
Lisa Fonssagrives es considerada la primera supermodelo de la historia. Según su hijo, Tom Penn, «ella era diferente ante la cámara, porque había estudiado danza durante muchos años».
27 mar 2025 . Actualizado a las 15:54 h.Ella era diferente y así lo demostró la primera vez que posó para él. Corría el año 1947 y para la sesión de fotos estaban convocadas doce modelos, las más demandadas de aquella época. Al otro lado de la cámara, los ojos de Irving Penn (1917-2009). «Justo cuando disparó el obturador de la cámara, ella giró la cabeza para exponer su perfil. Fue en ese momento cuando se enamoró de Lisa Fonssagrives (1911-1992). Su seguridad en sí misma y la compostura de saber exactamente quién era y cómo retratar su belleza lo deslumbraron. Quedó cautivado en ese momento para siempre». Lo describe a La Voz de Galicia Tom Penn, hijo de ambos. Fruto del amor y admiración que existió entre ellos. Un flechazo que también ha podido observar todo el público que, desde el pasado 23 de noviembre del 2024, pudo contemplar esa instantánea, una de las más de 160 que se encuentran en exclusiva en la muestra de la Fundación Marta Ortega Pérez (MOP) Irving Penn: Centennial, organizada por The Metropolitan Museum of Art de Nueva York en colaboración con la Fundación Irving Penn, y que puede visitarse en A Coruña hasta el próximo 1 de mayo.
Los caminos de Penn y Lisa estaban destinados a unirse, pero todavía no era el momento. En ese primer encuentro ella estaba casada con el también fotógrafo francés Fernand Fonssagrives, por lo que ambos pusieron distancia. Penn viajó a Perú a finales de 1948 para el reportaje «Flying Down to Lima». Cuando volvió se dice que intentó olvidarse de Lisa enfocando su tiempo libre en una colección de instantáneas que, a día de hoy, se consideran uno de sus trabajos más exitosos y aclamados: Nudes. Una serie de desnudos que huyen de la perfección.
Reconocida como la primera supermodelo de la historia, Lisa Birgitta Bernstone nació en Gotemburgo, Suecia. Su infancia transcurrió entre clases de pintura, escultura y danza. Después de formarse en Arte en Berlín, regresó a Suecia, donde abrió una escuela de baile. Pasado un tiempo se mudó a París en busca de un futuro como bailarina, pero la vida tenía otros planes para ella. Allí conoció a Fernand Fonssagrives que también buscaba un futuro en el mundo de la danza, aunque acabó desarrollando una fructífera carrera como fotógrafo. Se casaron y tuvieron una hija, Mia Fonssagrives-Solow.

En 1936, Lisa se encontró con Willy Maywald en un ascensor. Este le pidió que posase para él en una sesión de fotos con sombreros. Ella aceptó y su marido envió las fotos a la edición francesa de Vogue. Fue así como inició una larga y exitosa carrera en el modelaje, donde destacó más que ninguna otra. «Ella era diferente ante la cámara, porque había estudiado danza durante muchos años antes de convertirse en modelo. Esto le permitió moverse de manera única, sabiendo perfectamente cómo posar con cada prenda para mostrar el mejor ángulo», cuenta su hijo. Fue así como cautivó a grandes fotógrafos como Horst P. Horst, Man Ray, Erwin Blumenfeld, Richard Avedon o Edgar de Evia. Todos querían tenerla delante de su objetivo. Su rostro fue protagonista de portadas de Vanity Fair, Life, Time o Town & Country. Y en más de 200 ocasiones, en Vogue.
Alexander Liberman, director artístico de Vogue, contrató a Irving Penn para diseñar portadas, animándolo a hacer sus propias fotos, en 1943. A partir de ese año y hasta el 2004 produjo fotografías para 165 portadas de la icónica revista, más que ningún otro artista hasta la fecha. Pero él era mucho más. Poseía una aguda inteligencia gráfica para los retratos, los bodegones e incluso resaltando la belleza de la vida cotidiana. Unas habilidades que provocaron que estuviese más de sesenta años en activo.

SUS CAMINOS SE UNEN
Ya divorciada, Lisa volvió a coincidir con él en el verano de 1950, para los desfiles de alta costura de París. Las instantáneas resultado de ese trabajo conjunto son historia de la moda. La más famosa, Rochas Mermaid Dress, donde ella luce un vestido de tipo sirena bajo un novedoso fondo elegido por el fotógrafo: una vieja y sobria cortina de teatro que le brinda todo el protagonismo a ella. Penn huía de decorados muy elaborados y de todo aquello que podía desviar la atención de las prendas o modelos.
Él y Lisa Fonssagrives no volvieron a separarse. El 27 de septiembre de 1950 contrajeron matrimonio en el Registro Civil del distrito St. Marylebone de Londres. Y el 19 de septiembre de 1952 nació Tom Penn, el único hijo del matrimonio, actual director ejecutivo de The Irving Penn Foundation. A la pregunta de cuál fue el papel de su madre en la obra fotográfica de su padre, responde que ninguno. «Ella estaba enamorada de él y lo apoyaba emocionalmente. Hasta donde yo sé, nunca tuvieron una conversación sobre una imagen que se tomara con o sin ella siendo la modelo, ya que solo había una profunda admiración mutua por el trabajo de cada uno. Su relación era como un yin-yang, tanto a nivel personal como profesional».
Lisa siempre fue una mujer con grandes aspiraciones y aficiones. «Más tarde en su vida, se convirtió en diseñadora de ropa. Al fusionar su comprensión de las telas con su experiencia en la danza, ella sabía cuál era la mejor pose para resaltar un diseño de moda», comenta Penn. Alargó su carrera como modelo pasados los cuarenta años, un hito en aquel tiempo. «Cuando ya no estaba modelando, mi madre tomó todas sus experiencias de movimiento y forma y se convirtió en una escultora extraordinaria», añade. Por eso cede, en exclusiva, dos imágenes de ella, en las que se la puede ver pintando o con algunas de sus obras de cerámica. Además, la supermodelo también era una apasionada de la fotografía. «Mi padre dijo una vez: ‘‘Ella podría ser fotógrafa por derecho propio en cualquier momento.” Su trabajo es apasionado, romántico y ligeramente surrealista». No obstante, nunca persiguió esa vía de una forma pública, «ya que existía una realidad tácita de quién era el fotógrafo en la familia», asegura su hijo.

En 1992, Lisa fallece con 80 años por una neumonía. «Mi padre quedó devastado por su pérdida. Como ocurre con todos los grandes amores apasionados, parte de su alma se disolvió. Para llenar el profundo vacío, se sumergió aún más en su trabajo, extendiendo su alcance hacia fotografías más inusuales y desafiantes». También se dedicó a la pintura, «una práctica que ya había realizado antes de convertirse en fotógrafo», indica su hijo. El 7 de octubre del 2009, él muere con 92 años.
Se desconoce el número exacto de fotos que Irving sacó a Lisa a lo largo de sus vidas. Tampoco cuántas le hizo ella a él en la intimidad. Tom Penn especula que «la pareja no se hizo cientos, sino miles, de fotografías juntos». Pruebas gráficas de un amor indiscutible que, sin duda, ha sentado bases en la historia del arte.