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Izanami Martínez, antropóloga: «Cuando las mujeres están ovulando, los hombres lo perciben y les pasan cosas»

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JOHN RIBES

Nuestro instinto está mucho más presente de lo que pensamos. Cómo actuamos ante quien nos atrae, qué buscamos en una pareja y cómo nos sentimos ante un flechazo. Esta estudiosa del ser humano nos abre las puertas ocultas de nuestro lado más animal

16 may 2025 . Actualizado a las 12:16 h.

Izanami Martínez es divulgadora de contenidos y estudia al ser humano a través de su cultura, pero también por sus características físicas y biológicas. Y bajo esa premisa explica nuestro comportamiento a la hora tener una pareja y de mantener relaciones sexuales. Porque somos mucho más animales de lo que creemos. Y en nuestro instinto radica, precisamente, la grandeza del ser humano.

—¿Tan ciego es el amor?

—Culturalmente confundimos dos conceptos: el del enamoramiento y el del amor, que realmente no tienen nada que ver. El enamoramiento es eso que creemos que es amor. Haber encontrado a nuestra media naranja y ese subidón de hormonas que está diseñado para generar un estado alterado de conciencia. Y otra cosa es el amor, que es más una actitud, un compromiso, algo consciente y voluntario. Y son diametralmente opuestos. Entonces, el enamoramiento es totalmente ciego, en el sentido de que es algo inconsciente e incontrolable hasta cierto punto. No puedes elegir de quién te enamoras ni quién te pone físicamente o no te pone. Eso es el algo que el cerebro determina y ejecuta. Y solo puedes elegir si lo accionas o no, pero no tienes mucho más control sobre ello.

—Entonces, dos personas que sientan una atracción brutal, ¿acabarán en algún momento de su vida estando juntas?

—No tiene por qué ser así. Tenemos la capacidad, y en muchas ocasiones la responsabilidad, de no accionar estos enamoramientos. Porque la idea de la media naranja y de que hay una persona para ti es una creencia cultural que no tiene ninguna base. A lo largo de nuestra vida nos vamos encontrando con muchísimas personas, con las que se generan estos enamoramientos, estas respuestas químicas, biológicas, por el simple hecho de que son buenas parejas reproductivas para nosotros. Pero igual que no vamos haciendo nuestras necesidades fisiológicas por ahí ni marcando territorio, tenemos el poder de controlar esos instintos reproductivos.

—¿Qué es un flechazo?

—Es un estado alterado de la conciencia, es un bombardeo de hormonas que deja el cerebro en un estado equiparable a un trastorno obsesivo compulsivo o a una adicción a la cocaína, por ejemplo. Ese es el nivel de dominio propio que perdemos y que están diseñados para que, en el caso de que nos reproduzcamos con esa persona, se genere una obsesión por la otra persona tan grande que, durante los primeros años de crianza, que son los más duros, aguantemos carros y carretas, noches sin dormir, al lado de esa persona para garantizar la supervivencia de la cría. Esto no va de que seamos felices y comamos perdices. Esto está diseñado para que en los momentos difíciles de la crianza sigamos teniendo ganas de estar uno al lado del otro. Y para eso hace falta mucha alteración hormonal. Y ese es el único propósito de los flechazos, identificar a una persona con la que podríamos tener crías fuertes y generar el estado hormonal y cerebral necesario para que estemos obsesionados el uno por el otro durante tres o cuatro años, que es lo que tardamos en sacar adelante a la primera cría. Ya está. Es cero romántico. Lo romántico es el amor de verdad. La decisión de que, pase lo que pase, yo elijo amarte y quedarme contigo.

—¿Entonces es cierto que el amor dura 3 años y tiene una base biológica?

—Lo que dura tres años es el enamoramiento, el amor todavía no ha empezado. Es cuando baja la feniletilamina, que es un tipo de anfetamina, literalmente, y que junto con el cortisol, la oxitocina y vasopresina hacen que estemos obsesionados por esa persona. Y es una bajada hormonal y ya está. Lo que pasa es que si me he lanzado a tener relaciones sexuales, y he iniciado una relación sin ni siquiera saber bien quién es y si tenemos un proyecto de vida similar, y tenemos hijos, pues imagínate el lío.

—¿Cómo se sabe si le gustas a una mujer a través del lenguaje no verbal?

—A través del acicalamiento. Las mujeres solo acicalamos a los miembros de nuestra especie por los que sentimos algún tipo de afecto. A una persona que le tienes afecto le limpias la pelusa que tiene en el hombro, le colocas la corbata, cualquier cosa de esas. Nadie se pondría a colocarte la corbata, si no tiene el más mínimo interés por esa persona.

—¿Y en el caso de los hombres?

—Son menos sutiles. Son más de mirar, de mostrar posturas físicas más abiertas y que muestren su fortaleza. Aunque queramos creer que ser hombre o mujer es una construcción cultural, no lo es, es biológico. Y aunque no nos reproduzcamos, estamos diseñados para hacerlo. Entonces, al final, a las mujeres inconscientemente nos atraen los hombres que muestran fortaleza física y capacidad para sustentarnos. Y a los hombres les atraen las mujeres que muestran señales de fertilidad.

—¿Como cuáles?

