pasado julio, CrowdStrike —una empresa de nombre hasta entonces desconocido para muchos— ponía el mundo entero patas arriba después de que un fallo en sus sistemas de ciberseguridad en los servidores de Windows provocara una caída de toda clase de sistemas básicos para el funcionamiento de la sociedad tal y como la conocemos. Hospitales que no podían acceder a los datos de sus pacientes, aviones que se vieron imposibilitados a aterrizar o despegar y miles de millones de sistemas de pago completamente caídos.
Durante el fallo de este sistema, la Asociación Global de Nóminas del Reino Unido explicaba a la BBC que muchos clientes habían denunciado que no podían acceder a los programas de pago de nóminas y que había la posibilidad de que muchas familias se toparan con problemas para recibir en sus cuentas sus emolumentos a final de mes.
Y las nóminas eran solo uno de los problemas. Porque aquellos que en los últimos años habían fiado toda su capacidad de compra al dinero digital se toparon, de pronto, con que todos los datáfonos dejaron de funcionar. Durante las horas en las que se produjo la caída de los sistemas, en las cajas de los supermercados fue habitual encontrarse con clientes que se veían abocados a abandonar sus compras o que, en el mejor de los casos, se topaban con algún otro comprador que se apiadaba de ellos y, echando mano de una confianza total, se ofrecían a abonar la compra con la posterior promesa de recibir el dinero a través de Bizum u otras fórmulas. En las gasolineras se repitió la escena. Muchos de los trabajadores de las estaciones de servicio tuvieron que emitir facturas y encomendarse a la confianza para esperar que, una vez que sus compradores encontraran la manera de saldar las cuentas, se acercaran con el papel en mano para cerrar las cuentas pendientes.
Y ante esta brecha, cuando el efectivo parecía ir perdiendo el pulso, las tornas cambiaron. Varias asociaciones que llevaban un tiempo luchando contra los movimientos para abocarnos a una sociedad sin monedas y billetes aprovecharon el contexto para recordar que estas situaciones demuestran que los pagos en efectivo seguirán siendo útiles a pesar del avance de la tecnología. «Siempre habrá caídas de los servicios y si no tenemos alternativa a los pagos digitales, todo puede colapsar a tu alrededor», explicaba Ron Delnevo, director de la Payment Choice Allience (PCA), un organismo del Reino Unido que defiende la vigencia del dinero físico. En España, otra asociación pugna por mantener el sistema más tradicional. Se trata de Salvemos el Dinero Físico, una organización comprometida en proteger y preservar el efectivo con el fin de ofrecer a los ciudadanos libertad para elegir cómo realizar sus transacciones financieras.
Vulnerabilidad
«Lo que han puesto de manifiesto incidentes como el de CrowdStrike o los diferentes ciberataques a empresas con cierto tamaño es la vulnerabilidad de los sistemas electrónicos. Y esto, por supuesto, compromete la confianza en la digitalización total del dinero. Además, cuando se detecta una brecha de seguridad, los hackers no pierden el tiempo. Acceden a datos, clonan tarjetas, cometen fraudes... Y en un mundo 100 % digital, el riesgo es aún mayor», explica Gabriel Rodríguez Lorenzo, cofundador de SinComisiones. Este experto asegura que es fundamental considerar alternativas y reforzar medidas de seguridad: «Tanto a nivel de las finanzas personales, como en las grandes empresas, un uso combinado de efectivo y pagos electrónicos nos permite tener un respaldo en caso de fallos tecnológicos o ciberataques. La clave es diversificar para disminuir el riesgo. Y para esto, además del billete físico, existen algunos sistemas de pagos móviles y con QR que pueden procesarse sin conexión momentáneamente y sincronizarse después, pero no son tan masivos», resume.
En la misma línea se mueve Marc Bara, profesor de OBS Business School, que resalta cómo el dinero en efectivo se ha convertido en un refugio ante eventuales ciberataques. «Es tangible. Se puede caer toda la tecnología y, si tenemos en casa monedas y billetes, podemos seguir operando con cierta normalidad. Es posible que se produzcan guerras, que haya algún ataque masivo entre países o que se produzca un apagón. En caso de crisis, el dinero en efectivo volverá a tener mucho más valor que el digital. Porque la realidad es que este último puede caerse en cualquier momento, por muy seguros que sean los sistemas», resume.
Y el contexto actual en el que vive inmerso el mundo, en el que ya resuenan tambores de guerra comercial a los dos lados del Atlántico, tomar ciertas precauciones y volver a guardar algo de efectivo debajo del colchón no es tan mala idea: «Ahora que estamos en un momento con ciertas tensiones geopolíticas, uno de los sistemas que se pueden atacar por intereses más que patentes es precisamente el que tiene que ver con los pagos. Seguimos dependiendo del dinero físico, porque es la única forma de que, en este caso extremo de que vayamos a un apagón, tengamos cierto margen». Eso sí, lo de llevar efectivo por la calle también tiene sus limitaciones. Porque según recoge la Ley 10/2010 (que pretende plantar cara al blanqueo de capitales), los españoles «solo» pueden llevar por la calle un máximo de 100.000 euros en billetes y, en caso de cruzar una frontera y entrar a otro país, la cantidad máxima se reduce a los 10.000 euros.
En cualquier caso, ambos expertos tienen claro que la balanza no se debe decantar hacia ninguno de los dos lados. Ambos sistemas deben convivir en perfecta armonía y estar a disposición de los ciudadanos para que echen mano de ellos en función de sus necesidades.
Suecia se arrepintió
Uno de los principales defensores del efectivo es el Banco de España, encargado de regular el sistema financiero de nuestro país. Para ellos, las monedas y billetes seguirán siendo el principal medio de pago en el futuro próximo: «Tiene valor en sí mismo, su autenticidad se puede comprobar fácilmente y permite liquidar pagos sin necesidad de terceros. Ningún otro instrumento de pago reúne estas tres características tan eficazmente como el efectivo», defienden.
Tienen los reguladores europeos algunos casos a su alrededor que dan buena cuenta de que pasarse de frenada con la modernización de los pagos puede acabar saliendo muy caro. El mejor ejemplo es Suecia, que hace unos años se propuso convertirse en uno de los primeros países en vivir sin efectivo. Ahora reconocen que el llamado cashless está excluyendo al 10 % de la población que no puede hacer uso de la tecnología. Por no hablar del miedo a que Rusia lance un ataque contra ellos. No en vano, Suecia ha recomendado a sus ciudadanos tener un kit de supervivencia en su casa en el que debe haber, por lo menos, un fajo de billetes en efectivo equivalente al gasto semanal de cada hogar.