—Pechos grandes, caderas anchas, piel luminosa, juventud... Todos son indicativos de salud y de capacidad para que vaya mejor la crianza de los hijos en entornos complicados.

—¿Es la voz de los hombres lo más sensual para las mujeres?

—Influye mucho, porque la gravedad de la voz está directamente relacionada con la cantidad de testosterona que produce ese hombre. Y hombres con mayor producción de testosterona son hombres más fértiles y con más capacidad de proteger, de cuidar y de proveer a su familia. Entonces, nos atraen más los hombres con voces más graves.

—¿Y en el caso de las mujeres?

—Los hombres son más visuales que nosotras a la hora de la atracción física. Para ellos, la parte visual tiene muchísimo peso y todo lo que aluda a la fertilidad les encanta. Pero también hay una parte muy interesante para ellos, la parte interior de las muñecas. Porque es algo que señala feminidad. Quebrar la muñeca hacia delante o hacia atrás es un gesto que los hombres heterosexuales no hacen. Es uno de los gestos más femeninos que existen, porque muestra fragilidad y necesidad de cuidado y de ser protegida.

—¿Eso les atrae, aunque sea inconscientemente?

—Claro, nosotras buscamos un protector y ellos buscan alguien a quien proteger. E inconscientemente, las mujeres buscamos a hombres fuertes, a un hombre que nos proteja. Y ellos buscan una mujer fértil, que necesite protección.

—Entonces esos roles sociales siguen existiendo...

—Es que no son roles exclusivamente sociales, porque las mujeres somos las que gestamos, las que parimos y las que amamantamos. Es un hecho biológico. No es social ni cultural. Y el bebé nada más nacer necesita estar con su mamá. Es otro hecho biológico. Y sucede durante varios meses o años de nuestra vida. Idealmente, tendríamos que tener a alguien ocupándose de todo lo demás. Lo que es una salvajada es que ahora, además de criar, de amamantar y de embarazarnos, se nos exija seguir ganando dinero y generando ingresos. Es un tiempo en el que deberíamos ser cuidadas, protegidas y provistas. No es que la mujer se tenga que quedar en casa sin trabajar toda su vida, pero sí necesitamos a una persona al lado que nos cuide mientras estamos cuidando, porque si no, no vamos a cuidar bien.

—¿Las mujeres nos comportamos de manera distinta si estamos ovulando?

—Sí. Los humanos tenemos dos sistemas olfativos. El normal que va directamente al consciente y nos percibe percibir olores. Y el vomeronasal, que va directamente al inconsciente y procesa la información que nos transmiten las hormonas. Y entre algunas de las cosas que transmiten está el estado del ciclo reproductivo de la mujer. Entonces, ahí sabemos en qué fase del ciclo está. Cuando una mujer está ovulando lo transmite a través de sus hormonas. Y tanto los hombres como las mujeres que la rodean lo perciben y les pasan cosas. Automáticamente producen más testosterona y las mujeres, se vuelven más posesivas y más celosas con sus parejas. Y es algo de lo que no somos conscientes. Hay estudios de cómo, de manera inconsciente, elegimos vestidos más provocativos cuando estamos ovulando, o nuestros movimientos son más sensuales. Debería ser obligatorio para las mujeres y sus parejas saber en qué punto están de su ciclo menstrual y actuar acorde.

—¿Por qué?

—Porque una mujer premenstrual no tiene nada que ver con esa misma mujer cuando está ovulando ni cuando está menstruando. Cambia nuestra capacidad de concentración, la manera en la que tomamos decisiones, en la que resolvemos los problemas... cambian tantísimas cosas que esperar a que las mujeres seamos tan constantes y tan lineales como los hombres, tanto a nivel emocional como de productividad, es una salvajada, porque nos autodestruimos intentándolo.

—¿Y las mujeres menopáusicas dejan de ser atractivas sexualmente?

—Para nada. Es un factor más. Las mujeres tenemos algo que muy pocos animales tienen, que es la ovulación oculta. En casi todos los animales, las hembras solo permiten tener relaciones sexuales cuando están en celo. Nosotros somos de las poquitas que podemos tener relaciones sexuales cuando nos apetece y las disfrutamos en cualquier momento del ciclo, incluso cuando estamos menstruando. El disfrute del sexo está separado de la reproducción. Puedes ser menopáusica y seguir sintiendo deseo sexual y seguir siendo deseable sexualmente para otras personas.

—Y la infidelidad, ¿cómo se gestiona desde el punto de vista biológico?

—Hay indicios biológicos para decir que los seres humanos somos monógamos de base y no polígamos. Cuando lo digo en las redes me matan, pero es así. Una rana no siente celos, un chimpancé tampoco. Y que tengamos una ovulación oculta tiene la finalidad de que el hombre no sepa al 100 % si somos fértiles o no, y que tenga que estar manteniendo relaciones sexuales con nosotras a lo largo de todo el ciclo para intentar preñarnos. ¿Y qué ocurre cuando mantenemos relaciones sexuales? Que se fortalece nuestro vínculo afectivo y que nos queremos más y nos tratamos mejor. Hay hormonas que nos indican que somos más monógamos de lo que nos gustaría. Y la infidelidad es una incapacidad de control de los impulsos primarios. Si soy infiel es porque no he ejercido el dominio suficiente como para controlar mis impulsos físicos y respetar el acuerdo con mi pareja.